Alexis Mitsuru subrayó la urgencia de un compromiso con un mundo sin armas nucleares El obispo de Hiroshima: "Nos adentramos en una generación que desconoce los horrores de la bomba atómica"
Monseñor Alexis Mitsuru Shirahama subraya la urgencia de trabajar por una humanidad libre del riesgo de las armas nucleares, cuyo uso «con fines bélicos es inmoral»
Se está produciendo una regresión: «No hemos aprendido nada del pasado; debemos redescubrir la espiritualidad humana si no queremos ser destruidos»
El obispo repasa con lucidez la trayectoria del desarme nuclear. «El Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares entró en vigor en 1970», recuerda. «Desde entonces, el número de ojivas nucleares, que llegó a superar las 70 000, se ha reducido a aproximadamente 13 000. Sin embargo, mientras algunos países han optado por el desarme, otros han desarrollado nuevos arsenales, aumentando la capacidad destructiva de sus armas hasta 500 veces la de las bombas de Hiroshima y Nagasaki». Este progreso técnico, observa, delata una regresión espiritual. «El riesgo de un “invierno nuclear” capaz de aniquilar a la humanidad es una amenaza real», advierte, haciendo hincapié en que los recursos destinados a las armas están privando a millones de personas de su vida y su dignidad. «Innumerables víctimas», continúa, «se han creado en las diversas fases de desarrollo, producción y almacenamiento de armas. Se gastan enormes sumas en estos instrumentos de muerte, cuando esos mismos recursos podrían dedicarse a la educación y el bienestar de los pueblos».
El Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, que entró en vigor en 2021, representa un paso de esperanza: «Es la materialización», añade Shirahama, «de los esfuerzos de los Estados no poseedores de armas nucleares y de las voces de los hibakusha (los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki ) para avanzar juntos hacia un mundo libre de armas nucleares». El obispo considera el desarme una misión espiritual. La humanidad, afirma, necesita redescubrir el significado de su vocación a la paz. «Parece que hemos logrado grandes avances materiales, pero en el plano espiritual estamos retrocediendo, porque no hemos aprendido nada de Hiroshima y Nagasaki. Debemos redescubrir la espiritualidad humana si no queremos ser destruidos».
Construyendo puentes
El prelado evoca el llamado del Papa León XIV, la invitación a todos a «tender una mano, construyendo puentes unos hacia otros, hasta que seamos un solo pueblo, siempre en paz». Shirahama se hace eco de las palabras del Pontífice, invitando a líderes religiosos, comunidades de fe y organizaciones civiles a considerarse «puentes de paz» entre diferentes mundos. «Solo a través del diálogo paciente», explica, «podemos convertirnos en una sola familia humana que ama la paz».
Monsignor Alexis Mitsuru Shirahama indica l’urgenza di lavorare per una umanità libera dal rischio #nucleare: “Non abbiamo imparato nulla dal passato, dobbiamo riscoprire la spiritualità dell’uomo, se non vogliamo essere distrutti” 👉🏻 https://t.co/5rMcvRBp9O
— Vatican News (@vaticannews_it) October 31, 2025
Pero el llamado del obispo de Hiroshima también mira hacia el futuro. Su mayor preocupación es la desaparición de los hibakusha, los testigos directos de la tragedia atómica: «Cada año su número disminuye; no solo debemos apoyarlos, sino asegurar que las nuevas generaciones retomen su testimonio y lo transformen en acciones concretas». Por esta razón, la Diócesis de Hiroshima, junto con la de Nagasaki, ha puesto en marcha programas educativos y pastorales para involucrar a los jóvenes. "Queremos hacerles comprender lo frágil que es la paz y lo inhumana que es la lógica de la disuasión", añadió, "porque la paz no es algo que se pueda dar por sentado, sino una elección diaria".
Una familia humana
El obispo comparte entonces dos iniciativas en curso: una colaboración con los arzobispos de Santa Fe y Seattle, ciudades vinculadas a la historia nuclear a través de los experimentos de Los Alamos, y un programa quinquenal de recaudación de fondos para apoyar a los hibakusha y a las organizaciones que trabajan por el desarme. «Es un gesto de solidaridad concreta», explica, «pero también una forma de educar a los jóvenes sobre la corresponsabilidad y la esperanza». Lo que debe preocupar a la humanidad es la amenaza de extinción, y «nos queda poco tiempo», concluye el obispo Shirahama. Por lo tanto, en la ciudad del silencio y la oración, renueva su llamamiento al mundo: «Que todos los pueblos, mediante el diálogo paciente, se conviertan en una sola familia humana que ame la paz».
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