“La revolución de Jesús es la más grande de la historia y pasa del odio al amor por el enemigo, del culto a la lamentación a la cultura del don” El Papa, desde Bari, mira “al otro lado del mar” y pide que en Siria “silencien el ruido de las armas y escuchen los gritos de los pequeños e indefensos”

Misa del Papa en Bari
Misa del Papa en Bari

"Amados por Dios, estamos llamados a amar; perdonados, a perdonar; tocados por el amor, a dar amor sin esperar a que comiencen los otros"

"El mandamiento del amor no es una simple provocación, sino es el espíritu del Evangelio"

"El único extremismo cristiano es el del amor"

"Esta es la revolución de Jesús, la más grande de la historia: la que pasa del odio al amor por el enemigo, del culto a la lamentación a la cultura del don"

"Amar y perdonar es vivir como ganadores. En cambio, perderíamos, si defendiéramos la fe con la fuerza"

Tras la reunión con los obispos del 'Encuentro del Mediterráneo, frontera de paz', el Papa Francisco celebra la eucaristía en el Corso Vittorio Emanuele II de Bari. Bergoglio centró su homilía en “la gran revolución de Jesús: el amor a los enemigos”. Porque, para Bergoglio, "el único extremismo cristiano es el del amor" y "ésta es la revolución de Jesús, la más grande de la historia: la que pasa del odio al amor por el enemigo, del culto a la lamentación a la cultura del don". Tras la eucaristía, el Papa aprovechó para lanzar un nuevo sos por la paz en Siria

Texto completo de la homilía del Papa en Bari

Jesús cita la antigua ley: «Ojo por ojo, diente por diente» (cf. Mt 5,38; Ex 21,24). Sabemos lo que significaba: a quien te quita algo, le quitarás lo mismo. En realidad, era un gran progreso, porque evitaba represalias peores: si alguien te ha hecho daño, le pagarás con la misma medida, no podrás hacerle algo peor. Que las controversias terminaran con un empate era ya un paso adelante. Sin embargo, Jesús va más allá, mucho más lejos: «Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia» (Mt 5,39). Pero, ¿cómo, Señor? Si alguien piensa mal de mí, si alguno me lastima, ¿no puedo pagarle con la misma moneda? “No”, dice Jesús. Nada de violencia, ninguna violencia.

Podríamos pensar que esta enseñanza de Jesús esconde una estrategia: al final, el malvado se dará por vencido. Pero no es este el motivo por el que Jesús pide que amemos incluso a los que nos hacen daño. Entonces, ¿cuál es la razón? Que el Padre, nuestro Padre, ama siempre a todos, aun cuando no es correspondido. Él «hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos» (v. 45). Y hoy, en la primera lectura, nos dice: «Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo» (Lv 19,2); en otras palabras: “Vivid como yo, buscad lo que yo busco”. Así lo hizo Jesús. No señaló con el dedo a los que lo condenaron injustamente y lo mataron de manera cruel, sino que les abrió los brazos en la cruz. Y perdonó a quienes lo crucificaron (cf. Lc 23,33-34).

Entonces, si queremos ser discípulos de Cristo, si queremos llamarnos cristianos, este es el camino. Amados por Dios, estamos llamados a amar; perdonados, a perdonar; tocados por el amor, a dar amor sin esperar a que comiencen los otros; salvados gratuitamente, a no buscar ningún beneficio en el bien que hacemos. Tú podrías decir: “¡Pero Jesús exagera! Incluso dice: «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen» (Mt 5,44); habla así para llamar la atención, aunque tal vez en realidad no quiera decir eso”. En cambio, sí. Jesús aquí no usa paradojas, ni giros de palabras; es directo y claro. Cita la antigua ley y dice solemnemente: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos”. Son palabras intencionadas, precisas.

Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. Esta es la novedad cristiana. Es la diferencia cristiana. Rezar y amar: esto es lo que debemos hacer; y no sólo por los que nos aman, por los amigos, por nuestra gente. Porque el amor de Jesús no conoce límites ni barreras. El Señor nos pide la valentía de un amor sin cálculos. Porque la medida de Jesús es el amor sin medida. ¡Cuántas veces hemos descuidado lo que nos pide, actuando como todos los demás! Sin embargo, el mandamiento del amor no es una simple provocación, sino es el espíritu del Evangelio. Sobre el amor hacia todos no aceptamos excusas, no predicamos una cómoda prudencia. El Señor no fue prudente, no hizo concesiones, nos pide el extremismo de la caridad. Este es el único extremismo cristiano: el del amor.

Amad a vuestros enemigos. Nos haría bien repetirnos a nosotros mismos estas palabras y aplicarlas a las personas que nos tratan mal, que nos molestan, que nos cuesta aceptar, que nos quitan la serenidad. Amad a vuestros enemigos. Nos haría bien preguntarnos también: “¿Qué me preocupa en la vida: mis enemigos, quien me aborrece, o amar?”. No te preocupes de la maldad de los demás, o del que piensa mal de ti. En cambio, comienza a transformar tu corazón por amor a Jesús. Porque quien ama a Dios no tiene enemigos en el corazón. El culto a Dios es lo opuesto a la cultura del odio. Y la cultura del odio se combate enfrentando el culto a la lamentación. ¡Cuántas veces nos quejamos por lo que no recibimos, por lo que está mal! Jesús sabe que muchas cosas están mal, que siempre habrá alguien que no nos quiera, e incluso alguien que nos perseguirá. Pero nos pide sólo que recemos y amemos. Esta es la revolución de Jesús, la más grande de la historia: la que pasa del odio al amor por el enemigo, del culto a la lamentación a la cultura del don. ¡Si pertenecemos a Jesús, este es el camino!

El Papa, en Bari
El Papa, en Bari

Sin embargo, podrías objetar: “Sí, comprendo la grandeza del ideal, pero la vida es otra cosa. Si amo y perdono, no sobrevivo en este mundo, donde prevalece la lógica de la fuerza y donde parece que todos piensan sólo en sí mismos”. Pero, entonces, ¿la lógica de Jesús es un fracaso? A los ojos del mundo Él es un perdedor, pero a los ojos de Dios es un ganador. En la segunda lectura, san Pablo nos recordaba: «Que nadie se engañe [...]. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios» (1 Co 3,18-19). Dios ve más allá. Él sabe cómo ganar. Sabe que el mal sólo se puede vencer con el bien. Nos salvó así: no con la espada, sino con la cruz. Amar y perdonar es vivir como ganadores.

En cambio, perderíamos si defendiéramos la fe con la fuerza. El Señor también nos repetiría a nosotros las palabras que dijo a Pedro en Getsemaní: «Mete la espada en la vaina» (Jn 18,11). En los Getsemaní de hoy, en nuestro mundo indiferente e injusto, donde parecería que se asiste a la agonía de la esperanza, el cristiano no puede comportarse como aquellos discípulos, que primero tomaron la espada y luego huyeron. No, la solución no es desenvainar la espada contra alguien, ni tampoco huir de los tiempos que nos toca vivir. La única solución es el camino de Jesús: el amor activo, el amor humilde, el amor «hasta el extremo» (Jn 13,1).

Queridos hermanos y hermanas: Hoy Jesús, con su amor sin límites, levanta el estandarte de nuestra humanidad. Podríamos preguntarnos, al fin de cuentas: “Y nosotros, ¿lo lograremos?”. Si la meta fuera imposible, el Señor no nos hubiera pedido que la alcanzáramos. Pero, solos es difícil; es una gracia que debemos implorar. Se necesita pedir a Dios la fuerza para amar, decirle: “Señor, ayúdame a amar, enséñame a perdonar. Solo no puedo hacerlo, te necesito”. Y también pedirle la gracia de ver a los demás no como obstáculos y complicaciones, sino como hermanos y hermanas a quienes amar.

Con mucha frecuencia le pedimos ayuda y gracias para nosotros mismos, pero qué poco le imploramos para que sepamos amar. No le rogamos lo suficiente para aprender a vivir el espíritu del Evangelio, para ser cristianos de verdad. Sin embargo, «a la tarde te examinarán en el amor» (S. JUAN DE LA CRUZ, Dichos de luz y de amor, 60). Elijamos hoy el amor, aunque cueste, aunque vaya contra corriente. No nos dejemos condicionar por lo que piensan los demás, no nos conformemos con medias tintas. Acojamos el desafío de Jesús, el desafío de la caridad. Así seremos verdaderos cristianos y el mundo será más humano.

Misa del Papa en Bari
Misa del Papa en Bari

Saludo del Papa tras el ángelus

Queridos hermanos y hermanas, mientras estamos aquí reunidos para rezar y reflexionar sobre la paz y el destino de las personas que están mirando al Mediterráneo, al otro lado de este mar, particularmente en el noroeste de Siria, hay una enorme tragedia. Desde el corazón de nuestro pastor se hace un fuerte llamamiento a los actores implicados y a la comunidad internacional para que silencien el ruido de las armas y escuchen los gritos de los pequeños e indefensos; para que dejen de lado los cálculos e intereses para salvaguardar las vidas de los civiles y de los muchos niños inocentes que están pagando el precio.

Pidamos al Señor que mueva los corazones y que todos superen la lógica del enfrentamiento, del odio y de la venganza para redescubrirse como hermanos y hermanas, hijos de un solo Padre, que hace salir el sol sobre los buenos y los malos (cf. Mt 5,45). Invoquemos al Espíritu Santo para que cada uno de nosotros, a partir de nuestros gestos cotidianos de amor, ayude a construir nuevas relaciones, inspiradas en la comprensión, la aceptación y la paciencia, creando así las condiciones para experimentar la alegría del Evangelio y difundirlo en todos los ámbitos de la vida. Que la Virgen María, la "Estrella del Mar" [Santa Madre de Dios] a quien vemos como el más alto ejemplo de fidelidad a Jesús y a su palabra, nos ayude a caminar por este camino.

Antes de recitar juntos el Ángelus, agradezco de todo corazón a todos los obispos y a todos los que han participado en este encuentro sobre el Mediterráneo como frontera de la paz; así como a aquellos -¡y son muchos! - que de diferentes maneras han trabajado para su éxito. ¡Gracias a todos! Ustedes han contribuido al crecimiento de la cultura del encuentro y el diálogo en esta región tan importante para la paz mundial.

El Papa, en Bari
El Papa, en Bari

Palabras de agradecimiento  al Papa del arzobispo de Bari

Es usted bienvenido, una vez más, Santo Padre, aquí en Bari, "ciudad de encuentro, de acogida", como usted mismo la llamó el 7 de julio de 2018, peregrina de la paz para Oriente Medio.

La invocación unánime de ese día, de los líderes de las Iglesias cristianas - "en ti está la paz"- todavía resuena hoy y desde aquí se extiende por todo el Mediterráneo. A la luz de Cristo "nuestra paz" (Ef. 2:14), y en el día del Resucitado, son bienvenidos, pastores de las Iglesias y ciudades que se alinean en las orillas de este gran "lago de gracia y oración", que abarca el Este y el Oeste.
"¡Qué hermosos son los pies de los mensajeros que anuncian la paz!" (Is 52:7).

Bienvenidos, Sr. Presidente de la República, Sr. Presidente del Consejo y Distinguidas Autoridades. Y les damos la bienvenida a todos ustedes, hermanos y hermanas, a la ciudad de San Nicolás, confirmada en estos días como "patio de la paz". Los huesos de San Nicolás, viniendo de Myra a Bari, cruzando el Mar Mediterráneo, han levantado un puente que ni el tiempo ni las divisiones han derribado.
"Happy is really the city of Bari", nos hace cantar una antigua tradición.

Felices nosotros, a su vez peregrinos de la paz, cubiertos por el tierno y misericordioso manto de nuestra patrona, la Virgen María Odegitria, Ella que muestra el camino. Su icono, trasladado de Oriente a Bari, representa la paloma de la paz, que el Niño Jesús sostiene apoyada en el brazo de la Madre y que hoy nos regala a todos, porque, como hace dos años en el patio de la basílica de San Nicolás, ampliando nuestra mirada al Mediterráneo, la hacemos flotar idealmente en el cielo con nuestro ardiente deseo de paz.

El Cristo de la misa de Bari
El Cristo de la misa de Bari

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