El cardenal Semeraro preside la celebración María Lorenza Longo, nacida en la segunda mitad del siglo XV, hoy beata en Nápoles

Hospital de los 'incurables'
Hospital de los 'incurables'

Se puede decir que en su vida vivió todas las vocaciones, siguiendo siempre el soplo del Espíritu Santo

Esta mañana, en la catedral de Nápoles, la misa de beatificación de esta noble mujer que hizo de su vida una cuestión de entrega a Dios

En su homilía, el cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, destacó la armonía de María Lorenza Longo entre la contemplación y la acción al servicio de los más pequeños

(Vatican News).- El año de nacimiento de Maria Lorenza Longo no se conoce con precisión, probablemente fue en 1463. De origen catalán, pertenecía a una familia noble de Lérida. Se casó con Juan Llonc, regente del Consejo de Aragón, a una edad muy temprana, quizás a los dieciséis años. Una bebida envenenada le paralizó las piernas, pero tras enviudar, se curó durante una peregrinación al santuario de Loreto. De vuelta a Nápoles, decidió dedicarse por completo a las obras de caridad, fundando en 1519 el Hospital para los llamados "incurables", es decir, los enfermos de sífilis. Más tarde, María Lorenza también quiso ocuparse de las prostitutas, creando una comunidad de "convertidas" y abriendo un monasterio. Junto con algunas mujeres que se habían unido a ella, decidió fundar una nueva institución de clausura de franciscanas contemplativas. El 19 de febrero de 1535 obtuvo el permiso del Papa Pablo III para construir un monasterio para ellos "bajo la regla de Santa Clara". La fecha de su muerte también es incierta, pero parece que tuvo lugar en octubre de 1539.

El hospital de los incurables fundado por Maria Lorenza Longo

El hospital de los incurables fundado por Maria Lorenza Longo

Semeraro: una mujer "portadora de Cristo" 

La palabra del Señor debe ser leída, escuchada, alabada, pero también debe ser observada. Así lo subrayó el cardenal Marcello Semeraro en la homilía de la misa de beatificación de María Lorenza Longo que, según el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, experimentó en su interior la "fuerza generadora de la Palabra escuchada y vivida". En la catedral de Nápoles se encuentran las clarisas capuchinas del monasterio conocido como "delle Trentatré", una orden fundada por ella, y hermanas de otras comunidades. El cardenal la describió como "una mujer para todas las vocaciones": 

“Fue esposa, madre, laica consagrada a la caridad, monja contemplativa y en todos estos "estados" de su vida estuvo siempre a la escucha de la voz de Dios, que la llamaba a ser "portadora de Cristo".”

Busto de Maria Lorenza Longo

Busto de Maria Lorenza Longo

Escuchar la voz del Espíritu

Constantemente trataba de entender cómo podía realizar el plan de Dios en su propia vida. María Lorenza Longo "fue una esposa fiel y una madre solícita", continuó el cardenal Semeraro, contando que cuando su marido partió hacia Nápoles, como miembro del Consejo Colateral del Virreinato tras el rey Fernando el Católico, María Lorenza le siguió incluso en su difícil estado físico, para apoyarle en el desempeño de sus funciones. Habiéndose quedado viuda, confiando en Dios incluso en esas circunstancias, se puso "al servicio de la caridad". Fundó "el Hospital de los Incurables" no sólo para asistir a "los últimos de los últimos", sino también para acompañar a los marginados al encuentro con Cristo.

La fundación de las Clarisas Capuchinas

El prefecto describe a continuación otra etapa fundamental en la vida de Maria Lorenza Longo:

“Entonces hizo la elección de la vida contemplativa para ella y otras hermanas: "las Treinta y Tres", que se convirtieron en seguidoras del Poverello de Asís y de Clara, su "pequeña plantita". La fecundidad de esta elección se puede comprobar todavía hoy: hoy hay más de 2.000 clarisas capuchinas en más de 150 monasterios.”

Su último empeño fue el fuerte apoyo que prestó a la fundación del "Monasterio de la Convertida", iniciando así "la curación de una gran lacra social".

Humildad y fe combinadas con obras

El cardenal Semeraro destacó la "armoniosa composición en su vida de la contemplación y la acción", "la íntima correspondencia entre la fe y la vida" y la humildad que la llevó a "dejar siempre la última palabra a Dios". Y concluye:

“Nuestra Beata, con sus opciones de vida, imitó tanto a Marta como a María y al final de su vida, en su lecho de muerte, dijo: "Hermanas, os parece que he hecho grandes obras de bien; pero yo en nada confío, sino todo en el Señor". Luego, mostrando la punta de su dedo meñique, dijo: "¡La fe me ha salvado!”

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