Comentario al Evangelio de Corpus Christi Mons. Ojea: “Si comemos el Cuerpo de Cristo tenemos que vivir la fraternidad”

Mons. Oscar Ojea
Mons. Oscar Ojea

“Esta fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor, es una fiesta que la Iglesia pone delante de nuestra mirada para valorar el tesoro que el Señor nos ha dejado, que es la Eucaristía, es una fiesta para adorar, es una fiesta para agradecer, para valorar el cuerpo y la sangre de Cristo que han querido quedarse con nosotros"

“San Pablo sale al encuentro de esta división, les relata la Eucaristía, la institución de la Eucaristía, y les enseña que para vivir la Eucaristía tienen que pensar que son un cuerpo en el que no puede quedar nadie afuera

“Es muy posible que en el Sínodo aparezca con claridad un reclamo del laicado de una iglesia más abierta e inclusiva

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En la Solemnidad del Corpus Christi, Mons. Oscar Ojea, recuerda que “la Iglesia de los primeros tiempos comenzó a anunciar a Jesús resucitado, Jesús debía ser conocido, seguido, amado, adorado y transmitido”. Para el presidente del episcopado argentino, “esta fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor, es una fiesta que la Iglesia pone delante de nuestra mirada para valorar el tesoro que el Señor nos ha dejado, que es la Eucaristía, es una fiesta para adorar, es una fiesta para agradecer, para valorar el cuerpo y la sangre de Cristo que han querido quedarse con nosotros”.

Recordando el relato evangélico y la tensión de Jesús que aparece antes del texto del Evangelio de este día, que le lleva a cuestionarse entre quedarse con los apóstoles y atender a la multitud, el presidente del episcopado argentino dice que “finalmente Jesús decide atender a la multitud que lo cerca, que lo busca, que lo necesita, y se queda toda la tarde con ellos curando a los enfermos”. El prelado recuerda dónde todo esto pasa, “en el desierto, hace frío, tienen hambre”, una situación ante la que el Señor se conmueve, insistiendo en que “lo que más lo conmueve a Jesús es que la multitud quiere quedarse con él, quiere estar con él”.

Un querer quedarse con él, insiste Mons. Ojea, “no solamente para ser enseñada, no solamente para ser curada, sino porque experimentaban la alegría de poder estar con él, y esto conmueve a Jesús”. La consecuencia de esto es que “inmediatamente se desencadena su deseo de servir. Denles de comer ustedes mismos, denles de comer ustedes”. Haciendo ver lo que recoge el texto del Evangelio, “la comunidad los organiza, los agrupa en grupos de 50”, viendo en ello “qué importante es ver en la Eucaristía también la fraternidad”.

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Según el obispo de San Isidro, “somos el Cuerpo de Cristo, si comemos el Cuerpo de Cristo tenemos que vivir la fraternidad y la fraternidad exige que no quede nadie afuera”. Recordando el relato más antiguo de la Eucaristía, en la primera carta a los Corintios, afirma que el apóstol Pablo “nos dice que ellos comían la Eucaristía justamente mientras comían”, recordando que “estaban ya separados los grupos de los más ricos de los grupos de los más pobres”.

Para Mons. Ojea, “esto es otra contradicción, no es la misma de los que querían la circuncisión, y de los que no querían la circuncisión, sino que es otra, los pobres y los ricos. Los ricos tenían más afinidad, podían comer otro tipo de comida, los pobres quedaban daban aparte”. Por eso, nos dice que “San Pablo sale al encuentro de esta división, les relata la Eucaristía, la institución de la Eucaristía, y les enseña que para vivir la Eucaristía tienen que pensar que son un cuerpo en el que no puede quedar nadie afuera”.

Refiriéndose al proceso sinodal que la Iglesia católica está viviendo, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina afirma que “es muy posible que en el Sínodo aparezca con claridad un reclamo del laicado de una iglesia más abierta e inclusiva”, insistiendo en que “cuando pensamos en la inclusión tenemos que pensar en todos, cuando decimos todos estamos diciendo las diversidades más grandes, justamente las diversidades que tienen los demás con nosotros, para poder aceptarlos y participar de esa mesa a la que todos están llamados y de la que nadie puede quedar afuera”.

Finalmente, recuerda que “se llenaron 12 canastas, comieron hasta saciarse, eran nada más que cinco panes y dos peces los que tenían, pero lo hicieron en comunidad”, insistiendo en que “el Señor hizo el milagro y nadie quedó fuera”.

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