En un Vía Crucis, la Amazonía trae a Roma sus clamores La Madre Tierra y los pueblos amazónicos, clavados en la Cruz por una economía que mata

Vía Crucis amazónico en las calles de Roma
Vía Crucis amazónico en las calles de Roma

La Amazonía, su Iglesia y sus pueblos viven un momento transformador, que se concreta en el Sínodo. Se trata de descubrir que Cristo se encarna en este territorio y su gente, logrando vivir, morir y resucitar en la Panamazonía

En la Cruz, a golpe de martillo han ido siendo clavados los rostros de tantos hombres y mujeres que han dado la vida por la causa de la Amazonía, de la Madre Tierra, por la causa de aquel que un día recorrió las calles de Jerusalén camino del Calvario

Es el Pueblo de Dios que emerge, que camina unido, que genera vida y se posiciona contra la muerte, que se manifiesta en tantas situaciones en la Amazonía

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La historia de Dios se repite en la vida de la humanidad, en una tentativa de transformación, de construcción del Reino. Ese compromiso muchas veces lleva a la muerte, que no puede ser entendida como final, sino como paso hacia la vida plena, hacia la Resurrección.

La Amazonía, su Iglesia y sus pueblos viven un momento transformador, que se concreta en el Sínodo. Se trata de descubrir que Cristo se encarna en este territorio y su gente, logrando vivir, morir y resucitar en la Panamazonía. Los pueblos de la Amazonía han querido manifestarlo en el Vía Crucis que este sábado ha recorrido las calles de Roma, saliendo del Castel Sant´Angelo hasta el Obelisco de la Plaza de San Pedro, por de la Via della Conciliazione, un momento de oración, pero también de denuncia frente a las injusticias, muchas veces provocadas por una economía que mata.

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Han sido los pueblos y la Iglesia quien ha cargado esa Cruz, inclusive los obispos, comprometidos con la vida de sus pueblos. En la Cruz, a golpe de martillo han ido siendo clavados los rostros de tantos hombres y mujeres que han dado la vida por la causa de la Amazonía, de la Madre Tierra, por la causa de aquel que un día recorrió las calles de Jerusalén camino del Calvario. A ese Jesús, crucificado y resucitado, es a quien los católicos seguimos, junto con la Iglesia, que desde el Vaticano quiere irradiar un testimonio de vida para la humanidad en la figura de un Papa que llegó de la periferia y se siente muy a gusto con quienes viven en la periferia.

Un Papa profeta, que denuncia los poderes de este mundo, la economía que mata, y a quien tantos han crucificado, inclusive algunos de los que con piel de cordero, son lobos que sólo les interesa comunicar muerte. Esa misma profecía se fue recordando a lo largo de las estaciones, que han tomado un rostro amazónico, en sus temáticas y en los mártires recordados a lo largo de la caminata. Son gentes de la Amazonía y de quienes a ella legaron para transmitir el Evangelio hasta das la vida, la hermana Cleusa, Marçal de Souza, Padre Josimo Moraes, Hermano Vicente Cañas, Galdino Pataxó, Hermana Inés Arango, Padre Alcides Jiménez, Hermana Dorothy Stang, Monseñor Alejandro Labaka, San Oscar Romero, Padre Ezequiel Ramin, Padre Rodolfo Lukenbein y Simón Bororo, Chico Mendes, y tantos y tantas, que sin ser conocidos han dado la vida por la Amazonía, por sus pueblos y por el Reino.

El Instrumentum Laboris y la Palabra de Dios han iluminado la reflexión y oración de los presentes. Hablar de Derechos Humanos, posicionarse contra los grandes proyectos de desarrollo, acompañar a los migrantes que se agolpan en las periferias de las grandes ciudades de la Panamazonía, conservar las culturas, apoyar a los que luchan por su territorio, a las mujeres, garantizar los derechos de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario, luchar contra la destrucción de la Naturaleza y la opresión del pueblo, como se ha visto en Ecuador en las últimas semanas, tiene que ser misión prioritaria de una Iglesia que cree y es testigo del Dios encarnado.

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Es el Pueblo de Dios que emerge, que camina unido, que genera vida y se posiciona contra la muerte, que se manifiesta en tantas situaciones en la Amazonía. Es este pueblo que va construyendo nuevos caminos, expresión del nuevo cielo y la nueva tierra que muchos, la mayoría de la humanidad, soñamos y nos empeñamos en construir, en fidelidad a Jesús y como testimonio de vida, de compromiso con el Reino, pues eso es lo que conduce a la Vida.  Eso es lo que pedían al final del Vía Crucis los que participaban y algunos de los que, sorprendidos a lo largo del camino, se unían a un grito que viene de la periferia y ha llegado al centro.

El futuro de la Amazonía no sólo depende de los pueblos que la habitan, es una cuestión planetaria, en la que todos debemos implicarnos, sobre todo las nuevas generaciones. Por eso, fue significativo el gesto de que una niña europea se subiese a la canoa amazónica, con una camiseta en la que se leía “La Causa Indígena es de todos nosotros”. Son las semillas que el Sínodo para la Amazonía va plantado, que puede que no den frutos inmediatos, pero que sin duda ya están abriendo nuevos caminos.

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