El sacerdote llegó anoche, junto a cinco monjas, al aeropuerto de Fiumicino Giovanni Scalese, el último cura de Kabul: "¿Quién pagará los platos rotos? El pueblo afgano, ningún otro"

Giovanni Scalese, en Kabul
Giovanni Scalese, en Kabul

Scalese era el único sacerdote católico aún en Afganistán y su regreso a Italia marca el fin de un siglo de presencia de la Iglesia Católica en ese martirizado país

La iglesia Católica se marchó de Afganistán y pone fin a la historia de un siglo, afirmó el padre barnabita Giovanni Scalese, desde noviembre de 2014 superior de la misión católica "sui iuris" en ese país, tras su llegada al aeropuerto de Fiumicino.

"Misión cumplida", fueron las primeras palabras confiadas la noche del miércoles en Twitter por el religioso que arribó a Italia con 5 monjas, entre ellas misioneras de la Caridad Madre Teresa, y otra religiosa que presta servicio para la ONG Pro Bambini de Kabul (PBK), además de 14 pequeños discapacitados, algunos en graves condiciones, asistidos en Afganistán por dichas devotas.

"Agradezco al Señor por el buen éxito de la operación -agregó el sacerdote-. Y agradezco a todos ustedes que en estos días rezaron por nosotros, plegarias que evidentemente fueron atendidas. Continúen orando por Afganistán y por su pueblo".

Un siglo de presencia católica en el país

Scalese era el único sacerdote católico aún en Afganistán y su regreso a Italia marca el fin de un siglo de presencia de la Iglesia Católica en ese martirizado país.



Una comunidad de larga data: en 1919 Italia fue la primera nación occidental en reconocer la independencia de Afganistán y, como señal de gratitud, con el tratado italo-afgano de 1921, obtiene el permiso para poder hospedar en la propia representación diplomática una capilla para los fieles católicos extranjeros, la única iglesia en Kabul.

Se necesitaron años antes de que pudiera llegar un sacerdote: solo ocurrió en 1931 cuando Pio XI confió a los barnabitas que desde entonces se alternaron en Kabul. En 2002 Juan Pablo II elevó esta presencia al rango de "missio sui iuris", el primer paso canónico para la constitución de una iglesia local.

Empero, las dificultades fueron grandes: los gobiernos afganos siempre toleraron solo un punto de referencia para extranjeros, funcionarios y militares católicos, prohibiendo cualquier actividad de evangelización entre los afganos.

La misión fue dirigida como superior por el padre Giuseppe Moretti hasta noviembre de 2014 y, desde entonces, por siete años, por el padre Scalese.

Las monjas, expuestas y asustadas

Y con el retorno de los talibanes, esta historia ahora se cierra. "Solo el primer día, entre el 15 y el 16 de agosto, cuando no se sabía que podría ocurrir, tuve un poco de preocupación -comentó Scalese-. Pero ya al día siguiente, estando dentro de la embajada, estaba tranquilo. Fuera de las puertas de nuestra representación diplomática estaban los talibanes que si hubieran podido nos habrían hecho mal. Pero no sucedió absolutamente nada".

"Estaba preocupado por demás por las monjas de la Caridad que, en cambio, permanecieron en sus casas y estaban más expuestas y asustadas -explicó-. En todo este tiempo que permanecimos en Kabul en espera de embarcarnos nunca nos sentimos solos, tanto la Iglesia -estaban en continuo contacto con la Secretaría de Estado- como las instituciones italianas, estaban cerca. El Papa estaba interesado en el caso y lo seguía. Continuamos rezando por Afganistán. No abandonamos a este país y su sufrido pueblo".



"Conseguir salir no fue fácil -narró el padre barnabita-. Algunos días hicimos un intento pero sin éxito. Acercarse al aeropuerto era muy peligroso. Para darse cuenta bastaba observar las imágenes televisivas que llegaban desde el aeropuerto de Kabul. Un día llegamos a solo 50 metros del ingreso y quedamos bloqueados por más de una hora antes de retornar porque la situación se estaba descontrolando".

"Pudimos atravesar el ingreso solo la otra noche. No fue fácil transitar en medio de tanta gente y la enorme tensión", puntualizó

Los talibanes, entre otras cosas, "habían emitido un aviso que cerraban las vías hacia el aeropuerto a los afganos, permitiendo solo el pasaje de extranjeros. Apenas llegamos embarcamos en un vuelo militar que después de una escala en Kuwait, llegó a Roma. En Kabul la situación parece tranquila, los problemas son el aeropuerto", precisó el religioso.

Acerca de la posibilidad de un diálogo con los talibanes, el padre barnabita invocó "un poco de realismo", explicando que no se pueden asumir posiciones intransigentes. "Sirve dialogar para buscar obtener determinados resultados. Un cierre total, ¿a qué no podría llevar? Y sobre todo, ¿quién pagaría los platos rotos? El pueblo afgano, ningún otro", concluyó.

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