El Arzobispo de Manaos recoge el proceso sinodal en la fiesta del Corpus Sergio Castriani: "Ser una Iglesia que permanece junto a su pueblo, que necesita reconciliarse, participar en la Eucaristía y ser ungido"

El arzobispo de Manaos, Sergio Castriani
El arzobispo de Manaos, Sergio Castriani

En sus palabras recordaba la invitación del Papa Francisco "para escuchar la voz de Dios que habla hoy", colocando los ejemplos de "los pueblos indígenas olvidados o no tomados en serio", los "ribereños vistos como remanentes de un pasado que hay que superar"

El arzobispo quiso marcar distancia de aquellos "que sólo visan el lucro inmediato y no se preocupan con destruir, sin ningún respeto por los seres humanos del pasado, del presente y del futuro"

Pedía "sacerdotes que se disponga a ir a las comunidades distantes y las comunidades de las periferias, las comunidades pobres", y al Sínodo "que surja una nueva solución eclesial madura, consciente, para la falta de sacerdotes"

Dios siempre se hizo presente en la vida de su pueblo, "el Señor libró al pueblo de la opresión de Egipto", afirmaba Mons. Sergio Castriani, en la homilía de la fiesta del Corpus Christi. Esta es una realidad que puede ser renovada, para ello es necesario que el pueblo "oiga la voz del Señor y ande en sus caminos", según el arzobispo de Manaos.

En el proceso del Sínodo para la Amazonia, el arzobispo quiso relacionar la solemnidad Corpus Christi con el kairós sinodal, que el pasado lunes daba un paso más con la presentación del Instrumentum Laboris. En sus palabras recordaba la invitación del Papa Francisco "para escuchar la voz de Dios que habla hoy", colocando los ejemplos de "los pueblos indígenas olvidados o no tomados en serio", los "ribereños vistos como remanentes de un pasado que hay que superar", la juventud que sueña con "un mundo más justo y más fraterno", las comunidades que hacen "su itinerario de fe, comprometidas con la vida". Pero también otros actores de la sociedad civil.

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El arzobispo quiso marcar distancia de aquellos "que sólo visan el lucro inmediato y no se preocupan con destruir, sin ningún respeto por los seres humanos del pasado, del presente y del futuro". Esta realidad "nos debe preocupar a todos", pues da la impresión de que "las fuerzas de la muerte parecen estar venciendo", algo que sucede "cuando entra en campo el gran capital", que hace que no exista más control. Según el arzobispo, "hasta lo que fue conquistado en los últimos tiempos en favor de una ecología integral parece estar retrocediendo", lo que muestra la realidad actual de la Amazonia brasileña, cada vez más amenazada por las políticas predatorias del actual gobierno.

A pesar de ello, movidos por la esperanza, "estamos convocados a seguir creyendo en un destino común para la humanidad y la necesidad de preservar la casa común", según Mons. Sergio, que en sus palabras recogía las ideas del Papa Francisco.

En la gran fiesta eucarística, el arzobispo de Manaos quiso reflexionar sobre las exigencias actuales para la presidencia de la Eucaristía, un elemento presente en el Instrumentum Laboris y que ha provocado polémica desde su publicación. Dado que se exige que "el presidente de la celebración sea ordenado", él reflexionaba sobre la realidad de la Amazonia, "donde los ordenados son pocos y las comunidades viven distantes unas de las otras o en las periferias de las grandes ciudades donde el número de comunidades supera y mucho el de los sacerdotes ordenados", lo que provoca que "buena parte de los católicos no tiene acceso a la Eucaristía dominical".

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En sus palabras, Mons. Sergio Castriani ha destacado que "sacerdotes misioneros heroicamente visitan ríos y caños, paranás y lagos donde vivía y vive todavía un pueblo que a pesar de todo guarda la fe de la Iglesia, y si no tiene Eucaristía, tiene fe eucarística". Esto se expresa "en una continua acción de gracias, reconociendo en todo la acción de Dios. Viven el servicio en la donación de la propia vida, cuidando de los hijos, de los familiares cercanos y, cuántas veces, dedicándose a los servicios comunitarios". Siguiendo la orden de Jesús: "Dadles vosotros mismos de comer", recordaba el arzobispo, lo que "motivó a tantos sacerdotes a dar la vida para que las comunidades tuvieran la Eucaristía al menos una vez al año".

Mons. Sergio, misionero por muchos años en diferentes regiones de la Amazonia, conoce la realidad de la región. Por eso, en su homilía ha hablado sobre los ministros de la Palabra, y reconocía uno de los desafíos que aparecen en el instrumento de trabajo, "ser una Iglesia que visita". El arzobispo hizo un llamado a "ser una Iglesia que permanece junto a su pueblo que necesita no sólo bautizar y casarse, sino sobre todo reconciliarse, participar en la Eucaristía y, cuando llegue la hora final, ungido para el gran encuentro".

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A los presentes en la celebración, acostumbrados a tener "acceso a la Eucaristía con tanta facilidad", les pedía "sentir el drama de los que no la tienen". Ante esta realidad pedía "sacerdotes que se disponga a ir a las comunidades distantes y las comunidades de las periferias, las comunidades pobres", y al Sínodo "que surja una nueva solución eclesial madura, consciente, para la falta de sacerdotes". Junto con eso, "que las comunidades centrales entiendan cuando su sacerdote va a atender a comunidades sin sacerdotes".

Todo en una perspectiva que hace que "caminemos juntos en una Iglesia sinodal, donde quien tiene comparte y sea enriquecido por el ser del hermano que le da la alegría de vivir".

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Homilía completa

Señores obispos y sacerdotes, que presidís la Eucaristía,

Pueblo de Dios que sois presencia de Jesús como su cuerpo en la celebración eucarística,

El Señor alimentó a su pueblo con la flor del trigo y con la miel de la roca lo sació. El Salmo del cual este versículo es sacado y sirve como antífona de entrada de la misa de hoy, recuerda el Éxodo, cuando el Señor libró al pueblo de la opresión de Egipto. Dios puede renovar las maravillas que operó otrora con la siguiente condición, que oiga la voz del Señor y ande en sus caminos.

La Iglesia que está en la Amazonia fue convocada por el Papa Francisco para escuchar la voz de Dios que habla hoy por la voz de los pueblos indígenas olvidados o no tomados en serio de los ribereños vistos como remanentes de un pasado que hay que superar de la juventud que representa a los jóvenes sueños de un mundo más justo y más fraterno, de nuestras comunidades que con terquedad continúan haciendo su itinerario de fe, comprometidas con la vida. Pero también hemos escuchado a los científicos, a los ambientalistas, a los responsables de la seguridad. No interesa oír a aquellos que sólo buscan el lucro inmediato y no les importa destruir, sin ningún respeto por los seres humanos del pasado, del presente y del futuro.

Y lo que oímos nos debe preocupar a todos. Las fuerzas de la muerte parecen estar venciendo. Cuando entra en campo el gran capital, no hay más control. Hasta lo que se ha conquistado en los últimos tiempos en favor de una ecología integral parece estar retrocediendo. Estamos convocados a seguir creyendo en un destino común para la humanidad y la necesidad de preservar la casa común.

Hoy tenemos gente que, como en Melquisedec, nos bendice bendiciendo al Dios creador de todas las cosas. Pero el sacrificio ofrecido por Jesús en la cruz supera todas las bendiciones. Por eso, él dejó un memorial que debe ser celebrado por sus discípulos hasta su vuelta. La Eucaristía se convierte en la fuente de la vida cristiana y la Iglesia vive de la Eucaristía y por causa de ella. Las comunidades cristianas se reúnen los domingos para hacer memoria de la Pascua. Ella es tan importante para la vida y la unidad de la Iglesia que para ser válida tiene que ser celebrada con las palabras y los rituales aprobados por la Iglesia.

Una de las exigencias es que el presidente de la celebración sea ordenado para tanto. En regiones como la nuestra, donde los ordenados son pocos y las comunidades viven distantes unas de las otras o en las periferias de las grandes ciudades donde el número de comunidades supera y mucho el de los sacerdotes ordenados, buena parte de los católicos no tiene acceso a la Eucaristía dominical. Desde siempre, sacerdotes misioneros heroicamente visitan ríos y caños, paranás y lagos donde vivía y vive todavía un pueblo que a pesar de todo guarda la fe de la Iglesia, y si no tiene Eucaristía, tiene fe eucarística.

Vive en una continua acción de gracia, reconociendo en todo la acción de Dios. Viven el servicio en la donación de la propia vida, cuidando de los hijos, de los familiares cercanos y, cuántas veces, dedicándose a los servicios comunitarios.

Dales vosotros mismos de comer. Esta orden de Jesús motivó a tantos sacerdotes a dar la vida para que las comunidades tuvieran la Eucaristía al menos una vez al año.

La Iglesia formó celebrantes para garantizar que la palabra sea anunciada. Pero seguimos, en muchos lugares, a ser una Iglesia que visita. Debemos ser una Iglesia que permanece junto a su pueblo que necesita no sólo bautizar y casarse, sino sobre todo reconciliarse, participar en la Eucaristía y, cuando llegue la hora final, ser ungido para el gran encuentro.

El hecho de tener acceso a la Eucaristía con tanta facilidad y acostumbrarnos a tener misas en todas las ocasiones no nos ayuda a sentir el drama de los que no la tienen. Pidamos a Dios que envíe sacerdotes que se disponga a ir a las comunidades lejanas ya las comunidades de las periferias, a las comunidades pobres. Pidamos a Él que surja una nueva solución eclesial madura, consciente, para la falta de sacerdotes. Que las comunidades centrales entiendan cuando su padre va a atender a comunidades sin sacerdotes.

Que la flor del trigo, el pan consagrado, sea alimento para todos nosotros en la caminata de la vida y que la miel de la roca, que es la doctrina de Jesús y su palabra en el Evangelio, dé sabor y fuerza al peregrino. Caminamos juntos en una iglesia sinodal, donde quien comparte y sea enriquecido por el ser del hermano que le da la alegría de vivir.

Mons. Sergio Eduardo Castriani, siervo de la Eucaristía.

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