Sinodalidad versus enfrentamiento ¿Oportunidad o poner palos en las ruedas? Las ideologías eclesiales en Vitoria

¿Oportunidad o poner palos en las ruedas? Las ideologías eclesiales en Vitoria
¿Oportunidad o poner palos en las ruedas? Las ideologías eclesiales en Vitoria VLG

Un documento, que desde hace unas semanas ha circulado sin firma, ha llegado a Religión Digital con el aval de cuatro firmas directas y la afirmación por parte de ellas de la existencia de 500 firmas más, y saca a la luz el descontento y las críticas que algunos miembros de la comunidad cristiana en Vitoria hacen hacia su obispo y su forma de ejercer el episcopado

El texto hace un subjetivo análisis de la situación, expone algunas consecuencias respecto de la vida diocesana y ofrece media docena de propuestas para revertir la situación

Desde el obispado declinan hacer declaraciones públicas y se remiten a las propuestas de encuentro directo con el obispo que están abiertas, especialmente desde la fase pre sinodal 

Hasta el momento en el obispado de Vitoria no consta la entrega efectiva del texto, ni de las 500 firmas que lo acompañarían. Desde la comisión gestora del documento, uno de los firmantes asegura la entrega del documento este viernes por la mañana y la existencia de las firmas, que no han sido entregadas al obispo pero que tienen en custodia

En estos últimos días de enero se ha estado difundiendo el texto elaborado por un grupo de personas encabezadas por la firma de Mª Jesús Olarte, José María Aguirre, Amelia Sánchez, y Ricardo Arrieta, que se presentan como “grupo de personas cristianas”. El texto contiene un análisis crítico, y sesgado, del ambiente que se vive en la Diócesis de Vitoria. Responde a la verdad que viven algunos cristianos de la Diócesis pero contiene también afirmaciones más que matizables. Algunos planteamientos parten de una falacia largamente mantenida, incluso hasta por los propios obispos, de la reivindicación de una “Iglesia Vasca” que no existe, porque lo que siempre ha sido es la Iglesia EN el País Vasco. Y concluye, primero con una serie de propuestas que tampoco aportan ninguna novedad y una llamada al diálogo que ya ha sido hecha previamente por el obispo al que critican. 

Como respuesta al texto, que inicialmente ha circulado por wasap sin las firmas, otro grupo de cristianos, anónimos de momento, han contraatacado con otro texto, que, de momento y mientras no vaya avalado por ninguna firma, no voy a reproducir. Solo comentar que tampoco es una respuesta “fraterna”, como debería ser entre hermanos. Son dos textos que rezuman más ideología que evangelio. 

Non solum sed etiam 

Afortunadamente tuve la suerte de asistir a la primera reunión “clandestina” de este pequeño grupo (25, incluidos los tres que no fuimos invitados pero que acudimos convencidos de que era una convocatoria abierta y fuimos considerados “sector crítico'' ) que se reunió en una sala del Centro Cívico de El Pilar el pasado 9 de diciembre. 

Allí se expusieron las críticas y el malestar que algunos miembros de la comunidad cristiana, y de algunas parroquias en concreto, estaban sintiendo, y no sin motivo, todo hay que decirlo. El caso de la parroquia de la Esperanza por ejemplo, del que ya me ocupé en su momento. Pero la reunión tenía objetivos más ambiciosos, levantar la voz de “los sin voz” para hacer pública una crítica al obispo y a su forma de gobernar la Diócesis de Vitoria. 

No voy a negar que existe un divorcio entre el obispo y una parte del clero pre-Elizalde, que las expectativas ilusionantes del principio no se han concretado para todos. Nada que no suceda en las mayorías de las Diócesis. Pero creo que no es justo focalizar toda la responsabilidad en el obispo, ni en quienes colaboran hoy a su lado. Todos hemos puesto algo de nuestra parte, por acción u omisión. 

Al final de este artículo voy a reproducir el texto íntegro difundido por este grupo, aunque ya ha sido dado a conocer por Religión Digital

Pero me gustaría aportar antes mi propio análisis:

Es un hecho que la Diócesis de Vitoria está viviendo una doble realidad centrada en la figura de Monseñor Elizalde, con un sector que le acusa de exceso de protagonismo mediático, de falta de diálogo, de imposición de criterios, y de abandono de la feligresía que no muestra adhesión a su línea pastoral. 

Por otro lado hay también un sector importante de sacerdotes y laicos que se sienten en sintonía con su obispo, que se han visto reconocidos en una diócesis que otrora les ignoró, o que se sienten integrados de inicio, y que comulga con un modelo de pastoral sacramental y de tradiciones piadosas que añoraban algunos. 

El divorcio de una parte del clero pre-Elizalde con su obispo, y el agradecimiento y comunión de un clero importado; la pervivencia de viejos reclamos políticos mezclados con la vida eclesial y diocesana y la nueva realidad social que da paso a nuevas generaciones, incrementada por la migración, ha dado lugar a una población ajena al pasado reciente en el País Vasco; la pérdida de presencia social de la Iglesia, el secularismo, y la añoranza de otros tiempos; un pasado de pastoral social y obrera significativa acompañada de una relajación de la pastoral sacramental tradicional y la reconversión de la pastoral social en una pastoral en tiempos de crisis con un abanico de realidades de vulnerabilidad volcada en la migración, los desahucios y la pobreza laboral;  la recuperación por parte de algunos sectores de la Iglesia de prácticas piadosas y catequéticas heredadas de un pasado floreciente para la vida sacramental y espiritual, … Todas estas circunstancias son el caldo de cultivo en el que se ha fraguado la doble realidad diocesana en Vitoria, creando en unos la alegría de sentirse Iglesia y en otros la sensación de haber sido desechados como Iglesia. 

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Dicen que la virtud está en el medio, pero por alguna razón ni el obispo, ni el clero, ni los consagrados, ni los laicos comprometidos, ni el resto del pueblo fiel están (estamos) siendo capaces de encontrar ese espacio común de convivencia donde construir una Iglesia de brazos abiertos, no de embudo para cualquiera de los lados. Una Iglesia plural que respete y conviva con todas las sensibilidades.

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En la convocatoria inicial de esta asamblea popular (al parecer solo para indignados) se marcaban como denuncias realidades que no se ajustan a la verdad: Así, se denunciaba la existencia de una “eclesiología y pastoral diocesana de línea Neocatecumenal”. Si bien es cierto que la presencia del movimiento neocatecumenal en Vitoria es más visible hoy que hace una década, sin embargo la realidad diocesana tiene otras propuestas eclesiales y pastorales que nada tienen que ver con el mundo neocatecumenal: Berri Ona, Berakah, Cáritas, Adoración Nocturna, Hospitalidad de Lourdes, Talleres de Oración y Vida, Encuentros de Emaús, Encuentro matrimonial, Pastoral con jóvenes, Egibide, Misiones Diocesanas, Pastoral de la Salud, Pastoral penitenciaria, …

Respecto de los dos seminarios que hoy funcionan en Vitoria habría que preguntarse varias cosas: ¿donde están los resultados de la pastoral vocacional diocesana? y ¿quienes han dado un paso al frente para hacerse cargo del Seminario? Tras la respuesta a estas dos preguntas quizá sea más fácil entender por qué se aceptó la puesta en marcha del Redentoris Mater  y por qué el Diocesano queda en unas manos y no en otras. Si no queríamos aceptar el final de un modelo sacerdotal volcado en lo misionero y en lo social … habría que haber preparado el relevo y cuidado de él.

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Así mismo se denunciaba “una Iglesia descontextualizada, fuera de los ámbitos culturales, políticos y sociales”. Si bien la afirmación se ajusta a la realidad, también es de justicia reconocer que esa realidad ya se daba hace una década y se ha ido fraguando en etapas anteriores de la Diócesis y de la sociedad. 

Hoy la realidad es la que es, y ni la sociedad ni la Iglesia Diocesana es la que era hace cincuenta años. Hoy la iglesia diocesana de Vitoria, la Iglesia EN el País Vasco, es multiétnica y multicultural. Hoy prima el hermanamiento entre las Cofradías patronales y los devotos de las tradiciones religiosas del otro lado del charco, o de los llegados desde África.

Hasta los más críticos con Elizalde le reconocen su compromiso con los más vulnerables, y no solo por su papel en la Comisión de Migración de la CEE. Así mismo reconocen que trabaja con una idea clara del rumbo que quiere dar a la Diócesis y el apoyo explícito a todas las iniciativas que le encajan con ese rumbo marcado. Sinceramente creo que hay una pretensión en una parte de la Iglesia que parte de un error de base, y es considerar que la Iglesia es una democracia. No, es una jerarquía, otra cosa es que esta ha de entenderse como una pirámide invertida de manera que el que es el primero es el servidor de todos, y sus decisiones han de buscar el bien de todos, no el consenso de todos. Siempre he pensado que si Dios quisiera que en la Diócesis las cosas se hicieran a mi gusto el obispo sería yo. Eso no quita para que discrepe y crea que algunas decisiones no son las más acertadas. Pero mi pertenencia diocesana y mi libertad de pensamiento son compatibles, sin faltar ni a una ni a la otra.

Algunas voces recuerdan de su discurso de consagración y toma de posesión frases como la de “enseñarme a ser obispo” pero desde el sentimiento de que “no se deja enseñar”. Algunos sacerdotes recuerdan también expresiones que ha repetido en varias ocasiones dirigidas hacia ellos, “quiero ser un padre para vosotros”, pero hoy sienten cierta orfandad.

El caso es que la Diócesis de Vitoria es partícipe de una situación que se repite en otras diócesis cuando se da el desencuentro entre pastor y una parte del clero y de la feligresía. 

Hay un déficit de comunión y comunicación, el mismo que afecta a otros ámbitos de la sociedad, la familia, el mundo empresarial, … Pero más allá del grado de responsabilidad que cada cual tenga en cada problema concreto, de que sobre cada realidad planteada habrá visiones diferentes e incluso contrapuestas, y todas tendrán su grado de verdad, esta situación puede afrontarse como una desgracia o como una oportunidad. Podemos crear sinergias o poner palos en las ruedas.

Hay señales de esperanza, el inconformismo es más positivo que la abulia, la protesta que el silencio y la pasividad. Si hay denuncias es porque algo preocupa, y si hay propuestas es porque algo preocupa y se puede mejorar.  

Sería deseable que la iniciativa particular surgida para expresar el dolor sea encajada en el proceso Sinodal y que no solo sea una voz que grite a los medios sino que resuene sobre todo en casa

Si bien es importante la voz de los discrepantes, creo que no lo es menos la de los satisfechos, que “haberlos haylos”. Es un hecho que la gestión de Elizalde no ha dejado contentos a unos, pero sí es cierto también que otros, que otrora no se sentían reconocidos hoy lo sienten así. ¡Claro que lo triste es que en la Iglesia funcionemos por bandos ideológicos!, lo denunciaba el Papa Francisco hace poco.

ANTE LA SITUACIÓN DE LA DIÓCESIS DE VITORIA

Reflexión dirigida a nuestro Obispo, Juan Carlos Elizalde, y a las comunidades de nuestra diócesis

Un grupo de personas cristianas queremos manifestar nuestra preocupación por la situación de nuestra Diócesis de Vitoria. Nos mueve nuestro deseo de fidelidad al mensaje de Jesús y nuestra responsabilidad en la tarea de anunciar el Evangelio en la sociedad. 

Nuestra actitud quiere ser de colaboración y de diálogo, tanto con el Obispo como con las comunidades cristianas a las que pertenecemos. Nos anima el clima sinodal al que nos invita el Papa Francisco y la fidelidad al Concilio Vaticano II.

Un contexto diocesano preocupante

En nuestra Diócesis se plantean y promueven múltiples actividades pastorales     organizadas institucionalmente, que tratan de establecer un modelo de Iglesia que responde a determinadas preferencias de nuestro Obispo:

Quiere promover una Iglesia diocesana según un modelo basado en sus opciones previas que le conducen a tomar decisiones unilaterales autoritarias, sesgadas y parciales.

Su orientación básica es sacramentalista y cultual, más atento a la letra y a los ritos que a las necesidades de quienes participan en ellos o desearían hacerlo.

Impide la realización de un auténtico pluralismo creativo y dialogante sin reconocer la libertad del Espíritu que sopla donde quiere (Jn 3,8).

La urgente necesidad de vocaciones al sacerdocio le ha llevado a organizar dos seminarios, ambos con líneas de formación conservadoras, sin contar con la opinión del Consejo Presbiteral y del Consejo de Pastoral diocesanos 

Para los puestos de responsabilidad en organismos pastorales y en parroquias significativas ha nombrado, en su mayoría, a personas que avalan su línea sin tener en cuenta a personas laicas y a sacerdotes de amplia experiencia en la vida diocesana.

Ante los procesos de secularización y de crisis religiosa en nuestra sociedad rural y urbana, sigue una línea de respuesta tradicional y uniforme, carente de pluralismo pastoral.

Todo ello muestra, a pesar de sus declaraciones en pastorales y cartas, que la imposición episcopal prevalece sobre la participación de la comunidad y la directividad unilateral sobre la sinodalidad y la búsqueda compartida. En definitiva, nuestra Iglesia ofrece una imagen dominantemente jerárquica y clerical.

Esta línea directiva, impositiva y conservadora, ha sido la tendencia que en este último periodo de la Iglesia vasca ha caracterizado a nuestra jerarquía. Los resultados de este autoritarismo son conocidos, frecuentemente lamentados y denunciados y preocupan ante los próximos nombramientos episcopales.

Consecuencias para la evangelización y vida diocesana

Este modelo de Iglesia conlleva graves consecuencias para la misión de la Iglesia y para la vitalidad diocesana. Indicamos las siguientes:

El acelerado descenso de la práctica religiosa y de la desafección a esta Iglesia se deben a diversas y complejas causas en una sociedad vasca en transformación, como sucede en otros lugares. Sin embargo, nos parece que este modelo de Iglesia contribuye al alejamiento de la comunidad cristiana de la sociedad y dificulta su misión evangelizadora y la participación sacramental.

Se marginan formas diversas de espiritualidad y carismas. Sólo se potencian las que están de acuerdo con la línea del Obispo. La creatividad y la pluralidad se oscurecen y, en general, la Iglesia diocesana se distancia de los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los hombres y mujeres de nuestra sociedad. 

Se están difuminando nuestras señas de identidad como Iglesia vasca, que sepa responder a los signos de los tiempos que apuntan hacia cambios en profundidad de formas de gobierno y de responsabilidad pastoral compartidas.  

Su forma de actuar en muchas ocasiones está produciendo preocupación, tristeza y dolor en bastantes cristianos, que se han sentido incomprendidos e infravalorados

Los resultados que se perciben y se sienten nos hacen constatar con dolor que nuestra Diócesis está dividida por las decisiones y actuaciones jerárquicas.

Asumir responsabilidades

Aunque las causas de la situación de nuestra diócesis vienen de lejos y son muy variadas y múltiples, la línea pastoral impositiva de nuestro Obispo contribuye a incrementar las consecuencias indicadas y no responde a las necesidades pastorales y espirituales de nuestra sociedad. Aunque con sus gestos pretende ofrecer una imagen de cercanía y diálogo, sus decisiones muestran su talante autoritario y chocan con el deseo de participación de muchas personas creyentes.

Ciertamente el Obispo no es el único responsable. Quienes le apoyan, elegidos por él para cargos diocesanos, comparten su responsabilidad en esta situación. Y, ante la grave problemática de nuestra diócesis y los desafíos evangelizadores, también nosotras y nosotros nos consideramos responsables y asumimos nuestras deficiencias con sinceridad y humildad.

Propuestas para una renovación

Si queremos una Iglesia local renovada, vemos necesario ofrecer propuestas renovadoras y abrir caminos de esperanza, desde la conciencia de sentirnos Iglesia, Pueblo de Dios, en solidaridad con todas las personas, con respeto y amor. Desde ahí proponemos:

apoyar el actual proceso sinodal animado por una espiritualidad no uniforme, sino plural, de respeto y apertura, sin miedos ni censuras;

 que nuestro Obispo, consecuente con su pregón de Navidad en el que invitaba a “aventurarnos en el diálogo, la escucha y la crítica constructiva”, ponga en práctica esos propósitos en sus decisiones y actuaciones;

que nuestras comunidades sean, como desea el Papa, ‘Iglesia en salida’ en una sociedad pluricultural, democrática y laica y se muestren solidarias con quienes sufren las injusticias de la pobreza y con los sectores más desfavorecidos;

que se responda a la pregunta del Papa en esta Epifanía: “¿Nuestras palabras y nuestros ritos provocan en el corazón de la gente el deseo de encaminarse hacia Dios o son ‘lengua muerta’, que habla sólo de sí misma y a sí misma?”, superando lenguajes y prácticas cultuales y sacramentalistas que nada dicen a una mayoría y realizando celebraciones con participación y sentido comunitarios;

que se establezca una Iglesia donde los laicos tengan voz y voto en asuntos pastorales, organizativos y financieros;   

que se construya una Iglesia donde las mujeres tomen el protagonismo que les corresponde, como miembros del Pueblo de Dios en igualdad.

Una invitación al diálogo

Este escrito, dirigido fraternalmente a nuestro Obispo y a las comunidades cristianas a las que pertenecemos, quiere ser una oferta de encuentro dialogante para nuevas opiniones y aportaciones, abierto a la crítica. El proceso sinodal que estamos viviendo es un momento privilegiado para potenciar este talante.

En última instancia ofrecemos esta reflexión tratando de ser fieles a Jesús que “movido por el Espíritu vino a dar la buena noticia a los pobres y la libertad a los cautivos… a poner en libertad a los oprimidos…a proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18). 

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