Entrevista con el arzobispo electo de Cuiabá (Brasil) Mons. Mario Antonio da Silva: Voy a Cuiabá "con el corazón libre para seguir sirviendo a la Iglesia”

Mons. Mario Antonio da Silva
Mons. Mario Antonio da Silva

"Nuestro ministerio como obispos, nuestra vocación como cristianos, como bautizados debe ser de transfiguración, de cambio a mejor"

"Si hoy tengo algo que decir en la predicación, en mi misión, es haber recibido y al mismo tiempo la posibilidad de aprender mucho en la convivencia con la gente"

"Fue decisivo para nosotros que acoger al emigrante es acoger a un hermano y a una hermana. No es estar frente a un problema, sino frente a una persona con igual dignidad que cada uno de nosotros y merecedora de derechos fundamentales"

"Creo que con el tiempo podré conocer y al mismo tiempo abrazar y adherirme a las nobles causas de esa Iglesia, para que podamos construir un mundo justo y fraterno con los valores del Reino de Dios"

Mons. Mario Antonio con el Papa Francisco

El 23 de febrero de 2022, Mons. Mario Antonio da Silva fue nombrado arzobispo de Cuiabá, algo que vive como "una segunda llamada, digámoslo así, al lugar que Dios indica". Afirma que se va "con el corazón apretado por dejar Roraima, pero también con el corazón libre para seguir sirviendo a la Iglesia, en la Arquidiócesis de Cuiabá, porque creo que es el lugar que Dios está indicando".

Mons. Mario Antonio relata los sentimientos encontrados que está viviendo estos últimos días ante una mayor responsabilidad, ante una llamada a "adentrarse en aguas más profundas". Insiste en que va a Cuiabá "como la continuidad de un proceso que Dios ha puesto en mi vida", llevando consigo el cariño y el dolor del pueblo, "el Evangelio vivo con la gente".

Su ministerio episcopal en Roraima estuvo fuertemente marcado por el trabajo con los migrantes y refugiados venezolanos en una diócesis en la que, según el obispo, hubo que "prepararnos, reinventarnos, organizarnos, unirnos, para un trabajo de acogida de emergencia y también de protección, de integración de los hermanos y hermanas migrantes entre nosotros". También con los pueblos indígenas, donde en cada visita dice haber vivido "un aprendizaje singular".

En Cuiabá, su arzobispo electo quiere "abrazar y adherirse a las causas nobles de esa Iglesia, para que podamos construir un mundo justo y fraterno con los valores del Reino de Dios". Atrás deja una tierra que "me ha hecho bien, me ha hecho crecer, me ha hecho misionero", lo que provoca en él un sentimiento de gratitud.

Mons. Mario Antonio

El pasado miércoles, el Papa Francisco nos sorprendió con una noticia que pocos esperaban, su nombramiento como arzobispo de Cuiabá. ¿Cómo está viviendo los primeros momentos después del nombramiento?

Los primeros momentos después de mi nombramiento como arzobispo de Cuiabá, en Mato Grosso, los estoy pasando, en primer lugar, experimentando la gracia de Dios, que me fortalece, que me ilumina y me ayuda a reconocer que dejar Roraima e ir a Cuiabá en este momento es un traslado, es una mudanza, es una segunda llamada, digámoslo así, al lugar que Dios está indicando.

Me voy con tranquilidad, con el corazón apretado por dejar Roraima, pero también con el corazón libre para seguir sirviendo a la Iglesia, en la Arquidiócesis de Cuiabá, porque creo que este es el lugar que Dios me está indicando. Además de esta gracia de Dios, de esta fuerza indispensable, he recibido muchos mensajes de bienvenida, de acogida del pueblo de Cuiabá y de Mato Grosso. También de los obispos y sacerdotes del Regional Oeste 2, y esto me anima, me abre las puertas para los preparativos de mi llegada a principios de mayo.

Al mismo tiempo, he recibido innumerables mensajes y oraciones del pueblo de nuestra Diócesis de Roraima, también de los sacerdotes, obispos y de la Vida Religiosa Consagrada aquí en nuestro Regional Norte1, Amazonas y Roraima. Y esto también me fortalece, y trato de verlo también como un momento de entrega, de envío, incluso de compartir con la Iglesia del Regional Oeste2. Nuestro Regional, la Diócesis de Roraima, que comparte su misión a través de mí, a través de mi ministerio, especialmente con la gracia de Dios en esta nueva realidad, en esta nueva misión a la que estoy llamado.

Este momento también me está haciendo vivir algo muy evangelizador a través de los medios de comunicación, ya sea la radio, la televisión, las redes sociales, los reportajes escritos y los vídeos. Es una mezcla de sentimientos, pero sobre todo la prioridad de servir y seguir amando a todos.

Mons. Mario Antonio en Roraima

Usted vivió su ministerio como sacerdote en el estado de Paraná y como obispo en la Región Norte, primero como auxiliar de Manaos y luego como obispo de Roraima. ¿Qué representa este cambio a una mayor responsabilidad, como metropolitano de la Provincia Eclesiástica de Cuiabá, y a un nuevo Regional con una realidad diferente?

Mi vida misionera ya comenzó en Paraná, como cristiano y luego como seminarista, diácono y sacerdote en la iglesia particular de Jacarezinho, en la región norte de Paraná. Desde 2010 he estado en la Amazonía, comenzando mi misión en Manaos como obispo auxiliar desde septiembre de 2010, donde he permanecido hasta septiembre de 2016. Ese mismo mes llegué a Roraima y de ahí para acá en esta querida Diócesis de Roraima, un poco más de 5 años de misión.

Cuando recibí el nombramiento, el reconocimiento y la confianza del Papa Francisco, de la Iglesia a través de la Nunciatura para ir a la Arquidiócesis de Cuiabá, es realmente un crecimiento en la responsabilidad, dado que voy a asumir el gobierno de una Arquidiócesis, o una Provincia Eclesiástica en nuestra Iglesia Católica. Una mayor responsabilidad, pero la voluntad de servir sigue siendo la misma. Cambia un poco la edad, el talante, se madura, crece la experiencia y la voluntad de servir, la misma alegría de poder convivir con todos.

Cambio provoca cambio, he rezado, me he preparado para que cada día el cambio sea para lo positivo, para lo mejor, que revele lo que Jesús demuestra en el Evangelio, la transfiguración. Nuestro ministerio como obispos, nuestra vocación como cristianos, como bautizados debe ser de transfiguración, de cambio a mejor.

Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer a la Provincia Eclesiástica de Manaos, de la que formo parte como obispo de Roraima, ahora en estos dos meses como administrador apostólico de esta Iglesia, por estos 12 años, en la persona del arzobispo Mons. Leonardo y de los demás hermanos obispos del Regional Norte 1. Y agradecer la acogida de los obispos del Regional Oeste2, tanto de la presidencia del Regional, en la persona de Mons. Canísio Klaus, obispo de Sinop, como del arzobispo, ahora administrador apostólico, Mons. Milton de Cuiabá.

Para mí es una llamada a lo nuevo, incluso diría que, a la luz del Evangelio, para aguas más profundas, y estoy seguro de que con la gracia de Dios y con la colaboración de todos, como en el Evangelio, nos dedicaremos a que sea una pesquería exitosa, con el apoyo de muchos pescadores y pescadoras de nuestra Iglesia. Voy a la Arquidiócesis de Cuiabá, no porque deje la Diócesis de Roraima, voy allí como continuidad de un proceso que Dios ha puesto en mi vida, con tantas personas dedicadas. Allí me convierto en arzobispo con el apoyo y la dedicación de todos.

Obispos Regional Norte1 CNBB

El Regional Norte1 y el Regional Oeste2 han emitido mensajes en los que, por un lado, el Regional Norte1 dice que son más pobres y que le echarán de menos, y por otro lado, los obispos del Regional Oeste2 dicen que expresan su alegría por su nombramiento. ¿Qué significan estas palabras de sus hermanos obispos?

Encuentran resonancia en mi corazón, de poder decir mucha gratitud y reconocimiento. Como no es un proceso bélico, en la guerra cuando una nación ataca a otra ambas pierden, nadie gana, pero en el traslado de un obispo, un regional cede y acaba ganando en el reparto, en la entrega, en la donación, y el otro regional también gana, porque acoge, porque suma.

En palabras del Regional Norte1 agradezco el cariño, los años de convivencia, el aprendizaje, la sabiduría de los hermanos, la paciencia conmigo, incluso la misericordia, el perdón, las muchas limitaciones en mi ministerio. Pero también al Oeste2 por el cariño, la donación, la bondad de acogerme, la sencillez de cada uno y también la gran sabiduría y preparación de cada uno de los obispos del Regional Oeste2. En esta transferencia, en este ir y venir, ambos regionales acaban ganando y colaborando, más que conmigo, a través de mí, en el proceso de evangelización del regional.

Estoy muy agradecido y espero corresponder no sólo a las expectativas sino también a las necesidades del nuevo regional que me acoge, y también desde allí, por qué no, colaborar, aunque sea a distancia, con el regional que dejo.

¿Qué lleva en su maleta de la Iglesia del Regional Norte1 y de la Iglesia de Roraima?

Cuando vine a Manaos en 2010, Mons. Luiz, arzobispo de Manaos en aquel momento, en una llamada telefónica me dijo: "Ven Mario, te recibiremos con alegría, trae tu maleta, pero no te olvides, trae tu corazón”. En mi maleta me llevo los recuerdos, el cariño, los regalos, muchas cosas bonitas que recibí aquí en Manaos, que todavía tengo aquí conmigo, que también recibí aquí en Roraima, durante mis visitas a las comunidades, me las llevaré en mi maleta.

Pero en mi corazón me llevo el afecto, la impresión de la vida de nuestro pueblo, tanto de la Arquidiócesis de Manaos, del estado de Amazonas, como de aquí de Roraima, nuestra diócesis. También tomo esta fuerza, este valor, esta cercanía. La proximidad, con nuestro calor, se queda en nosotros, y esto quedará impregnado en mi corazón, en mi vida, como misionero aquí en esta región, para continuar en la Querida Amazonía, en la Amazonía Legal.

También llevo en mi corazón el dolor de nuestro pueblo, especialmente de las comunidades ribereñas, de las comunidades indígenas, de las comunidades más pobres a lo largo de las carreteras, en los bosques, en el Lavrado, aquí en nuestra Roraima. También llevo el grito, la esperanza de los migrantes y los refugiados. En estos últimos 5 años, el periodo que estoy aquí en Roraima, hemos vivido escenas muy dolorosas con los migrantes que vienen de Venezuela, pero también signos de esperanza, de solidaridad, de integración.

Llevo en el corazón un Evangelio vivo con la gente, especialmente con las pequeñas comunidades, con los más pobres. En este aspecto, descubro en cada una de las comunidades, e incluso en las personas con las que convivo, pobres o ricas, respuestas a los retos de nuestra región, respuestas para los tiempos actuales, en este momento en el que todavía estamos superando la pandemia del Covid-19. Esto me fortalece, me anima, me enriquece.

Si hoy tengo algo que decir en la predicación, en mi misión, es haber recibido y al mismo tiempo la posibilidad de aprender mucho en la convivencia con la gente. Además de llevarme todo el paisaje de la belleza panorámica de la naturaleza en la región de Amazonas y Roraima, de nuestro Regional Norte1. Para mí, Amazonas y Roraima seguirán siendo el corazón de la Amazonía en América Latina, en nuestro planeta.

Mons. Mario Antonio con los migrantes

Sabemos que el obispo es obispo para todas las realidades, pero ¿podríamos decir que la defensa de las comunidades indígenas y el acompañamiento de los migrantes han sido los grandes esfuerzos de su ministerio episcopal en Roraima?

Es cierto que en el período en que llegué aquí estaba comenzando el gran flujo de migrantes de Venezuela, y para ello tuvimos que prepararnos, reinventarnos, organizarnos, unirnos, para un trabajo de emergencia de acogida y también de protección, de integración de los hermanos migrantes en nuestro medio. Fue decisivo para nosotros que acoger al emigrante es acoger a un hermano y a una hermana. No es estar frente a un problema, sino frente a una persona con igual dignidad que cada uno de nosotros y merecedora de derechos fundamentales.

La migración nos ha conmovido, nos ha emocionado y nos sigue conmoviendo como Iglesia y como ciudadanos. Por eso, el trabajo que se ha podido realizar aquí cuenta con la participación de nuestras comunidades, con el trabajo pastoral, con la participación de las congregaciones religiosas, del clero diocesano, del clero religioso, con la participación de los obispos del Regional y de toda nuestra Conferencia Episcopal, con la participación de Cáritas Brasileña, de la Cáritas diocesana, con la participación de muchas organizaciones nacionales e internacionales, incluso no eclesiales.

Mi papel no era estar siempre al mando, sino motivar a las personas que se arremangaban y daban su vida, su tiempo, en la asistencia, en la cercanía, a las necesidades de los migrantes y refugiados. Esto ha sido una constante en estos 5 años, y todo indica que, dada la realidad del país vecino, Venezuela, esto continuará durante meses o incluso años. Nos gustaría que llegara pronto una solución digna, respetuosa y humanizadora, pero el horizonte político, económico y social no nos permite celebrarlo todavía.

Sobre la cuestión de las comunidades indígenas, un aprendizaje singular. Todas las visitas que he hecho a las comunidades indígenas y las que me quedan por hacer en estos dos próximos meses, han sido ocasiones de mucho aprendizaje, de convivencia y de compartir, y de escuchar a los líderes, de escuchar a las mujeres y a los hombres, a las familias, a los niños y a las comunidades, a los jóvenes, a los adultos y a los ancianos, en sus perspectivas culturales y también religiosas. Un verdadero aprendizaje, donde crecí mucho y sigo creciendo.

Y doy gracias a Dios por esta posibilidad de vivir intensamente en la Diócesis de Roraima, que tiene en su historia, como se registra a través de los obispos, por los cristianos laicos comprometidos y dispuestos, la defensa de los pueblos indígenas. Aunque encontremos tanta resistencia, aunque encontremos tanta indiferencia, y a veces incluso obstáculos por parte de personas poderosas de nuestra sociedad, tanto ayer como hoy. Nos gustaría que en el futuro esto no existiera, pero quizá sea una fantasía. Por eso es necesario estar preparados, comprometidos con las nobles causas de los pueblos indígenas aquí en nuestra región, en Roraima y también en Brasil.

Mons. Mario Antonio en comunidad indígena

¿Qué espera encontrar en Cuiabá?

Por lo que veo, encontraré muchos corazones, muchas personas dispuestas a acogerme y a caminar conmigo. Lo que espero, más que las personas, las comunidades y el trabajo pastoral, allí en la Arquidiócesis de Cuiabá, espero ir y caminar juntos en el proceso de continuidad, y juntos, en consenso, ver lo que es posible y necesario para revivir, para renovar, como un proceso normal de la vida humana. Me llevo la disponibilidad y el reconocimiento de la historia que ya se ha producido allí, pero también me llevo la buena voluntad de poder decidir juntos por lo que sea necesario, conveniente, para lo mejor de esa Iglesia y de todas sus nobles causas, que aún no conozco.

No conozco el Plan Pastoral de la Arquidiócesis de Cuiabá, pero creo que con el tiempo podré conocer y al mismo tiempo abrazar y adherirme a las nobles causas de esa Iglesia, para que podamos construir un mundo justo y fraterno con los valores del Reino de Dios.

¿Qué mensaje deja para el pueblo de la Regional Norte1 y para la Iglesia de Roraima?

Mi mensaje es que Roraima y el Regional Norte1 me han hecho bien, me han hecho crecer, me han hecho misionero y discípulo misionero de Jesús, Camino, Verdad y Vida, un verdadero misionero de Jesús de Nazaret, el Cristo encarnado, crucificado y resucitado. El mensaje es también de gratitud, por la historia, por el compañerismo, por el apoyo, por todo lo que hemos conseguido juntos. Incluso diría que es un tiempo de recibir mucho fruto, y fruto de semillas que no he sido yo quien ha plantado, otros han plantado antes. Estoy agradecido por toda esta historia.

Y confieso que, cosechando muchos frutos, sigo en actitud de sembrar. Gratitud a los que ayudan a cosechar los frutos de los que sembraron y gratitud a los que ayudan a sembrar nuevas semillas de los frutos que hoy cosechamos, para que los frutos sean de vida, no sólo para Roraima, o para nuestro Regional Norte1, sino también para la vida de nuestra Iglesia en la Amazonía y en el mundo entero.

Además de este reconocimiento, de esta gratitud, quiero decir que la Iglesia del Regional Norte1, la Iglesia de Roraima, siga abrazando las causas nobles de la vida y de los pueblos de la Amazonía, de las comunidades, del cuidado de la vida humana y de toda la Creación. Y que proclame y cante como María en el Magníficat. Quiero también, en estos días finales de la misión aquí en Roraima, cantar con mi pueblo, cantar con las comunidades, el Magníficat de María, que revela la victoria del bien sobre el mal, la victoria de la vida sobre la muerte, la victoria del pueblo de la Amazonía, comprometido con las causas y con la vida, sobre la cultura de la muerte que aún está presente en el corazón de muchas personas.

Mons. Mario Antonio da Silva

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