PACHECO: nueces, tronco, minas antipersonales...

Nido de poesía: Nicolás de la Carrera
13 jul 2018 - 00:31
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Ante la obra poética de José Emilio Pacheco ("Tarde o temprano", antología del año 2.000), no acierta fácilmente el lector curioso por qué poema iniciar su safari lírico, ya que los temas son tremendamente variados y sugeridores.

En el diálogo que mantuvo en la Casa de América con nuestro poeta mexicano, Luis García Montero da en la diana de la densidad y fascinación de tan singular parque temático: "el lector de "Tarde o temprano" recibe la impresión de que José Emilio Pacheco ha ido tejiendo una inmensa tela de araña sobre los más diversos elementos naturales y culturales, señalando la unidad última de la historia y las fronteras sentimentales de la condición humana. Caminando siempre hacia el centro de esa tela de araña para dar cuenta de todo lo que cae, está la conciencia poética vigilante de José Emilio Pacheco, una de las conciencias poéticas más intensas de la literatura hispánica contemporánea."

Entre las cosas que "caen en la red" están los animales (pulsar en los enlaces finales de este post). Muy interesantes los infantiles recuerdos que le llegan al poeta, y explican algo de la apasionada zoofilia del último Cervantes:

"Pero había algo también que debe haber sido definitivo, que estoy seguro que existió en España, que eran los álbumes que, cuando los niños compraban un dulce o algo, les daban una estampita. Y si uno lograba reunir eso, obtenía el álbum.

Y había en efecto un álbum de zoología que logró llenar mi prima... Bueno: en realidad, mi hermana, porque la criaron mis padres. Y a mí me fascinaba tenerlo, sobre todo ver el tigre, el león. Ahora ya te podría dar interpretaciones metafísicas de lo que significan los animales: significan la otredad, el silencio y la inmutabilidad. Nunca vamos a saber qué piensan, cómo ven el mundo..."

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BREVE SABOR INTENSO SU CARNE NUEVA

Pero hoy picaron el anzuelo dos poemas de naturaleza vegetal. No sólo los animales sienten. También lo hacen otros seres vivos, digamos, por ejemplo, el nogal. Se describe el corazón blanco de las nueces como un cerebro humano ("hemisferios cerebrales que tal vez piensen / en una lengua incomunicable: el silencio").

Una vez más se identifica Pacheco con la callada víctima, humana, animal o simple fruto de árbol: "la bajamos a palos de los nogales / y trituramos sus tinieblas". Para cerrar verso con una terrible metáfora funeraria, tan del gusto del poeta, que así describe García Montero: "José Emilio Pacheco dialoga con la poesía y con la historia para definir el lugar que ocupa la poesía en la historia, y a partir de él asumir el paso del tiempo, las bellezas del mundo, los males de la sociedad y la presencia sigilosa o ruidosa del amor y de la muerte."

NUECES

En el interior de la fortaleza asediada,

rugosa como si expresara toda la antigüedad de los árboles,

los hemisferios cerebrales que tal vez piensen

en una lengua incomunicable: el silencio.

Las dejamos crecer sin perturbarlas

hasta que llega el día de la invasión de los bárbaros.

Las bajamos a palos de los nogales

y trituramos sus tinieblas.

Antes de consumir su blancura inmóvil

las desollamos.

Breve sabor intenso su carne nueva.

En seguida, restos, basura.

El esqueleto externo antiquísimo,

con la vejez del recién nacido,

va al lugar donde nace el polvo.

Por un segundo se vuelve

(aunque tratemos de no verlo)

algo como la imagen del ataúd

en espera de nuestros huesos.

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"HA MUERTO EL ÁRBOL PARA QUE YO SOBREVIVA"

Una segunda visita arbórea, un centenario tronco que arde en la choza para espantar los cuchillos de la noche, ("entre sombras que danzan allá afuera / y pasos de algo o alguien en redor / de la cabaña...") El árbol, "vivo hace cien años", consumará esta misteriosa noche un trascendente encuentro de luz, calor y fuego con el poeta (¡cómo me evoca la noche pascual cristiana!). A pesar de todo, nunca se detiene el tiempo. Pasa fugaz, reducido a cenizas y silencio...

TRONCO

Discos de leña para el calor de esta noche.

Un pedazo de tronco inmenso.

A juzgar por los círculos habrá tenido

por lo menos trescientos años

cuando lo derribaron.

Ahora él y yo, los dos solos,

compartimos la noche helada en tinieblas.

La oscuridad indecible sugiere:

«Ésta será la última noche en la tierra.»

Ha muerto el árbol para que yo sobreviva

a la xenofobia

del frío en tierra extraña

(en ambos sentidos).

Entre sombras que danzan allá afuera

y pasos de algo o alguien en redor

de la cabaña en lo más hondo del norte.

Arde bien el tronco hecho leña

y me quedo observando el fuego.

Pienso en el árbol vivo hace cien años.

Me esperaba (y yo aún no nacía)

para esta noche del final y el encuentro.

Nació, creció y murió con el solo objeto

de darme luz, calor y fuego esta noche.

Pero en unas horas

yo, el ingrato, me iré de aquí.

No hay remedio.

Otro viene en camino hacia este bosque.

Para llegar a la cabaña aún le falta

rodear el aro de un siglo.

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MINAS CON FORMA DE PELOTA Y MUÑECA

Aunque cifras conocidas, nunca está de más repasar algún dato sobre las minas antipersonales y sus devastadores efectos. Se calcula que hay más de cien millones de minas repartidas en más de 64 países, la mayoría de África. Cada año más de 20.000 personas mueren o sufren traumáticas mutilaciones. Muchas de ellas mujeres y niños, población civil (una víctima cada veinte minutos).

Es verdad que en la "Convención de Ottawa" de 1997 se prohibió su uso, almacenamiento, producción y trasferencia... Pero también es cierto que muchos importantes países aún no lo han firmado.

Los tres títulos de hoy corresponden al poemario "Siglo pasado. Desenlace" (1999-2000), que coincide con el período más perverso de utilización de estas terribles bombas. Así las publicitaba una empresa fabricante: "Es mejor mutilar al enemigo que matarlo, ya que una persona minusválida supone un coste económico, social y moral mucho más duro que el de una persona muerta." No es de extrañar la indignación ética del poeta de la paz y la justicia:

MINAS ANTIPERSONALES

Crítica de la oquedad sangrante,

el cuerpo ya no cuerpo

del niño ya no niño, destrozado

por la mina antipersonal, el arma

más barata del mundo.

Por menos de tres dólares

sacan de las entrañas de esta mina

el tesoro sombrío

de la mutilación,

el dolor total para siempre.

El oro de estas minas es la muerte.

Son semillas de muerte.

Las plantan y las siembran:

flores carnívoras.

Su campo de cultivo es el mundo entero.

Nadie sabe qué suelo pisa.

En donde ponga el pie

el abismo puede abrirse a sus plantas.

Arenas movedizas que no absorben: destruyen.

Es el refinamiento absoluto, el colmo

de la mercadotecnia, el mercado libre

y el gran consumo.

Hay minas especiales para no combatientes.

minas con forma de pelota y muñeca.

Nadie podría decir nada más atroz

acerca de nosotros.

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El CERVANTES

PARA JOSÉ EMILIO PACHECO

1. "Cristo con la cruz", un gran poema

CRISTO CON LA CRUZ

2. Peces, pájaros, monos...

TRATADO DE LA DESESPERACIÖN: LOS PECES

MAÑANA

ZOPILOTE

MONÓLOGO DEL MONO

3. Ostras, pulpos, sapos, rosas...

LAS OSTRAS

EL PULPO

LECCIÓN DE ESTILO

EL JARDÍN EN LA ISLA

4. Ballenas, perros, moscas, flores...

BALLENAS

PERRA EN LA TIERRA

FRAGANCIA

LAS MOSCAS

PACHECO, Premio Reina Sofía de Poesía

CERDO ANTE DIOS

COCUYOS

PACHECO: nueces, tronco, minas antipersonales...

NUECES

TRONCO

MINAS ANTIPERSONALES

PACHECO y el "CANTAR DE LOS CANTARES"

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