¿Laicismo o discriminación?: Los franceses ante la nueva ley pasará este mes por el Senado: La ley en defensa del laicismo expone las heridas de la sociedad francesa

Firma de la Carta de Principios. Mohammed Moussaoui y Macron
Firma de la Carta de Principios. Mohammed Moussaoui y Macron

La comunidad musulmana denuncia que los planes de Macron para combatir el radicalismo religioso amenazan con estigmatizarla

Gérald Darmanin, ministro del Interior: "Nuestro país tiene una enfermedad, la del separatismo, el primero de ellos, el islamismo, que desangra nuestra unidad nacional"

Según Olivier Roy, uno de los principales especialistas europeos en estudios islámicos, la ley “criminaliza los principios religiosos, lo que contradice a la propia libertad religiosa” consagrada en un Estado laico

La centrista Sabine Thillaye, considera que no se restringe al culto musulmán: "Los católicos, protestantes o judíos tampoco están muy contentos porque se les crean nuevas obligaciones"

François Burgat, analista: "Hay que ir a las raíces del problema. El Gobierno inventa derivas sectarias que las estadísticas no reflejan. El 99% de los musulmanes en Francia no cuestiona los fundamentos de la República francesa"

(EFE).- ¿Estigma contra millones de musulmanes en Francia o necesaria para frenar el islamismo radical? La ley en defensa del laicismo que se tramita en el Parlamento francés ha expuesto las heridas de una sociedad traumatizada por los atentados islamistas.

La norma, aprobada holgadamente en primera instancia y que pasará este mes por el Senado, es el último intento del Gobierno francés para controlar lo que tilda de “separatismo islamista”, una deriva extremista de la religión musulmana vista como germen de los trágicos ataques sufridos en el país.

Los atentados contra la revista satírica “Charlie Hebdo” en enero de 2015 y los del 13 de noviembre de ese mismo año en París; los de Niza en 2016 y 2020; o la decapitación del profesor Samuel Paty en octubre de 2020 por haber mostrado caricaturas de Mahoma dejaron profundas marcas entre los franceses.

Entre otras medidas, la ley limita la escolarización en casa como manera de luchar contra el adoctrinamiento y somete a un mayor control financiero a las asociaciones culturales y lugares de culto, exigiendo además el compromiso de respetar la igualdad entre hombres y mujeres.

Samuel Paty

Farid Slim, de 44 años y de raíces argelinas, dirige una de esas asociaciones a las que el Ejecutivo quiere estrechar el cerco. Imán de la localidad de Chambéry hasta 2019, es responsable pedagógico del grupo “Al Andalous”, que cuenta con 200 miembros.

“No recibimos subvención pública, así que no nos afectará. Nos financiamos con nuestros propios recursos. Lo que es peligroso es que esta ley puede llevar al delegado del Gobierno a cerrar nuestra asociación por una simple sospecha” de radicalismo, alerta en declaraciones a Efe.

Para ese líder espiritual, el texto en defensa del laicismo es innecesario al existir ya “un arsenal jurídico” suficiente, al tiempo que denuncia que “estigmatiza” a la comunidad musulmana en Francia, de unos seis millones de creyentes.

“Después del asesinato de Paty y del último atentado en Niza (tres muertos), da la impresión de que el Gobierno quiere hacer lo que sea para luchar contra el terrorismo”, dice. Slim, quien asegura no pertenecer a una corriente del islám en concreto, considera que “el terrorismo no tiene nada que ver con la religión”.

Policía francesa

Esos actos los cometen “desequilibrados”, sostiene, mientras recuerda las matanzas en Noruega en 2013 (un neonazi que mató a 77 personas) y Nueva Zelanda en 2019 (un supremacista blanco que asesinó a 51 personas en dos mezquitas).

“Hay personas con antecedentes de fragilidad psicológica, sociológica o económica. Todo eso junto puede provocar que caigan en la violencia. Nuestro trabajo, como asociación local, es evitarlo”, agrega.

Según Slim, la discriminación contra “poblaciones magrebíes”, las caricaturas del profeta Mahoma y las intervenciones militares francesas en países con presencia de musulmanes (Siria, Mali o Yemen) han contribuido a crear un caldo de cultivo para el radicalismo.

Anunciado por el presidente, Emmanuel Macron, en octubre de 2020, el proyecto que busca reforzar el laicismo ha contado con la especial implicación del ministro del Interior, Gérald Darmanin, del ala más a la derecha del Ejecutivo.

“Nuestro país tiene una enfermedad, la del separatismo, el primero de ellos, el islamismo, que desangra nuestra unidad nacional”, ha afirmado Darmanin.

Gérald Darmanin

Sin embargo, para Olivier Roy, uno de los principales especialistas europeos en estudios islámicos, la ley “criminaliza los principios religiosos, lo que contradice a la propia libertad religiosa” consagrada en un Estado laico.

Bastaría con “regresar a los fundamentos” de la normativa de 1905, una de las pioneras en el mundo occidental en establecer la separación del Estado y la Iglesia, opina.

Una de las diputadas que apoya el texto es la centrista Sabine Thillaye, presidenta de la comisión de Asuntos Europeos de la Asamblea Nacional.

Para la legisladora, ese proyecto “no se restringe” al culto musulmán. “Los católicos, protestantes o judíos tampoco están muy contentos porque se les crean nuevas obligaciones”, cuenta a Efe. Thillaye sostiene que se debe obligar a las asociaciones musulmanas a comprometerse a respetar los principios laicos.

Gérald Darmanin

Un primer paso lo dio el Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM), principal interlocutor del Estado en materia de religión musulmana, al presentar a Macron en enero una “carta de principios” que reafirma su compromiso con los valores laicos y democráticos del país. El documento, sin embargo, no tuvo la unanimidad de las federaciones que componen el CFCM.

Según François Burgat, analista sénior del prestigioso centro de investigación CNRS, “hay que ir a las raíces del problema”. “El Gobierno inventa derivas sectarias que las estadísticas no reflejan. El 99% de los musulmanes en Francia no cuestiona los fundamentos de la República francesa”, refleja en declaraciones a Efe.

Esas raíces, de acuerdo con el islamólogo, son la discriminación hacia las poblaciones descendientes de las antiguas colonias francesas en África. “Si te llamas Mohamed tienes diez veces menos de posibilidades de que te llamen para un trabajo o de lograr un apartamento que si te llamas François”, concluye.

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