Un breve análisis de un año en que hemos tomado más conciencia sobre la necesidad de cuidar 2019, el año en que la Amazonía fue el centro del mundo y de la Iglesia

Sínodo
Sínodo

Hacer memoria nos ayuda a entender lo vivido y preparar el futuro, lo que está por venir

La Amazonía ha estado presente en las portadas de los medios, ha sido trending topic, se ha viralizado

La Amazonía, también la Iglesia que en ella camina, nos ha mostrado que todavía existen reductos del Paraíso, lugares donde hay quienes se esfuerzan en el cuidado de la casa común

Necesitamos aprender a redescubrir la necesidad del cuidado

Que nuestro planes para el nuevo año, personales, eclesiales, sociales, sean desde el proyecto de Dios, que es el Señor de la Historia, pero que quiere que ésta sea construida entre todos, buscando siempre el bien común, buscando el cuidado de quien más sufre, también de un Tierra herida, pero que todavía puede ser curada

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Hay momentos en los que uno mira para atrás, no con nostalgia, sino con esperanza. Al final, hacer memoria nos ayuda a entender lo vivido y preparar el futuro, lo que está por venir. El 31 de diciembre de 2019 es el final de una década, muchos están haciendo una lectura de los 10 últimos años, pero yo me quiero limitar, de forma muy breve, a los últimos 365 días.

Cuando uno hace una lectura de los acontecimientos lo hace desde la realidad global, pero también desde las circunstancias personales. Por eso, puedo decir que lo más decisivo de estos últimos 12 meses ha sido el Sínodo para la Amazonía, un proceso que ha marcado la vida de la Iglesia en los últimos tiempos y que, es muy probable, puede determinar los nuevos caminos por los que quiere seguir haciendo presente el Evangelio.

La Amazonía ha estado presente en las portadas de los medios, ha sido trending topic, se ha viralizado. Cuando eso ha sucedido, la mayoría de las veces, ha sido por escándalos o situaciones trágicas, pero también ha habido muchos motivos de esperanza. Lo que vende es lo produce morbo, lo que genera enfrentamiento, lo que siembra muerte. Eso hizo que los incendios de dimensiones apocalípticas, los asesinatos de líderes indígenas, la explotación desmedida que provoca contaminación, las imágenes de la Pachamama arrojadas al Tíber... estuviesen en boca de mucha gente y en las pantallas de muchos smartphones.

Pero también ha habido muchos signos de vida nueva, surgidos de esa periferia a la que muchas veces se ha llegado para rapiñar. La Amazonía, también la Iglesia que en ella camina, nos ha mostrado que todavía existen reductos del Paraíso, lugares donde hay quienes se esfuerzan en el cuidado de la casa común, de aquello que el Creador puso a disposición de todos, donde la codicia humana, que expulsó a sus primeros moradores del Jardín de Edén, todavía no se ha instalado definitivamente.

Asamblea Sinodal

En un mundo globalizado, dominado por los intereses de un capitalismo que mata, necesitamos aprender a redescubrir la necesidad del cuidado. Los pueblos originarios de la Amazonía, verdaderos protagonistas de un proceso sinodal que continúa en el nuevo año, deben ser vistos como maestros que nos enseñan a cuidar de lo que nos rodea, pero también, de quienes nos rodean. Aprender con ellos a entender la vida desde una visión comunitaria, que no nos engañemos es el fundamento de la vida cristiana.

El cuidado es una de las mejores expresiones del Amor, que nace de nuestra fuente de Vida, del propio Dios. Somos desafiados a sentir la necesidad de cuidarnos, a nosotros mismos, al otro y a lo otro. Un aprendizaje que no debe ser dejado de lado, que no puede ser ignorado, especialmente cuando la esperanza de un mundo mejor para todos está en nuestro horizonte vital. El paso del tiempo nos va enseñando eso, nos tiene que llevar a asumir esa actitud, tan humana, tan divina.

Nos adentramos en un nuevo tiempo, pero que no deja de ser un paso a más en un Tiempo que es de Dios, en nuestro propio ritmo vital. Que desde la Amazonía, con los pueblos que la habitan, aprendamos a cuidar, a construir nuevos caminos, que sepamos dar a conocer lo que es bueno, lo que ayuda a crecer, a construir el Reino. Que nuestro planes para el nuevo año, personales, eclesiales, sociales, sean desde el proyecto de Dios, que es el Señor de la Historia, pero que quiere que ésta sea construida entre todos, buscando siempre el bien común, buscando el cuidado de quien más sufre, también de un Tierra herida, pero que todavía puede ser curada. Al menos esa es, o tiene que ser, nuestra esperanza. ¡Feliz Año Nuevo!

Feliz 2020

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