Clausura Año Jubilar en Vitoria Monseñor Elizalde : “Para Dios nada es imposible”

Monseñor Elizalde : “Para Dios nada es imposible”
Monseñor Elizalde : “Para Dios nada es imposible” VLG

66.000 personas han atravesado la Puerta del Perdón de la Catedral

Después de cuatro años sin ordenaciones Vitoria tiene una ordenación de diácono

Día grande para la Diócesis de Vitoria. Este año la festividad de la Inmaculada, ya desde su novena, ha sido un acontecimiento.  La larga noche del sábado comenzaba a las siete de la tarde con una eucaristía presidida por D. Juan Carlos Elizalde a quien le acompañaba monseñor Juan Ignacio Arrieta,  secretario del Pontificio Consejo para los Textos Legislativo, y en la que concelebraron también el Vicario General, Carlos García Llata, otros vicarios de la curia, formadores de los Seminarios Diocesano y Redentoris Mater, y otros sacerdotes de la diócesis. 

Monseñor Arrieta y Elizalde

El presbiterio, y las naves de la Catedral, tenían para esta ocasión una estampa inusual, dado que imágenes, estandartes, Cuadros y Cartelería varia copaban el coro del presbiterio en el que destacaban especialmente la imágen de la Virgen Blanca, La Virgen de Lourdes, y El Cristo de lo Milagros. Pero más de cien instituciones vinculadas a la Iglesia, cofradías, hermandades, asociaciones, movimientos, órdenes religiosas, instituciones de caridad, a las que se han sumado también las casas regionales con sus estandartes y patronas respectivas, y de las que una representación acudió engalanada con el traje regional. Es como si nadie quisiera perderse esta clausura del Año Jubilar.  A pesar de los pebeteros instalados en la nave central, el frío se hacía notar en el templo gótico, en el que durante toda la noche diversos grupos de fieles han mantenido viva la llama de la oración por las vocaciones en la Diócesis. 

Pero antes, en la Eucaristía, Monseñor elizalde se dirigió a los fieles para repetir en varias ocasiones que “para Dios nada hay imposible”. 

“Estamos aquí para eso. Porque para Dios nada hay imposible”, decía. En clara alusión al despliegue de imaginería religiosa que llenaba en esta noche el templo catedralicio, Elizalde dijo que “no estamos solos. Estamos rodeados y acompañados de los amigos de Dios.” 

Nave central Catedral Nueva Vitoria Vigilia Año Jubilar 00

En otro momento de su homilía preguntaba “¿Creemos o no creemos? ¿Creemos que Dios da cuando se le pide? ¿Creemos en las Palabras del Señor? ¿Creemos que puede darnos lo que urgentemente necesitamos? ¿Que no abandona a su Iglesia? Por eso estamos aquí, pidiendo vocaciones, de todo tipo, para la Diócesis de Vitoria”.

“Hoy nuestros mártires en en Irak, Egipto, la India, son el tesoro de la Iglesia, la fuente de fecundidad”. En la última parte de su intervención dijo que “aquí, no hay nadie sin vocación, sin misión,  tú eres una misión en esta tierra.” Y Concluyó con la llamada vocacional realizada especialmente a los jóvenes y que dejó plasmada en su carta pastoral de Adviento:  “Te necesito para presidir y cuidar nuestra comunidades cristianas. Te necesito para educar a nuestros niños y para acompañar a nuestros jóvenes. Te necesito para animar y sostener a nuestras familias y a nuestros mayores. Te necesito para ayudar a la gente más vulnerable y necesitada. Te necesito para rejuvenecer el presbiterio. Te necesito para tender puentes en esta sociedad nuestra fragmentada y convulsa. Te lo digo en el nombre del Señor, porque es el Señor el que verdaderamente te necesita. La Diócesis de Vitoria te necesita con extrema urgencia.”

En el momento de la acción de gracias intervino monseñor Arrieta quien en esta jornada vocacional invito a dar gracias por todas las vocaciones misioneras que ha dado la Diócesis de Vitoria, también extendía las gracias a la vocación de todos los sacerdotes, “porque hemos visto milagros, hemos sido testigos de cómo la Gracia de Dios actúa.”

Tras finalizar la Eucaristía comenzaron los turnos de adoración que se prolongaron hasta las doce del domingo.

Monseñor Arrieta en la Catedral de Vitoria

A las doce del mediodía presidió la misa de clausura monseñor Arrieta, quien ante cerca de dos mil fieles, entre los que se encontraban algunos representantes institucionales dijo:  “Roma vuelve a estar hoy aquí en Vitoria, en este templo, como también lo estuvo hace 50 años en su consagración”. Sobre el horario previsto, a las 13:30 monseñor Elizalde procedió al cierre de la Puerta Santa, que durante un año han atravesado miles de personas de la Diócesis y procedentes de otras diócesis de España. Durante un año cada fin de semana se han celebrado jubileos para diversos grupos, conventos, movimientos , parroquias y colectivos diversos que, algunos añadiendo una visita guiada al templo neogótico, han celebrado y recibido la indulgencia plenaria que acompaña tradicionalmente a las celebraciones jubilares en la Iglesia. Los datos que maneja el obispado ofrecen la cifra de cerca de 66.000 visitas a la Catedral, y de esa cifra, un 15% correspondería a personas llegadas de otras diócesis de España y un 3~4% de extranjeros. 

Durante este año también en una de las naves laterales ha estado instalada una exposición que recogía, desde el origen de la Diócesis los hitos y personas que intervinieron especialmente en la creación, diseño y obra de la Catedral de María Inmaculada, Catedral Nueva de Vitoria, que originariamente se construyó como sede para una diócesis que abarcaba a los territorios de Bilbao, San Sebastián y Vitoria, pero que se inauguraría 19 años después de la división y creación de las diócesis de Bilbao y San Sebastián.

El último acto fue la ordenación diaconal de José Antonio, uno de los 10 seminaristas del Seminario Redentoris Mater. El Obispo de Vitoria impuso sus manos sobre el nuevo diácono, José Antonio Vega, y recitó, de acuerdo al rito eclesial, las preguntas dirigidas al joven de 29 años y todos los presentes en el templo, arrodillados, pidieron por él y sus nuevas responsabilidades dentro de la Iglesia de Vitoria. En el altar, D. Joserra Altuna, rector del Seminario Redentoris Mater presentó previamente al seminarista ante los fieles y pidió sus oraciones para que desempeñe fielmente sus tareas con fidelidad al Evangelio y obediencia al Obispo.

Non solum sed etiam

He de reconocer que una jornada tan cargada de actos, como esta, da para muchas reflexiones. Una de ellas es la que pude compartir a la entrada de la Catedral con una compañera del euskaltegi que me reconocía que hacía mucho que no entraba a la catedral, en parte porque no se considera parte del grupo  de creyentes, pero siempre ha sentido un gran respeto por todas las creencias. Y le decía que, aunque hoy pudiera estar asistiendo a la cara más “miséeera” ( de misas) de la comunidad católica, lo importante es que esta manifestación de hoy se acompañe del testimonio en el día a día y fuera del templo. Es decir en el ora et labora. Y eso es lo que, después de tanta decepción provocada por la incoherencia de los cristianos entre lo que se predica y lo que se hace, después de la gran decepción que han sido los casos de abusos, los cristianos tenemos que visibilizar con más ahínco si cabe, que nuestra oración va acompañada de la acción coherente, y que nuestra oración es precísamente un acto de coherencia, coherencia de quienes decimos creer en el poder de la oración, de quienes respondemos con un “sí creo” a las preguntas que hacía el obispo Elizalde. 

Otra reflexión es la que me ha suscitado ver la cantidad de banderas, banderolas, banderines, estandartes, pendones, y cartelería varia representando a otras tantas agrupaciones y colectivos de la Iglesia, de colectivos presentes en la Diócesis de Vitoria. Esto me ha hecho pensar en “la vida” que tiene esta diócesis. Una vida que se deja ver en un goteo incesante a lo largo del año: belenistas por Navidad; Cofradías penitenciales en Semana Santa; Las Cofradías de San Prudencio, Estíbaliz y La Blanca en muchas ocasiones y de manera particular en sus festividades de abril, mayo, agosto y septiembre; La Hospitalidad de Lourdes particularmente en septiembre; las cofradías de las advocaciones marianas de nuestros pueblos en mayo, agosto y septiembre en su mayoría; La Adoración Nocturna en sus vigilias especiales de Espìgas, Difuntos, Corpus y Fin de Año; Cáritas y Manos Unidas en las campañas de febrero, Semana Santa y el Corpus; Las misiones Diocesanas en marzo; y así un largo etc de ora’s et labora’s que se desarrollan en las fechas señaladas, y en una labor más callada a lo largo del año. Y en su mayoría, los protagonistas de todas estas acciones son laicos, seglares, por lo general acompañados, que no liderados, por sacerdotes. 

La iglesia del siglo XXI la forman hombres y mujeres, consagrados y laicos. La escasez de vocaciones por un lado y la mayor formación religiosa de los laicos comprometidos, ha derivado en una Iglesia en la que al sacerdote se le pide que anime a la comunidad, presida la eucaristía, se entregue al sacramento de la reconciliación, y camine con la comunidad a la que ha sido enviado. Haciéndose uno con ellos, orientando a cada persona, pero no necesariamente marcando el rumbo de la comunidad. Somos un Pueblo que camina a la luz de la Palabra, pero una Palabra que también hemos aprendido a leer los laicos, o que en ello estamos. 

Recuerdo las palabras que el Papa Francisco dijo a los miembros de la Conferencia Episcopal Española en su visita ad limina del 3 de marzo de 2014. Eran palabras dirigidas a los obispos, pero extrapolables sin duda alguna a todos los sacerdotes, en su medida: “es importante que el obispo no se sienta solo, ni crea estar solo, que sea consciente de que también la grey que le ha sido encomendada tiene olfato para las cosas de Dios. Especialmente sus colaboradores más directos, los sacerdotes, por su estrecho contacto con los fieles, con sus necesidades y desvelos cotidianos. También las personas consagradas, por su rica experiencia espiritual y su entrega misionera y apostólica en numerosos campos. Y los laicos, que desde las más variadas condiciones de vida y respectivas competencias llevan adelante el testimonio y la misión de la Iglesia.” He recordado muchas veces esa frase: “también la grey que le ha sido encomendada tiene olfato para las cosas de Dios.”

El vino nuevo exige odres nuevos, por eso hay que mimar mucho el modelo de sacerdote que se forme en nuestros seminarios. Un sacerdote que sintonice con la comunidad a la que sea enviado. Sin perder de vista el objetivo de acercar a los hombres a Dios y a Dios a los hombres. Cada día es más importante que el sacerdote se centre en aquello que le es específico, presidir la Eucaristía, la asamblea de la comunidad, permitiendo que Cristo se haga presente en el Pan y el Vino, y, la otra tarea que les es encomendada de manera exclusiva, ser puente del perdón de Dios y de su Misericordia. El resto, es tarea de la Iglesia, que somos todos. 

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