Vincent Long Van Nguyen, nuevo prelado de Parramatta, Australia De la patera al palacio episcopal: un refugiado vietnamita se convierte en obispo

(Cameron Doody).- "He dado muchos saltos de fe en mi vida, incluso él que me lanzó, literalmente, al Océano Pacífico". El que habla es Vincent Long Van Nguyen, un vietnamita que huyó de su país en una barcaza después de que Vietnam del Sur se cayera a las fuerzas comunistas del norte en 1975 y que ahora se ha convertido en el cuarto obispo de Parramatta, al lado de Sídney, Australia.

Estas palabras formaron parte de la homilía que el obispo Long dio en su misa de instalación el pasado jueves 16 de junio, en la catedral de la diócesis. El lema que ha escogido para guiarle en su nueva tarea -Duc in altum, o "Condúcete a lo profundo"- tiene que ver, como explicó en aquella ocasión, tanto con sus experiencias personales como refugiado como con los retos a los que se enfrenta hoy en día la Iglesia en Parramatta. "Considero que esta coyuntura crítica en la que nos encontramos es análoga al exilio bíblico con el cual, como expatriado, tengo una afinidad personal", dijo Long en su sermón. "Como refugiado, tengo una cierta conexión con los que son alienados o marginados".

Y es que la empatía del nuevo obispo de Parramatta por las personas de las periferias de la sociedad australiana se extiende hasta el sufrimiento, en sus propias carnes, lo que realmente significa carecer de las necesidades básicas de la vida. Como Long explicó el año pasado en una entrevista con la revista católica australiana The Catholic Leader, fue animado a abandonar Vietnam por sus propios padres, quienes habían experimentado la crueldad y la tiranía del comunismo hasta que lograron escapar del país en 1954. "Se podría decir que la asunción de riesgos y la búsqueda de la libertad estaban en nuestra sangre", dijo Long en esta cara-a-cara.

Pero cuando Long decidió pisar la patera que le llevaría a una vida de exiliado, no estuvo ya fuera de peligro, de ninguna de las formas. "Nuestro viaje era muy arriesgado", explicó al periódico australiano. "Había más gente abordo que la patera podía transportar de modo seguro. Ya, al tercer día, se nos había acabado la comida, el agua y el combustible. Y a partir de entonces, estábamos a la merced de los elementos. En el séptimo día flotábamos hacia una plataforma petrolera, medio vivos y medio muertos".

Por suerte, el obispo Long y otros miembros de su familia con los que viajaba -su cuñada y los dos hijos pequeños de ésta, un niño de 18 meses y una niña de 4- fueron rescatados a llevados a un campo de refugiados en Malasia, donde estarían 16 meses. Pero en diciembre de 1981 -pese a que, como Long ha explicado, sentía una responsabilidad de llevar a las criaturas a su padre, quien había logrado huir a Holanda- la familia fue separado y a Long se le aceptó su solicitud de asilo en Australia.

Una vez en su nuevo país Long decidió perseguir su sueño de hacerse cura, vocación que se había visto frustrada en Vietnam cuando el Ejército de la Liberación tomó el seminario menor en el que estudiaba de adolescente. Le inspiraba, como reconoció en su entrevista con el Leader, "un deseo de ayudar a los que sufren", y finalmente en los franciscanos conventuales que conoció en Melbourne encontró el modelo de vida religiosa que quería encarnar. Lo que más le atrajo de los frailes, reconoció en este interviú, fue "su simplicidad y especialmente su servicio a los marginalizados". Long sería ordenado cura de la Orden de los Frailes Menores Conventuales en 1989, y llegaría incluso a ser superior de la rama australiana de la orden entre 2005 y 2008, cuando iría a Roma a asumir la superintendencia de la orden en la región de Asia y el Pacífico.

Desde que fuera consagrado obispo auxiliar de Melbourne en 2011, Vincent Long ha sido un tenaz defensor de la multiculturalidad en la sociedad australiana, sirviendo, además, como el cabeza de la Comisión de la Conferencia Episcopal australiana para los Migrantes y Refugiados y presidente de Consejo para la Justicia Social Católica. Y seguirá defendiendo, al frente de la diócesis de Parramatta -de eso no parece caber la más mínima duda- la pluralidad social y el trato justo de los refugiados que, a su juicio, también reclama la fe católica -y esto siempre de forma ponderada y equilibrada. Como dijo en la entrevista con el Leader de 2015:

Me doy cuenta de que, en el mundo real, no podemos tener una política de fronteras abiertas. Admito, incluso, que tenemos que parar el tráfico de personas y prevenir las muertes innecesarias en el mar. No obstante, estas preocupaciones no pueden llevarnos a tratar a los que buscan asilo con crueldad, dureza y injusticia.

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