El Motu Proprio de Francisco que cambia el canon 230 Reconocimiento oficial a un servicio que ya se venía prestando

Reconocimiento oficial a un servicio que ya se venía prestando
Reconocimiento oficial a un servicio que ya se venía prestando Cathopic

“Es un cambio de derecho, no de hecho”

Ahora falta si se promoverá la formación de todos para estos servicios

es un paso pequeño pero importante, valoran algunos sacerdotes

El Papa Francisco ha dado a conocer, en lo que se denomina un “motu proprio”, su decisión de reformar el texto del canon 230 § 1 del Código de Derecho Canónico, que a partir de ahora tendrá la siguiente redacción: "Los laicos que tengan la edad y los dones determinados por decreto de la Conferencia Episcopal podrán ser asumidos establemente, mediante el rito litúrgico establecido, en los ministerios de lectores y acólitos; sin embargo, tal atribución no les da derecho al sustento ni a la remuneración por parte de la Iglesia".

Esta modificación tiene la trascendencia de reconocer que el ministerio del acolitado y lectorado puede ser ejercido por las mujeres en la misma condición que se determina para los hombres. O dicho de otro modo, que las mujeres sean monaguillos y proclamen la Palabra, a partir de ahora, es legal según las normas de la Iglesia. 

Desde Astorga Santiago, sacerdote, reconoce que este es un “cambio de derecho, no de hecho”, ya que recuerda que hace más de 20 años en su diócesis las mujeres han desarrollado labores en las celebraciones y han sido enviadas como agentes pastorales. “Celebraciones de la Palabra, portadoras de la Comunión a enfermos, acólitas en las celebraciones, … todo eso se viene ya haciendo”. 

Otro sacerdote, Juan Carlos, perteneciente a la congregación de los Legionarios de Cristo, opina que en el motu proprio del Papa no hay una “novedad”, ya que “lo que hace es legislar lo que ya es una praxis. Esta es una práctica habitual en la construcción legislativa.” Este sacerdote se fija no obstante en otro aspecto, que para algunos podría marcar la novedad, “si bien el lectorado y el acolitado son órdenes menores previas al diaconado y al sacerdocio, también tienen entidad propia, tienen un valor en sí mismo. Por lo que no tiene por qué interpretarse que el acceso al acolitado y al lectorado sea necesariamente un camino abierto al diaconado ni al sacerdocio.”

José Javier, sacerdote de San Viator, en Vitoria, se alegra de ver “negro sobre blanco algo que es una realidad que se viven en el día a día de la Iglesia. ¿Cuántas parroquias habrá entre nosotros en las que la mujer no tenga algún papel en la liturgia, como lectora, o en el reparto de la comunión? seguramente ninguna.”

Alvaro, sacerdote en Chile, pone en su muro de facebook: “¡Ya era hora! Hay que avanzar más a fondo y más rápido. El Papa cita el documento final del Sínodo para el Amazonas, observa que "para toda la Iglesia, en la variedad de situaciones, es urgente que los ministerios sean promovidos y conferidos a hombres y mujeres... Es la Iglesia de los hombres y mujeres bautizados la que debemos consolidar promoviendo la ministerialidad y, sobre todo, la conciencia de la dignidad bautismal". Es un pequeño paso que da vergüenza aunque permitirá, a partir de ahora según el Derecho canónico, que las mujeres puedan leer las Sagradas Escrituras en la misa, cuidar del servicio del altar, ayudar al sacerdote en la celebración de la misa, distribuir la comunión, exponer el Sacramento o instruir a los fieles que llevan el Misal, la cruz o los cirios.”

Txomin, en Vitoria, considera que esta modificiación "da carta de ciudadanía a la mujer en estos dos ministerios", y añade, "aquellas que reciban del obispo la institución de los dos ministerios insisto tendrán más autoritarias en la asamblea litúrgica".  "Bien por el Papa Francisco que ha dado un paso hacia la igualdad de la mujer aunque sea un paso muy pequeño" concluye Txomin.

Juan Carlos, párroco en Torrelavega, apunta que desde hace años en su parroquia hay un grupo de ministros extraordinarios de la comunión, nombrados por el obispo, compuesto por hombres y mujeres, encargados de repartirla en las celebraciones y a los enfermos. Además de la participación en la lectura de la Palabra. 

Alguien no obstante se preguntará, ¿si eso ya se venía haciendo en algunos sitios? Por supuesto. Donde se consideraba que era de justicia que así fuese. 

La justicia no siempre va de la mano de la legalidad vigente. Pero el ser humano, y no solo en la Iglesia, solemos funcionar mucho de esta manera. Los más lanzados tiran para adelante y ponen en marcha las acciones que consideran justas. Con el tiempo, y con suerte, algunas acaban siendo de ley. 

Por lo tanto en lo que respecta al reconocimiento canónico del papel de la mujer en la liturgia sólo se da legalidad a lo que venía haciendo en muchos lugares: leer las lecturas y ayudar en la misa. Técnicamente hay una labor que podría verse como nueva ya que le es propia al acólito y es purificar, tras la comunión, los vasos sagrados. (aunque seguro que no falta quien salga ahora con equiparar ese servicio con fregar los platos - que en cierto modo eso es - y le sacarán punta).

Una aclaración: este canon no faculta a los lectores a la proclamación del Evangelio en la misa, que sigue reservada para diáconos, sacerdotes y obispos. En todo caso la lectura de La Pasión en Semana Santa seguirá contando con mujeres en muchos lugares. Otra práctica que un día será ley. 

Lo que  podría resultar una novedad es un lógico requisito de la formación, tanto para hombres como para mujeres, para acceder a estos ministerios. La modificación del canon puede poner en primer plano el tema de la formación frente a la buena voluntad. Este “requisito” queda ahora en el tejado de obispos y sacerdotes para garantizar un servicio de calidad. Una oportunidad para recuperar o potenciar las escuelas de monaguillos, y la de lectores (a la que se podrían apuntar también algunos sacerdotes y obispos, que no les vendría mal). Y, desde un análisis en el campo de la comunicación, podrían incluso recuperarse algunos usos, como la de ceder la homilía al consagrado que tenga el don de la palabra. (una práctica realizada otrora por algunos obispos. ¡Bueno, es la labor del Cardenal Cantalamesa en Adviento y Cuaresma como predicador pontificio!)

Por lo tanto la verdadera novedad puede llegar, no tanto por el ejercicio de unas funciones que ya se vienen haciendo de forma indistinta por hombres y mujeres, y justificadas por la necesidad de cada realidad pastoral; sino más bien, por la normalización de estos servicios entre todos los fieles y, sobre todo por la apuesta por una formación para desarrollarlos. 

Non solum sed etiam

Ojalá seamos todos un poco más exquisitos y exigentes y pidamos que:

Quien salga al ambón, al atril, o de el paso al frente, “proclame la Palabra”, ni la lea ni la interprete; que se le oiga, se le entienda y se le pueda escuchar.

Quien ayude en el altar se desenvuelva con respeto, sencillez y cariño a cada tarea. Que pase desapercibido, que forme parte de un equipo y que tenga la soltura y agilidad para salir al paso de cualquier imprevisto.

Quien reparta la comunión que se sienta enviado a una misión y no a distribuir unas tapas de pan ácimo. 

En pocas palabras, gente con vocación de ser lectores y acólitos. 

Quizá en un futuro la Iglesia no determine los ministerios sagrados ni siquiera las órdenes sagradas en razón del sexo sino de los dones recibidos, cultivados y desarrollados por cada persona. 

Por cierto, una malicia, ¿a que nadie ha tenido problemas para entender que la modificación del canon afecta a hombres y mujeres, aun cuando el texto dice solo: “Los laicos que tengan la edad y los dones determinados…?”

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