Casi 300 personas reflexionan en Bogotá sobre el proceso del Sínodo para la Amazonía Desde la escucha a los pueblos, que piden que no se quede en papeles y reuniones, la Iglesia colombiana prepara el Sínodo

Participantes del Presínodo colombiano
Participantes del Presínodo colombiano

“Para nosotros no ha sido fácil resistir y permanecer mientras asumimos nuestro deber milenario de mantener la Amazonía en pie, porque aunque como pueblo hemos sido invisibles para los estados, las instituciones y la sociedad, nuestros recursos naturales no han sido invisibles"

Lo que llena de esperanza a los pueblos indígenas es que “somos parte de la agenda del Papa Francisco”

“El sujeto del Sínodo es el Pueblo de Dios en la Amazonía”

"Al llegar al Sínodo me obligó mucho más a sentarme con mis mayores, con hombres y mujeres, para poder comprender el diálogo bilateral que podemos tener con la Iglesia”

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El Sínodo para la Amazonía se ha instalado como punto fundamental en las agendas de los episcopados que forman parte de esta vasta región. En Colombia, su conferencia episcopal ha organizado, los días 13 y 14 de agosto, unas jornadas pre-sinodales, en las que han participado cerca de 300 personas, haciéndose presentes representantes del episcopado, encabezados por su presidente, Monseñor Óscar Urbina, Arzobispo de Villavicencio, y todos los obispos de la región amazónica, del Estado, inclusive el Presidente de la República, Iván Duque, de la academia, de las organizaciones indígenas y campesinas, de las organizaciones no gubernamentales, y de la Red Eclesial Pan Amazónica, con la representación de su vicepresidente, Cardenal Pedro Barreto, y su secretario ejecutivo, Mauricio López.   

Sin duda las voces más importantes en el proceso sinodal son las de los pueblos amazónicos, especialmente los indígenas, que no tienen miedo en mostrar al mundo su sufrimiento, consecuencia casi siempre de factores externos. En ese sentido, Fanny Cuiro, indígena huitoto, delegada de la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana – OPIAC, no dudaba en afirmar que “para nosotros no ha sido fácil resistir y permanecer mientras asumimos nuestro deber milenario de mantener la Amazonía en pie, porque aunque como pueblo hemos sido invisibles para los estados, las instituciones y la sociedad, nuestros recursos naturales no han sido invisibles, todo lo contrario, han sido sometidos a sucesivos procesos extractivistas que han expoliado a la Amazonía a costa de la vida de seres humanos”. 

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A pesar de las dificultades, lo que llena de esperanza a los pueblos indígenas es que “somos parte de la agenda del Papa Francisco”. Por eso, de cara al Sínodo, Fanny Cuiro pedía que los obispos colombianos sean la voz de los pueblos indígenas, “para que el mundo comprenda que todos tenemos derecho a existir y a ser diferentes”. La líder indígena denunciaba con vehemencia que “sentimos que no somos parte de la agenda histórica de este país, sentimos su abandono e indiferencia, sentimos que nuestras voces no son escuchadas y que nuestras vidas no son respetadas. Hemos sido excluidos e invisibilizados”, una realidad que se traduce en amenazas a sus territorios y falta de políticas públicas. 

Desde esa realidad, la líder de la OPIAC, hacía algunas solicitudes a diferentes colectivos que, de una forma u otra, tienen relación con los pueblos indígenas. A las organizaciones ambientalistas, les pedía para que se sumen a los planes de los pueblos indígenas, que promuevan planes comunes y no beneficios individuales para comprar las voluntades de algunos líderes. A la Iglesia católica, “que nos siga acompañando y apoyando para que el Sínodo no se quede en papeles y reuniones”, y al gobierno nacional, que incluya y priorice a los pueblos indígenas, 

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Es algo evidente que el Papa Francisco le da una gran importancia al Sínodo para la Amazonía, como han confirmado en sus intervenciones Monseñor Luis Mariano Montemayor, Nuncio del Vaticano en Colombia, y el Padre Michael Czerny, uno de los dos secretarios especiales del Sínodo junto con Monseñor David Martínez de Aguirre. El Padre Czerny destacaba la necesidad “de pasar de nuestras ideas, sentimientos, conocimientos, preferencias, emociones, a compromisos”. El propio secretario confirmaba que en la asamblea sinodal, “cada párrafo del documento final tiene que ser votado por los miembros del Sínodo y viene anotado lo que cada uno votó”, algo que puede ser considerado como una muestra más de sinodalidad y de la importancia de la propia asamblea a la hora de marcar el rumbo de la exhortación apostólica postsinodal.

En ese sentido, pidió que los obispos sean acompañados por los pueblos amazónicos, para apoyarles e exigirles, haciendo así que “se comprometan en nombre de todos, en nombre del pueblo de Dios en la Amazonía”, pues no podemos olvidar que “el sujeto del Sínodo es el Pueblo de Dios en la Amazonía”, insistiendo en que “tenemos que comprometernos cada uno de nosotros con la Iglesia”.

No podemos olvidar, como recordaba el Cardenal Pedro Barreto, que el Sínodo para la Amazonía tiene sus raíces en el Concilio Vaticano II y en las conferencias del episcopado latinoamericano. El cardenal peruano destacaba Aparecida, que resaltó la situación de los pueblos amazónicos, que sufren el embate de un sistema que afectó a su dignidad. El vicepresidente de la REPAM insistía, siguiendo el Instrumento de Trabajo, en tres actitudes a las que nos invita el Papa Francisco a través del Sínodo.

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En primer lugar escuchar, “especialmente a aquellos que son invisibles para la Iglesia y sobre todo para la sociedad, escuchar la voz de la Amazonía, el clamor de los pobres y el clamor de la tierra”, destacando que en el Instrumento de Trabajo “está plasmada la voz y el sentir de nuestros pueblos amazónicos”. En segundo lugar, discernir, “buscar a tientas, pero con firmeza, cual es la voluntad de Dios para nuestros pueblos amazónicos, cual es la voluntad firme, pero irrevocable, que nosotros como Iglesia tenemos que asumir”. Por último, actuar, “hagan amanecer la palabra en obras”, recordando lo que le decían sus abuelos a Fanny Cuiro, e insistiendo en que “el Sínodo no puede quedar en un simple documento”.

Todo ello desde un Dios que se encarna “en una historia concreta, en un pueblo concreto, y nos enriquece con su pobreza”, una riqueza que encontramos en “nuestros hermanos amazónicos, que tiene que ser para nosotros un proceso y un compromiso de seguir sirviendo a Dios, amándolo”. Esto nos debe llevar, según el vicepresidente de la REPAM a “poner a la Iglesia en una situación de compromiso, de salir de nosotros mismos y comenzar por los más pobres, por los invisibles”.

Esta defensa de los pueblos también ha estado presente en las palabras de Monseñor Héctor Fabio Henao, Director del Secretariado de Pastoral Social, que destacaba el esfuerzo de las comunidades amazónicas en el cuidado de la Casa Común, con conciencia clara de su responsabilidad. Al mismo tiempo reclamaba del gobierno esfuerzos comunes, palabras que eran escuchadas por el Presidente de la República, que posteriormente, en su discurso, mostró una serie de datos que algunos, inclusive con sus comentarios en la transmisión en streaming, ponían en duda, pues no reflejan la situación real de Colombia y de los pueblos amazónicos. En ese sentido, Monseñor Henao, afirmaba que “como Iglesia nos comprometemos de una manera muy seria, junto a las comunidades, y de una manera permanente para preservar los bosques, luchar contra la pérdida de la biodiversidad”, destacando el compromiso de la Iglesia con los pueblos.

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Precisamente, en referencia al discurso del Presidente Duque, el Padre Alfredo Ferro, coordinador del Servicio Jesuita en la Pan Amazonía, recogiendo las impresiones de los presentes, resaltaba dos quejas fundamentales al discurso, “la primera es que no mencionó a los pueblos amazónicos y a los pueblos indígenas”, sin duda una omisión importante, dado el evento en que se encontraba. La segunda es que “echó su discurso y se fue, faltó haber escuchado a los pueblos amazónicos y a los pueblos originarios”. Junto a las críticas, el Padre Ferro reconocía que es interesante conocer “las propuestas que tiene el gobierno y algunos avances que ha habido en el sector medioambiental”.

No podemos pasar por alto, como insistía Monseñor Urbina, que la realidad de la Amazonía y de sus pueblos, “exige cambios estructurales y personales de todos los seres humanos, de los estados y de la Iglesia”. De hecho, el pueblo colombiano está preocupado con la deforestación, la contaminación de las fuentes hídricas y los proyectos de desarrollo no amigables con el cuidado de la Casa Común. Por eso, le hacía ver al Presidente que “la invitación al gobierno es a luchar contra los nuevos colonialismos que se disputan estas tierras desde diversos frentes”, reconociendo el papel destacado del Papa Francisco, quien recordada que “ha llamado a cambiar el paradigma histórico en que los estados ven la Amazonía como despensa de los recursosnaturales por encima de la vida de los pueblos originarios y sin importar la destrucción de la naturaleza”.

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Desde esa perspectiva afirmaba que “proteger a los pueblos indígenas y sus territorios es una exigencia fundamental y un compromiso básico con los Derechos humanos”, algo que en el caso de la Iglesia se convierte en un imperativo moral y en una forma de concretar el Magisterio recogido en la encíclica Laudato si.

Uno de los obispos de la Amazonía colombiana, Monseñor Joselito Carreño, obispo de Puerto Inírida, hacía una llamada a la sociedad colombiana y al mundo entero a unirse a quien vive en la Amazonía en el cuidado. Para ello desafiaba a “examinar continuamente sus hábitos de consumo”, insistiendo en la necesidad de “menos consumo y más solidaridad, más compromiso, más sensibilidad social y más cercanía a los más necesitados, que seamos más equitativos y no nos dejemos devorar por la codicia del poder, del dinero, del placer, sino que estemos más centrados en el cuidado y atención del otro”.  

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Por eso, se puede destacar la presencia de representantes de los organismos gubernamentales que tienen que ver con la Amazonía. De hecho, como señala Alfredo Ferro, “en el proceso de preparación vimos la necesidad de escuchar a las instituciones gubernamentales sobre sus políticas y sobre la visión que tienen de la Amazonía”. Desde esa perspectiva, el jesuita, que forma parte de la REPAM Colombia, destaca que “hubo una serie de preguntas que se les hicieron a ellos, sobre deforestación, sobre servicios ambientales o sobre lo que ellos le pedirían a la Iglesia”.

Junto con ello, la importancia del panel de los pueblos amazónicos, donde participaron un campesino, una indígena y una persona de la ciudad que está trabajando con mercados campesinos. La importancia de este momento, según el Padre Ferro, es que supone una “manifestación de los pueblos y de la realidad que viven, que nos hace aterrizar a esa misma realidad”. Lo mismo se puede decir de la realidad eclesial, como mostraba Alba Teresa Cediel Castillo, religiosa Laurita, quien insistía, desde la vida religiosa, en las inquietudes y lo que debería ser asumido como vida religiosa desde la Amazonía.

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Una de las participantes del panel de los pueblos amazónicos fue Anitalia Pijache Kuyuedo, líder okaina witoto, quien reconocía la importancia de la Iglesia en la educación de sus padres a través de los internados, tan presentes en toda la región amazónica en el siglo XX. Ella afirma que desde los ocho o nueve años fue promovida como líder, entrando en un proceso que, según ella, “me ayudó a regresar a mis raíces, a reconocerme y a fortalecerme como mujer indígena”, y junto con ello “a revalorar lo que es mi pueblo, lo que es mi cultura”. Ella ve el Sínodo como “una puerta importante” desde donde puede hacer visible “la palabra de mis mayores, porque al llegar al Sínodo me obligó mucho más a sentarme con mis mayores, con hombres y mujeres, para poder comprender el diálogo bilateral que podemos tener con la Iglesia”.

Son reflexiones que han estado presentes a lo largo de los dos días en los diferentes paneles celebrados y en las reuniones en grupos, que han ayudado a escudriñar el Instrumento de Trabajo. Todo ello en vista de una cada vez mayor aproximación al territorio amazónico y a sus pueblos desde el mundo académico, gubernamental, insistiendo en la necesidad de políticas que garanticen el cuidado, y eclasial, desde la escucha de los pueblos que habitan la región, verdaderos interlocutores en cualquier decisión que afecte a la región, inclusive en lo que hace referencia a la vida y misión de la Iglesia.

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