El administrador apostólico de Iquitos muestra el dolor que se vive en la selva peruana Miguel Fuertes: "En Loreto va a ser muy difícil levantarnos. Está siendo muy duro"

Miguel Fuertes, administrador apostólico del Vicariato de Iquitos
Miguel Fuertes, administrador apostólico del Vicariato de Iquitos

"En Iquitos llevamos muchos años con una fuerte crisis económica, y eso significa que la gran mayoría de Iquitos vive del día a día..., quedarse una semana en casa significa no tener absolutamente nada para comer"

"Los medios internacionales ya han situado Iquitos como una de las cuatro ciudades de Latinoamérica más golpeadas junto a Manaos, Guayaquil y Tijuana"

"El campo de la Iglesia siempre será tan amplio como el mundo y las necesidades de la gente"

"No ha habido un control suficiente en Iquitos del cierre de fronteras hacia el río. Y esto va a suponer que la enfermedad se riegue por los ríos y va a ser una catástrofe brutal"

"Es una oportunidad para ser Iglesia de una manera distinta, es más virtual pero, al mismo tiempo, quizás nos invita y ayuda a que sea una Iglesia más laical"

"Tengo el sentimiento de que, aunque sea desde la casa, puedo ayudar y ayudo a la gente y que hay mucha gente que confía en nosotros, en la Iglesia"

"Tenemos que repensar, desde ‘Querida Amazonía’, desde lo que estamos viviendo, desde lo que queremos en adelante tanto a nivel de Iglesia como a nivel de sociedad"

Coronavirus en Iquitos
Es complejo conjugar dos sentimientos tan opuestos. De un lado la impotencia, la que se siente cuando te llaman tres personas en pocas horas con un mismo pedido: oxígeno. Y descubrir que no lo hay en toda la ciudad, y remover cielo y tierra, y comprobar que no lo podrás conseguir. De otro, la esperanza de creer que cuando todo esto pase seremos una sociedad mejor.

Escuchar al padre Miguel Fuertes desde Iquitos toca el corazón. Sus palabras transmiten la dramática situación que vive la ciudad y el gran temor de lo que vendrá cuando el COVID-19 llegue, “porque va a llegar, con todo lo que eso significa”, a las comunidades y caseríos de los ríos de forma masiva. Es la voz de un misionero, hoy administrador diocesano del Vicariato de Iquitos, con 36 años de convivencia ininterrumpida con la población loretana.

Conoce sus gentes, sus culturas, sus necesidades, sus sueños. Y le duele escuchar críticas fáciles que evidencian desconocimiento de la realidad local. Y sufre cuando debe elegir a quién ayudar, sabiendo que siempre quedarán familias necesitadas y que, posiblemente, el hambre golpeará más que ningún virus.

Coronavirus en la ciudad de Iquitos

La región Loreto, e Iquitos, como centro, lleva más de cinco semanas sufriendo el azote de la pandemia. ¿Cómo se valora y analiza la situación desde la Iglesia local?

Pensábamos que el plan se había pensado bien, en cuanto al rápido aislamiento y al seguimiento de casos, pero la realidad nos ha demostrado que, en poco tiempo, el virus se ha regado por todo Iquitos. A nivel nacional, Iquitos es una de las ciudades sindicadas como díscolas, que no hicieron caso y donde la gente no se quedó en casa. Y es verdad, pero no es tan sencillo como decir ‘son brutos y no entienden’, como he escuchado y leído en algún sitio. La realidad es otra, es diferente.

Hay muchas otras razones por las cuáles ha ocurrido esto y, principalmente, es que el mensaje enviado desde Lima no ha llegado a la gente, porque no es adecuado para las diferentes culturas y maneras de entender la vida, la enfermedad y la muerte que existen en la Amazonía. Por eso, en un principio, la gente no hizo mucho caso. Por otro lado en Iquitos llevamos muchos años con una fuerte crisis económica, y eso significa que la gran mayoría de Iquitos vive del día a día, del ‘cachuelo’, del motocarro o de la venta de toronjas o platanitos. Eso significa que quedarse una semana en casa significa no tener absolutamente nada para comer. Todo eso ha llevado a la situación en la que estamos, donde el contagio ya es generalizado. Sabemos que las pruebas que se hacen son pocas.

¿Hay más contagiados de lo que marca la estadística?

En teoría hay pocos contagiados, pero la realidad es que hay muchísimos enfermos del coronavirus y, además, el dengue ya estaba apretando fuerte. Incluso los medios internacionales ya han situado Iquitos como una de las cuatro ciudades de Latinoamérica más golpeadas junto a Manaos, Guayaquil y Tijuana. Es la realidad que vivimos.

Si bien Iquitos es el principal foco de contagio en la Amazonía, Pucallpa ya está también en una situación preocupante, poco a poco toda la Amazonía está sintiendo el golpe. ¿Cómo se articulan también las acciones desde los vicariatos de la selva?

Los vicariatos de la selva del Perú hemos estado en comunicación desde el principio. Un día a la semana, por videoconferencia, conversamos y analizamos las situaciones. Fruto de ello es un comunicado que hicimos hace unos días, que muestra la preocupación que hemos tenido desde el inicio. Conversamos sobre cómo articular, pensar y proponer medidas a los responsables, a las autoridades. Al final a nosotros, prácticamente en ninguno de los espacios nos han invitado a ser parte del equipo, o del comité de lucha en la región contra esa situación.

Entonces hemos estado reflexionando y haciendo propuestas, viendo de qué manera la iglesia se involucra en unos sitios y otros. Ver qué podemos hacer y qué sugerimos en la medida de que nos permitan las autoridades. Todos hemos realizado gestiones y desembolsos para conseguir cosas a nivel médico, de bioseguridad o de alimentos. El campo de la Iglesia siempre será tan amplio como el mundo y las necesidades de la gente. Desde el principio todos los vicariatos hemos estado involucrados en la cuestión de solidaridad, y en la preocupación por el río, los pueblos indígenas y los caseríos campesinos.

Los ríos y sus poblaciones preocupan mucho, ¿cierto?

Sí, ese es otro problema, porque no va a haber números, pero sí va a haber una realidad diferente a la que nos muestran las estadísticas. Ahí está nuestro temor, de que llegue, y va a llegar, a los ríos, con todo lo que eso significa. Si en la ciudad no hay manera de que te hagan la prueba para saber si tienes el COVID-19 o no, imaginemos qué ocurrirá en todos los ríos de la Amazonía. A nivel de Iglesia hemos estado preocupados, conversando, haciendo propuestas y gestiones a diferentes niveles para minimizar o enfrentar juntos esta pandemia y que el golpe sea lo menor posible.

¿Qué papel están jugando los misioneros de los lugares más alejados?

Desde donde están, porque por supuesto no pueden, ni deben viajar a las comunidades, el contacto es continuo con los animadores de las comunidades cristianas, los catequistas, los apus siempre han estado en contacto telefónico, para animarles y ayudarles a pensar y tomar acciones. En algunos sitios han decidido cortar el río, no dejar entrar gente, aunque ya habían entrado personas después de que algunos botes y lanchas siguieran sus rutas.

El papel principal es el acompañamiento en la distancia a todas estas personas que, en los caseríos y comunidades, son autoridades. Porque los animadores y los apus son autoridad, así que están animándoles y ayudándoles sobre cómo pueden hacer, a partir de otras experiencias que tuvieron, que están en la historia y que se han vivido en la zona. La más reciente es el cólera. Ese es el trabajo principal que se está realizando, que después choca con la incomprensión de las autoridades militares o civiles ante las decisiones que toman las comunidades, por el bien de la comunidad. Creo que no ha habido un control suficiente en Iquitos del cierre de fronteras hacia el río. Y esto va a suponer que la enfermedad se riegue por los ríos y va a ser una catástrofe brutal.

Hay quienes dicen que el mayor temor para América Latina no es el coronavirus, sino el ‘corona-hambre’. ¿Está de acuerdo con esta apreciación?

Ya en la primera semana, para la gente que vive al día, una semana sin poder trabajar significa hambre. Y un mes, imaginemos. Y lo que viene después de esto, aunque ya se pueda salir a las calles, va a ser y está siendo muy duro y de mucha hambre. Nosotros aquí en Iquitos estamos en una cruzada de solidaridad con diferentes instituciones, intentando recoger donaciones de instituciones y personas, para ubicar a las familias más necesitadas, lo cual es muy difícil y muy duro porque, al final tienes que elegir, y siempre va a quedar gente que está necesitada. Llegan las ayudas del Gobierno, pero a una mínima parte. Es una situación muy compleja, que está afectando.

Todo se junta, si no comes bien y las defensas están bajas, igual no mueres de hambre, mueres de enfermedad porque no tienes defensas. Está afectando y va a afectar fuerte. Como decía, la región está en una crisis económica fuerte desde hace años. Las regiones que viven de los cánones, en este caso el canon petrolero, sabemos cómo está en estos últimos años el petróleo. Esto va a dejar a la región muy golpeada. Como no haya una incidencia fuerte del Estado en Loreto va a ser muy difícil levantarnos y salir adelante. Una vez que pase esto, que esperemos que ya sea pronto, cuando pase el COVID nos quedará el ‘Covihambre’, que va a matar a tanta y más gente como el virus.

Ustedes, como todos, no están oficiando misas ni celebraciones, solamente online y radiada. ¿Cómo están tratando de hacer Iglesia a través de las redes? ¿Qué mensajes se lanzan a la población en estos tiempos?

Hemos intentado, con las redes, llegar para fortalecer la iglesia doméstica. Creo que es una oportunidad para ser Iglesia de una manera distinta, es más virtual pero, al mismo tiempo, quizás nos invita y ayuda a que sea una Iglesia más laical. Los laicos sienten que forman parte del pueblo sacerdotal, por el bautismo. Una Iglesia más doméstica, la casa como corazón de la fe, donde se debe vivir en primer lugar la fe. Menos clerical, menos sacramentalista, menos ritualista y, por supuesto, más centrada en la vida.

Es lo que hemos intentado ir trabajando, por eso celebramos todos los días por el Facebook y la radio, pero también damos celebraciones familiares para que celebren en la familia, como Iglesia doméstica. Lo estamos aprovechando, como una oportunidad para renovar la Iglesia, descubrir nuevas formas de ser iglesia, que son tan antiguas como Jesús, con los primeros discípulos que se reunían en las casas y celebraban la fe y compartían el pan.

¿Se percibe un espíritu más hermanado y solidario?

Creo que sí. En Loreto siempre ha habido solidaridad puntual, inmediata con la gente, con los vecinos. Siempre, cuando ha habido un enfermo o un velorio, se hace una colecta y la gente responde. Siempre hay quienes comparten un pedazo de plátano con el vecino. Sé de una persona que, en un momento determinado me pidió ayuda y después, cuando se empezó la cruzada de la solidaridad, me llamó para poner 50 soles porque, en ese momento, tenía. Esas situaciones se dan, pero ahora es bien difícil porque realmente poca gente tiene lo suficiente. Es difícil ser solidario.

También hay personas que se están lucrando comprando o vendiendo cosas a cinco veces el precio normal. Yo lo veo como una oportunidad, necesitamos promover la solidaridad, que la están teniendo las personas, pero debemos seguir insistiendo para que luego de esto quede una forma de relación diferente. Ser conscientes de que somos parte de un solo cuerpo, una sola familia y, como dice el Papa Francisco, vamos todos en la misma barca y, o remamos juntos, o nos ahogamos.

Iquitos

A nivel personal, ¿cómo se vive algo así?

Muchas veces sientes impotencia. Soy sincero, es el sentimiento que más me viene. Impotencia ante las llamadas, los pedidos de auxilio. Ayer se me juntaron al mismo tiempo tres personas pidiéndome ayuda para conseguir oxígeno, con lo que eso significa, porque no es lo mismo conseguir oxígeno que un plato de arroz. Y todo lo que supone no encontrar, y descubrir que no hay oxígeno en la ciudad. Al mismo tiempo, tengo el sentimiento de que, aunque sea desde la casa, puedo ayudar y ayudo a la gente y que hay mucha gente que confía en nosotros, en la Iglesia.

Pero personalmente se está haciendo duro, sobre todo por la impotencia y el descubrir que, a pesar del tiempo, no se haya hecho una planificación y preparación para esta situación en lo referente, sobre todo, de hospital, medicinas e incluso ante la muerte, porque las imágenes que han salido en los medios de comunicación de Iquitos, de los cadáveres, es muy dura, pero es la realidad. Son sentimientos encontrados, por un lado esperanza, y quiero transmitirla porque la siento de verdad, y por otra miles de porqués.

Muchos días la oración es ‘¿Por qué, Señor, por qué?’. Sé que esta oración también es un lamento ante Dios, y por eso la hago, otras veces viendo con esperanza que esto va a superarse, antes o después, pero cuando pones nombres y rostros a los números, porque son personas, gente que incluso conocemos. Y, aunque no les conozcamos, siempre serán personas y sus familias, que están detrás sufriendo.

Usted es español. ¿Cómo se vive en la distancia la situación de allí?

Siempre con el temor de que le toque a uno de los familiares más cercanos. Tengo algún familiar y personas conocidas que han fallecido o que ya lo han sufrido. También es duro tener ahí la familia, incluso tengo una familiar trabajando en un hospital y que corre mucho más riesgo, como todo el personal de salud. Pero, al mismo tiempo, mirar hacia allí nos ayudaba a ver que esto iba a ser parecido y, si en España se han quejado mucho de la salud pública, pues sabemos que allí, por mal que esté, está mejor.

Sabíamos que nos iba a ocurrir todo esto, por eso es que a veces da más rabia que no se haya preparado. Y nada, siempre preocupados e intentando mantener la comunicación. Es una preocupación general, por los cercanos y por los lejanos. Es por todos, la preocupación por la vida de los seres que queremos y de todo el pueblo de Dios.

Esta situación ha llegado pocas semanas después de la publicación de ‘Querida Amazonía’, que estaba dando tantas esperanzas y nuevos caminos para la Iglesia dela Amazonía. Pero esto ha dado un giro completo a la situación. ¿Qué lectura hacer a la luz de la exhortación?

Es un trabajo que nos toca hacer. Esta mañana me llamaron para ver si imprimían el plan pastoral del año. Les dije que no, porque nada de lo programado se va a poder llevar a cabo. Tenemos que repensar, desde ‘Querida Amazonía’, desde lo que estamos viviendo, desde lo que queremos en adelante tanto a nivel de Iglesia como a nivel de sociedad. Es un tiempo de reflexión.

Las esperanzas con ‘Querida Amazonía’ eran grandísimas, y lo siguen siendo, porque muchas de las cosas que ahí se proponen, se están fortaleciendo, por ejemplo el tema de los laicos y de la iglesia doméstica que comenté antes. Y tantas cosas que deberemos seguir profundizando y llevar adelante, desde la exhortación y desde lo que estamos viviendo que es, si cabe, un documento mucho más fuerte. No hay ningún documento más importante que la vida misma.

Comunidad indígena en Iquitos

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