Tras la revocación de un decreto que busca el control de los bienes de los cristianos Cardenal Sako: "El presidente de Irak no puede anular mi autoridad espiritual como cabeza de la Iglesia caldea"

Cardenal Sako
Cardenal Sako

Tiempos turbulentos para la Iglesia católica caldea de Irak, a cuyo patriarca, el cardenal Louis Raphael Sako, el actual presidente del país, Abdul Latif Raschid, acaba de revocarle el decreto 147, promulgado por su predecesor Jalal Talabani el 10 de julio de 2013, que sancionaba el nombramiento pontificio del cardenal como jefe de la Iglesia caldea "en Irak y en el mundo" y por ello "responsable de los bienes de la Iglesia"

“Como cristianos, somos considerados ciudadanos de segunda clase. Pero somos iraquíes. Estábamos en Irak antes de que los musulmanes estuvieran allí. Éramos mayoría y formamos el país y su cultura"

Tiempos turbulentos para la Iglesia católica caldea de Irak, a cuyo patriarca, el cardenal Louis Raphael Sako, el actual presidente del país, Abdul Latif Raschid, acaba de revocarle el decreto 147, promulgado por su predecesor Jalal Talabani el 10 de julio de 2013, que sancionaba el nombramiento pontificio del cardenal como jefe de la Iglesia caldea "en Irak y en el mundo" y por ello "responsable de los bienes de la Iglesia". “Él no puede anular mi autoridad espiritual como cabeza de la Iglesia o mi ordenación”, señala el purpurado en entrevista con Katholisch.

Sobre las razones que estarían detrás de este proceder, Sako asegura que “muestra que [el presidente] está bajo mucha influencia de las milicias de Babilonia, que se hacen llamar cristianos, pero en realidad son un grupo chiíta con pocos cristianos. Es posible que Raschid recibiera información incorrecta de las milicias y no fuera consciente de las consecuencias de sus acciones. En cualquier caso, es un precedente increíble para el que no hay base. Pero también experimento una gran solidaridad. Muchos líderes iraquíes están de mi lado y están presionando al presidente para que emita un nuevo decreto”.

Cardenal Sako
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Sobre las consecuencias prácticas de la derogación, Sako señala que, de facto, impide que él pueda gestionar el patrimonio de la Iglesia caldea, “con consecuencias dramáticas” y advierte al presidente Rashid “que no puede atacarnos, que somos muy fuertes. Como iglesia, somos reconocidos por el estado iraquí y somos el segundo grupo religioso más grande después de los musulmanes”.

Debido a esta anómala situación, Sako ha anunciado que se retira momentáneamente a un monasterio en el Kurdistán, por lo que también muestra su preocupación “por nuestra propiedad en Bagdad cuando no estoy allí. El grupo de milicianos del que estamos hablando ha ocupado hogares cristianos en las Llanuras de Nínive y otros lugares. Nuestros cristianos tienen miedo de los ataques infundados, están en pánico”.

Ciudadanos de segunda

En estes sentido, lamenta que, “como cristianos, somos considerados ciudadanos de segunda clase. Pero somos iraquíes. Estábamos en Irak antes de que los musulmanes estuvieran allí. Éramos mayoría y formamos el país y su cultura. Deben estar agradecidos con nosotros en lugar de marginarnos y empujarnos a emigrar”, una realidad esta que ha dejado en los últimos años reducido el número de cristianos de los 1,5 millones a los 500.000 actuales”.

Cardenal Sako
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“Es una lucha constante por los derechos de los cristianos, de todos los cristianos, no solo de los caldeos”, señala Sako a modo de balance de sus diez años de mandato: “En 2013, cuando me convertí en patriarca, teníamos al Qaeda. En 2014 llegó el Estado Islámico y provocó el éxodo de los cristianos. 120.000 personas abandonaron las llanuras de Nínive y Mosul. Fui a la región kurda para darles la bienvenida y ayudarlos allí. He estado buscando locales para clínicas, escuelas… Al principio éramos los únicos que hacíamos este trabajo. Cuando Mosul y Nínive fueron liberadas, fui allí con algunos obispos y sacerdotes para reparar casas y persuadir a la gente para que regresara. Afortunadamente, alrededor del 60 por ciento de los desplazados han regresado. Pero Irak no es un país para vivir con dignidad. Los derechos humanos no significan nada. Hay corrupción”.

Con respecto al futuro, el patriarca caldeo está convencido de que “superaremos este conflicto y que los cristianos saldremos de él mucho más fortalecidos. Nos quedaremos en Irak, y tenemos todo el derecho a hacerlo. Nuestras cabezas se levantarán. Somos ciudadanos de Irak y debemos reclamar nuestros derechos y dignidad”.

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