Raíces y Alas está cumpliendo 30 años, algo que ha llevado a Mons. José Gómez a recordar que “en este tiempo hemos sido testigos del largo camino que hemos recorrido y de cierta manera seguimos recorriendo”.

El arzobispo de Los Ángeles ha dado gracias a Dios por todas sus bendiciones en todos estos años, sin olvidar que han sido años difíciles. El presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos ha recordado el inicio del trabajo del Consejo Nacional Católico para el Ministerio Hispano (NCCHM), que tuvo su primer encuentro en 1972, definiendo lo vivido como “un tiempo histórico en la vida de este país”.

Poco a poco el número de participantes de los encuentros organizados por el NCCHM han ido demostrando que este trabajo pastoral se lleva a cabo en todo el país y envuelve a todos los estados de la vida de la Iglesia: obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, hombres y mujeres de la Vida Consagrada, seminaristas, laicos, hombres y de mujeres de todos los niveles de la sociedad.

El presidente del episcopado estadounidense, también migrante, pues nació en México y sólo llegó a Estados Unidos en 1987, con 35 años de edad, ha resaltado que, en la Iglesia de los Estados Unidos, ésta es una presencial real y muy importante. En un año en que la Archidiócesis de Los Ángeles celebra un año jubilar con motivo del 250 aniversario de la construcción de la primera iglesia, construida por San Junípero Serra, el primer santo hispano canonizado en Estados Unidos, Mons. Gómez insistió en que la primera lengua en que fue proclamado el Evangelio en el país fue el español.

En sus palabras, el arzobispo destacó la importancia de los misioneros llegados y que siguen llegando a Estados Unidos, diciendo a los participantes del Congreso que “ahora nosotros somos esos misioneros. Por eso tenemos una gran responsabilidad”. Junto con ello, siguiendo las palabras del Papa Francisco en Fratelli tutti llamó a enfrentar un reto que considera esencial para el futuro de la Iglesia, que es fortalecer la unidad en la diversidad dentro de la Iglesia de este país.

Los 30 años de Raíces y Alas son una oportunidad para “la renovación de nuestra condición de discípulos misioneros”, afirmó el arzobispo, que hizo ver que no es fácil vivir la fe en nuestra sociedad secularizada, ante lo que llamó a sentir que Jesús siempre camina con nosotros, que nos envía a ser discípulos misioneros, a anunciar su paz, su Buena Noticia, a ser sembradores de paz en este momento difícil de la historia.