En el Sínodo habremos de prevalecer en el camino a otro mundo posible Mauricio López: “este Sínodo, en su profetismo, es fiel a los gritos de los pobres y de la hermana Madre Tierra”

Mauricio López, Secretario Ejecutivo de la REPAM
Mauricio López, Secretario Ejecutivo de la REPAM

"No podemos perder el foco del sujeto del Sínodo que es la Amazonía, sus pueblos y comunidades, en especial los pueblos originarios"

"Esto es un verdadero kairós eclesial, y por lo tanto nos afirmamos en la voz y en la vida de los pueblos y comunidades, en la misión de la Iglesia en el territorio, encarnada ahí la Amazonía"

"Las comunidades indígenas no necesitan de intérpretes para hacer sus propuestas de nuevos caminos, a partir de sus sistemas tradicionales de vida y de su buen vivir, porque ellos tienen ya su camino y mucho que ofrecernos también"

"Es la periferia que, sin dejar de ser periferia, asumiendo su condición de marginal, y por lo tanto germinal, produce y ayuda a que el centro pueda también encontrar sus nuevos caminos"

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El Sínodo para la Amazonía está en un momento que puede resultar de particular importancia dentro de todo su proceso. Después de dos meses de la publicación del Instrumentum Laboris, que no podemos olvidar ha provocado reacciones sobre todo positivas y algunas en contra, tanto dentro como fuera de la Iglesia, y a poco menos de dos meses del inicio de la asamblea sinodal, que se celebrará en el Vaticano, de 6 a 27 de octubre, conocer los entresijos sinodales resulta de particular importancia, especialmente para quienes van a estar presentes en el aula sinodal.

Alguien que conoce desde dentro todo este proceso sinodal es Mauricio López, Secretario Ejecutivo de la Red Eclesial Pan Amazónica – REPAM. En esta entrevista analiza el momento actual, “en el que de alguna manera no tenemos absoluta certeza de lo que va a pasar”, pero donde, por encima de todo, se nos llama “a ir adelante, más allá de las situaciones que puedan ser adversas, por encima de ciertas críticas desde fuera que denotan un gran desconocimiento de la realidad profunda”.

Este momento nos hace descubrir “semillas que fueron sembradas hace tiempo y que podrían dar fruto, o comenzar a germinar en este Sínodo como posibilidades concretas y reales”, afirma Mauricio López. Son semillas que pueden fortalecer y renovar la estructura eclesial, reavivar el tema de los sacramentos, y pasos que nos permitan avanzar en el campo de la ecología integral y de la interculturalidad.

No olvidemos, como recuerda el Secretario Ejecutivo de la REPAM, que “en este sínodo la Iglesia quiere replantearse su manera de estar en medio de estas realidades”, que forman parte de la vida de los pueblos y estarán en el sínodo pues “los pueblos originarios no necesitan de ningún interlocutor porque tienen voz propia”. Por eso, entremos en este proceso sinodal, que como nos ha recordado el Papa Francisco es “hijo de Laudato Si”, una afirmación con la que “le da su categoría de importante evento eclesial que puede enriquecer la propia reflexión doctrinal”.

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Como alguien que conoce los pasos del proceso sinodal desde el inicio, ¿cómo definiría el momento actual, dos meses después de publicar el Instrumento de Trabajo y dos meses antes del inicio de la asamblea sinodal?

En este preciso momento hay una sensación como de ir bajando del monte Tabor. Es decir, después de haber sentido una profunda revelación de Dios a través de la experiencia de Iglesia de décadas en este territorio, y en la esperanza de los propios pueblos y comunidades en toda la escucha sinodal, como tejido de nuestro caminar de red, sentimos que han habido unas expresiones de la voz de Dios que no son nuestras, que vienen de mucho más atrás y de mucho más profundo. Y ante ello hay este anhelo que es tentación, de permanecer ahí, de quedarnos en el sitio seguro, de gozar y disfrutar de la belleza de estar juntos, sintiendo la presencia del Señor de la Vida, aún en tiempos complejos, y donde se experimenta mucha, mucha, profunda alegría. 

Pero faltando aproximadamente dos meses para el Sínodo se siente el llamado interno a seguir el instinto interior para acompañar a Jesús en esta subida a Jerusalén, en la que de alguna manera no tenemos absoluta certeza de lo que va a pasar. Donde Él va por delante, donde hay también momentos de profunda confusión, donde nuestra humanidad y fragilidad nos hace perdernos en ocasiones de lo esencial, queriendo ser los protagonistas, ser visibilizados, o que se cumpla nuestra voluntad y no la voluntad de Dios que es esperanza para la vida de la Amazonía y de sus pueblos. Todo ello en la fuerza misionera de la Iglesia. En ese sentido hay un llamado a ir adelante, más allá de las situaciones que puedan ser adversas, por encima de ciertas críticas desde fuera que denotan un gran desconocimiento de la realidad profunda, y que por supuesto de alguna manera tienen impacto en algunas personas, pero a pesar de ello estamos absolutamente confiados de que es Jesús quién va guiando el camino.

En este sínodo, nos vamos también sintiendo confirmados en la confianza en la voluntad del Señor. Y aunque esto puede traer signos de Cruz, pues de hecho hay muchas cruces cotidianas en la Amazonía en los asesinatos de líderes y lideresas, en toda la vulneración de los derechos de los pueblos indígenas, en el despojo de sus tierras, en el poner a la venta y abrir las legislaciones para dar facilidad a muchas más iniciativas extractivas destructivas. Y por otro lado los agro tóxicos que van matando la tierra, la flora, la fauna, envenenando y enfermando a la gente. Ahí vamos viviendo el sentido de Cruz que también se va haciendo evidente en este territorio y para este Sínodo, pero como creyentes nos abrazamos en la certeza de seguir a Jesús y su llamado a caminar en la certeza de la resurrección.

Creo que el camino al Sínodo en estos dos meses se tiene que sostener de eso, de la certeza de una nueva vida que es promesa, de los nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral que habrán de llegar, y de todos los signos de esperanza que sobreabundan a los de muerte; y saber que a pesar de pasar por momentos de confusión y duda, se irán clarificando los elementos esenciales en una visión de mucho más largo plazo. Esto es un verdadero kairós eclesial, y por lo tanto nos afirmamos en la voz y en la vida de los pueblos y comunidades, en la misión de la Iglesia en el territorio, encarnada ahí la Amazonía, y en este tiempo propicio de Dios, reconocemos que no es nuestro sino suyo, y habremos de prevalecer en el camino a otro mundo posible. 

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Una vez conocido lo que va a centrar las discusiones, ¿qué temas pueden tener más relevancia y potencial para ser asumidos en la asamblea sinodal?

Tengo la sensación, a la luz de todo lo escuchado, y esta es una opinión absolutamente personal, que hay algunos rasgos ya de procesos en movimiento, de semillas que fueron sembradas hace tiempo y que podrían dar fruto, o comenzar a germinar en este Sínodo como posibilidades concretas y reales.

Por un lado una posibilidad estructural que se menciona en el Intrumentum Laboris de que se viabilice o se fomente una estructura específica al servicio de la misión de la Iglesia en la Amazonía para llevar adelante todo aquello que no pueda ser resuelto en el Sínodo, o aquello que simplemente sea establecido como intuición pueda ser acompañado en el mediano y largo plazo. En esto, algunas de las propuestas que hemos escuchado tienen que ver con estructura. La posibilidad de crear una plataforma especial de la Iglesia y los obispos en la Pan Amazonía, que sea una instancia formal, fiel a la intuición profunda de este Sínodo, y que también ha sido la intuición de la propia REPAM, de pensar a este bioma como espacio vivo, como lugar teológico. La Pan Amazonía como territorio, que no pretende sustituir las estructuras ya existentes, ni en lo eclesial, ni mucho menos en lo político administrativo. Pero sí se podría fortalecer una Pastoral de Conjunto como lo soñó el propio documento de la Asamblea del CELAM Aparecida en 2007.

Parece que hay condiciones hoy para que esto sea posible. Hay que agradecer muchísimo la gran apertura y solidaridad del CELAM en este momento, que en su propio proceso de reestructura abraza y acompaña al Sínodo Amazónico. Lo mismo la CLAR y las Cáritas de América Latina, y también las conferencias episcopales, las siete que están en este territorio, que están sumando y acompañando todo el proceso sinodal. Todo esto da cuenta de que es posible creer que si el discernimiento conduce a plantear una nueva estructura complementaria, no sustitutiva, para la territorialidad pan-amazónica, ello permitiría que las semillas del Sínodo encuentren el campo propicio para poder germinar y dar vida en el corto mediano y largo plazo. Siempre en el sentido de comunión profunda con todas las otras instancias eclesiales que a lo largo de los cinco años de la REPAM han acompañado y se han hecho participes de todo este proceso. Es posible y deseable vivir una verdadera pastoral de conjunto.

Un segundo elemento que me parece que está muy presente en las escuchas sinodales es el de abordar con seriedad y claridad la crisis socio-ambiental expresada en la ecología integral, la cual debe ser un elemento inherente de la misión cotidiana de toda estructura eclesial en la Pan Amazonia. Así como existen ministerios especiales para servicios prioritarios de la Iglesia en el anuncio y la liturgia, podrían promoverse ministerios especiales para el cuidado de la Casa Común. Es decir, apropiarnos de la responsabilidad de la concreción de la Encíclica Laudato Si en todos los niveles de la Iglesia, con la misma importancia que tienen también los otros servicios invaluables de nuestra estructura eclesial.

Esto que está establecido en la encíclica Laudato Si, como un elemento propio de la doctrina social de la Iglesia tiene que ser desarrollado y necesita estructuras permanentes para ser sostenidas en el tiempo. Se trata de implementar los capítulos cinco y seis de la encíclica, que ya son unos capítulos programáticos. Para ponerlos en marcha en todos los niveles de la misión de la Iglesia en la Amazonía, y con una particular atención a la ecología cultural, que tiene que ver con los pueblos originarios. Abrazar y reafirmar la fuerza de la relación que tienen ellos con el territorio, con la naturaleza, con las espiritualidades, para poder abrazar la fuerza de su testimonio, y que podamos trabajar juntos en la defensa explícita de la vida, de los derechos humanos, de los territorios, y de las identidades culturales diversas en la Pan Amazonía.

Por otro lado, en el tema de los nuevos caminos para la Iglesia percibo que hay una pedido de pensar la manera de sustentar la vida de la Iglesia como tal en el territorio, de asegurar la presencia y pensar nuevos caminos para que la Eucaristía sea el centro de la vida creyente, a partir de las dinámicas cotidianas y de las comunidades que se puedan hacer cargo de sus propios procesos, asumiendo servicios específicos para precautelar el sentido de la fe, el centro de la fe, y asegurarlo para las comunidades. No ser sólo comunidades de la Palabra, sino de la Comunión, con el centro que es la Eucaristía. Lograr una presencia explícita y cotidiana para no tener sólo una pastoral de visita, sino una pastoral de la presencia. Que sea una pastoral inculturada, a partir de los rasgos propios de las culturas, con sus lenguas, en una visión en que se reconoce también la fuerza de los rasgos propios de estas comunidades y su cosmovisión. Todo ello habrá de enriquecer la vivencia de fe en una experiencia de verdadera sinodalidad y comunión eclesial.

Un último elemento que me parece estará presente en el discernimiento sinodal, como lo expresa el Instrumentum Laboris, será la apertura a las diversidades, en el sentido de la interculturalidad, fuera del ámbito propiamente creyente y católico. En el sentido de caminar con los pueblos originarios, reconociendo el valor de sus identidades y espiritualidades, su propuesta profunda del buen vivir, para poder entrar en un diálogo sereno, fraterno, de enriquecimiento mutuo, que permita que las culturas en la Amazonía tengan más vida y vida en abundancia. Que el proyecto de Dios pueda seguir expandiéndose en toda esta realidad, que el planeta tenga futuro a partir también de abrazar y comprender la riqueza y la fuerza de estas culturas originarias que protegen y actúan como verdaderos guardianes de este bioma. No para pretender convertirnos en ellos, ni pretendiendo que ellos se conviertan en nosotros. En este ámbito se trata de enriquecernos mutuamente, y juntos proteger la vida y el futuro que está tan claramente en riesgo con esta ineludible crisis climática.

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Uno de los temas que ha provocado más reacciones es el de la ordenación de hombres casados para poder celebrar la Eucaristía en las comunidades más distantes, ¿cómo se puede enfocar ese tema durante la asamblea sinodal?

El cardenal Kasper ha desarrollado los argumentos teológicos necesarios para aclarar dudas y tener suficientes criterios de discernimiento en este sentido, y varios obispos del territorio han expresado la necesidad de encontrar soluciones reales para la celebración eucarística en esas comunidades. Es importante entrar al tema con todos los elementos de reflexión necesarios, con los sustentos teológicos y doctrinales pertinentes, pero al mismo tiempo debe ser un aspecto asumido solo en función de la mirada amplia de la realidad y necesidades de las comunidades, y la búsqueda de que puedan vivir plenamente su sentido de fe y vida como creyentes.

Pero no podemos perder el foco del sujeto del Sínodo que es la Amazonía, sus pueblos y comunidades, en especial los pueblos originarios.

Otro elemento fundamental es que tenemos que asegurar que toda propuesta que sea encaminada como resultado del Sínodo no produzca una fragmentación entre los nuevos caminos para la Iglesia y aquellos que tienen que ver con la ecología integral. Toda propuesta tiene que lograr integrar ambas dimensiones de la propuesta sinodal. Es decir, poner en diálogo a la Evangelii Gaudium, con su propuesta de pastoral en salida y de conversión pastoral, con la Laudato si y toda su propuesta de conversión ecológica o socioambiental. Todo ello para tratar de encaminar esta perspectiva de renovación sinodal en la Iglesia.

Todo aquello que tenga que ser discutido y discernido, debe ser asegurado en un verdadero ambiente de discernimiento para que el sueño de Dios para que todas esas comunidades tengan vida y vida en abundancia se cumpla paulatinamente.

Debemos comprometernos en serio para ser una Iglesia más profética y samaritana, para sanar las heridas de estos cristos concretos que están siendo asesinados y vulnerados en los rostros de los más vulnerables y los más vulnerados. Por otro lado, nos sentimos invitados a valorar las propuestas de vida de los pueblos originarios que nos pueden enseñar otras maneras de relacionarnos entre nosotros mismos, y con nuestro entorno. Debemos superar esa visión de la teología de la prosperidad, para tratar de seguir profundizando en esta teología de la Creación, en una verdadera teología de la Encarnación.

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El Sínodo puede ayudar a que los pueblos indígenas amazónicos sean realmente conocidos y reconocidos por la sociedad y por la Iglesia. ¿Cuál es la importancia de estos pueblos dentro del proceso sinodal y en qué medida sus voces están influyendo y pueden influir en la asamblea sinodal?

Los pueblos originarios no necesitan de ningún interlocutor porque tienen voz propia. Las comunidades indígenas no necesitan de intérpretes para hacer sus propuestas de nuevos caminos, a partir de sus sistemas tradicionales de vida y de su buen vivir, porque ellos tienen ya su camino y mucho que ofrecernos también. Ahora bien, en este sínodo la Iglesia quiere replantearse su manera de estar en medio de estas realidades, y con los pueblos originarios tiene que establecer nuevos caminos de diálogo profundo, donde se asegure una adecuada inculturación con aquellas comunidades creyentes que quieren también vivir más a profundidad su fe en Jesucristo.  

Creo que va a ser un gran desafío poder trabajar en ese sentido, y por otro lado seguir profundizando en la interculturalidad, es decir, en el valorar las culturas particulares y diversas, en sus sabidurías y sus espiritualidades que reflejan su riqueza propia. Debemos propiciar caminos en los que podamos tener un aprendizaje mutuo. Hay quienes creen que con esto perderíamos nuestra identidad, cuando de lo que se trata es de valorar y promover la cultura del encuentro, como hizo el propio Jesús hizo con culturas distintas, sobre todo con mujeres como la samaritana o la mujer siro fenicia. En esto encuentros hubo un genuino intercambio, donde Jesús daba lo suyo, la riqueza de su ser, pero también era acogedor de la identidad y de la propia valía del ser de aquellas otras personas.

Así que en este sentido, creemos que este Sínodo permitirá hacernos más sensibles y conscientes de algo que para cualquiera que camina, vive y trabaja en la Amazonía, es elemento esencial e imprescindible de su misión: la necesidad de crecer en sensibilidad, apertura a la escucha, de dejarse tocar, y a veces abandonar una postura rígida de imposición, para navegar al ritmo de las aguas y poder encontrar al Cristo inédito en medio de esas realidades. Así que creo que en eso va a ser un desafío muy interesante.

Y ante los que cuestionan o se preguntan por la presencia de los pueblos originarios en el Sínodo amazónico. En la consulta conducida por la REPAM, donde hubo alrededor de 87000 personas participantes, tenemos registro de alrededor de 170 nacionalidades indígenas distintas representadas en menor o mayor medida en la escucha sinodal. En muchos de los procesos preparatorios, sobre todo en algunas comunidades más numerosas, como con los pueblos yanomami, macuxi y wapichana también se dieron amplias consultas entre las propias comunidades indígenas, que luego enviaron a sus delegados a las asambleas y foros temáticos.

La REPAM tuvo al menos dos foros específicos. Uno sobre pueblos originarios donde estuvieron cerca de 35 nacionalidades indígenas distintas representadas, provenientes de toda la Pan Amazonía. Y, por otro lado, también un foro con las organizaciones regionales de los pueblos indígenas amazónicos, con quienes se tuvo un espacio profundo de escucha mutua, en el que ellos pudieron plantear también sus inquietudes, heridas, propuestas y perspectivas. En el Sínodo, de hecho, habrá un número de auditores provenientes de pueblos originarios, según lo que ha indicado la propia Secretaría del Sínodo de los Obispos. Esto refleja el deseo profundo del Papa de que estén presentes ahí.

En la Amazonía Casa Común, que será un espacio físico externo al Sínodo pero muy conectado y en comunión con él, se darán múltiples espacios de intercambio, habrá una gran representación de pueblos originarios, y seguramente tendrán momentos de interacción con algunos de los padres sinodales que así lo quieran.

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El Sínodo para la Amazonía es algo para toda la Iglesia, ¿hasta qué punto este Sínodo está siendo asumido por la Iglesia universal como una reflexión prioritaria?

El Sínodo es potencialmente un sínodo universal porque es un sínodo bidimensional. Es decir, está centrado en un foco concreto, que es la territorialidad Pan amazónica, pero no deja de ser un sínodo de la Iglesia Universal. Por lo tanto, esperamos y sabemos que habrá representación, al menos simbólica, de otras regiones del planeta. En ese sentido, estamos seguros que, siempre y cuando no perdamos el foco de la Amazonía como sujeto prioritario, sus comunidades, en especial los pueblos originarios, o con un énfasis en los pueblos indígenas, también va a iluminar, inspirar y acompañar toda la riqueza de nuestra Iglesia Universal y otras regiones.

Esto ya lo vivimos en los procesos hermanados a la REPAM, de redes eclesiales en la Cuenca del Congo, en el sistema de bosques tropicales de Asia Pacífico, en el corredor biológico mesoamericano, en el Acuífero Guaraní, y en toda la reflexión regional europea. Hay muchos rasgos de procesos globales que se están dinamizando a partir de esta visión territorial. Entonces, si bien el Sínodo no dejará de ser un ejercicio de reflexión sobre el foco concreto de la Amazonía, sus frutos pueden ser semilla y fuente de vida para otras territorialidades.

Está bidimensionalidad del Sínodo amazónico es muy importante, pero no se puede descuidar el foco. Porque por otro lado, como el Papa ha dicho, es la periferia que ilumina al centro, que lo purifica. Es la periferia que, sin dejar de ser periferia, asumiendo su condición de marginal, y por lo tanto germinal, produce y ayuda a que el centro pueda también encontrar sus nuevos caminos.

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¿Hacia dónde puede conducir a la Iglesia el proceso de este Sínodo, cómo puede marcar el futuro de la propia Iglesia?

No tengamos duda ninguna, como el Papa dijo ya en una entrevista de hace pocos días al diario Stampa, el Sínodo amazónico es hijo de Laudato Si. Y en su condición de hijo de Laudato si, tiene los mismos elementos para llamar a una conversión socio ambiental. Cuando el Papa llama al Sínodo de la Amazonía hijo de Laudato Si, le da su categoría de importante evento eclesial que puede enriquecer la propia reflexión doctrinal.

Cuando el Papa Francisco, como el padre que recibe al hijo que se fue y regresa, lo acoge y lo cubre con su manto, y lo reconoce en su condición de hijo legítimo, de la misma manera, el Sínodo amazónico es hijo legítimo, reconocido por el padre, que sale al encuentro de éste. Este Sínodo tiene todos los elementos de la riqueza doctrinal de Laudato Si. Por lo tanto, las luces que pueda traer, van a influir profundamente en toda la reflexión doctrinal. El Espíritu de Dios sopla a partir del sensus fidei, es decir del sentido de fe del propio pueblo, que según el Concilio Vaticano II es infalible cuando cree. Pidamos a los padres sinodales que puedan honrar valientemente ese sensus fidei.

Tenemos que tener la certeza de que este Sínodo, en su profetismo, es fiel a los gritos de la realidad de los pobres y de la hermana Madre Tierra, que resuenan en el corazón de la Iglesia, de una Iglesia mártir y profética, que quiere seguir caminando, y no permanecer en el Tabor, sino emprender el camino a Jerusalén.

Porque muchos están siendo crucificados, y aquellos que quieren hacer de la Iglesia una opositora, realmente nos muestran esta profunda incapacidad de reconocer los signos de dolor de sus hermanos y hermanas que en lo cotidiano viven estas situaciones trágicas que son consecuencia del pecado estructural con el que se favorecen a otros intereses externos. Es importante que sigamos al Papa en este sentido de confirmación en la fe, en el Cristo de la vida, pero también en el crucificado y resucitado que nos llama a caminar en esta certeza de asumir Su voluntad, Su opción, aún en medio de nuestra confusión y fragilidad. Queremos caminar hacia este Sínodo firmes en la alegría del Evangelio, sabiendo y creyendo que estamos colaborando para que haya vida y vida en abundancia para toda la Amazonía y para el mundo.

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