La JMJ desde el sofá de casa (y 4) La “digestión”.




¡Lástima no se hubiese celebrado 15 días más tarde!, hoy ya me encuentro con fuerzas como para dejar el sofá e ir a Madrid. Pero Dios no nos priva de las “tormentas”, ni de las personales ni de las comunitarias, y porque como dice una buena amiga mía “la casualidad es la forma que tiene Dios de mantenerse en el anonimato”, y de cómo reaccionemos a lo imprevisto también se sacan lecciones de vida.

Por eso hoy, pasados unos días, hecha la “digestión” de todo lo recibido desde la pantalla del televisor y del ordenador, el regusto me deja un sabor de Acción de Gracias:

Gracias Señor por seguir llamando a la juventud desde esta Iglesia que crece cada día desde el reconocimiento de sus grandezas y sus miserias, de sus aciertos y sus errores.

Gracias Señor por los cientos de miles de jóvenes que, desde la fidelidad a su generación, han sabido demostrar la compatibilidad del mensaje de Jesús, del modo de vida de seguidor de Cristo, con la condición de “joven de hoy”. Y además obtener el respeto y reconocimiento de cuantos han velado por la seguridad y el orden en estas Jornadas Mundiales de la Juventud (tengo el testimonio directo de una policía nacional que gratamente sorprendida reconocía el exquisito comportamiento de los jóvenes con los que le había tocado tratar durante esos días).

Gracias Señor por el testimonio dejado por muchos jóvenes en su camino por llegar a la JMJ. Sin duda que han acudido jóvenes a los que la vida les sonríe y lo económico no ha sido un obstáculo para asistir, bien por financiación paterna o comunitaria. Pero no me resisto a dejar en el olvido a ese grupo de jóvenes cubanos que recaudaron dinero sabedores de que lo conseguido no alcanzaría más que para el pasaje de uno de ellos; o los hijos de esa familia numerosa que con los dulces de la madre y manualidades varias fueron recaudando ese dinero para ir a Madrid “con el sudor de su frente”; o esa parroquia del Norte que dedica gran parte de su acción pastoral al apoyo de inmigrantes y que valoró importante financiar la asistencia de dos chicas latinas que por sus medios jamás podrían haber soñado con asistir, y así seguro que cientos de miles de Grandes Historias de sacrificio, testimonios de entrega, de hermandad, de Amor en el más puro sentido de la palabra.

Gracias Señor porque a pesar de sentir a veces el lema del despotismo ilustrado en el gobierno de la barca de Pedro, el Viento de la Tercera Persona endereza el rumbo. El Gran Desconocido se hace presente de popa a proa y de babor a estribor.

Gracias Señor por el ejército de voluntarios y “profesionales voluntarios” que desde su saber y buen hacer han puesto su tiempo y su trabajo al servicio de estas Jornadas.

Gracias Señor por permitirnos sentirnos interpelados por las palabras del Papa, por los testimonios y comentarios compartidos, sugeridos al hilo de cada cosa que sucedía, y sobre todo por la juventud, protagonista con Cristo de cada JMJ.

Non solum sed etiam
Hay un tiempo para la siembra y un tiempo para la cosecha, hay un tiempo para alabar y un tiempo para criticar, hay un tiempo para ofrecer y dar y un tiempo para recibir, … siempre desde la libertad, esa libertad que tenemos los Hijos de Dios, que somos libres hasta para negarle, esa libertad que se ejerce aun cuando no se reconozca, que se tiene aun cuando te la nieguen, que se disfruta aun cuando te genere sufrimientos o sinsabores. Gracias Señor, por sentirme libre y compartir mi fe en libertad. Desde la incomodidad en la comodidad de un sofá he podido vivir una JMJ más, distinta, diferente, por edad y por situación, pero con la satisfacción de haber acertado a estar donde tenía que estar. Para la siguiente… Dios dirá.
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