Comentario al Evangelio del IV Domingo de Cuaresma Mons. Ojea: “Aquellos que se cierran a la luz tienden a volverse con mayor oscuridad”

Monseñor Ojea
Monseñor Ojea

“El Evangelio de hoy nos plantea lo maravilloso que es el sacramento del Bautismo en el que recibimos la luz de Jesús”

“Los fariseos eran incapaces de ver el bien, les importaba solamente que Jesús había curado en día de sábado y que eso no se podía hacer; estaban cerrados a la luz por eso. No pueden ver el bien que significa para un ciego de nacimiento el poder distinguir las distancias y los colores”

“Ser cada día más conscientes del sacramento del Bautismo que nos llena de Cristo, que nos identifica con Cristo, que es una creación nueva y que nos compromete también a trabajar en la Iglesia juntos, responsables todos, para la salvación del mundo

“El Evangelio de hoy nos plantea lo maravilloso que es el sacramento del Bautismo en el que recibimos la luz de Jesús”, afirma Mons. Oscar Ojea comentando el Evangelio del IV Domingo de Cuaresma. “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida, dice Jesús”, recuerda el presidente del episcopado argentino, afirmando que “al pasar vio a un hombre ciego de nacimiento que estaba condenado a pedir limosna en una de las puertas del Templo de Jerusalén, un hombre con la vida tronchada”.

Ciego de nacimiento

Cristo es el ungido que está ungiendo

Ante esto, destaca Mons. Ojea, “Jesús va a tomar barro y va a escupir sobre el barro”, haciendo ver que “la saliva para los antiguos era algo interior, algo íntimo. Jesús está haciendo una nueva creación, así como Dios crea al hombre de barro y le infunde su espíritu, así Jesús unge al ciego, colocándole barro en los ojos con saliva, configurándolo con él”. El Obispo de San Isidro insiste en que “Cristo es el ungido que está ungiendo al que va a ser el nuevo bautizado, y después le dice anda a lavarte a la piscina de Siloé. Eso significa el agua del Bautismo”.

Continuando con el comentario al relato evangélico, Mons. Ojea dice que “vuelve el ciego caminando, teniendo vista; es un hombre nuevo, es un hombre distinto, es un hombre que está seguro de sí mismo y lo vemos por todo el diálogo que se da después con los fariseos, que cuestionan el milagro o que cuestionan porque obró en sábado”. El prelado argentino recuerda que “los fariseos eran incapaces de ver el bien, les importaba solamente que Jesús había curado en día de sábado y que eso no se podía hacer; estaban cerrados a la luz por eso. No pueden ver el bien que significa para un ciego de nacimiento el poder distinguir las distancias y los colores”.

Va avanzando progresivamente en la fe en Jesús

A partir de las preguntas de los fariseos: “¿Este es el mismo que pedía limosna en la puerta? ¿Es el mismo?”, Mons. Ojea responde que “en cierto sentido no es el mismo porque es un hombre bautizado, es un hombre que está lleno de Jesús y que va progresivamente avanzando en la fe en Jesús. Para él Jesús es su hombre, es un hombre que me puso barro, me mandó a lavar y aquí estoy y me curé, va a decir el ciego, siendo totalmente fiel al progreso del relato”.

Ante el hecho de que duden de que sea él, “va a decir Soy yo”, afirma, insistiendo en que “es el mismo, pero está en un nuevo eje, está en Jesús, está lleno de luz y hasta va a tener la capacidad de hacer una ironía con los fariseos diciéndoles: Ustedes me preguntan tanto ¿No será que ustedes quieren ser sus seguidores?”. Según Mons. Ojea, “es notable este humor de alguna manera que adquiere el ciego cuando le preguntan tanto sobre Jesús. Es un profeta, dice en un segundo interrogatorio ¿Quién es este para vos? Es un profeta, va avanzando en el conocimiento de Jesús; primero es un hombre, después es un profeta”.

Jesús es la Luz

“Conoce lo que hay que sufrir por él, lo echan del Templo, así como a Jesús lo habían echado del Templo, según el capítulo octavo del mismo Evangelio de Juan”, dice al hilo de la narración. Después de eso, “se encuentra con Jesús, pero ya fuera del Templo, en ese espacio donde se adora en espíritu y en verdad. Y allí Jesús le pregunta: ¿Crees en el hijo del hombre? ¿Quién es Señor para que crea en él? Soy yo el que te está hablando, creo Señor y se postró delante de él”. Algo que define como el “punto culminante de la fe, de la fe en Jesús, que es la Luz. En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, la luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la recibieron”.

Finalmente hace ver que “aquellos que se cierran a la luz tienden a volverse con mayor oscuridad; los que vivían en cambio en la oscuridad y se van abriendo con humildad se abren a la luz”. Desde ahí, Mons. Ojea invita a pedir al Señor “ser cada día más conscientes del sacramento del Bautismo que nos llena de Cristo, que nos identifica con Cristo, que es una creación nueva y que nos compromete también a trabajar en la Iglesia juntos, responsables todos, para la salvación del mundo”.

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