“Es hora de que la violencia contra las mujeres se detenga y de que se las respete y no se las trate como mercancías” El Papa, en Asís: “Ya es hora de que los pobres vuelvan a tener la palabra, porque durante demasiado tiempo sus demandas no han sido escuchadas”

El Papa, en Asís
El Papa, en Asís

Esta es la enseñanza que nos da San Francisco: saber contentarse con lo poco que tenemos y compartirlo con los demás

No olvidemos que la primera marginación que sufren los pobres es la espiritual

Esta es la expresión más evangélica que estamos llamados a hacer nuestra: la acogida. Acoger significa abrir la puerta, la de la casa y la del corazón, y dejar entrar a los que llaman

Para no hacer un serio examen de conciencia sobre los propios actos, sobre la injusticia de ciertas leyes y medidas económicas, sobre la hipocresía de los que quieren enriquecerse sin medida, se echa la culpa a los más débiles.

Es uno de los lugares emblemáticos de su pontificado, el Asís de San Francisco, el santo del 'repara mi Iglesia'. Y el Papa Francisco regresa por quinta vez a uno de los iconos de su pontificado, para encontrarse con 550 pobres de diferentes organizaciones caritativas, procedentes de toda Europa, ('la carne de Cristo') colocados en el frontispicio de su programa. Para escucharlos, acariciarlos y rezar con ellos. Un encuentro anticipado con motivo de la 5ª Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará el domingo 14 de noviembre de 2021.

En el arco de la basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, que alberga la Porciúncula -la antigua iglesia que San Francisco reparó obedeciendo las palabras del Crucifijo de San Damián- ondea una gran pancarta con el logotipo y el lema de la Jornada: "A los pobres los tienen siempre con ustedes".

A su llegada, el Santo Padre se dirige a saludar a las Clarisas y, después, en el atrio de la basílica de Asís, va saludando a niños, y familias, que lo esperan. Y se detiene con calma a escuchar a algunos emigrantes, que le cuentan sus casos y sus penas. A la entrada de la basílica es acogido por monseñor Fisichella, los responsables franciscanos, obispos de la zona y autoridades.

El eritreo que entregó el bastón del peregrino al Papa

A continuación, tres pobres le dirigen unas palabras de bienvenida y entregan simbólicamente al Papa Francisco la capa y el bastón de peregrino, indicando que todos han venido como peregrinos a los lugares de San Francisco para escuchar su palabra.

El Santo Padre entra en la Basílica, le entregan un ramo de flores, saluda a más gente y a los enfermos y se dirige a la Porciúncula, donde se detiene en oración durante unos minutos y deja el ramo de flores en el altar. Terminada la oración, Francisco sale de la Porciúncula y se sienta en su sede, para escuchar algunos testimonios.

Papa saluda a la familia francesa
Papa saluda a la familia francesa

El primero, el de una joven familia francesa, que se presenta como una familia misionera en un barrio pobre de París, de la mano de la Asociación Misericordia, que nació de una de las primeras declaraciones de Francisco, cuando, al comienzo de su pontificado, aseguró que “la misericordia cambia el mundo”.

El testimonio de un español, Sebastián del Valle, que vive en Toledo. El pequeño de cinco hermanos, recuerda el rosario rezado con su abuela. En la juventud fue un chico violento, que terminó en el tráfico de drogas a los 15 años. “Cada vez iba peor y entré en prisión”. “Terminé en la calle hasta que un sacerdote me dijo: 'Te voy ayudar'. Don Santiago Conde, de Mora, me llevó hasta el centro de personas sin hogar en Toledo, donde me sentí acogido durante la pandemia...y después de muchos años, volví a sentir el abrazo de Dios”. “La experiencia de saber que Dios me cuida y me ama me sobrepasa”. “En Emaús, supe que Dios es mi amigo”.

Sebastián del Valle
Sebastián del Valle

Tras una canción, un testimonio de un francés, Gabriel, de París, de la Asociación para la Amistad. “Gracias, Papa Francisco, por ser nuestro amigo y nuestro hermano”. “Venía de una familia atea, per a los 60 años me bauticé y Jesús me transformó”.

El siguiente testimonio es un polaco, Sebastián, de 37 años. Muy joven, se metió en la droga y en el alcohol y perdió “el respeto hacia mí mismo y hacia los demás”. “Desde el 2007 soy un sintecho, hasta que ma ayudaron los voluntarios del Padre Pío”. “Supliqué a Dios una nueva vida y me la dio”. “Antes me odiaba, hoy quiero cambiar mi vida”.

Testimonio de Farzana Razavi, refugiada afgana en Italia

“Hola a todos: Me llamo Farzaneh y soy de Afganistán, nacida y criada en una tierra que seguro que conocéis muy bien. Nací en la insegura provincia de Ghazni y crecí en una sociedad patriarcal y misógina que bloqueó mis sueños y aspiraciones, lo que jugó un papel importante para mí. Ahora estoy aquí en Italia para levantarme con firmeza y seguir adelante. Dejé mi patria, pero mi alma está allí, estoy aquí físicamente, pero estoy con las chicas de la residencia de la Universidad de Kabul que estos días no pueden ir a la universidad y elegir por sí mismas, comprar el pan, ir a la panadería y divertirse. Estoy preocupado por mi familia y no sé cómo están estos días. Mi vida en mi país estaba en peligro por varias razones. Soy hija de chiítas.

Farzana
Farzana

Agradezco a la Iglesia italiana que nos haya ayudado y salvado la vida. Sin embargo, estoy aquí en Italia, un hermoso país cuya civilización y fútbol conozco desde hace mucho tiempo. A pesar de ello, Afganistán ha sido derrocado por los talibanes, pero yo estoy aquí y he empezado una nueva vida y trataré de ser una persona útil y eficaz para mí, mi familia e Italia. Por otro lado, la pobreza y el hambre se cobran la vida de millones de personas. Espero y deseo que el mundo adopte un enfoque global para resolver este problema y no deje solo al pueblo afgano. Agradezco a Arca del Mediterráneo y a Cáritas de Foligno que nos ayuden y se hagan cargo de nuestros problemas".

Tras una pausa de 10 minutos, nuevos testimonios. El primero de otra familia de refugiados afganos, al que los talibanes mataron a su hijo: Qader y Abdul Razaq.

Refugiados afganos
Refugiados afganos

“Buenos días, me llamo Abdul y estoy aquí en Italia con mi esposa Salima. Estamos muy contentos de estar en Italia y agradecemos al gobierno italiano que nos haya salvado. Somos felices aquí en Foligno y agradecemos a Cáritas que nos ayude con los documentos. Gracias por la bienvenida, por la casa y por todo lo que necesitamos. Gracias a los operadores y a todo el personal de Cáritas que está cerca de nosotros. Se lo agradecemos especialmente porque nos tratan como a sus padres y a nosotros como a sus hijos. Estamos muy preocupados por una parte de nuestra familia que sigue en Afganistán y por un hijo que está refugiado en Turquía y nos gustaría que nos ayudaran a salvarlos también. Somos una familia que ha trabajado con el ejército italiano y estamos preocupados por ellos. Gracias a todos”.

El Papa consuela a la madre rumana
El Papa consuela a la madre rumana

A continuación, el testimonio de una madre rumana en silla de ruedas, con un síndrome doloroso y devastador. Con más de diez intervenciones sin resultados. “No tengo ingresos, ni para mí ni para mis dos hijos...Rezo a Dios que me de salud y fuerza para criar a mis hijos, que son como ángeles para mí y nunca me abandonaron, a pesar de mi enfermedad y de mi dolor, que sólo soporto con una dosis de morfina de caballo...”

Tras acercarse a la madre rumana, que lloraba, y consolarla, el Papa tomó la palabra.

Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Gracias por haber aceptado mi invitación para celebrar aquí, en Asís, la ciudad de San Francisco, la quinta Jornada Mundial de los Pobres, que se celebra pasado mañana. Asís no es una ciudad como las demás: Asís lleva el rostro de San Francisco. Pensar que fue en estas calles donde vivió su inquieta juventud, donde recibió la llamada a vivir el Evangelio al pie de la letra, es una lección para nosotros, lección fundamental para nosotros. Por supuesto, en cierto modo su santidad nos hace temblar, porque parece imposible imitarle. Pero entonces, cuando recordamos ciertos momentos de su vida, esas "florecillas" que se recogieron para mostrar la belleza de su vocación, nos sentimos atraídos por esa sencillez de corazón y de vida: es el atractivo mismo de Cristo, del Evangelio. Son hechos de la vida que valen más que los sermones.

Me gusta recordar una, que expresa bien la personalidad del Poverello (cf. Fioretti, cap. 13: Fonti Francescane, 1841-1842). Él y el hermano Masseo habían partido hacia Francia, pero no habían traído provisiones. En algún momento tuvieron que empezar a pedir caridad. Francisco fue por un lado y el hermano Masseo por otro. Pero, como cuentan los Fioretti, Francisco era de baja estatura y quienes no lo conocían lo consideraban un "vagabundo", mientras que el hermano Masseo "era un hombre grande y apuesto". Así fue que San Francisco apenas logró recoger unos trozos de pan duro y rancio, mientras que el hermano Masseo recogió algunos buenos trozos de pan.

Papa, en Asís
Papa, en Asís

Cuando los dos se reunieron, se sentaron en el suelo y colocaron lo que habían recogido en una piedra. Al ver los trozos de pan recogidos por el fraile, Francisco dijo: "Hermano Masseo, no somos dignos de este gran tesoro". El fraile, asombrado, le contestó: "Padre Francisco, ¿cómo se puede hablar de tesoro cuando hay tanta pobreza y faltan hasta las cosas necesarias?". Francisco respondió: "Es precisamente esto lo que considero un gran tesoro, porque no hay nada, pero lo que tenemos nos lo da la Providencia que nos ha dado este pan". Esta es la enseñanza que nos da San Francisco: saber contentarse con lo poco que tenemos y compartirlo con los demás.

Estamos en la Porciúncula, una de las pequeñas iglesias que San Francisco pensó en restaurar, después de que Jesús le pidiera "reparar su casa". En aquel momento, nunca habría pensado que el Señor le pediría que diera su vida para renovar no la iglesia hecha de piedras, sino la de las personas, de los hombres y mujeres que son las piedras vivas de la Iglesia. Y si estamos hoy aquí es precisamente para aprender de lo que hizo San Francisco. Le gustaba pasar mucho tiempo en esta pequeña iglesia rezando. Se reunía aquí en silencio y escuchaba al Señor, lo que Dios quería de él.

Nosotros también hemos venido aquí para esto: queremos pedir al Señor que escuche nuestro clamor y venga en nuestra ayuda. No olvidemos que la primera marginación que sufren los pobres es la espiritual. Por ejemplo, muchas personas y jóvenes encuentran tiempo para ayudar a los pobres y llevarles comida y bebidas calientes. Esto es muy bueno y doy gracias a Dios por su generosidad. Pero sobre todo me alegro cuando oigo que estos voluntarios se paran a hablar con la gente, y a veces rezan con ellos... Así, nuestro estar aquí, en la Porciúncula, nos recuerda la compañía del Señor, que nunca nos deja solos, siempre nos acompaña en cada momento de nuestra vida. El Señor, hoy, está con nosotros. Nos acompaña en la oración y en los testimonios.

El Papa, en Asís
El Papa, en Asís

Hay otro hecho importante: aquí, en la Porciúncula, San Francisco acogió a Santa Clara, a los primeros frailes y a muchos pobres que acudían a él. Con sencillez los recibió como hermanos y hermanas, compartiendo todo con ellos. Esta es la expresión más evangélica que estamos llamados a hacer nuestra: la acogida. Acoger significa abrir la puerta, la de la casa y la del corazón, y dejar entrar a los que llaman. Y que se sientan a gusto, no asombrados. Donde hay un verdadero sentido de la fraternidad, hay también la experiencia sincera de la acogida. En cambio, donde hay miedo a los demás, desprecio por su vida, entonces nace el rechazo. La acogida genera un sentimiento de comunidad; el rechazo, por el contrario, se cierra en el propio egoísmo. A la Madre Teresa, que hizo de su vida un servicio a la hospitalidad, le gustaba decir: "¿Cuál es la mejor bienvenida? Una sonrisa. Compartir una sonrisa con alguien necesitado es bueno para ambos, para mí y para el otro. La sonrisa como expresión de simpatía, de ternura.

Os doy las gracias, porque habéis venido aquí desde tantos países diferentes para vivir esta experiencia de encuentro y de fe. Y dar gracias a Dios, porque, la jornada nació de una conversación con Etienne, en una sacristía, que me pidió que hiciese la Jornada de los pobres. Así comenzó, de la valentía de uno de vosotros.

Me gustaría dar las gracias por la presencia de un cardenal, que ha sufrido con dignidad la experiencia de la pobreza, del abandono. Y se defendió con el silencio y la oración. Gracias, cardenal Barbarin por su testimonio, que edifica la Iglesia.

Encontrarse es lo primero, es decir, ir hacia el otro con el corazón abierto y la mano tendida. Sabemos que cada uno de nosotros necesita al otro, e incluso la debilidad, si la experimentamos juntos, puede convertirse en una fuerza que mejore el mundo. A menudo, la presencia de los pobres se ve con fastidio y se aguanta; a veces oímos que son los pobres los responsables de la pobreza. Para no hacer un serio examen de conciencia sobre los propios actos, sobre la injusticia de ciertas leyes y medidas económicas, sobre la hipocresía de los que quieren enriquecerse sin medida, se echa la culpa a los más débiles.

La Porciúncula
La Porciúncula

Ya es hora de que los pobres vuelvan a tener la palabra, porque durante demasiado tiempo sus demandas no han sido escuchadas. Es hora de que abran los ojos y vean el estado de desigualdad en el que viven tantas familias. Es hora de arremangarse para recuperar la dignidad creando puestos de trabajo. Es hora de volver a escandalizarse ante la realidad de los niños hambrientos, esclavizados, náufragos, víctimas inocentes de todo tipo de violencia. Es hora de que la violencia contra las mujeres se detenga y de que se las respete y no se las trate como mercancías. Es hora de romper el círculo de la indiferencia y descubrir de nuevo la belleza del encuentro y del diálogo. Es tiempo del encuentro.

He escuchado atentamente sus testimonios, y les digo gracias por todo lo que han demostrado con valor y sinceridad. Valentía, porque habéis querido compartirlas con todos nosotros, aunque formen parte de vuestra vida personal; sinceridad, porque os mostráis tal y como sois y abrís vuestros corazones con el deseo de ser comprendidos. Hay algunas cosas que me han gustado especialmente y que me gustaría resumir de alguna manera, para hacerlas aún más mías y que se instalen en mi corazón.

En primer lugar, he captado una gran sensación de esperanza. La vida no siempre ha sido amable contigo, es más, a menudo te ha mostrado una cara cruel. La marginación, el sufrimiento de la enfermedad y la soledad, la falta de muchos medios necesarios no os han impedido mirar con ojos llenos de gratitud las pequeñas cosas que os han permitido aguantar.

Aguantar. Esta es la segunda impresión que he recibido y viene precisamente de la esperanza. ¿Qué significa resistir? Tener la fuerza para seguir adelante a pesar de todo, contracorriente. La resistencia no es una acción pasiva, al contrario, requiere el valor de emprender un nuevo camino sabiendo que dará sus frutos. Resistir significa encontrar razones para no rendirse ante las dificultades, sabiendo que no las vivimos solos sino juntos, y que sólo juntos podemos superarlas. Resistir toda tentación de abandonar y caer en la soledad o la tristeza. “Mi cuerpo está aquí, mi alma, allá”, como la chica afgana o como la mujer rumana, con tanto dolor y consolada por sus hijos.

Papa, en Asís
Papa, en Asís

Pidamos al Señor que nos ayude a encontrar siempre la serenidad y la alegría. Aquí, en la Porciúncula, San Francisco nos enseña la alegría que supone mirar a los que nos rodean como compañeros de viaje que nos comprenden y nos apoyan, igual que nosotros lo hacemos con él o ella. Que este encuentro abra los corazones de todos nosotros para ponernos a disposición de los demás, para hacer de nuestra debilidad una fuerza que nos ayude a seguir en el camino de la vida, para transformar nuestra pobreza en una riqueza a compartir, y así mejorar el mundo. Gracias a Etienne. Gracias, eminencia.

Gracias a todos. Os llevo en mi corazón. Y no os olvidéis de rezar por mí.

Tras el discurso del Papa, en el que recordó especialmente los testimonios de los pobres y el testimonio de silencio y dignidad del cardenal francés Barbarin, que renunció voluntariamente al arzobispado de Lyon, continúan los cantos y la oración, con una celebración de la Palabra.

El cardenal Barbarin, en Asís
El cardenal Barbarin, en Asís

Al final, el Papa regresó al Vaticano en helicóptero, mientras que los pobres fueron acogidos para el almuerzo por Su Excelencia Monseñor Domenico Sorrentino, Obispo de Asís-Nocera Umbra-Gualdo Tadino.

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