Un divertimento literario de Txenti García D. Mareo cap 13

D. Mareo cap 13
D. Mareo cap 13

Una vez más D. Mateo tiene que encontrarse con la muerte, y ayudar a gestionar los sentimientos de quien se va y de quien se queda. No es tarea fácil pero al final puede ser agradecida. 

Cap 13. Viernes Seis de la mañana  

Suena el teléfono. 

- ¡Voy, voy! ¿Quién será a estas horas?  ¡Diga! … Roberto, de acuerdo, me visto y voy enseguida. 

Bea, la mujer de Roberto, padece un cáncer terminal. En casa todos lo saben y su voluntad es morir en casa, rodeada de los suyos. D. Mateo sabe de la situación. Pero estas cosas siempre te pillan a contrapié. Sale lo más rápido que puede de su casa. La casa de Roberto y Bea está en una de las salidas del pueblo. Pero no tardará más de diez minutos en llegar.

- D. Mateo, gracias por venir. Hemos llamado a la ambulancia pero Bea no quiere que la trasladen. Dice que ahora sí es el final.  

- Si ella lo dice no seré yo quien la contradiga. ¿estáis todos en casa? 

- Sí D. Mateo, los chicos, su hermana y yo. 

- Vamos a verla. 

- Bea. Aquí estoy, para lo que quieras. 

- Gracias D. Mateo. … esto se acaba ya. … me cuesta pero también por otra parte lo deseo. ¿Es eso pecado padre? 

- No Bea, eso es lógica terrenal.  

- Padre, no sé si antes de morir debo confesarme de nuevo, o recibir la extremaunción, le he llamado para que me diga lo que tendría que hacer y para que acompañe a los míos en estos momentos. 

- Bea, hace tres semanas hicimos un repaso muy amplio a tu vida. No creo que en tres semanas te haya dado tiempo a pecar mucho.  

- Bueno, padre, ya me he enfadado con Dios y le he llamado de todo en alguna ocasión. 

- ¡Yo también suelo hacerlo! Pero eso no es pecado, eso es creer en Dios. El que no cree en Dios no puede enfadarse con Él, los que creemos sí.  Y es una ventaja Bea, porque desestresa mucho, te lo digo por experiencia. Y además tenemos una doble ventaja. Siempre nos perdona todo lo que le digamos y además lo olvida al momento. 

- Entonces D. Mateo ¿Estoy preparada para morir?  

- Creo que hace tiempo que las puertas del cielo están abiertas para ti y que San Pedro ha puesto la alfombra roja para recibir a la gente importante. Pero no tienen prisa, tienen toda una eternidad para esperarte si es necesario. 

- Roberto, Ana, David, Claudia, acercaros. Me gustaría que no lloraseis. 

- No les pidas eso Bea. No nos lo pidas a nadie, tienen derecho y la necesidad de llorar este momento. Es muy difícil quedarse en este mundo Bea. Por difícil y duro que sea irse, entiéndelos que también es duro para ellos quedarse sin ti  

- Debe ser la ambulancia.  

- Roberto te dije que no quería ser trasladada.  

- Si queréis yo hablo con ellos 

- Gracias D. Mateo. 

D. Mateo bajó a la puerta para hablar con los sanitarios.

- Buenas noches, gracias por venir. Pero escúchenme un momento. Bea se está muriendo. No soy médico pero he visto muchas personas morir. Ella acaba de decir a su familia y a mí que no quiere ser trasladada a ningún sitio. Les pido que respeten su voluntad y que atiendan a lo que les voy a pedir. Que me acompañe solo el médico. No sé si lo que le queda de vida precisará de una ayuda de sedación, les pido por favor que respeten su voluntad al máximo. Quiere irse acompañada de su familia y no de tubos y caras desconocidas.  

- Quedaos aquí. Subo con usted padre y después de verla déjeme que les dé mi opinión también a la familia y a usted, si ellos quieren. 

- Gracias. 

D. Mateo subió con el médico. 

- Bea, me acompaña solo el médico. No te van a trasladar pero quiere estar por si necesitas sedación para estos momentos. 

- Bea, soy el Dr. Molina, el padre me ha comentado cuáles son sus deseos y vamos a respetarlos, pero también tengo que hacer mi trabajo en conciencia. Si tiene dolores puedo sedarla. Déjeme que le tome la tensión. 

Bea asintió resignada, y mientras el doctor le tomaba la tensión se dirigió a sus hijos. 

- Ana, David, ya hemos hablado muchas veces de este momento. Estad siempre muy unidos. Dadme un beso. 

El Dr. Se retira de la cama. Cree que el sacerdote estaba en lo cierto. Baja a la ambulancia a preparar una jeringa con sedación por si es preciso.

- Roberto. Roberto. Dame la mano. Roberto, Roberto, Roberto … 

- ¡Mamá! 

- ¡Bea! Bea, mi vida! 

- ¡Mamá! 

- ¡Mamá! … 

 D. Mateo salió de la habitación para esperar al Dr. Que subía con la jeringa. 

- Ya no es necesaria Dr.… deles unos minutos. Anote la hora si quiere, pero deles unos minutos.  

- De acuerdo D. Mateo. 

 D. Mateo volvió a entrar. Claudia, la hermana, se abrazó a él y ambos lloraron. 

- Mirad. Dicen que el sentido del oído es lo último que las personas perdemos. Aprovechad si queréis a darle gracias por los años que habéis vivido juntos, por el amor que os ha dado. … Claudia, le he dicho al médico que os deje un rato, luego entrará para hacer el acta de defunción. 

- Gracias D. Mateo.  

- Quizá sería bueno hacer café, te ayudo si quieres Claudia. Luego tendréis que avisar a la funeraria. Si queréis que os ayude con algo me dices. Creo que sería bueno dejarle a Roberto solo un momento. Diles tu a los chavales que les espero en la cocina. 

- Sí, ahora les digo. 

 D. Mateo marchó para la cocina. 

- Ana, David. Venid. 

Ana tiene veintidós años y David tiene veinticinco. Ambos se fusionan con D. Mateo en un abrazo. Ya no lloran.

- Le he dicho a vuestra tía que quizá a Roberto le podía venir bien estar un rato a solas con vuestra madre. Para que no le quede nada por decirle. 

- ¿Qué puede quedar por decir ahora D. Mateo?  

- Pues el consuelo de alargar un poco la vida con la persona amada David, quizá solo eso. A veces no se dice nada. Solo se está junto al cuerpo un poco más. Quería deciros que vuestro padre os va a necesitar mucho ahora, sé que lo sabéis. Cada uno va a vivir la muerte de Bea de una manera, intentad aceptar cada uno la de los otros. No es fácil, me lo dice la experiencia. A mí me tendréis siempre si en algo puedo ayudaros. Ana, escoge tu el vestido que crees que a tu madre le gustaría llevar en este momento. 

- Mi tía y yo ya sabemos cual quería. Lo hablamos un día.   

- Ves David las mujeres son previsoras hasta para estos detalles. Tú deberías acompañar a tu padre en todo lo que sean trámites y papeleos. Estar cerca de él en todo momento. 

- D. Mateo. 

- Dime David. 

- ¿Existe el cielo? 

- Sí David. El cielo existe. Para quienes tenemos fe, el cielo es la eternidad con Dios, y por eso existe el infierno como la eternidad sin Dios. Y tu madre creía y quería a Dios, y Dios a tu madre. Hoy estará con Él, no tengo la menor duda. 

- ¿Pero tendrá un juicio final mi madre, D. Mateo? 

- Como todos, Ana, como todos. Pero lo mejor de ese examen es que ya nos sabemos las preguntas: Dios nos examinará del Amor. Y tu madre seguro que saca matrícula de honor. 

- ¿D. Mateo, cree que nuestra madre ha tenido una buena muerte? 

- Creo que sí. Fijaos luego en su cara, ha dejado de respirar y su rostro ha quedado como si estuviese dormida y relajada. Su cuerpo ha descansado y en el rostro se le puede ver. Y por otro lado pensad que ha muerto cumpliendo su deseo de morir rodeada de los suyos, de la gente que más quiere. Sí David, tu madre ha tenido una buena muerte. 

- ¡No debería existir la muerte! 

- Y para tu madre Ana, ya no existe la muerte, a partir de ahora empieza la vida eterna. Es en este mundo donde necesitamos experimentar la finitud para llegar a disfrutar la eternidad.  Eso no quita que la muerte, el dolor, la tristeza, son realidades de este mundo y de nuestra condición humana que nos gustaría no existiesen. Pero si sabemos convivir con ello logramos más felicidad en este mundo, o al menos llevarlo con menos sufrimiento. 

- ¿La iglesia siempre tiene respuestas para todo? 

- No David. La Iglesia no tiene respuestas para todo, pero sí tiene que tener una palabra para todos. Aunque esa palabra sea “no sé qué decirte”. Puedo asegurarte David que el papel de un cura en algunas situaciones, como esta que hoy se vive en vuestra casa, no es fácil.  Y cuando sientes un cariño cercano con las personas, como me pasa con vosotros, la tarea es más difícil todavía. 

- ¡Papá! 

- Ha entrado el médico para certificar la muerte.  David, hijo, ponme un vaso de leche, por favor. ¡Ana! Tranquila. Mamá está bien. Ahora descansa, se acabaron los sufrimientos, las malas noches, ahora descansa en paz. Deberíais acostaros un rato. El día va a ser muy largo y duro.  

- Tú también deberías descansar papá.   

- D. Mateo, habrá que hablar del funeral de Bea.  

- La última vez que estuve con ella hablamos de ello. 

- Sí. Lo sé. En la mesilla hay una libreta con anotaciones para su funeral. Luego se la doy. Era para usted.  

- Genio y figura hasta en la sepultura. ¡Qué mujer! Luego me la das. Imagino que el entierro se hará ya mañana por la mañana. Ya me diréis si queréis que hagamos el funeral mañana o el domingo. Imagino que su hermano, el que está en Argentina, igual quiere venir. 

- Acabo de mandarle un mensaje y me ha contestado que coge el primer vuelo que salga para aquí.  

- ¡Ah. Claudia! Pues entonces D. Mateo, si no hay problema ¿lo hacemos el Domingo? 

- Perfecto, en la misa de las doce celebraremos el funeral por Bea.  

- ¡Perdón! 

- Ah doctor. Gracias. 

- Les acompaño en el sentimiento. Ya he redactado el parte de defunción. Tome esta hoja. No he podido evitar oír antes a la chica: creo que puedo decirte con casi toda seguridad que tu madre no ha sufrido en el último momento.  D. Mateo, D. Roberto, señora, chavales, … 

- Le acompaño doctor. 

- Gracias Claudia.  Muchas gracias. 

- Antes de marchar quisiera hacer una oración delante del cuerpo de Bea. Si queréis acompañarme.   

- Si padre, cómo no. ¡Vamos chicos! Bueno, el que quiera. 

- Si papá vamos todos. 

Tras la oración D. Mateo abandonó la casa camino de la parroquia. 

“Qué extraña es la muerte Señor. A quien se va le da la paz ¿pero y a los que nos quedamos?  Los que nos quedamos la muerte nos deja un vacío y muchas preguntas. No sé si he estado a la altura de las preguntas de estos hijos. Pero cada cual tiene sus preguntas. Nunca olvidaré a Leire y a su familia. Si estos chavales se hacen preguntas cuántas más se han podido hacer los padres y la hermana de una niña que muere con trece años, sin avisar, sin dar tiempo para despedirse. Creo que para ellos solo tienes respuestas Tú, pero para encontrarlas tienen que encontrarse contigo. Y no es fácil hacerlo en esas circunstancias. …‖

- ¡Adiós D. Mateo! 

- Raúl, perdona. ¿Ya has terminado de hacer el pan?  

- Sí, ya está todo listo. Enseguida bajará Susana para atender la panadería.  ¿Qué raro verle a estas horas? 

- Vengo de casa de Roberto y Bea. Bea acaba de morir.  

- Que Dios la tenga en su gloria D. Mateo. Se esperaba un día u otro. Nos lo dijo Roberto el otro día en la panadería. En fin, padre, que  nos espere muchos años. 

- Los que Dios quiera habrán de ser. 

- Pues que Dios no tenga prisa padre. 

- Hasta luego Raúl, saluda a Susana. 

Qué apego tenemos a esta vida Señor. En parte porque nos cuesta creer en la otra vida, entiéndelo. Si no, seríamos todos Santa Teresa de Jesús y moriríamos porque no muero. Pero Teresa es Teresa y los demás pobres y humildes siervos cargados de condición humana. Bueno, igual me paso por casa un momento y me ducho para espabilar y tirar mejor la mañana.‖

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