'Esposa Fidelis': tras veinte años, salió con 500 euros, sin papeles, sin Seguridad Social... El drama de las ex siervas del Instituto del Verbo Encarnado: “Nunca imaginé que iba a pasar hambre, frío y estar hasta tres de la mañana sin saber dónde dormir”

“Salí con 38 años, nunca trabajé en mi vida, no tengo estudios, solo estudios teológicos que, por lo menos si fueran válidos, si tuviera un título válido, podría empezar de ahí, pero para el mundo no he estudiado nada”
“Los curas del Verbo Encarnado te empiezan a mirar como la chica elegida. Solo conmigo no, con un montón. El padre te mira, te llama, cierra la puerta del despacho y te dice: veo algo en ti, estás preparada para hacer un retiro. Yo había hecho la comunión y la confirmación, iba a misa de vez en cuando pero en ese momento no me sentí llamada por Dios, ni mucho menos, pero pensé que era importante”
Estuvo 20 años en el interior del Instituto del Verbo Encarnado, a la que entró con apenas 18 años. Se cambió el nombre por el de ‘Esposa Fidelis’ y fue fiel ‘servidora’ hasta que se hartó, y abandonó la orden, ahora investigada por el Vaticano. Salió con una mano delante y otra detrás, tal y como asegura en una entrevista con Colpisa. No habían cotizado por ella a la Seguridad Social, no tenía derecho a paro ni tarjeta sanitaria. Tan solo, 500 euros. “Nunca imaginé que iba a pasar hambre, frío y estar hasta tres de la mañana sin saber dónde dormir”.
“Salí con 38 años, nunca trabajé en mi vida, no tengo estudios, solo estudios teológicos que, por lo menos si fueran válidos, si tuviera un título válido, podría empezar de ahí, pero para el mundo no he estudiado nada”, relata, sobre su salida. “Fue como si me transportara de un planeta a otro. Salí sin saber abrir una cuenta bancaria, sin amistades, sin relaciones con nadie”. Su caso no es único, según la Red de Prevención Sectaria y del Abuso de Debilidad (Redune), que asesora a Esposa Fidelis y a las otras personas para llevar sus casos a los tribunales. “Los que vienen no pueden denunciar porque se quedan en la calle. Al final trabajan, trabajan y trabajan sin seguridad social y así estarán hasta que se mueran. Es una situación que sucede en el ámbito eclesiástico, sea católico o evangélico, e institucional”.

No sólo eso: también hubo coacciones para no abandonar la orden, como las hubo para entrar. “Los curas del Verbo Encarnado te empiezan a mirar como la chica elegida. Solo conmigo no, con un montón. El padre te mira, te llama, cierra la puerta del despacho y te dice: veo algo en ti, estás preparada para hacer un retiro. Yo había hecho la comunión y la confirmación, iba a misa de vez en cuando pero en ese momento no me sentí llamada por Dios, ni mucho menos, pero pensé que era importante”, relata ‘Esposa Fidelis’.
Para nosotras el primer acto de valentía, el más grande que puedes hacer ante Dios, es contra tus propios padres de sangre, tu propia familia
Así, entró en las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, la rama femenina del IVE, presente en 44 países. ‘Esposa Fidelis’, proveniente de Brasil, estuvo en centros de la orden en Canarias y Cataluña. Salió de su lugar de origen rompiendo relaciones con sus padres, porque “para nosotras el primer acto de valentía, el más grande que puedes hacer ante Dios, es contra tus propios padres de sangre, tu propia familia”.
A partir de ese momento, comenzó una vida de semiesclavitud: “Todos los años de religiosa que he vivido, desde el primer momento, me levanté a las seis de la mañana, y después de la misa y adoración, tenía que limpiar, cocinar, coser, planchar. Lo que el cura pidiera. Los fines de semana daba catequesis a los niños”.

“Todo tu mundo es allí, con un horario muy rígido, establecido para hacer todas lo mismo, a la misma hora. Todos los días son iguales y estás obligada a confesarte una vez a la semana”, relata. Finalmente, no pudo más y salió de allí, después de años de psiquiatras y de fingir un intento de suicidio. Con lo puesto. Sin estudios reconocidos, sin años cotizados, sin papeles. Sin sueños. Aunque no le robaron la fe: “Es difícil seguir siendo creyente, pero no voy a negar la existencia de Dios porque soy demasiado inteligente con para eso. No es cuestión de negar, pero la relación con dios queda herida. Queda totalmente herida. Lo espiritual me suena a Verbo Encarnado y entrar a una iglesia es como revivir un trauma. Cada vez que intento entrar en una iglesia, acabo en una crisis de rabia, y prefiero dejarlo”, finaliza ‘Esposa Fidelis’. “Cuando pienso en mi juventud, veo que he perdido mi vida. El único sueño que tenía claro era tener una familia, tener hijos”.
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