Afirmamos muchas cosas falsas sobre Dios Santificado sea tu nombre en esta época de pandemia

Santificado sea tu nombre
Santificado sea tu nombre

El Padre Nuestro es una maravillosa síntesis de los ideales del Pueblo de Dios

Dar a conocer el rostro auténtico de Dios es la misión básica de Jesús y de todo seguidor de Jesús

La gran tentación es inventarnos otros dioses, chiquitos, sucios, manipulables, justificadores de nuestras suciedades

Esperar que tal imagen en concreto nos va a realizar el milagro que buscamos eso es idolatría

Está tanto en el hogar como en el templo. Siempre es Dios, el mismo Dios, cercano, respetuoso, cariñoso...

No permitas que aceptemos esas imágenes negativas tuyas que nos presentan en este tiempo tan difícil

Santificado sea tu nombre
En la oración de Jesús su primera petición es santificado sea tu nombre (Mt 6,9). Esta oración suya tiene raíces profundas en la tradición bíblica. El Padre Nuestro es una maravillosa síntesis de los ideales del Pueblo de Dios. Es un mandato bíblico: "Guardarán mis mandamientos y los observarán: Yo soy el SEÑOR. No profanarás mi santo nombre, para que yo sea santificado en el pueblo de Israel" (Lev 22,32).

Durante el destierro en Babilonia el Dios de Israel es despreciado e insultado por los conquistadores como inútil e impotente. Entonces el profeta Ezequiel promete que Yavé liberará a su pueblo para que su nombre deje de ser despreciado. “Yo cuidaré el honor de mi nombre, que ha sido deshonrado por la gente de Israel entre las naciones a las que fueron desterrados” (Ez 36,21).

Dios santifica su nombre liberando a los israelitas de sus ídolos y dándoles un nuevo corazón y un nuevo espíritu. Les quita los corazones de piedra y les da corazones de carne para que cumplan en serio la Alianza. Así es como santifican el nombre de Dios (Ez 36, 19-28).

En esta primera petición del Padre Nuestro, Jesús usa el lenguaje bíblico tradicional. Pide que a través de sus seguidores Dios sea conocido realmente tal cual es. Jesús sabe que es difícil reconocer a Dios tal cual es. Afirmamos muchas cosas falsas sobre Dios. Él vino para darnos una imagen auténtica de Dios. Ésta era su preocupación primordial. Que te reconozcamos, con nuestra vida, como realmente eres, es lo que nos hace pedir al Padre.

Es un grito de búsqueda auténtica de Dios en medio de un mundo de falsas imágenes divinas. Dar a conocer el rostro auténtico de Dios es la misión básica de Jesús y de todo seguidor de Jesús. Conocer vivencialmente cada vez mejor a Dios es el ideal de todo creyente.

En la historia de la humanidad la palabra Dios en todas las religiones e idiomas ha sido muy vilipendiada. De Dios se dicen atributos y acciones horrorosas. Decimos de Dios cosas que no diríamos de nuestros peores enemigos. En esta pandemia se culpa a Dios de sufrimientos muy graves. La misión de los seguidores de Jesús es limpiar esas suciedades con nuestro recto comportamiento, acorde con las circunstancias.

Cada uno luchamos por limpiar nuestra imagen de Dios, ensuciada y deformada constantemente por el “mundo”. Es la lucha de la Iglesia y de cada creyente: Reconocer que Dios es siempre enteramente santo, completamente bueno. Nada que no sea santo se puede decir de él. Ni en su nombre podemos realizar algo que no sea amor…

No nos dejes caer en la tentación

Jesús pide al final del Padre Nuestro no caer en “la tentación”, en singular. ¿A qué se refiere? Parece que a la tentación básica de la idolatría. La tentación de inventarnos otros dioses menos amorosos y exigentes que el único Dios. Se trata nada menos que del cumplimiento del primer mandamiento: No tener otros dioses. Líbranos del mal, de este terrible mal de confundirte, Señor, con cualquier cosa horrenda.

Las dos últimas peticiones en el Padre Nuestro son el aterrizaje de la primera de santificar su nombre. Era común en la poesía oriental acabar aclarando lo que se afirmaba al comienzo. Había pedido Jesús santificar el nombre del Padre, o sea, conocerlo realmente tal cual es. Ésta era la esencia de su misión. Al final de la oración repite el mismo deseo, pero en versión negativa: “No nos dejes caer en la tentación” (Mt 6,13). No se trata de tentaciones vulgares. La gran tentación es inventarnos otros dioses, chiquitos, sucios, manipulables, justificadores de nuestras suciedades. Creer y esperar ayuda de imágenes falsas de Dios es el gran mal de la humanidad. Por ello se insiste: “Líbranos del mal” (Mt 6,13), del mal terrible de la “idolatría, causa y fin de todos los males” (Sab 14,27).

Idolatría

Líbranos de la idolatría

En el libro de la Sabiduría, escrito poco antes de la venida de Jesús, se afirma: “La invención de los ídolos fue el origen del libertinaje; cuando aparecieron se corrompió la vida” (Sab 14,12).

En las catequesis parroquiales normalmente se enseña a confesarse a partir del cuarto Mandamiento, y se insiste en el sexto. Casi nadie se examina del cumplimiento del primer Mandamiento. A lo más, un poquito del segundo, limitado a los juramentos.

Amar a Dios con todo el corazón supone que no hay lugar para los ídolos… Los ídolos, en sí, no existen. Lo que nos esclaviza y frena son actitudes idolátricas de nosotros mismos. Esperar que tal imagen en concreto nos va a realizar el milagro que buscamos eso es idolatría. Buscar soluciones mágicas, eso es idolatría, que ensucia el nombre de Dios.

Pero también es idolatría pedir a Dios cosas negativas que él no nos puede dar, como una venganza, por ejemplo. O pedirle que él cumpla nuestras obligaciones, sin hacer nosotros nada.

Los seres humanos estamos continuamente tentados de inventarnos diosecillos a nuestra pequeña medida. Somos fábrica de ídolos. Por eso el rechazo de la idolatría es el primer Mandamiento de la Ley de Dios y la primera petición de la oración de Jesús.

Tenemos que dar mucha más importancia a examinarnos continuamente de nuestras posibles actitudes idolátricas. ¿En qué Dios creemos? ¿Qué esperamos de Dios? ¿Dónde pensamos que se nos presenta Dios? Es muy posible que se nos cuelen con facilidad actitudes idolátricas.

Santificar el nombre de Dios en ésta época de pandemia

En primer lugar reconociendo la vulnerabilidad del ser humano. Pese a nuestro poderío tecnológico, seres ultramicroscópicos nos traen la muerte descontroladamente…

Ante esta emergencia, bendicen el nombre de Dios, aunque no crean en él, toda esa inmensidad de profesionales de blanco que con tanta atención cuidan a los enfermos. Y todos los profesionales que buscan afanosamente remedios y vacunas eficaces. Dios está con ellos.

Santifican el buen nombre de Dios los millones de personas que con tanto cariño cuidan a sus mayores para que no se contagien. Y la cantidad de profesores que se esfuerzan por llegar con sencillez a sus alumnos por nuevos caminos virtuales. Y los padres que saben mantener a sus hijos en casa, sin que se aburran demasiado. Y tantas madres que saben educar a sus hijos con cariño en estos tiempos difíciles. Y las mujeres maravillosas que cada día preparan ollas populares para los que no tienen qué comer. Y las personas que proporcionan los alimentos básicos para las ollas populares. Y en los policías que impiden que irresponsables puedan contagiar a los demás. Dios se manifiesta en el esfuerzo responsable de tantos para llevar tapabocas, para mantener distancias, para lavarse bien las manos…

Dios también circula en tantas reuniones virtuales como se están dando, siempre que sean para cosas positivas. En las Misas trasmitidas también vive Dios. Y en las comuniones espirituales. Está tanto en elhogar como en el templo. Siempre es Dios, el mismo Dios, cercano, respetuoso, cariñoso... Con nuestro buen comportamiento santificamos su nombre.

Dios está en la alegría de los que superan la enfermedad. Acompaña también y los recibe en su Gloria a todos los que mueren por el coronavirus. Son víctimas del mal funcionamiento de esta sociedad. El Gran Capital los ha sacrificado… Dios sabe bien que esto no debiera ser así. Y conoce cómo se desarrolló este coronavirus. Conoce a los responsables. Por eso ampara a toda víctima.

Cuando se consigan las vacunas honrarán a Dios si todo enfermo puede acceder a ellas. Pero mancharán el nombre de Dios si las encierran en caros monopolios… Dios ayudará a los que investiguen qué daños posibles encierran las vacunas monopólicas.

Dios no es ingenuo. Él pedirá cuentas a las personas que se aprovechan de la epidemia para medrar. Es de una villanía extrema enriquecerse negociando medicamentos e insumos médicos en estos momentos de extrema necesidad. Ellos vilipendian el nombre de Dios. Y recibirán su merecido.

Papito Dios, queremos conocerte tal como eres, aunque sea un poquito, pero en verdad. No permitas que aceptemos esas imágenes negativas tuyas que nos presentan en este tiempo tan difícil. Líbranos de ese terrible mal de confiar en imágenes falsas tuyas. Ello es origen de muchos males.

La verdad sobre Dios nos hará libres…

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