"La fe sencilla y profunda de los católicos mongoles conmueve en Roma" La peregrinación "ad limina Petri" de la pequeña Iglesia misionera de Mongolia

La comunidad católica de Mongolia peregrina a Roma
La comunidad católica de Mongolia peregrina a Roma

Hace menos de tres años, el papa Francisco fue a visitarlos a Ulán Bator, desplazándose incluso en silla de ruedas. Ahora, algunos de ellos han venido desde allí para visitar a Pedro, venerar su memoria y saludar también a su nuevo sucesor

En total son 26 personas, incluido su obispo, el cardenal misionero Giorgio Marengo. La comunidad católica en Mongolia es muy pequeña, casi 1500 almas dispersas entre esos 3 millones y medio de compatriotas budistas tibetanos, musulmanes o no creyentes

"La labor eclesial en Mongolia no se estructura a partir de grandes planes estratégicos, sino desde la atención amorosa a las necesidades concretas", explican

En Mongolia, las obras eclesiales no nacen del afán de protagonismo ni de construcciones abstractas. Surgen como respuesta humilde a lo que la vida pide y su belleza se he hecho sentir en Roma

(Agencia Fides).- Hace menos de tres años, el papa Francisco fue a visitarlos a Ulán Bator, desplazándose incluso en silla de ruedas. Ahora, algunos de ellos han venido desde allí para visitar a Pedro, venerar su memoria y saludar también a su nuevo sucesor.

En total son 26 personas, incluido su obispo, el cardenal misionero Giorgio Marengo. Entre ellos se encuentran Cecilia, de la oficina de medios de comunicación de la Prefectura, y Amanda, responsable de la casa de espiritualidad. También están Amaraa, el chófer y factótum, y la cocinera Zulaa. Además, están el ecónomo Andrea, hermano salesiano de Vietnam, y el sacerdote coreano Pietro Hong con los 10 feligreses de la iglesia de Santa María. Pequeño resto del pequeño resto que es la comunidad católica en Mongolia, casi 1500 almas dispersas entre esos 3 millones y medio de compatriotas budistas tibetanos, musulmanes o no creyentes.

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Del 15 al 18 de junio han realizado su peregrinación jubilar a la Ciudad Eterna, pasando primero por Turín y llegando luego a Asís. Un viaje a las fuentes apostólicas de la Iglesia de Roma, realizado por los hijos e hijas de una pequeña y joven Iglesia misionera. Días teñidos de gratitud, salpicados de muchas experiencias sorprendentes con una realidad en la que también han podido reconocer algo familiar.

El papa se encuentra con la diminuta comunidad católica de Mongolia

No se llega a ser cristiano por sí mismo

Antes de partir de Ulán Bator, los peregrinos habían estudiado la historia y los tesoros de las cuatro basílicas papales de Roma, preparándose así para comprender mejor todo lo que iban a ver y escuchar. Su primer encuentro fraterno en la capital italiana tuvo lugar con la comunidad parroquial de San Judas Tadeo, iglesia romana dedicada al apóstol del mismo nombre, ubicada en el barrio Appio Latino y confiada al cardenal Giorgio Marengo.

"La fe sencilla y profunda de los católicos mongoles se hizo sentir con palabras claras y directas, cargadas de autenticidad apostólica"

Después de la misa, compartieron un almuerzo comunitario en un clima de fraternidad. En ese ambiente, la fe sencilla y profunda de los católicos mongoles se hizo sentir con palabras claras y directas, cargadas de autenticidad apostólica. «Para llevar el mensaje de Jesús hasta Mongolia», explicó Rufina Chamingerel, «la Iglesia no envió paquetes de libros, sino personas, como libros vivientes».

San Pedro llegó desde Jerusalén a Roma, donde entregó su vida por Cristo. «El Evangelio viene de fuera», recordó el papa León el sábado pasado, evocando la figura de san Ireneo, el gran teólogo que vino desde Asia Menor y murió mártir como obispo de Lyon. Rufina ha retomado hoy esa misma intuición: «No podríamos habernos convertido al cristianismo por nosotros mismos si no hubieran llegado los misioneros. La fe ha llegado hasta nosotros porque también a nosotros nos han sido enviados misioneros y misioneras».

"El papa Francisco quiso venir en persona a Mongolia. Él, que era el Papa, quiso visitarnos como un misionero. Su presencia entre nosotros nos conmovió profundamente y nos dio un gran consuelo en la fe"

El domingo por la tarde, guiados por el cardenal Marengo, los peregrinos mongoles visitaron las basílicas de San Juan de Letrán y Santa María la Mayor -la Belén de Roma-, que custodia las reliquias de la Natividad de Jesús, el icono de la Salus Populi Romani y, ahora, los restos mortales del papa Francisco. «En un momento dado», recordó Rufina, «el papa Francisco quiso venir en persona a Mongolia. Él, que era el Papa, quiso visitarnos como un misionero. Su presencia entre nosotros nos conmovió profundamente y nos dio un gran consuelo en la fe».

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La tumba de Pedro y el Papa León

Durante la visita a la Basílica de San Pedro, el cardenal Giorgio Marengo condujo a sus amigos y amigas mongoles hasta la tumba del apóstol Pedro para rezar juntos. Allí, en el corazón de la memoria custodiada durante casi dos mil años, saborearon la íntima afinidad espiritual que une a la pequeña comunidad cristiana de Mongolia con el corazón de la Iglesia de Roma y con los acontecimientos narrados en los Hechos de los Apóstoles: palabras, gestos, alegrías y tribulaciones de quienes vieron a Jesús y vivieron con Él.

"En la joven Iglesia de la Prefectura Apostólica de Ulán Bator florece silenciosamente una experiencia preciosa para toda la Iglesia universal"

Rufina, como Cecilia y muchos otros conversos mongoles, lleva el nombre de una mártir romana de los primeros siglos. El suyo se lo propuso una religiosa tras contarle la historia de la joven Rufina, hija del senador Astrio, asesinada junto a su hermana Secunda durante las persecuciones del emperador Valeriano. Lo que despertó en ella el deseo de bautizarse, recuerda hoy, fueron las homilías del párroco: «Él describía una vida y una realidad que sentía que había anhelado desde niña. Ahora estoy en camino. En los primeros pasos se vive el entusiasmo de los comienzos. Luego, poco a poco, me doy cuenta de que es necesario pedir cada día volver a empezar. Hay que vivir la vida cotidiana en la fe, con todos sus problemas. Lo importante es que cada vez percibo más claramente el diálogo entre mi vida diaria y la fe».

Así, también en Mongolia se repite, como una gracia, el misterio de corazones que se abren a Cristo. En la joven Iglesia de la Prefectura Apostólica de Ulán Bator florece silenciosamente una experiencia preciosa para toda la Iglesia universal, que hoy más que nunca necesita reconocerse como naciente y mirar con humildad los orígenes del cristianismo.

El papa León ha podido abrazar el testimonio de estos nuevos católicos y encontrar consuelo en su fe al recibir a los peregrinos mongoles el martes 17 de junio en el Palacio Apostólico.

«Nos ha dado mucha alegría encontrarnos con el papa León. Hemos hablado de la Iglesia en Mongolia, esa “Iglesia incipiente” de la que también habló el papa Francisco», cuenta a la Agencia Fides el cardenal Marengo. «Ha sido hermoso recordar con él el viaje del Papa Francisco a nuestro país. Hemos dado las gracias a los fieles mongoles por su valiente testimonio de fe, conscientes de que no es fácil optar por el cristianismo en nuestra tierra. Hemos pedido al Santo Padre que rece por nosotros y lo hemos invitado también a visitar Mongolia».

El cardenal Marengo, pastor de la pequeña comunidad católica de Mongolia

La misión de la Iglesia y la oración por la Novena

El miércoles 18 de junio, los peregrinos llegados de Mongolia se reunieron en el histórico Palacio de Propaganda Fide con el cardenal Luis Antonio Tagle, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización. En el corazón de Roma, la pequeña delegación ofreció el testimonio silencioso pero elocuente de una comunidad cristiana joven, cuya experiencia cotidiana parece iluminar con sencillez algunos caminos para la misión de la Iglesia universal.

"La labor eclesial en Mongolia no se estructura a partir de grandes planes estratégicos, sino desde la atención amorosa a las necesidades concretas"

En palabras de Rufina Chamingerel, responsable de la Oficina Pastoral de la Prefectura Apostólica de Ulán Bator, la labor eclesial en Mongolia no se estructura a partir de grandes planes estratégicos, sino desde la atención amorosa a las necesidades concretas. «Apoyamos al cardenal Giorgio Marengo, a los misioneros, a las parroquias. Les ayudamos a llevar adelante su servicio según lo que se necesita cada día, en cada momento. A veces se trata de encontrar una pequeña oración, escribir una catequesis breve, hacer una traducción o preparar un encuentro», explica.

Lejos de un activismo agotador, la pastoral mongola crece desde lo cotidiano, a partir de las urgencias reales de una comunidad pequeña, compuesta en su mayoría por primeros creyentes. «En las últimas semanas», cuenta Rufina, «organizamos que todas las parroquias de la Prefectura compartieran las mismas oraciones para la Novena de Pentecostés». Iniciativas sencillas, inspiradas en el tesoro compartido de la Iglesia universal, que alimentan la fe de una comunidad en crecimiento. Esa misma sencillez se revela también en las peticiones de los fieles. «Los que se han convertido recientemente al cristianismo siempre nos piden cosas simples, esenciales, para caminar en la fe. Hace veinte años», recuerda Rufina, «cuando yo era una joven catequista, nos alegrábamos mucho al encontrar una imagen útil para la catequesis. Ahora, con Internet, hay más posibilidades, pero seguimos respondiendo a las necesidades que nos plantea la realidad concreta».

En Mongolia, las obras eclesiales no nacen del afán de protagonismo ni de construcciones abstractas. Surgen como respuesta humilde a lo que la vida pide. Y crecen gracias a una perseverancia silenciosa, alimentada por la gratitud de quienes han recibido el don de la fe.

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