El día lunes 21 de diciembre el secretario de Presidencia se reunió virtualmente con algunos líderes de las religiones más representativas de Montevideo, para dialogar acerca de la propuesta del Poder Ejecutivo de la suspensión de las celebraciones religiosas presenciales, como mínimo, hasta el 10 de enero de 2021. La Navidad incomprendida: hacer de la vida un pesebre.

La Navidad incomprendida: hacer de la vida un pesebre.
La Navidad incomprendida: hacer de la vida un pesebre.

"La celebración de la llegada del Salvador al mundo siempre es motivo de alegría, de congregación, de invitación a la alabanza; y por ello sin duda que muchos fieles la esperaban con cierta ansiedad".

"De alguna manera, mientras algunos católicos se quedan en la queja o, en casos extremos, hablan de “persecución” a la Iglesia, los grupos minoritarios –y no por ello percibidos como menos importantes- no se han manifestado en discordancia".

"Dios se hace grande en la pequeñez de un niño, que si llora es por hambre, y es lo que más comparte con el género humano: el hambre, la dependencia. Si la Iglesia y los cristianos queremos enojarnos y quejarnos, que lo hagamos por la injusticia del mundo y actuemos en consecuencia, no por celebraciones".

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  El día lunes 21 de diciembre el secretario de Presidencia se reunió virtualmente con algunos líderes de las religiones más representativas de Montevideo, para dialogar acerca de la propuesta del Poder Ejecutivo de la suspensión de las celebraciones religiosas presenciales, como mínimo, hasta el 10 de enero de 2021. Poco rato después, la Conferencia Episcopal del Uruguay, publicaba un comunicado acerca de la decisión tomada. En el día de ayer el obispo de Canelones publicó en su Facebook algunas reflexiones acerca del caso, donde deja claro algunos puntos desde su responsabilidad como pastor. Hay que aclarar que el gobierno no obliga la suspensión de las celebraciones, sino que recomendó y que la Iglesia católica  y los demás líderes religiosos aceptaron de buena manera. Por lo demás, lo que aquí escribo, tiene que ver con la responsabilidad que siento como laico cristiano que busca colaborar con un aporte a la reflexión acerca del tema.

            Sin duda que esta decisión molesta y duele a muchos fieles católicos prontos a celebrar la Navidad, que cae en medio de un año de pandemia y crisis mundial y que se caracteriza por ser vivida de forma muy devota y, quizá, más que nunca, muy deseada frente al clima de desesperanza y miedo que viven nuestras sociedades. La celebración de la llegada del Salvador al mundo siempre es motivo de alegría, de congregación, de invitación a la alabanza; y por ello sin duda que muchos fieles la esperaban con cierta ansiedad. El canto de la “Noche de paz” entonada en la misa del 24 a la noche podría ser un consuelo ante la soledad que viven muchos de nuestros hermanos y hermanas que viven solos, o que en esta Navidad no podrán pasar con sus familias. Sin duda no es una decisión de fácil aceptación. Peor que eso, es entendible que las redes revelen el enojo de muchos fieles y la incomprensión de otros. Es que no hay lógica.   

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            No hay lógica cuando las decisiones del gobierno favorecen con especial acento la afirmación del capitalismo y su mentalidad consumista. Se extienden los horarios de los shoppings y de las ferias barriales, se habilitan peatonales, se vuelve a los gimnasios (luego de haberlos cerrado), entre todo lo demás que sabemos y no se dice, acerca de las empresas usureras que siguen dando préstamos casi sin garantías o la promoción del uso de las tarjetas de crédito y la compra en multicuotas, etc. Todo ello en una crisis económica donde muchas personas están en el seguro de desempleo o sin trabajo, y tampoco saben si tendrán trabajo el año que viene. Poco le importa al sistema si nos endeudamos porque de alguna manera nos van a cobrar. Lo peor es la esclavización en la cual nos van metiendo con la seducción de la oferta al día. El refrán “pan para hoy, hambre para mañana” todos los conocemos, pero el capitalismo lo esconde muy bien disfrazando la segunda parte.

            No hay lógica cuando en estos últimos días se acusa al Sistema de Transporte Metropolitano de no sanitizar correctamente sus unidades y por ello haber hallado la presencia del COVID-19, a partir de un informe del Instituto de Investigaciones Biológicas del Clemente Estable. ¿Recién se dan cuenta? Desde el mes de marzo las redes sociales vienen revelando que los usuarios viajamos como sardinas, y que no hay control en el uso del barbijo. Es lamentable que lleguemos a estas situaciones para que las autoridades tomen decisiones más firmes cuando el pueblo hace meses denuncia esta situación. Tampoco hay lógica cuando se invita al minimizar el uso del transporte, cuando mucha gente debe viajar a diario a trabajar. Hace unos días el presidente exhortaba a que, cuando vayamos a la playa, busquemos otros medios. Es fácil decir esto cuando se tiene auto (s), incluso chofer, o dinero para el Taxi o Uber. El pobre anda en ómnibus. No puede no usarlo.

            En otro orden –y volviendo a la decisión de suspender las celebraciones- no podemos olvidar que en dicha reunión con el secretario, no estaba representada la multidiversidad de movimientos y grupos religiosos, o mejor, de las diversas espiritualidades que también están presentes en nuestra sociedad. De alguna manera, mientras algunos católicos se quedan en la queja o, en casos extremos, hablan de “persecución” a la Iglesia, los grupos minoritarios –y no por ello percibidos como menos importantes- no se han manifestado en discordancia. Incluso las organizaciones Umbandistas nucleadas en IFA Attabaque, que se reunieron con el Ministro de Defensa el mismo día 21, también invitan a la no concurrencia a las playas el día 2 de febrero, día de fiesta mayor de Iemanjá, lo cual es también muy razonable dada la cantidad (miles) de personas que acuden cada año. Considero que estas decisiones que tienen que ver con lo religioso deben ser cada vez más inclusivas.

            Es entendible que muchos católicos no entiendan, no comprendan, por no saber, celebrar la Navidad de otra manera. Muchas veces la tradición deviene en costumbre y ese es el riesgo. El ritualismo en el que seguimos viviendo dentro de la Iglesia está ahogando la creatividad, la capacidad de transformarnos, de hacer algo nuevo. Y creo que seguimos sin entender. La pandemia pasa y la Iglesia no cambia. Y ojo: no confundir Iglesia con Evangelio. La Palabra de Dios es viva, veraz y activadora de cambios, como leíamos en Isaías en el 2do Domingo de Adviento: “Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago”. La costumbre y el culto no nos están permitiendo crecer como cristianos, anulando nuestra capacidad de interpretar los signos de los tiempos y escuchar la voz de Dios. Dios quiere hacer algo nuevo en nosotros, ¿se lo permitiremos?

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            Entiendo a muchos hermanos/as que necesitan la misa de Navidad. Los invito a seguir las transmisiones en vivo por internet. Muchos sacerdotes estarán transmitiendo y hasta se podrá elegir el que le caiga más simpático. Pero también los invito a vivir una Navidad diferente: la que implica hacer de nuestra casa, de nuestro corazón, un pesebre viviente. Los invito a estar en familia, cada uno en su hogar, a leer la Palabra de Dios del día, a apagar algunas luces y prender algunas velitas y contemplar el pesebre. Dios se hace grande en la pequeñez de un niño, que si llora es por hambre, y es lo que más comparte con el género humano: el hambre, la dependencia. Si la Iglesia y los cristianos queremos enojarnos y quejarnos, que lo hagamos por la injusticia del mundo y actuemos en consecuencia, no por celebraciones.

Que en esta Navidad nos encuentre felices de poder celebrarla, rezando por aquellos que ya no están, y haciendo de nuestro corazón un pesebre. Dios viene en lo pequeño, en lo humilde, sin quejas. Acojámoslo en nuestro corazón.

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