Se inician los trabajos del 4º Módulo de la Asamblea Sinodal: Participación, responsabilidad, autoridad Participación, responsabilidad y autoridad: “Llegar a propuestas concretas para avanzar”

Asamblea Sinodal
Asamblea Sinodal Luis Miguel Modino, enviado especial al Vaticano

“El Espíritu Santo es el protagonista en la vida y el crecimiento de la Iglesia, como debe serlo en la dirección de nuestro proceso sinodal”

“Se trata de cuestiones delicadas, que requieren un discernimiento cuidadoso”

“Si nos reunimos en el fuerte nombre de la Trinidad, la Iglesia se renovará, aunque tal vez de maneras que no sean inmediatamente evidentes”

“Antes que las funciones está la dignidad de los bautizados; antes que las diferencias, que establecen jerarquías, está la igualdad de los hijos de Dios”

La primera sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo de la Sinodalidad ha entrado este 18 de octubre en su cuarto Módulo, que aborda el tema de “Participación, responsabilidad y autoridad”, reflexionando sobre los procesos, estructuras e instituciones necesarios en una Iglesia sinodal misionera. Como sucede en la abertura de cada Módulo, la Basílica de San Pedro ha acogido una celebración, una misa presidida por Mons. Gintaras Grušas, arzobispo de Vilna (Lituania) y presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa.

Misa de abertura del 4º Módulo

Espíritu Santo protagonista del crecimiento de la Iglesia

En su homilía, comenzó destacando la mentalidad sinodal de la vida y obra de Lucas, a quien definió como fiel, algo que desafía “a permanecer fieles en nuestro compromiso de caminar juntos en la vida de la Iglesia”. Igualmente, el evangelista mariano por excelencia, “destaca a menudo el importante papel de las mujeres en la vida de la Iglesia y en el anuncio de la Buena Nueva”, y “los rasgos del corazón de Jesús, quien nos revela la inmensidad de la misericordia divina de Dios”, según Mons. Grusas.

Para el arzobispo lituano, en los escritos lucanos “el Espíritu Santo es el protagonista en la vida y el crecimiento de la Iglesia, como debe serlo en la dirección de nuestro proceso sinodal”. Analizando el texto del Evangelio del día, señaló que “en el anuncio del Reino, la igualdad de todos los bautizados pasa a primer plano”, reflexionando sobre las indicaciones de Jesús a los discípulos. Finalmente, insistió en que “la sinodalidad, incluidas sus estructuras y reuniones, debe estar al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia y no convertirse en un fin en sí misma”.

Devolver a las Iglesia los frutos de la Asamblea Sinodal

El cardenal Hollerich, relator general del Sínodo, ya en la Sala Sinodal, llamó a devolver a las Iglesias locales los frutos del trabajo, recogidos en el Informe de Síntesis, y recoger los elementos para concluir el discernimiento el próximo año, cargados de una conciencia más clara del Pueblo de Dios sobre lo que significa ser una Iglesia sinodal y los pasos que dar para serla. Eso porque nuestra Iglesia “resulta poco sinodal” y muchos “sienten que su opinión no cuenta y que unos pocos o una sola persona decide todo”.

El arzobispo de Luxemburgo analizó las cinco fichas de trabajo del Módulo, insistiendo en que “se trata de cuestiones delicadas, que requieren un discernimiento cuidadoso”, eso “porque tocan la vida concreta de la Iglesia y también el dinamismo de crecimiento de la tradición”. Para dar continuidad llamó a la participación, advirtiendo que “la concreción conlleva también el riesgo de la dispersión en detalles, anécdotas, casos particulares”. Todo ello para “llegar a expresar convergencias, divergencias, cuestiones a explorar y propuestas concretas para avanzar”.

Timothy Radcliffe

Concilio de Jerusalén y Sínodo

El pasaje que narra el Concilio de Jerusalén ha sido la fuente de inspiración para el padre Timothy Radcliffe en su reflexión espiritual, “convocado para afrontar la primera gran crisis de la Iglesia después de Pentecostés”. Una Iglesia profundamente dividida, en crisis de identidad. Comparando lo vivido allí con el Sínodo, mostró que el Espíritu nos reúne “para descubrir la paz entre nosotros y enviados para proclamarla a nuestro pobre mundo, crucificado por una violencia cada vez mayor”.

Según el dominico, “si nos reunimos en el fuerte nombre de la Trinidad, la Iglesia se renovará, aunque tal vez de maneras que no sean inmediatamente evidentes”. Desde ahí habló de una Iglesia “en la que ya las mujeres asumen responsabilidades y renuevan nuestra teología y nuestra espiritualidad”, en la que “los jóvenes de todo el mundo, como vimos en Lisboa, nos están llevando en nuevas direcciones, hacia el Continente Digital”. Eso porque “la historia de la Iglesia es la de una creatividad institucional sin fin”, cuestionando “¿Qué pasa con la voz profética de las mujeres, que a menudo siguen siendo consideradas ‘huéspedes en su propia casa’?”.

Dignidad de los bautizados antes que funciones

La introducción desde el campo de la Teología corrió a cargo de Dario Vitali, que partió de la afirmación de Lumen Gentium que define a la Iglesia como “signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano", resaltando que “la primera participación que subraya el Concilio Vaticano II no es, en efecto, la de los individuos, sino la de toda la Iglesia, Pueblo de Dios en camino hacia la realización del Reino”, reflexionando sobre la importancia de una Iglesia “signo e instrumento de paz entre los pueblos”. Una Iglesia que quiere ser sacramento universal de salvación, de unidad salvífica.

Analizando la eclesiología del Vaticano II recordó que “antes que las funciones está la dignidad de los bautizados; antes que las diferencias, que establecen jerarquías, está la igualdad de los hijos de Dios”. Una reflexión que lleva a entender que “anteponer el sacerdocio común al sacerdocio ministerial significa romper una relación asimétrica de autoridad-obediencia que estructuraba la Iglesia piramidal”, abogando por la complementariedad y los ministros ordenados “al servicio del pueblo santo de Dios, que finalmente vuelve a ser sujeto activo de la vida eclesial”.

Desde ahí definió la sinodalidad como “la communio misma de la Iglesia como Pueblo santo de Dios”. De ahí la importancia de este Módulo B3, “que muestra el camino para iniciar la renovación de procesos, estructuras e instituciones en una Iglesia sinodal misionera”, en una unidad dinámica. Un proceso que Vitali define como saliente y entrante, afirmando que “no hay contradicción entre la dimensión sinodal y la dimensión jerárquica de la Iglesia: la una garantiza a la otra y viceversa”. Por tanto, destacó el teólogo italiano, “el Sínodo es el ‘lugar’ y el ‘espacio’ privilegiados para el ejercicio de la sinodalidad”. Por eso pidió una reforma teológica, para repensar la Iglesia en clave sinodal, e institucional, para garantizar el ejercicio de la sinodalidad, pensando -con paciencia y prudencia- en las necesarias reformas institucionales y de toma de decisiones.

Estela Padilla

Experiencias de sinodalidad

Finalmente, la Asamblea escuchó tres testimonios. En primer lugar, el de Mons. Alexandre Joly, obispo de Troyes (Francia) que comenzó relatando las dificultades de tipo financiero que enfrentó cuando fue nombrado obispo, que demandaba una decisión sobre el patrimonio inmobiliario de la diócesis, algo que le llevó a tomar una decisión conjunta, teniendo en cuenta la dimensión pastoral, económica y el inevitable realismo de la situación inmobiliaria. Algo que hizo primero con un grupo de expertos y después invitando a todos los cristianos de la diócesis a participar. Algo que “permitió poner de relieve las prioridades, las expectativas y un proyecto pastoral concreto e ilusionante”. Igualmente compartió las reacciones ante la consulta sobre el nuevo vicario general a elegir, que ante el hecho de que no esté permitido por el derecho canónico que sea un diácono o un laico creó la figura de “un delegado general”, cargo que recayó en una mujer, que con el obispo y el vicario general forma el trío ejecutivo, que “aporta una perspectiva muy positiva a la gestión de la diócesis”.

Le siguió el testimonio de Mons. Shane Anthony Mackinlay, obispo de Sandhurst (Australia), que presentó lo vivido en el V Consejo Plenario de Australia se celebró a lo largo de cuatro años, de 2018 a 2022, que dice haber visto como un Sínodo, que comenzó con una consulta muy amplia, que dio paso a una redacción, debate y toma de decisiones guiados por el discernimiento y las conversaciones en el Espíritu. Una experiencia que pasó por un momento de crisis, que hizo que la gente empezase a hablar “mucho más desde el corazón”, un discurso que “fue recibido con una calidad de escucha diferente”, insistió el obispo, que señaló que ahora es momento en Australia de comenzar a aplicar los decretos, de entender que la sinodalidad es “la forma normal de abordar los debates y la toma de decisiones compartida en todas nuestras actividades”.

Finalmente, la laica filipina Estela Padilla, secretaria ejecutiva de la Oficina de Asuntos Teológicos de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC), mostró como laica el camino asiático hacia el liderazgo sinodal desde tres puntos: la autoridad está arraigada en el respeto; el gobierno significa ser guiado por el Espíritu; y la participación es una tarea profética. Desde ahí mostró el papel de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia como órgano de liderazgo, un órgano de toma de decisiones, marcado por la inculturación, que es la autorrealización de la iglesia local. Desde ahí destacó que el proceso sinodal de la FABC está enriqueciendo el Magisterio o la tradición magisterial de la Iglesia.

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