Carta abierta a toda la sociedad por el Día Mundial del Refugiado Juan Carlos Elizalde: "No son números, son personas"

Monseñor Elizalde: “no son números, son personas.”
Monseñor Elizalde: “no son números, son personas.” VLG

“Un refugiado que huye de una guerra o del hambre no debe ser devuelto a un país donde se enfrenta a graves amenazas a su vida o su libertad”

Este sábado 20 de junio es el Día Mundial del Refugiado, por ello el Obispo de Vitoria, y presidente de la subcomisión de migraciones y movilidad humana de la Conferencia Episcopal Española, Monseñor Juan Carlos Elizalde, ha escrito una carta con el objetivo de concienciar a la sociedad de la situación de los refugiados, y solicitar a las instituciones la necesidad de “acoger a quien huye de guerras, persecuciones y muerte”. 

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Elizalde comienza recordando que la Jornada se instituyó en el año 2001 y que la Iglesia nunca ha dejado de mirar al refugiado, ni en tiempos de pandemia. 

Ofrece en su carta el dato de Naciones Unidas de que “cada minuto, 24 personas dejan todo por huir de la guerra, la persecución y la muerte.” La cifra que se baraja por esta institución es de 79’5 millones de personas que corren esta suerte, de las que el 40% son menores. 

Los principales países de los que la gente huye son Siria seguido de Venezuela, Afganistán, Irak, Somalia, Sudán del Sur, Myanmar y Palestina. Por su parte, los países que acogen refugiados en primera instancia son Turquía, Pakistán, Uganda, Sudán y Alemania.

Los datos para España, según el CEAR, y que incluye el obispo en su carta son que en 2019 se vivió un nuevo récord de nuevas peticiones de asilo: 118.264, el doble que el año anterior. “Somos el quinto país en recibir estas solicitudes. El 80% proceden de América Latina: Venezuela con 40.906, Colombia, 29.369, Honduras, 6.972, Nicaragua, 5.931 y El Salvador con 4.784. Ese mismo año España resolvió 60.198 casos concediendo a un 66% protección temporal por razones humanitarias, sobre todo a venezolanos, a un 5% el estatuto de refugiado o la protección subsidiaria, denegando la protección a un 29% de los casos. Es necesario conocer la realidad más cercana para concienciarnos y saber actuar” sentencia Elizalde.

El Obispo de Vitoria ha recogido una de las prioridades de la Iglesia en todo el mundo: “Mirar al refugiado, incluso en la extraordinaria situación de pandemia que vivimos”. Apelando a la fraternidad, ha recordado que está en nuestra responsabilidad “no dejar a nadie atrás”. 

Juan Carlos Elizalde refiriéndose a la situación que se vive en los campos de refugiados, pone como ejemplo el de Moria, en Grecia, “pensado para 3.000 personas y donde se aglomeran en la actualidad más de 19.000. Son lugares donde es complicado tener acceso a agua potable y donde no hay medidas higiénicas necesarias para protegerse del virus. Estas malas condiciones y la falta de asistencia sanitaria afectan muy negativamente a la salud de los migrantes y por lo tanto, todos ellos son convertidos en personas de riesgo ante la Covid-19". 

Monseñor Elizalde ha advertido lo injusto de esta situación y ha recordado las palabras de Jesús ante los más vulnerables “Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos, a mí me lo hicisteis”. 

En clara alusión a las “devoluciones en caliente” que se realizan por parte del Estado Elizalde recuerda “la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo de 1967, en la que España es parte firmante, un refugiado que huye de una guerra o del hambre no debe ser devuelto a un país donde se enfrenta a graves amenazas a su vida o su libertad. Debemos garantizar esta protección así como nuestras instituciones y representantes políticos promoviendo medidas en este sentido.”

También ha querido contestar a las preguntas de si es posible ser seguidor de Cristo y a la vez mirar para otro lado ante el sufrimiento y la desesperación de quien se lanza a la mar o al desierto a buscar suelo seguro o de cómo afrontar el reto que supone acoger refugiados. El Obispo  ha buscado la respuesta en las palabras de Jesús: ”Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme”. 

Como presidente de la Subcomisión de Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal ha querido finalmente “agradecer a las muchas personas, comunidades, parroquias y entidades de la Iglesia en España por su gran labor en favor de migrantes y refugiados” apelando a no tener miedo a seguir en esta dirección y se ha dirigido a todos al recordar que aún existe la amenaza del coronavirus y que por ello mismo debemos tener más presentes que nunca a los más vulnerables, los que huyen en busca de acogida: “Si nosotros hemos pasado miedo por la pandemia en la que estamos y nos sentimos amenazados, los refugiados están ya sufriendo condena”. 

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Non solum sed etiam

¿Para cuándo un “Santa Marta” (o varios) entre nosotros? Recuerdo la primera entrevista que le hice a monseñor Elizalde a su regreso de su primer contacto con el grupo Santa Marta. Entre sus conclusiones de regreso estaba la de promocionar un grupo Santa Marta, al menos en el marco de la CAV. 

Cierto que la colaboración institucional de los diversos gobiernos, la policía, otras instancias y la Iglesia, sotto voce, está dando resultados a la hora de luchar contra las mafias de tráfico de personas y redes de prostitución. Pero, … ¿por qué no se da el paso de visibilizar esa cooperación? ¿Acaso es un problema de anticlericalismo trasnochado de las personas que ocupan cargos institucionales? ¿es políticamente incorrecto reconocer abiertamente una colaboración con la Iglesia en causas justas? ¿Acaso eso resta votos? Sinceramente no creo que la Iglesia sea la traba para seguir dando pasos de cara a un “santa Marta” o como carajos haya de llamarse, si el problema es que una mujer apadrine tan digna causa. 

¿O quizá el problema esté en que si damos rango institucional a esta colaboración sea luego más difícil mantener ciertas políticas migratorias? 

Ojalá dentro de un año la carta del Obispo Elizalde sea el anuncio de un Santa Marta. Lo de pedir que tengamos una política migratoria como Dios manda, eso ya, hoy, es ciencia ficción.

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