El arzobispo de Marsella le sugirió al Papa un Sínodo para el Mediterráneo Aveline, el nuevo cardenal de Marsella que tiene acento andaluz

El papa Francisco y Jean-Marc Aveline.
El papa Francisco y Jean-Marc Aveline.

Nacido en 1958 en la Argelia francesa, su familia había emigrado allí a finales del siglo XIX procedente de Andalucía

Francisco oyó hablar de él en Bari, en donde, en 2020, ambos participaron en la 58 reunión de los obispos de la cuenca mediterránea, y donde el Papa empezó a conocer sus intuiciones sobre una Iglesia, y teología, mediterránea

Un nuevo cardenal para la vieja y baqueteada Iglesia francesa en la vieja y secularizada Europa, pero con el aroma de las periferias que tanto le gustan al papa Francisco, en este caso en Marsella, tierra de acogida de inmigrantes, como él mismo, y abierto al Mediterráneo, donde está cuajando, en buena parte impulsada por este todavía joven pastor, lo que algunos llaman “la teología del Mediterráneo”.

Fundador hace nada menos que 30 años del Instituto Católico del Mediterráneo, al que luego revistió con un servicio pastoral para “trabajar por la contribución de la Iglesia católica a los desafíos específicos del Mediterráneo”, Jean-Marc Aveline sabe por propia experiencia lo que significa nacer en la otra orilla, pues él mismo es un “pie negro” nacido en la Argelia francesa, a donde sus antepasados habían llegado a finales del siglo XIX procedentes de Andalucía.

Jean-Marc Aveline
Jean-Marc Aveline

Francisco oyó de él en Bari, en donde, en 2020, ambos participaron en la 58 reunión de los obispos de la cuenca mediterránea, y donde el Papa empezó a conocer sus intuiciones sobre una Iglesia mediterránea, una pastoral surgida de un lugar, el Mediterráneo, “crisol predilecto para trabajar estas cuestiones teológicas en conexión con la inteligencia”.

Una hora de audiencia con Francisco

Hace unos meses, Francisco le concedió una audiencia de una hora y allí se evidenció la sintonía entre ambos, como estos días recogen los medios especializados franceses. Aveline veía la necesidad de un Sínodo sobre el Mediterráneo, un lugar donde se juega el futuro del planeta, pero sobre todo, y a día de hoy, el de miles de desesperados que tratan de cruzarlo para huir de  la desesperación.

Consciente de que también Francisco había fijado su visión pastoral en la cuna de la civilización europea, con sus significativos viajes a Lampedusa, Lesbos, Malta o Chipre, sus intereses y temas tenían mucho en común: las migraciones, la pobreza económica, el diálogo interreligioso (Aveline es un gran conocedor del mundo y la cultura islámica), incluso su admiración por el recientemente canonizado Charles de Foucauld.

Así que Francisco, que convocó un Sínodo Panamazónico, no lo dudó mucho: las periferias estaban también en el corazón de la vieja Europa, pidiendo una nueva forma de integrarlas desde el catolicismo y, además, tenía un gesto de aprecio por la Iglesia francesa, golpeada por un demoledor informe sobre los abusos sexuales, con su influencia muy mermada en Roma y, para colmo, con un cardenal de París que renunció en medio de un asunto más propio de una telenovela. Había llegado el tiempo de Jean-Marie Aveline, el nuevo cardenal de Marsella con acento andaluz.

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