Comentario al Evangelio del Domingo Mons. Ojea: El Tabor nos invita a “escuchar la Palabra de Dios que nos mueve a salir de nosotros mismos”

Mons. Oscar Ojea
Mons. Oscar Ojea

“Es necesario es dejarse sorprender, es saber admirar, es saber vivir el estupor que me provoca por ejemplo una noche estrellada, un atardecer, ver el mar, ver la montaña”

“El rostro de Jesús que representaba y manifestaba todo su amor, todo entrega, su gloria y luego en la contemplación cristiana, que requiere primero esta capacidad de estupor"

“Lo que tiene la Transfiguración del Tabor es esa Palabra de Dios, esa invitación a escuchar la Palabra de Dios que nos mueve a salir de nosotros mismos"

Un Jesús que “quiere consolar a sus amigos, a sus discípulos, porque les ha dicho algo muy duro que los ha dejado tristes”. Así le ve Mons. Ojea en el pasaje del Evangelio de este domingo. Según el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, “cuando estamos tristes y, nosotros tenemos tantos motivos para estarlo, pensando en nuestra vida personal, familiar, y social, en las cosas que vemos y escuchamos en este tiempo de guerra, cuando estamos tristes lo peor es la pereza, es dejarnos caer, dejarnos estar”.

Para el obispo de San Isidro, “la pereza es prima hermana de la tristeza y Jesús quiere invitarlos a sus discípulos a subir a una montaña escarpada. Hacer un esfuerzo, hacer ese ejercicio que les provoca un gran cansancio y un gran agotamiento. Cuando llegan a la cima de la montaña, en una parte el Evangelio va a decir: ‘que tenían los ojos adormecidos por el sueño’. Después de este esfuerzo pasa algo muy especial, tienen una experiencia de contemplación del rostro de Cristo”.

El prelado argentino llama a descubrir que “es necesario es dejarse sorprender, es saber admirar, es saber vivir el estupor que me provoca por ejemplo una noche estrellada, un atardecer, ver el mar, ver la montaña”, para tener esta experiencia de contemplación. Por eso se refería a “todo esto que a los niños y en el corazón de los niños produce un cierto estremecimiento y un cierto estupor, lo estamos perdiendo. Lo que admiramos es la tecnología, es lo que va saliendo de nuestras manos, es lo que va avanzando y avanzando rápido, y vamos perdiendo este estupor natural que nos produce la misma creación. Los apóstoles tenían esto este espíritu de admiración, este dejarse sorprender”.

También recordó el obispo que “cuando contemplan el rostro de Cristo lo miran a los ojos, como cuando nosotros miramos los ojos de un niño y esto nos conmueve, o los ojos de un anciano lleno de vida, que ha entregado su vida, que tiene su experiencia de vida, que tiene mucha historia detrás. Todo esto nos conmueve, ver el rostro, el de un niño y el de un anciano, lo que habrá sido para ellos ver el rostro de Jesús”.

Por eso, Mons. Ojea afirmó que “el rostro de Jesús que representaba y manifestaba todo su amor, todo entrega, su gloria y luego en la contemplación cristiana, que requiere primero esta capacidad de estupor. Después esta capacidad de saber mirar a los ojos, en la contemplación del rostro poder no hacer la propia tiendita cada uno, para sí mismo, sino saber compartirlo con los demás”.

Finalmente hizo ver que “lo que tiene la Transfiguración del Tabor es esa Palabra de Dios, esa invitación a escuchar la Palabra de Dios que nos mueve a salir de nosotros mismos: ‘este es mi hijo muy querido, escúchenlo’. Y escuchar la Palabra significa la misión de bajar del Tabor, después de haberlo subido con ese cansancio, después de haber tenido esa experiencia maravillosa de contemplación, bajar del Tabor para poder comunicar esa experiencia de gloria a los hermanos”, pidiendo “que podamos vivirla nosotros también de este modo”.

Volver arriba