“300 años de fidelidad y nuevos retos en una Iglesia sinodal” La diócesis de Roraima celebra 300 años de evangelización: “Una sucesión de unciones y entregas”

Celebración de los 300 años de evangelización en Roraima - Foto: Kayla Silva - Radio Monte Roraima FM
Celebración de los 300 años de evangelización en Roraima - Foto: Kayla Silva - Radio Monte Roraima FM

“¡La evangelización aquí nunca fue colonización! Fue inculturación, siempre encarnada en la tierra y en la historia del pueblo”

“Una Iglesia totalmente ministerial”, donde “cada fiel descubre su vocación y asume con generosidad el servicio al Reino”, mediante “servicios ejercidos con fe y sencillez”

“La evangelización aquí fue paciente como un río, sorteando obstáculos, generando vida y esperanza en las malocas, en las periferias, en los campamentos, en las carreteras secundarias, en las ciudades y sus alrededores”

La diócesis de Roraima celebró el 19 de julio de 2025, haciendo memoria de la llegada de los primeros misioneros en el año 1725, 300 años de evangelización. Un jubileo cuyo lema es: “300 años de fidelidad y nuevos retos en una Iglesia sinodal”, que comenzó su celebración con una caminata hasta la catedral, donde se recordó la historia de los tres siglos de misión evangelizadora.

300 anos diocese de Roraima

Memoria de la historia vivida

En la celebración eucarística, que contó con la presencia de las autoridades y un gran número de participantes, procedentes de las comunidades, áreas misioneras, parroquias, pastorales y movimientos, el obispo diocesano, monseñor Evaristo Spengler, recordó la historia vivida en esta iglesia local, “escrita, sí, con sudor, con persecuciones, con superación, con la búsqueda de nuevos caminos, con valentía y con entrega”.

El obispo destacó que “este camino solo fue posible porque los que nos precedieron se afianzaron en la fe y en la esperanza. La fe en Jesucristo, anunciada por los misioneros, se entrelazó aquí con las semillas del verbo, ya plantadas en el corazón de los pueblos originarios.  Este anuncio hizo germinar frutos de vida, dignidad, respeto y justicia”. Todo ello en una tierra «enriquecida con la pluralidad de personas procedentes de tantos rincones”, donde «todos fueron acogidos, unidos por el Evangelio. El Evangelio se hizo historia en la vida de nuestro pueblo”.

Semilla plantada

Dom Evaristo Spengler destacó “tres símbolos que iluminan nuestro camino: la semilla que se planta, el aceite que unge y el río que corre”. Según el obispo, “la semilla y los pies en la tierra son signos de la Iglesia que camina junta”. Dijo que “la Iglesia que se estableció en Roraima llegó aquí muy sencilla, despojada, desprovista de recursos y con pocos misioneros”, recordando la llegada de nueve carmelitas, que “solo trajeron una semilla para plantar: la buena nueva del Reino de Dios”. 

Una palabra que “a lo largo de los siglos germinó: en pequeñas comunidades, en escuelas de fe, en gestos de solidaridad, en la lucha por la vida, en el liderazgo para la Iglesia y para la sociedad”, según el obispo. Subrayó que la Iglesia “se dedicó a la promoción humana, a la salud, a la educación, a la formación de profesionales, etc. ¡La evangelización aquí nunca fue colonización! Fue inculturación, siempre encarnada en la tierra y en la historia del pueblo”. Una Iglesia que caminó con el pueblo, “con los pies descalzos por caminos polvorientos y embarrados, con manos encallecidas construyendo comunidades y con brazos fraternos acogiendo a todos”. Una misión que continúa hoy, “manteniendo los pies firmes en la lucha por la justicia; caminando con los pies embarrados donde la vida clama; caminando con pies sinodales, para fortalecer la esperanza”.

Aceite que unge

Hablando del aceite, el obispo explicó que “la unción es un gesto del Espíritu Santo. Dios unge a sus profetas, a sus discípulos, para sanar, consolar, liberar a los pobres y a los cautivos”, subrayando que “esta unción no es privilegio de unos pocos, es de todos los bautizados”. En este sentido, monseñor Evaristo Spengler definió la evangelización en Roraima como “una sucesión de unciones y entregas”, citando a los misioneros y misioneras, las diversas órdenes y congregaciones, las madres indígenas, los catequistas, los agentes pastorales. Una unción que “sigue viva y operativa en nuestro medio”, con “comunidades vivas, dinámicas y comprometidas con el Evangelio”, que él identificó con “una Iglesia totalmente ministerial”, donde “cada fiel descubre su vocación y asume con generosidad el servicio al Reino”, mediante “servicios ejercidos con fe y sencillez”.

El obispo hizo un llamamiento a avanzar “aún más en este camino de comunión y corresponsabilidad”, planteando como retos actuales “denunciar todas las formas de violencia y agresión a la vida; acoger a los migrantes, a las personas sin hogar, a los enfermos, a los presos; servir con las manos extendidas a los niños, a los jóvenes, a los ancianos y a todas las familias”.

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Río que corre

Refiriéndose al río que corre, imagen del “Rio Branco, que atraviesa todo nuestro Estado y también nuestro corazón”, el obispo dijo que “es testigo de la evangelización, camino de la misión, vena de vida para nuestro pueblo”. Desde esta perspectiva, monseñor Evaristo Spengler destacó que “la evangelización aquí fue paciente como un río, sorteando obstáculos, generando vida y esperanza en las malocas, en las periferias, en los campamentos, en las carreteras secundarias, en las ciudades y sus alrededores”. Definió el río como “signo de la presencia de Dios que fluye, purifica y da vida”, una imagen que nos llama a “ser como ese río: libres, fecundos y en constante movimiento”. En este sentido, “la misión que hemos recibido no puede quedarse estancada, ni atrapada por el miedo o la comodidad”.

Ahora es el momento de avanzar con valentía, sin miedo, con generosidad”, dijo el obispo de Roraima. Para ello, debemos ser discípulos y discípulas con los pies en la tierra y el corazón abierto. Discípulos que se sumerjan con audacia en la misión. La misión no es tarea de unos pocos. No es solo para los religiosos ni solo para los ministros ordenados. Esta misión es tarea de todos nosotros”, haciendo un llamamiento a no detenerse ante los obstáculos, sino a “aprender a sortearlos, a enfrentarlos o, si es necesario, a abrir nuevos caminos”. Ante esto, monseñor Evaristo pidió a los presentes: “¡Seamos ríos de esperanza que fertilicen esta tierra amazónica con el Evangelio de la vida!”. Para mantener este río, el camino es dialogar con sabiduría en este mundo tan polarizado; proteger la Casa Común, como guardianes de la creación, según el obispo.

Finalmente, monseñor Evaristo Spengler hizo un llamamiento a “un nuevo Sí a Roraima”, destacando que “esta celebración no es solo memoria, es profecía y envío”. Para ello pidió ser “Sembradores del Reino, Ungidos por el Espíritu y como un Río que lleva esperanza”. Pidió la intercesión de Nuestra Señora del Carmen, que acompañó a los primeros misioneros, para que “nos enseñe a decir ‘sí’ como ella”. Una Iglesia que cuida de la vida, una invitación recibida en el momento final de la celebración, en la que se entregaron 450 plantones a cada una de las comunidades que conforman la diócesis de Roraima.

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