Premiar los esfuerzos de todos Un “Oscar” para los apóstoles de cada día

Un “Oscar” para los apóstoles de cada día
Un “Oscar” para los apóstoles de cada día

De bien nacidos es ser agradecidos y aunque a veces solo se premian resultados tampoco estaría mal que en la Iglesia premiemos el servicio callado y continuado, incluso el que no ha tenido grandes resultados pero ha mantenido el servicio en marcha

El otro día asistí en el marco de las Jornadas pastorales de inicio del Curso pastoral en Vitoria a una conferencia de Dña María Teresa Valero i Melgosa, miembro del Área de Primer Anuncio (CEE). Directora de Autem (Instituto de liderazgo pastoral). Delegada de Primer Anuncio y de Apostolado Seglar (Diócesis de Solsona.  En dicha conferencia expuso algo que ella suele hacer en algunas de sus charlas: otorgar “un Oscar” a alguno de los presentes y poner en valor sus servicios a la comunidad. 

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Me pareció un ejercicio muy bonito e interesante. También pensé que extenderlo y personalizarlo quizá no sea fácil, evitar que genere recelos de por qué a este sí y a mí no. Si ese Oscar lo otorga la diócesis o el obispo, o quizá mejor una delegación, o cada delegación su “Oscar”.  Seguro que todas las opciones tienen sus pegas, pero el gesto en sí me parece una buena idea. 

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Y lo mismo que la Conferencia Episcopal entrega sus Premios Bravo, o la Diócesis de Bilbao reconoce cada 8 de marzo a un grupo de mujeres su contribución  social y eclesial,  quizá cada Diócesis podría hacer sus reconocimientos, y no de manera póstuma, que entonces siempre llegan tarde, sino en vida. O reconocimientos por gremios o servicios: un año a los catequistas, otro a los que limpian los templos, otro a los que colaboran con Cáritas, otro a los que cuidan los archivos, otro a los que viven el ministerio de la música, …

Ya sé que tenemos los reconocimientos a las 25 y 50 años de vida sacerdotal, pero más allá de esos reconocimientos por acumulación de años de servicio esos "oscar" serían más bien el reconocimiento al día a día de tantas personas que con su ejemplo y buen hacer construyen Iglesia y sociedad. 

De bien nacidos es ser agradecidos y aunque a veces solo se premian resultados tampoco estaría mal que en la Iglesia premiemos el servicio callado y continuado, incluso el que no ha tenido grandes resultados pero ha mantenido el servicio en marcha. 

Cada Delegación podría proponer sus candidatos si se hace nominal, o cada parroquia sugerir los sectores o personas a las que darles un “Oscar” de gratitud.

Un oscar para los padres y abuelos que llevan a sus hijos y nietos a misa

Un oscar para los monitores de Tiempo Libre que incluyen a Jesús en sus dinámicas

Un oscar para los que mantienen la adoración perpetua

Un oscar para los que ayudan en las parroquias con la economía

Un oscar para los voluntarios de Cáritas, de Berakah, de Manos Unidas, …

Un oscar para los sacerdotes que una vez jubilados se sienten válidos y colaboran en las parroquias o centros de culto 

Un oscar para las monjas de clausura

Un oscar para los padres que no sacan a sus hijos de las iglesias cuando dan guerra

Un oscar para el que asiste cada día a misa de doce

Un oscar para el que acompaña a los enfermos en sus casas y hospitales

Un oscar para tí, por ser un apóstol de la puerta de al lado.

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