"Los llevo en el corazón. Ďakujem všetkým! [¡Gracias a todos!]" El Papa, en la misa conclusiva de su visita a Eslovaquia: "No se trata de ser hostiles al mundo, sino 'signos de contradicción' en el mundo"

El Papa, en la misa conclusiva de su visita a Eslovaquia
El Papa, en la misa conclusiva de su visita a Eslovaquia

"El pueblo eslovaco acude con fe y devoción a este Santuario nacional de Šaštín, porque sabe que es Ella  la que nos da a Jesús"

"Podemos mirar a María como modelo de la fe. Y  reconocemos tres características de la fe: el camino, la profecía y la compasión"

"María prefirió a la seguridad de una religiosidad tranquila, el riesgo de  una fe que se pone en juego, haciéndose don de amor para el otro"

"Cristianos que saben mostrar con su vida la belleza del Evangelio, que  son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se endurecen"

"Una fe que no se queda en lo abstracto, sino que penetra en la  carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad. Esta fe, con el estilo de Dios, humildemente y sin  clamores, alivia el dolor del mundo y riega los surcos de la historia con la salvación"

Tras un viaje intenso y que superó con creces tras su operación quirúrgica, el Papa Francisco quiso despedirse de Eslovaquia a los pies de María, en el Santuario Nacional de Šaštin, una basílica dedicada a Nuestra Señora de los Dolores a la que han peregrinado Juan Pablo II y Teresa de Calcuta. Y ante María pidió a la Virgen para los creyentes eslovacos y de todo el mundo "la gracia de que vuestra fe siempre siga en camino, tenga  el respiro de la profecía y sea rica de compasión". Sólo asi podrán "mostrar con su vida la belleza del Evangelio" y ser "tejedores de diálogo", sin "ser hostiles al mundo, sino 'signos de contradicción'".

Homilía del Papa en la explanada del Santuario nacional de la Bienaventurada Virgen María de los Siete Dolores Homilía del Santo Padre

En el templo de Jerusalén, los brazos de María se extienden hacia los del anciano Simeón, que  puede acoger a Jesús y reconocerlo como el Mesías enviado para la salvación de Israel. En esta escena  contemplamos quién es María: es la Madre que nos da al Hijo Jesús. Por eso la amamos y la veneramos.  Y el pueblo eslovaco acude con fe y devoción a este Santuario nacional de Šaštín, porque sabe que es Ella  la que nos da a Jesús. En el logo de este Viaje apostólico hay un camino dibujado dentro de un corazón  que está coronado por la cruz: María es el camino que nos introduce en el Corazón de Cristo, que ha dado  la vida por amor a nosotros. 

A la luz del Evangelio que hemos escuchado, podemos mirar a María como modelo de la fe. Y  reconocemos tres características de la fe: el camino, la profecía y la compasión. 

Santuario de Sastin

En primer lugar, la fe de María es una fe que se pone en camino. La joven de Nazaret, apenas  recibido el anuncio del Ángel, «se fue rápidamente a la región montañosa» (Lc 1,39) para ir a visitar y  ayudar a Isabel, su prima. No consideró un privilegio el haber sido llamada a convertirse en Madre del  Salvador, no perdió la alegría sencilla de su humildad por haber recibido la visita del Ángel, no se quedó  quieta contemplándose a sí misma entre las cuatro paredes de su casa. Al contrario, vivió el don recibido  como una misión a cumplir, sintió la exigencia de abrir la puerta y salir de su casa, dio vida y cuerpo a la  impaciencia con la que Dios quiere alcanzar a todos los hombres para salvarlos con su amor. Por eso  María se puso en camino. A la comodidad de la rutina prefirió las incertidumbres del viaje; a la  estabilidad de la casa, el cansancio del camino; a la seguridad de una religiosidad tranquila, el riesgo de  una fe que se pone en juego, haciéndose don de amor para el otro. 

También el Evangelio de hoy nos hace ver a María en camino, hacia Jerusalén, donde junto con  José su esposo presenta a Jesús en el templo. Y toda su vida será un camino detrás de su Hijo, como  primera discípula, hasta el Calvario, a los pies de la cruz. María camina siempre. 

Así, la Virgen es modelo de la fe de este pueblo eslovaco, una fe que se pone en camino, animada  siempre por una devoción sencilla y sincera, peregrinando siempre en busca del Señor. Y, caminando,  ustedes vencen la tentación de una fe estática, que se contenta con cualquier rito o tradición antigua, y en  cambio salen de ustedes mismos, llevan en la mochila las alegrías y los dolores, y hacen de la vida una  peregrinación de amor hacia Dios y los hermanos. ¡Gracias por este testimonio! Y, por favor, ¡sigan en  camino!  

La fe de María también es una fe profética. Con su misma vida, la joven de Nazaret es profecía de  la obra de Dios en la historia, de su obrar misericordioso que invierte la lógica del mundo, elevando a los  humildes y dispersando a los soberbios (cf. Lc 1,52). Representante de todos los “pobres de Yahvé”, que gritan a Dios y esperan la venida del Mesías, María es la Hija de Sion anunciada por los profetas de Israel  (cf. So 3,14-18), la Virgen que concebirá al Dios con nosotros, el Emmanuel (cf. Is 7,14). Como Virgen  Inmaculada, María es icono de nuestra vocación. Como Ella, estamos llamados a ser santos e  irreprochables en el amor (cf. Ef 1,4), siendo imagen de Cristo.  

Santuario de Sastin

La profecía de Israel culmina en María, porque Ella lleva en el seno a Jesús, la Palabra de Dios  hecha carne. Él realiza plena y definitivamente el designio de Dios. De Él, Simeón dijo a la Madre: «Este  niño está puesto para que muchos caigan y se eleven en Israel, y como un signo de contradicción» (Lc 2,34).  

No olvidemos esto: no se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida. Jesús es signo de  contradicción. Ha venido para llevar luz donde hay tinieblas, haciéndolas salir al descubierto y  obligándolas a rendirse. Por eso las tinieblas luchan siempre contra Él. Quien acoge a Cristo y se abre a Él  resurge, quien lo rechaza se cierra en la oscuridad y se arruina a sí mismo. Jesús les dijo a sus discípulos  que no había venido a traer paz sino una espada (cf. Mt 10,34). En efecto, su Palabra, como espada de  doble filo, entra en nuestra vida y separa la luz de las tinieblas, pidiéndonos que decidamos. Ante Jesús no  se puede permanecer tibio, con “el pie en dos zapatos”. Acogerlo significa aceptar que Él desvele mis  contradicciones, mis ídolos, las sugestiones del mal; y que sea para mí resurrección, Aquel que siempre  me levanta, que me toma de la mano y me hace volver a empezar. 

Santuario de Sastin

También Eslovaquia necesita hoy estos profetas. No se trata de ser hostiles al mundo, sino “signos  de contradicción” en el mundo. Cristianos que saben mostrar con su vida la belleza del Evangelio, que  son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se endurecen, que hacen resplandecer la vida fraterna  allí donde a menudo en la sociedad hay división y hostilidad, que difunden el buen perfume de la acogida  y de la solidaridad allí donde los egoísmos personales y colectivos predominan con frecuencia, que  protegen y cuidan la vida donde reinan lógicas de muerte. 

Por último, María es la Madre de la compasión. Su fe es compasiva. Aquella que se definió “la  sierva del Señor” (cf. Lc 1,38) y que, con materna solicitud, se preocupó de que no faltara el vino en las  bodas de Caná (cf. Jn 2,1-12), compartió con el Hijo la misión de la salvación, hasta el pie de la cruz. En  ese momento, en el angustioso dolor vivido en el Calvario, Ella comprendió la profecía de Simeón: «Y a  ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2,35). El sufrimiento del Hijo agonizante, que cargaba sobre sí  los pecados y los padecimientos de la humanidad, la atravesó también a Ella. Jesús desgarrado en la  carne, hombre de dolores desfigurado por el mal (cf. Is 53,3); María desgarrada en el alma, Madre  compasiva que recoge nuestras lágrimas y al mismo tiempo nos consuela, señalándonos la victoria  definitiva en Cristo. 

Y María Dolorosa al pie de la cruz simplemente permanece. Está al pie de la cruz. No escapa, no  intenta salvarse a sí misma, no usa artificios humanos y anestésicos espirituales para huir del dolor. Esta  es la prueba de la compasión: permanecer al pie de la cruz. Permanecer con el rostro surcado por las  lágrimas, pero con la fe de quien sabe que en su Hijo Dios transforma el dolor y vence la muerte.  

Y también nosotros, mirando a la Virgen Madre Dolorosa, nos abrimos a una fe que se hace  compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a  cargar cruces pesadas sobre sus hombros. Una fe que no se queda en lo abstracto, sino que penetra en la  carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad. Esta fe, con el estilo de Dios, humildemente y sin  clamores, alivia el dolor del mundo y riega los surcos de la historia con la salvación. 

Queridos hermanos y hermanas, que el Señor siempre les conserve el asombro y la gratitud por el  don de la fe. Y que María Santísima les obtenga la gracia de que vuestra fe siempre siga en camino, tenga  el respiro de la profecía y sea rica de compasión.  

Agradecimiento de Stanislav Zvolenský, Arzobispo Metropolitano de Bratislava, Presidente de la Conferencia Episcopal de Eslovaquia

Santo Padre, le agradezco en mi nombre y en el de toda la Iglesia católica de Eslovaquia la celebración de esta Santa Eucaristía en la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, nuestra querida Patrona. Es un honor y una alegría para este Santuario, para esta diócesis, pero también para toda nuestra nación. Estoy muy contento de que, guiados por usted, hayamos podido expresar nuestra gran devoción y amor por nuestra Madre celestial.

Gracias, Papa Francisco, que en medio de todos los compromisos, aceptaste generosamente la invitación, viniste a Eslovaquia, y te quedaste con nosotros también para celebrar la fiesta de Nuestra Señora de los Siete Dolores, "Sedembolestná", como la llamamos.

Pedro caminó por Eslovaquia. No sólo visitó nuestra capital, Bratislava, sino también Košice y Prešov. Y también hizo realidad nuestro sueño: pudimos conocerlo en Šaští. ¡Viva el Santo Padre! El Santo Padre recorrió los caminos de Eslovaquia para mostrarnos, con María y José, el camino que lleva a Jesús.

Arzobispo de Bratislava
Arzobispo de Bratislava

Gracias, Santidad, por recordarnos que debemos ocuparnos de los pobres, que no podemos ignorar a los que se quedan atrás y necesitan nuestra ayuda. Gracias por apoyarnos en el respeto mutuo, latinos y bizantinos que pertenecemos a la misma Iglesia católica. Gracias por reunirse con los representantes de la religión judía y de las Iglesias cristianas con las que todavía estamos tratando de restablecer la plena comunión.

Gracias por el encuentro con nuestros jóvenes: nos has abierto tu corazón de padre y nos has recordado la importancia de sorprendernos y de soñar. Gracias por todo esto, Santo Padre. Gracias porque nuestros hermanos y hermanas pudieron conocer a Pedro. Muchos de ellos fueron capaces de escuchar y pensar. Creo que has reavivado la llama de la fe en muchas personas: les has dado la oportunidad de pensar en Dios y en su relación con él. Estamos muy agradecidos por esta oportunidad, para toda la nación eslovaca.

Ahora nos corresponde a nosotros seguir manteniendo viva la llama, para que más personas conozcan y amen al Señor Dios, y se preocupen por el prójimo.

Santidad, le rogamos que nos tenga en su corazón incluso después de su regreso al Vaticano: ¡recuerde que nos ha recordado! Presenta Eslovaquia a Dios en tus oraciones y bendícenos a menudo. Y sepa que en Eslovaquia hay muchos niños devotos que suelen cantar al Señor: "Živ, Bože, Otca Svätého, námestníka Kristovho!" (¡Viva y sea bendito el Santo Padre, Vicario de Cristo!)

Saludo del Papa al terminar la eucaristía

Queridos hermanos y hermanas: Ha llegado el momento de despedirme de vuestro país. En esta Eucaristía he dado gracias a Dios, que me ha permitido estar entre ustedes y concluir mi peregrinación en el abrazo devoto de vuestro pueblo, celebrando juntos la gran fiesta religiosa y nacional de la Patrona, la Virgen Dolorosa.

Queridos hermanos obispos, les agradezco de corazón la preparación y la acogida. Renuevo mi gratitud a la señora Presidenta de la República y a las autoridades civiles. Y agradezco a todos los que han colaborado de diversas maneras, sobre todo con la oración. Los llevo en el corazón. Ďakujem všetkým! [¡Gracias a todos!]

Papa, en Eslovaquia

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