En Colombia a Jesucristo y a la Virgen se les tiene muy presentes Colombia y una religiosidad con matices autóctonos

Colombia y una religiosidad con matices autóctonos
Colombia y una religiosidad con matices autóctonos VLG

La música forma parte de la vida del pueblo colombiano, y el ministerio de la música en las iglesias tiene gran importancia

Colombia, tiene lugares de culto de los que solo su ubicación merece una visita

Devoción y comercio que acompaña a cada lugar de peregrinación de cualquier rincón del mundo

Capítulo aparte merece la Catedral de Sal, una vieja mina transformada en todo un reclamo turístico que lo lleva a uno por un Vía Crucis hasta bajar 180 metros de profundidad

El pueblo colombiano es muy religioso, no hay toldo de camioneta que no lleve impreso una imagen de la virgen o vehículo particular que lleve una referencia religiosa.

En los transportes colectivos te puedes topar con un salmo de la Biblia colocado en un cartel bien visible y en algunos comercios, particularmente gestionados por miembros de la Iglesia Bautista o ligados a esta Iglesia directamente, como me los encontré en la isla de San Andrés, se preocupan de que suenen melodías con mensajes religiosos. Un canto de María Magdalena para una perfumería o cualquiera de los temas de artistas cristianos populares. 

La música forma parte de la vida del pueblo colombiano, y el ministerio de la música en las iglesias tiene gran importancia. Durante mi estancia pude disfrutar del arte de dos buenos artistas ofreciendo su don en las celebraciones litúrgicas. Uno es Mario, sacristán de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario que llevan los dominicos en Villa de Leyva. Con su guitarra ameniza las eucaristías y adoraciones desde primera hora de la mañana.

La otra Sara, en la catedral de Cartagena de Indias, junto a la capilla de San Antonio, casi escondida, ambienta con su voz una iglesia por la que se reparten los ventiladores que hacen más agradable entrar en ellas y escapar del calor caribeño. 

Colombia, tiene lugares de culto de los que solo su ubicación merece una visita. Así por ejemplo en Bogotá, la capital, tenemos el santuario de Montserrate ubicado a 3152 metros de altura sobre el nivel del mar. Se puede acceder a través de los más de 1600 peldaños, o más cómodamente haciendo uso del funicular o el teleférico que ofrecen esa progresiva panorámica de la gran ciudad roleña. Mientras uno espera en la fila para acceder a estos dos transportes se puede degustar las famosas hormigas culonas, un snack original y al parecer nutritivo y afrodisiaco según reza la publicidad en las bolsitas de 100 gr. a 20 mil pesos.

Este templo de Monserrate hermana a los pueblos colombiano y español pues está dedicado a la moreneta de Montserrat en Cataluña. Aunque el origen de este templo se remonta al siglo XVII el terremoto de 1917 obligó a reconstruirlo con el aspecto que actualmente tiene. Un dato curioso de esta reconstrucción es que los ladrillos que se usaron fueron portados por los peregrinos que seguían haciendo el ascenso a este cerro. 

En la localidad de Chiquinquirá merece una visita la basílica de su patrona y el pozo de la virgen. Un largo pasillo ambientado con el Ave María te conduce  a este lugar de peregrinación.

En Colombia conviven una religiosidad ortodoxa con aquella expresión popular de fe que hace salir el sol sobre buenos y malos, una fe contradictoria como se refleja en la obra del escritor colombiano Fernando Vallejo, La Virgen de los Sicarios, que fue llevada al cine en el año 2000. María Auxiliadora es la imagen a la que se encomiendan los sicarios. Menudo papelón para la Virgen. Pero cada cual se acoge al santo que más le inspira, está claro.

Colombia comparte con el país hermano de Perú la devoción por una advocación que comparte nombre: el Cristo de los Milagros, aun cuando las imágenes son diferentes. Si en Perú es el Cristo pintado por un esclavo africano en una pared que resistió dos terremotos, en Colombia es una imagen de un cristo moreno la que atrae hacia la localidad de Buga a miles de fieles, capaces de soportar colas de cuatro horas para ver la imagen los días 14 de cada mes, cuando se celebra particularmente su devoción. 

Devoción y comercio que acompaña a cada lugar de peregrinación de cualquier rincón del mundo: recuerdos, estampas, vírgenes y cristos de todos los tamaños por unos cuantos miles de pesos. Pero en Buga me sorprendió que los establecimientos en torno a la basílica del Cristo de los Milagros todos estaban orientados al servicio de los peregrinos, desde su acogida, alimentación o recuerdos. 

Pero la fe de un pueblo impresiona cuando la ves expresada en masa, por eso quedé impresionado con la consagración al Cristo de los Milagros.

Capítulo aparte merece la Catedral de Sal, una vieja mina transformada en todo un reclamo turístico que lo lleva a uno por un Vía Crucis hasta bajar 180 metros de profundidad y encontrarse con una capilla en la que figuran todas las advocaciones más destacadas de Colombia, y una nave impresionante, donde un video proyectado sobre la gran cruz le sobrecoge en un relato casi apocalíptico pero con un final de esperanza. 

También tiene su galería minera comercial donde encontrar las esmeraldas colombianas y toda serie de souvenires.

Aún me quedan espacios por conocer de esta tierra como la catedral de Laja que pasa por ser una de las más hermosas del planeta. Quizá algún día.  

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