"Diálogo, implicación, discernimiento en común,  participación, corresponsabilidad. No deben ser solo palabras" Luis Marín, OSA: "Caminemos sin miedo a cambiar lo que sea preciso, siempre con humildad,  coherencia y valentía"

Luis Marín, OSA, en su consagración episcopal
Luis Marín, OSA, en su consagración episcopal Alberto amore loi/Agustinos

"Vivimos una época difícil. Desde hace tiempo (demasiado tiempo) toda nuestra existencia parece marcada por la pandemia Covid-19. Y también nos afecta hoy"

"Encontrarme contigo ha  sido y es el mejor regalo: no eres una idea, un recuerdo, un mandato o una actividad.  Eres una persona con la que me relaciono. Tú llenas mi vida de sentido: Dios con  nosotros, Dios conmigo"

"Mi servicio pastoral es a toda la Iglesia, a todos  los cristianos que la conforman; aún más: a cada ser humano llamado por Dios a la  felicidad plena"

"La vocación no es una tarea individualista, sino comunitaria: en la Iglesia y por la  Iglesia. Familia de Dios, Iglesia Sinodal"

Queridos hermanos y hermanas: 

Vivimos una época difícil. Desde hace tiempo (demasiado tiempo) toda nuestra existencia parece marcada por la pandemia Covid-19. Y también nos afecta hoy. Las  dos personas con las que formo equipo en la coordinación de la Secretaría del Sínodo,  el cardenal Mario Grech y sor Nathalie Becquart no han podido estar presentes. Sor  Nathalie ha resultado positiva por Covid y al cardenal le han indicado la necesidad de  guardar cuarentena preventiva. Y así otros. Estas circunstancias, que trastocan nuestros  planes, nos hacen ser más humildes, más agradecidos y más solidarios. 

Son, sin duda, tiempos complicados, pero encontramos también muchos signos de vida, muchos motivos por los que dar gracias hoy, ahora. Por eso, estas palabras quieren ser un himno de agradecimiento a Dios; no un discurso, sino una oración sencilla, confiada, con la que dar voz a los muchos sentimientos que brotan del alma,  en este momento tan importante para mí, vivido con profundo agradecimiento.

Sí, gracias, Señor, por la vida y por tu presencia en ella: por buscarme, por elegirme,  por amarme. Soy consciente de que nada de lo que he recibido es mérito mío. Nada.  Todo es regalo tuyo, todo es gracia. Por eso “proclama mi alma la grandeza del  Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” (Lc 1, 56-47). Ojalá mi vida sea  siempre un himno de agradecimiento y alabanza. Me has llamado a la existencia; no  soy producto del azar, de la casualidad; hay una orientación y un sentido. Por eso no  debo acostumbrarme a estar vivo, sino celebrar la singularidad de este acontecimiento.  Existo, y he sido llamado a ser feliz, a serlo en plenitud. Soy opción de felicidad y de  alegría, porque soy elección de amor. Gracias, Señor, por mis padres, José Luis y  María Pilar, sencillos y buenos, que me cuidaron, me dieron excelente ejemplo y ahora  me protegen desde el Cielo. 

Bula nombramiento Mons. Marín
Bula nombramiento Mons. Marín

Junto a la vida, gracias, Señor, por el don maravilloso de la fe. Encontrarme contigo ha  sido y es el mejor regalo: no eres una idea, un recuerdo, un mandato o una actividad.  Eres una persona con la que me relaciono. Tú llenas mi vida de sentido: Dios con  nosotros, Dios conmigo. Te has hecho presente a lo largo de mi historia. Y me has  revelado la realidad más sorprendente, asombrosa y maravillosa de todas: Dios existe,  infinito, omnipotente y eterno; y este Dios es amor que se dona, que se entrega de  forma gratuita y total. Sin méritos por nuestra parte, sin merecimientos. Que yo, pobre  criatura, un instante fugaz en el espacio y en el tiempo, pero infinitamente, locamente,  amado por Dios, tenga la humildad necesaria para acoger tan extraordinario regalo,  Señor, para abrirte de par en par las puertas de mi corazón, de mi alma, de mi vida  entera. Ciertamente, es una realidad que me conmueve en lo más profundo: Dios se da  y lo hace de forma incondicionada, como opción previa a cualquier posible respuesta. 

Y gracias, Señor, por la vocación, por tu llamada, por mostrarme que el camino de mi  felicidad se realiza en la vida consagrada y en el servicio sacerdotal. Yo soy  fundamentalmente un agustino. No se trata de un rasgo de separación, sino de  inclusión, el carisma que debo aportar en mi servicio en la Iglesia. La Orden de San  Agustín es mi hogar. Y me configura. Por tanto vaya hoy también mi agradecimiento a  todos mis hermanos agustinos, representados por el Prior General, P. Alejandro Moral. 

Gracias de corazón, queridos hermanos y hermanas. Siempre, dondequiera que esté,  procuraré y me empeñaré en tener con vosotros una sola alma y un solo corazón en  camino hacia Dios (cf. San Agustín, Regla 1, 3). Gracias. Dios os bendiga. 

El ministerio sacerdotal, antes como presbítero y ahora como obispo, lo entiendo y lo  asumo como lo que es: servicio. Me he sentido llamado al sacerdocio desde muy  pronto; mi vocación se fue perfilando poco a poco, de forma serena pero decidida.  Señor Jesús, tú me has hecho testigo de tu amor. Porque de eso se trata: de dar la vida  por amor en cada momento. Amor como el tuyo. Dar la vida como tú. En libertad. Hoy  tengo muy presentes las certeras palabras del querido Papa San Juan XXIII: “Solo  quien pone su propio yo bajo la suela de sus zapatos puede ser un hombre libre”. 

Ahora me regalas la plenitud del sacerdocio, la plenitud del servicio. Me consagras por  el don del Espíritu Santo para servir a tu Pueblo en humildad y fidelidad. Me insertas  en la sucesión apostólica, en el Colegio Episcopal. Soy obispo titular y esto me abre a  la universalidad de la Iglesia. No tengo un grupo concreto de fieles del que ser pastor,  no soy obispo de una Iglesia particular. Creo que esta realidad me exige dilatar los  espacios del alma, ampliar horizontes. Mi servicio pastoral es a toda la Iglesia, a todos  los cristianos que la conforman; aún más: a cada ser humano llamado por Dios a la  felicidad plena. 

Efectivamente, hoy me has preguntado de nuevo: "Luis, ¿me amas?" Porque solo el  amor es importante, solo el amor es la respuesta, solo el amor permanece. Deus caritas  est (cf. 1 Jn 4, 16). Por eso mi vida y mi servicio episcopal no son sino una historia de  amor. "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero" (Jn 21, 17). 

Anillo de Luis Marín
Anillo de Luis Marín

Hubo un tiempo en el que te preguntaba: ¿Por qué me has elegido? ¿Por qué yo? Tan  frágil e insuficiente. No te pregunto ya. Solo te sigo. Pero no en la distancia, sino a tu  lado. Por favor, pon tu mano en la mía, pon tu brazo sobre mis hombros. Vamos  juntos. Tengo necesidad de ti, porque tú eres el centro. “Esto sólo sé: que me va mal  lejos de ti, no solamente fuera de mí, sino aun en mí mismo; y que toda abundancia mía que no es mi Dios, es indigencia” (San Agustín, Confesiones 13, 8, 9). Siempre  juntos, Señor; siempre contigo. 

Soy un peregrino que camina en el tiempo hacia la Patria del Cielo. Pero no estoy solo.  La vocación no es una tarea individualista, sino comunitaria: en la Iglesia y por la  Iglesia. Familia de Dios, Iglesia Sinodal. Puedo decir que amo a la Iglesia  apasionadamente. Quisiera acariciarla en cada rostro, abrazarla en los necesitados,  poner bálsamo en sus heridas, asumir gozoso su variedad en la unidad, compartir y  proclamar la Buena Noticia de Cristo que nos convoca y nos une. Aquí, hoy, en este  momento solemne y crucial de mi vida, con toda la fuerza de la que soy capaz, reitero  mi total y absoluta disponibilidad para servir a la Iglesia en lo que necesite y en donde  me necesite. Aseguro mi fidelidad, obediencia y oración al Sucesor de Pedro, el Papa  Francisco. Y mi comunión y fraternidad con mis hermanos obispos. 

La tarea que se me ha encomendado es muy hermosa y, al mismo tiempo, compleja y  de una gran exigencia: colaborar en la preparación, desarrollo y actuación del Sínodo  de los Obispos, estar disponible para acompañar los procesos sinodales y, sobre todo,  promover la Sinodalidad en la Iglesia: diálogo, implicación, discernimiento en común,  participación, corresponsabilidad. No deben ser solo palabras, sino realidades en todos  los ámbitos eclesiales. Recordemos que "Sínodo", etimológicamente, significa  "camino que se hace juntos; caminar juntos". Y esto debemos testimoniarlo en el  estilo, en las opciones y en las decisiones, comenzando por uno mismo, comenzando  por mí mismo. Sin miedo a cambiar lo que sea preciso, siempre con humildad,  coherencia y valentía. Esta es la clave de la necesaria renovación: la de la autenticidad  como cristianos. 

Luis Marín, OSA, entrando en la catedral
Luis Marín, OSA, entrando en la catedral

Por último, gracias también, Señor, de forma muy especial, por el regalo de la amistad,  por las personas que pones en mi vida. Mi agradecimiento al cardenal Carlos Osoro,  pastor de esta archidiócesis de la que procedo, en extremo generoso conmigo; muchas  gracias al cardenal Carlos Amigo, siempre amable y disponible; a mi querido hermano  el obispo Manuel Herrero; a los obispos que habéis sido hoy instrumento y cauce del Espíritu; a los sacerdotes y laicos que participáis en esta Eucaristía; a las personas que  tanto y tan generosamente habéis ayudado en la organización y desarrollo de este acto;  a todos con los que tengo la fortuna de colaborar en la Secretaría del Sínodo,  comenzando por el cardenal Mario Grech, fraterno y cercano, del que tanto aprendo.  Gracias de corazón. Y gracias a cada uno de vosotros, familiares y amigos. Los  presentes y los ausentes. También a quienes acercáis distancias a través de las redes  sociales o de la televisión. Me siento muy acompañado. Gracias a todos los que me  ayudáis en el discernimiento de la voluntad de Dios y me sostenéis en mis tareas y  responsabilidades; a todos los que compartís mi vida y sois rostro y presencia de Dios  misericordioso. Yo no sería sin vosotros. Gracias por quererme. Solo os pido que me  hagáis siempre un lugar en vuestro corazón (cf. 2 Cor 7, 2). 

Queridos hermanos y hermanas: celebramos la Pascua del Señor, el paso de la muerte  a la vida. La Resurrección de Jesús ilumina las tinieblas, disipa los miedos y lleva el gozo a los corazones. Sí, él nos regala su paz, derrama el Espíritu sobre nosotros y nos  envía a ser sus testigos (cf. Jn 20, 19-31), llenos de entusiasmo, desde la identificación  con él, es decir, desde la perspectiva de la santidad. Así pues, con el ánimo renovado,  continuamos juntos el camino como Iglesia, en este tiempo y en estas particulares  circunstancias de la Historia, implicados en nuestro mundo como respuesta viva y  concreta a sus retos, a sus necesidades. Y lo hacemos, ciertamente, con inmensa  esperanza, orientados hacia la luz, hacia la verdadera alegría. Amén. 

+ Luis Marín de San Martín, OSA 

Obispo titular de Suliana 

Subsecretario del Sínodo de los Obispos

  • Alocución al final de la ordenación episcopal

Por una Iglesia mejor informada
Volver arriba