Católicos y ortodoxos rezan juntos el Padre Nuestro en la catedral ortodoxa de Bucarest El Papa implora por la unidad "sin sospechas y sin distancias, sin forzar y sin uniformar, en la convivencia de las diferencias reconciliadas"

Francisco y Daniel, junto a un icono de San Andrés
Francisco y Daniel, junto a un icono de San Andrés

“Que Rumania siempre pueda ser hogar de todos, tierra de encuentro, jardín donde florezca la reconciliación y la comunión”

Invita a "renunciar a las cómodas seguridades del poder, a las engañosas seducciones de la mundanidad, a las vanas presunciones de creernos autosuficientes, a la hipocresía de guardar las apariencias"

Es, como la propia Iglesia, un edificio en construcción. La nueva catedral ortodoxa de Bucarest acogió hoy un solemne y ecuménico rezo del Padre Nuestro, la oración de todos los cristianos. Una oración sencilla y humilde, válida para todos, y que simboliza el deseo de unidad de católicos y ortodoxos.

Una unidad, como pidió en su reflexión Bergoglio, "sin sospechas y sin distancias, sin forzar y sin uniformar, en la convivencia de las diferencias reconciliadas". Una oración que retumbó más allá de los muros de la catedral de San Andrés.

"¡Cristo ha resucitado!", clamaron al unísono Daniel y Bergoglio en el templo. Así lo quiso definir Francisco al comienzo de sus palabras: “Quisiera expresarles mi gratitud y mi emoción al encontrarme en este templo santo, que nos reúne en unidad”. Todo empezó con un anuncio, llevado a cabo por el patriarca: el permiso para rezar en latín, como signo de hospitalidad rumana, en la catedral. Un nuevo paso.

Todas sus palabras giraron en torno a una única: unidad. “La llamada de uno de ellos no está completa sin la de su hermano”, dijo el Papa. “Hoy queremos elevar, los unos junto a los otros, desde el corazón de este país, la oración del Padrenuestro. En ella está contenida nuestra identidad de hijos y, hoy de manera particular, de hermanos que rezan uno al lado del otro”.

Codo con codo, Francisco y Daniel personificaban esa unidad tan ansiada, en un país que tiene mucho por construir. “Que Rumania siempre pueda ser hogar de todos, tierra de encuentro, jardín donde florezca la reconciliación y la comunión”, pidió Francisco.

"Padre" y "nuestro"

“Cada vez que decimos 'Padre nuestro' -explicó Bergoglio- reiteramos que la palabra Padre no puede ir sin decir nuestro”. Es una invitación, la invitación de Dios a que “lo mío se transforme en nuestro y se haga oración”.

“Ayúdanos, Padre, a tomar en serio la vida del hermano, a hacer nuestra su historia. Ayúdanos a no juzgar al hermano por sus acciones y sus límites, sino a acogerlo sobre todo como hijo tuyo. Ayúdanos a vencer la tentación de sentirnos como hijos mayores, que a fuerza de estar en el centro se olvidan del don que es el otro”, oró Francisco.

Alzando sus ojos al cielo, el Papa pidió “aquella concordia que en la tierra no hemos sabido custodiar”, con un sentido recuerdo a tantos que han “creído, amado y sufrido mucho, incluso en nuestros días, por el simple hecho de ser cristianos”.

Reconocer a Dios en el hermano

“Que sea tu nombre, Señor, y no el nuestro el que nos mueva y despierte a vivir la caridad”, pidió el Papa, quien invitó a “reconocer (a Dios) en la persona del hermano que nos has puesto al lado tu vivo reflejo”.

Y a intentar hacerlo vivo hoy, pese a que “las dinámicas del mundo no lo facilitan”. “Dinámicas orientadas por la lógica del dinero, de los intereses, del poder”, lamentó. “Cuando nos encontramos sumergidos en un consumismo cada vez más desenfrenado, que cautiva con resplandores deslumbrantes pero efímeros, ayúdanos, Padre, a creer en lo que imploramos: a renunciar a las cómodas seguridades del poder, a las engañosas seducciones de la mundanidad, a las vanas presunciones de creernos autosuficientes, a la hipocresía de guardar las apariencias”.

Frente a la cerrazón, el Papa pidió a Dios “ampliar nuestros horizontes para no reducir a nuestros límites tu misericordiosa voluntad de salvación, que quiere abrazar a todos”.

Raíces comunes

“Padre, mientras nos das el pan de cada día, alimenta en nosotros el anhelo por nuestro hermano, la necesidad de servirlo. Pidiéndote el pan de cada día, te imploramos también el pan de la memoria, la gracia de que fortalezcas las raíces comunes de nuestra identidad cristiana, indispensables en este tiempo en el que la humanidad, y las jóvenes generaciones en particular, corren el riesgo de sentirse desarraigadas en medio de tantas situaciones líquidas, incapaces de cimentar la existencia”, imploró Francisco.

“Que el pan que pedimos, con su larga historia, que va desde la siembra hasta la espiga, de la cosecha hasta la mesa, nos inspire el deseo de ser pacientes cultivadores de comunión, que no se cansan de hacer germinar semillas de unidad, de dejar crecer el bien, de trabajar siempre al lado del hermano: sin sospechas y sin distancias, sin forzar y sin uniformar, en la convivencia de las diferencias reconciliadas”, insistió.

Junto a ello, el pan “también es el pan del que muchos carecen cada día, mientras que unos pocos poseen lo superfluo”. “Ayúdanos a tener hambre de darnos. Recuérdanos, cada vez que rezamos, que para vivir no tenemos necesidad de conservarnos, sino de partirnos; de compartir, en vez de atesorar; de sustentar a los demás, en lugar de saciarnos a nosotros mismos, porque el bienestar es tal si pertenece únicamente a todos”, culminó.

El Papa y Daniel, en la catedral ortodoxa
El Papa y Daniel, en la catedral ortodoxa

Dejar atrás el pasado y abrazar juntos el presente

Finalmente, recordó que “cada vez que rezamos pedimos que nuestras ofensas sean perdonadas. Se necesita valor, porque al mismo tiempo nos comprometemos a perdonar a los que nos han ofendido”. “Debemos, por tanto, encontrar la fuerza para perdonar de corazón al hermano como tú, Padre, perdonas nuestros pecados, para dejar atrás el pasado y abrazar juntos el presente”.

“Ayúdanos, Padre, a no ceder al miedo, a no ver la apertura como un peligro; a tener la fuerza para perdonarnos y caminar, el valor de no contentarnos con una vida tranquila, y a buscar siempre, con transparencia y sinceridad, el rostro del hermano”.

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