"En la calle, algunos me dicen: 'Rezamos por ti, te apoyamos, sabemos que no eres culpable'. Y otros me insultan" Confesiones del cardenal Barbarin: "Este caso permanecerá unido a mi nombre y se me pegará en la piel para siempre"

El cardenal Barbarin, enjuiciado
El cardenal Barbarin, enjuiciado

“Las víctimas me han ayudado a entender la seriedad y la persistencia de esta herida tan profunda que ha trastornado sus vidas”

"Me siento rehabilitado por la sentencia, pero sólo hasta cierto punto, el resto está más allá del poder de los tribunales”

“Encubrir significa que sabes y que dejas que ocurra, y eso es abominable, mientras que aquí estamos hablando de hechos que se remontan veinte o treinta años atrás”

“En la calle, algunos me dicen: 'Rezamos por ti, te apoyamos, sabemos que no eres culpable'. Y otros me insultan. ¿Qué quiere que haga? Éste es el efecto del tsunami mediático que me ha golpeado”

"Haré un servicio en otro lugar, donde se me pida, en un santuario para acoger a los peregrinos, predicando retiros, tal vez dando algunos cursos de nuevo en Madagascar, el país que tanto amo. Espero la decisión del Papa”

A pesar de que el tribunal de apelación le ha declarado no culpable de encubrimiento, esa sombra alargada parece haberse pegado a la piel del cardenal Philippe Barbarin. El alto prelado galo se siente consolado y rehabilitado por la sentencia que el absuelve de encubrimiento de abusos, pero es consciente de que el estigma de encubridor lo llevará pegado toda su vida. Sabe que su caso divide a la opinión pública y a la Iglesia, señala a sus predecesores y pone su futuro "en manos del Papa", aunque se ofrece para irse de nuevo a "mi amado Madagascar".

La revista francesa Le Point le ofrece la oportunidad de confesarse públicamente. Y el purpurado galo la aprovecha. Primero, para asegurar que el hecho de sumergirse a fondo en las entrañas de los casos de abusos le ha cambiado la vida, porque “las víctimas me han ayudado a entender la seriedad y la persistencia de esta herida tan profunda que ha trastornado sus vidas”.

Y por eso, reconoce que su dolor y su honor, arrastrado por el barro durante cuatro años, no es comparable, ni de lejos, al horror sufrido durante 30 o 40 años por una gran parte de las víctimas de abusos.

Dice Barbarin que, en medio de ese dolor, la sentencia le “consoló”, porque el Tribunal “reconoció que nunca tuve la intención de obstruir la justicia”. Al contrario, asegura que animó a algunas de las víctimas de Preynat a “presentar una denuncia”.

Juicio a Barbarin

Más aún, dice Barbarin que, por supuesto, se siente “rehabilitado por la sentencia, pero sólo hasta cierto punto, el resto está más allá del poder de los tribunales”. Por que cardenal es consciente de que “este caso permanecerá unido a mi nombre y se me pegará en la piel para siempre. Seguiré siendo el que no ha denunciado actos odiosos”.

Lo que más le repugna de esa negra sombra de la que no podrá zafarse jamás es “la palabra encubrimiento”, porque “encubrir significa que sabes y que dejas que ocurra, y eso es abominable, mientras que aquí estamos hablando de hechos que se remontan veinte o treinta años atrás”.

Y también es consciente de que la opinión pública sigue dividida sobre su caso. “En la calle, algunos me dicen: 'Rezamos por ti, te apoyamos, sabemos que no eres culpable'. Y otros me insultan. ¿Qué quiere que haga? Éste es el efecto del tsunami mediático que me ha golpeado”.

El prelado siente la asociación pública de su nombre con la pederastia, sobre todo por su familia: “En el momento más álgido de la tormenta, escribí una carta a los miembros de mi familia que llevan mi nombre, pidiéndoles que perdonaran las consecuencias de este asunto en su vida cotidiana. Todos se sintieron conmovidos. La respuesta más hermosa fue la de un sobrino: 'Tío Philippe, es un honor para nosotros estar asociados con algo de este sufrimiento'.

Cardenal Decourtray

Y es que Barbarin está convencido, además, que está pagando las culpas de sus predecesores. “El caso de Bernard Preynat había sido analizado y tratado por mis tres predecesores”. Y cuando el periodista le pregunta si está acusando a sus predecesores en el arzobispado de Lyon, especialmente al cardenal Decourtray, contesta: “No, no voy a decir que es culpa del Cardenal Decourtray o del Cardenal Billé. Creo que trataron de hacer lo mejor que pudieron. Mis predecesores tomaron sus decisiones concienzudamente”.

Eso sí, el cardenal reconoce que “actuaron con la mentalidad de la época, como nosotros estamos reaccionando con la de hoy”, con lo cual da por descontado que, en épocas pasadas, lo habitual era la dinámica del encubrimiento.

¿Priorizó la protección de la institución por encima del sufrimiento de las víctimas?, le pregunta Jerôme Cordelier, el periodista de Le Point. Y Barbarin responde: “Sé que hasta los católicos me culpan por eso. ¡Pero necesito que alguien me explique cómo y de qué manera protegí la institución! Amo a la Iglesia, intento cumplir lo mejor posible la misión que me confía. Pero la Iglesia es ante todo una servidora de los hijos de Dios, de todos los hombres. No es una institución hecha para sí misma, sino sólo para aquellos que le han sido confiados...Siempre he estado del lado de la verdad”.

Y sin ánimo de buscar coartadas, el cardenal francés asegura que quizás está pagando su oposición al matrimonio gay. “En febrero de 2016, justo después de la explosión de este asunto, estaba en un viaje a África, y todos los obispos me dijeron: 'Estás pagando por tu oposición al matrimonio de personas del mismo sexo'”.

Barbarin

Y termina por recurrir al viejo cliché de las persecuciones injustas sufridas por la Iglesia desde los primeros tiempos: “Este azote debe ser erradicado, y no es de extrañar que la Iglesia esté recibiendo una paliza. Se ha acostumbrado a ello desde Nerón y estos ataques serán un servicio para toda la sociedad.

El cardenal, que se confiesa “un conservador del futuro”, reconoce que ha “cometido errores”, pero no acepta haber abordado el tema de los abusos con “ligereza”. También asegura que la película de François Ozon, titulada 'Gracias a Dios', precisamente sobre su caso, “dio una idea de lo que las víctimas estaban pasando y habían pasado. Sus palabras fueron escuchadas, ¡eso es bueno y eso es importante! ¿Se escuchará alguna vez la nuestra?”

Sobre su futuro, Barbarin se pone en manos del Papa: “Haré un servicio en otro lugar, donde se me pida, en un santuario para acoger a los peregrinos, predicando retiros, tal vez dando algunos cursos de nuevo en Madagascar, el país que tanto amo. Espero la decisión del Papa”.

El Papa y Barbarin

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