Un divertimento literario de Txenti García D. Mateo. Capítulo Cuarto

D. Mateo. Capítulo Cuarto
D. Mateo. Capítulo Cuarto

D. Mateo va por los martes por la mañana a celebrar al convento de clausura que hay en el pueblo. Allí vive la hermana Clara, quien le espera para confesarle algo muy importante. 

Cap 4 Martes por la mañana 

- Ave María Purísima 

- Sin pecado concebida hermana                                                                                                             -Buenos días, D. Mateo, puntual como todos los martes. Pase, la hermana sacristana ya está preparando todo.                                                                                                                                                     - Ustedes siempre tan diligentes. 

 D. Mateo accede por una puerta que da acceso al claustro de las monjas y recorre uno de sus laterales hasta la puerta que da acceso a un pasillo que desemboca en la sacristía de la Iglesia de las Dominicas. Esta comunidad lleva más de 150 años en el pueblo. Ocupa un antiguo monasterio benedictino que por falta de vocaciones y muertes repentinas acabó siendo abandonado y el edificio empezó a caer en la ruina. Hasta que las Dominicas se interesaron por el edificio y llegaron a un acuerdo con el obispado que era el titular del inmueble. Por un precio simbólico ellas asumían las obras de restauración y lo ocupaban. El obispado acepto la oferta que le liberaba de una pequeña carga y a cambio sumaba a la diócesis un nuevo convento y una nueva comunidad de clausura. Todos salían ganando.

- Hna. Clara, le toca a usted esta semana de sacristana ¡qué casualidad!                                                     - ¿Casualidad padre Mateo? Quizá, lo cierto es que le tocaba a Sor Juana, pero la Madre le ha dispensado porque se encontraba un poco pachucha, nada grave, creemos que ha sido un empacho de chuches jejeje.   - Del cumpleaños de la semana pasada.                                                                                                  - Si del cumpleaños y de las sobras de las que fue dando cuenta el resto de la semana. Sus primos trajeron media fábrica de chuches  y creemos que ha pecado de gula. Pero en el pecado lleva la penitencia la pobre. Pero bueno sea como sea  Dios sabe como hace las cosas y además llevo días con ganas de hablar contigo.  

- Pues después de misa si quieres yo podría, hasta las 12 no tengo que ir a la parroquia 

- Vale, luego hablamos. 

―Con delicadeza y cariño recoloca el cuello del alba, el pico de la estola que siempre se queda pinado, me revisa el cíngulo que quede en su medida justa de presión y de altura. Y acabada su obra, como siempre toma distancia, me mira y, o bien no dice nada o…‖ 

- Así, así estás muy guapo para celebrar.  ¡Éste es mi Mateo, guapo y elegante! 

- ¡Clara por Dios!!! ¡Cualquiera que te oiga!!! 

- Mateo, no hay nadie, nos conocemos desde que éramos chicos, eres quien más me ayudó en mi proceso vocacional. Y no fuiste mi confesor entonces porque aún no estabas ordenado. Recuerdo que asistí a tu ordenación porque aún siendo novicia me dieron un permiso especial para asistir.  

- Sí y recuerdo que en el besamanos me levante y te abracé, no pude reprimirme. Alguno ya debió hacer comentarios y en alguna ocasión alguien me lo recriminó. . 

- A ver, Mateo, que es normal, que nos queremos, que somos casi hermanos por todo lo que hemos vivido juntos. 

- Vale, venga, vamos que tus hermanas esperan. 

Mateo salió a celebrar la misa esbozando una sonrisa que le duró toda la misa.  

- Lectura del Evangelio según San Marcos: “Pedro se puso a decir a Jesús: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús dijo: Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, hijos o tierras, por mi y por el  Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más, casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y el la edad futura vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros.” Palabra de Dios. 

- Te alabamos Señor. 

- Queridas hermanas: qué puedo comentaros yo de este Evangelio que no hayáis reflexionado cada una de vosotras a lo largo de vuestra vida, en vuestro proceso de discernimiento vocacional y en el día a día. Los que vivimos una vida consagrada al servicio de la Iglesia hemos podido comprobar que estas palabras se cumplen. En cada uno de nosotros  de una manera particular, pero al final de una manera u otra se cumplen. No voy a extenderme hoy, quiero que durante unos minutos cada una de vosotras, y yo, pensemos aquello a lo que en su día renunciamos y cómo Dios lo ha multiplicado en nuestra vida. Pongamos nombre y apellido a esas renuncias y a lo que Dios nos ha dado a cambio de ellas.  

―Cuando marché a Ecuador sentí que renunciaba a muchas cosas. Hoy si miro hacia atrás veo aquellos años colmados de nombres, de atenciones. Nunca me faltó un mendrugo de pan y un vaso de agua o de vino, nunca me faltó una madre‖ que atendiera a los padrecitos misioneros, ni unos hermanos que compartieran el sudor de los caminos, las inclemencias del tiempo, las preocupaciones de cada día. Ni siquiera me faltó el amor de una hermana, sus caricias, sus masajes tras una dura jornada y una contractura en las lumbares. Cuanto me acuerdo de Sibina  en los días de invierno cuando las lumbares me recuerdan que las tengo. Qué manos tenía aquella mujer, medicina en estado puro. Antes tenía que haber amenazado al mamón que vivía con ella. ¿Qué será de ellos? A veces me cogería un avión y marcharía para allá, a vivir el resto de mis días con ellos, … ¿y Clara? ¿Forma parte de ese lote que Dios nos da a los que renunciamos a todo por El Reino? … ¿Y Marcela? Es parte de eso que  Dios le da a Benito por haber apostado por el Evangelio?‖ 

- Seguimos …  Creo en Dios Padre …. 

Cuando acabó la misa Clara ya había comentado con la superiora que se quedaría un rato para hablar con el padre Mateo, su confesor.  A D. Mateo le tenían adoptado como confesor cuatro hermanas en el convento. Las otras, la mayoría tenían a un dominico que les celebra lunes, viernes y domingos y el resto se confiesan con D. Justo, un jubilado que vive en la residencia de ancianos del pueblo y que les celebra los miércoles y jueves. 

- Bueno Clara, ya está todo recogido, dónde quieres que hablemos. 

- Pues aquí mismo, Mateo, nadie pasará por aquí. Coge esa silla y sentémonos. 

- Tú dirás. 

- Tengo un problema con uno de mis votos 

―Dios bendito, ¿no será el de castidad?‖ 

- ¡No pongas esos ojos que ya sé en qué estas pensando! Todos los hombres sois iguales, siempre pensando en lo mismo. 

- En lo único suelen decir otros. A ver ¡dale!  

- Pues no van los tiros por ahí. Que lo sepas. Y Si te he de ser sincera siempre he llevado ese tema muy bien, con más paz, serenidad y normalidad que muchas de mis hermanas. 

- ¿Habláis de ello? 

- ¡Pues claro idiota! ¿Qué te piensas que solo os lo contamos a los curas y a la superiora? Mira que eres ingenuo a  veces. Bueno, a lo mío. Tengo un problema con uno de mis votos: no es el de castidad, no es el de pobreza… ¡bingo! Es el de obediencia. 

- Bueno, ese siempre ha sido tu punto débil. 

- ¡Ya! Pero, es que en esta ocasión el corazón y la cabeza me piden desobedecer a la Madre Superiora. 

- Concreta, porque hasta aquí no me suena nada nuevo Clara. 

- Hace mes y medio vino un chico, llamó a la puerta y en portería dijo que quería hablar con alguna de nosotras. Por algún motivo que se me escapa me encomendaron a mí que atendiese al joven. Era un chico que venía de la ciudad y me contó su problema: Es homosexual, tiene novio y es de este pueblo. Tú lo conoces, es Luis, el que trabaja en la frutería de sus padres. La familia de Luis no sabe nada. Este chico se llama Adam es de madre española y padre holandés. Trabaja en una agencia de publicidad en la ciudad. Llevan algo más de dos años como novios y quieren empezar a vivir juntos y quieren hacerlo en el pueblo. Ya le tiene echado el ojo a una casita con jardín. Adam podría compaginar su trabajo viviendo en el pueblo ya que solo precisaría ir a la ciudad de vez en cuando y de esa manera Luis no tendría que dejar la tienda de sus padres. Ellos son bautizados, católicos practicantes, saben que no pueden pedir el sacramento del matrimonio pero si quisieran demostrar su amor en el marco de una celebración religiosa, una oración, un gesto, y les gustaría hacerlo en la iglesia de nuestro convento, que nosotras les arropemos, que preparemos con ellos la ceremonia, la iglesia, las flores, … Lo tienen todo pensado, todo atado, menos … lo que no depende de ellos. Yo le escuché, le prometí que haría todo cuanto estuviese en mi mano. La semana pasada vinieron los dos a charlar conmigo. Si les vieras, Mateo, que pareja tan linda, qué enamorados están. Al día siguiente hablé con la Madre Superiora y me dijo que lamentándolo mucho no podíamos acceder a la petición de estos chicos, que era como avalar una unión que la Iglesia no contempla como lícita. Y me mandó que me olvidara del tema. Mateo, no puedo olvidarme del tema ni de esos chicos, y no comparto la visión de la Madre. Mateo tienes que ayudarles, tienes que ayudarme. 

Luis… ―no me lo imaginaba, aunque claro, visto ahora, me encaja. No se le conocen novias, va siempre muy arreglado, es deportista, pero claro tampoco tiene nada de raro: es un chico joven, agraciado, de buena planta, que tira de cajas todos los días, y que cuida su trabajo de atención al público de una manera exquisita. Pero nunca le he visto gestos de amanerado ni de nada.‖

-  Uffff,  a ver, Clara. Son muchos frentes: los padres de Luis, la Madre Superiora, el Obispado, y el pueblo, que no le veo todavía tan moderno como para aceptar ciertas realidades….  ¿Y qué casa comprarían?  

- Ah eso es lo mejor. Es la que está detrás de la casa cural, creo que uno de tus balcones da a su jardín. Los tendrías de vecinos fíjate. 

- Ya. Bien. Vale. Clara vamos por partes. Tu superiora te ha mandado algo y tú por obediencia debes hacerlo. 

- ¿Y mi conciencia Mateo? ¿Y mi libertad? 

- Fuiste libre para aceptar tus votos y tu conciencia, … debe quedar salvada por cumplir esos votos. 

- ¿Y esos chicos Mateo? ¿Por qué no ayudarles, acompañarles? ¿No es acaso la Iglesia Madre? ¿No son acaso ellos sus hijos? 

- Sí, Clara, claro que es Madre y claro que son sus hijos.  

- Pues entonces ¡acojámoslos! 

- Sí. Pero quizá no tengas que ser tú, Clara.

- Mateo, Mateo, gracias, ahora lo entiendo, claro. Te vas a hacer cargo tú y así me liberas a mí.  Gracias Mateo. Te quiero, sabía que podía contar contigo. 

- Bueno Clara, espera, pero yo … yo no … 

- Pero que boba he sido, y tú que listo. Sé que lo haces por mí. Yo me olvido y cumplo mi voto de obediencia y tú les ayudas. Dios qué grande eres. 

- Clara, pero … 

- Mañana le llamo a Adam y le digo que vayan a hablar contigo, y si consigues que la Madre acepte en hacer aquí esa celebración ya sería genial. Seguro que si se lo pides tú no te dirá que no.  

- En fin, Clara, vale, mándame a esos chicos. Hablaré con ellos y que sea lo que Dios quiera. Y lo de la Madre superiora no te digo nada de momento “Que Dios me ampare”. 

- Nadie sabe confortarme como tu, Mateo. Eres un gran hombre y un buen sacerdote. 

- Y tu una lianta de cuidado. Y luego dices que me quieres. Si, me quieres metido en tus líos. 

- Bueno no te quejes que te libraste todos los años que estuviste en misiones jejeje 

―Si supieras que en parte también marché a Ecuador por ti‖ 

- A ver, Mateo. Te repito que estos chicos son conscientes que no  pueden pedir el sacramento del matrimonio, pero ¿se les puede negar una oración y un deseo de que sean felices? Y que Dios decida desde el cielo si bendice o no esa unión. 

- Ya. Es muy fácil decirlo, Clara, pero para un ministro de Dios es difícil dejar públicamente a Dios que bendiga una situación sin poner en entredicho a su Iglesia y a los principios que esta sostiene. Pero descuida, por ellos y por ti los recibiré. Hablaré con ellos y veremos cómo abordar este tema. Pero tu cumples tus votos y te olvidas de ellos, ¡hasta  en tu oración! 

- ¡Mateo por Dios, que vas a resultar peor que la Madre Superiora! 

- Bueno, haz lo que quieras y ya me ocupo yo de estos chicos. Me marcho. Nos vemos el sábado.  

Sin darle más importancia Clara se abrazó a Mateo y le dio un beso en la mejilla, como en otras ocasiones. Solo que en esta ocasión a Mateo ese beso le recorrió por todo el cuerpo. Pero eso pertenece a su vida secreta, de los dos. 

El resto del día Mateo lo pasó pensando en Luis, en Adam y en Clara. En la celebración de la tarde en la parroquia, desde lo secreto, quiso poner en manos de Dios el tema de estos chicos. Durante el rezo de completas volvieron  a estar presentes. Su corazón también le pedía ayudar a estos chicos y hasta bendecir en nombre de Dios su unión si esta era sincera. Pero ¿Cómo y dónde hacerlo?. Pero la tarde tenía más cosas esperando a D. Mateo.

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