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Comentario al Evangelio del 31º Domingo del Tiempo Ordinario
En el Evangelio del trigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario Jesús aparece “rodeado de una multitud, pasando por Jericó, y aparece Zaqueo”, afirma Mons. Oscar Ojea. Según el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, “Zaqueo era publicano, los publicanos cobraban impuestos para dárselos a Roma. Esquilmaban al pueblo judío que era el pueblo sometido; por eso no eran para nada queridos”.
“Solo, en medio de la multitud, Zaqueo experimenta el deseo de conocer a Jesús. Quería ver quien era Jesús”, señala el obispo de San Isidro. Ante ese deseo, “como era petiso se sube a un árbol, no le importa hacer el ridículo, para un hombre importante como él subirse a un árbol era realmente algo cómico y Jesús, en medio de la multitud, lo mira; fija su mirada en él y lo llama por su nombre, algo totalmente inesperado por Zaqueo. Si bien lo buscaba jamás espero que lo llamara por el nombre: Zaqueo baja pronto porque hoy tengo que alojarme en tu casa. El Señor mismo se invita a sí mismo a comer y a hospedarse en la casa de Zaqueo. Lo invita a descender, lo invita a bajar del árbol”.
El presidente del episcopado argentino hizo ver que “para poder convertirse a Jesús tenemos que bajar, tenemos que descender; tenemos que abandonar nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestro creernos superiores, demasiado distintos y tener sencillez de corazón, y así Zaqueo lo recibe, con alegría dice el Evangelio, en su casa y esto provoca la conversión de Zaqueo”.
Un elemento importante, según Mons. Ojea es que “Jesús no lo juzga, simplemente lo mira y se invita a sí mismo a comer. La alegría va avanzando en el corazón de este hombre, comienza por la curiosidad, sigue con el verlo, el experimentar su llamado, el dejarse llamar y luego va aumentando la alegría hasta que explota cuando su conversión llega al bolsillo porque en realidad la conversión de Zaqueo no solamente atravesó el alma y el corazón, sino que llegó al bolsillo, llegó a su realidad y al mismo tiempo hace un propósito de reparar el daño que ha hecho: Si es defraudado a alguien, si he estafado a alguien se lo devolveré cuatro veces más, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres”.
Para el prelado argentino, “es como la explosión de alegría al descubrir que él podía volver a encontrar su lugar en la comunidad, que podía volver a ser hermano de sus hermanos y no el ser corrupto que estaba esquilmándolos apegado solamente al dinero”.
Finalmente, Mons. Ojea hizo un llamado a “que podamos dejarnos mirar, atravesar por la mirada de Jesús que no nos juzga, que siempre nos espera y nos invita a entrar en nuestra casa, en nuestro corazón, a quedarse allí para que nosotros de verdad podamos experimentar la alegría de su presencia y la alegría de la conversión. Que al leer este Evangelio podamos imitar este dejarnos mirar de Zaqueo y esta auténtica conversión que atraviesa toda su persona y llega a su bolsillo”.
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