La Diócesis se da un plazo de 5 años para evaluar los efectos de estas medidas Vitoria da un paso al frente en materia de prevención y actuaciones frente a los abusos en la Iglesia a menores y personas equiparables legalmente
Tras la lectura reposada del Protocolo de actuación ante casos de abusos sexuales a menores y personas vulnerables y el Código de buenas prácticas ante posibles situaciones de este tipo elaborado por la Diócesis de Vitoria
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
Vaya por delante la felicitación a un trabajo que se merece los mejores calificativos, además de los de necesario, oportuno, minucioso y técnico en algunos apartados.
Según reza la introducción del mismo documento “ El objetivo principal es proporcionar una guía clara y sencilla para los responsables de parroquias, grupos pastorales, centros de formación, instituciones y personas que trabajan en el ámbito educativo y en la pastoral ordinaria con niños y adolescentes en la Diócesis de Vitoria, disponiendo de unos criterios orientadores y unos procedimientos de actuación básicos, pero completos, ante posibles casos de abuso sexual a menores y personas equiparables legalmente.”
Con esta iniciativa se pretende garantizar espacios seguros, prevenir cualquier forma de violencia; detectar con rapidez las situaciones de riesgo, y disponer de mecanismos de actuación eficaces.
Este documento se auto concede un periodo de cinco años ad experimentum, quedando abierto a revisiones conforme a nuevas disposiciones civiles o eclesiásticas.
El documento pretende atender tanto a víctimas como victimarios, a cada uno en su medida y sus necesidades psicológicas, sociales y espirituales.
Toda la primera parte es un vademecum de términos y nociones importantes relacionados con el tema de los abusos. Un trabajo necesario para saber qué es cada cosa; qué alcance tiene cada término, para llamar a cada cosa por su nombre y para definir con precisión cada término usado en estos temas.
En el punto 4. comienza una serie de indicadores muy útiles para detectar situaciones de riesgo o evidentes de abusos. Algunos de los puntos son fácilmente reconocibles, pero por ejemplo el apartado dedicado a los indicadores de comportamientos me parece detallado y muy completo.
No obstante con el protocolo de protección de abusos de la Diócesis de Vitoria he tenido la misma sensación que con la lectura de los prospectos de medicamentos: todo lo que cuenta es cierto, está testado y ha ocurrido en alguna ocasión, pero obsesionarse con todo lo que pone acaba creando un problema de ansiedad a poco “hipocondriaco” que uno sea.
Vaya por delante reiterar nuevamente que es un gran trabajo el realizado por el equipo diocesano. Que ha intentado no dejarse nada en el tintero, pero que podemos acabar acusando a un abuelo por comerse a besos a su nieta, algo que durante “siglos” se ha visto como natural, y que también, en algunos casos ha escondido detrás una perversión sexual en el ámbito familiar. ¡Pero en algunos casos!, no olvidemos el matiz.
Por eso uno de los puntos más interesantes del documento a mi modo de ver está en el punto 4.4 en el que se dan pautas para diferenciar la sospecha de la evidencia.
El punto 4.5 es de manual de primeros auxilios emocionales. Y uno de los puntos a destacar en fosforito por mi parte: “ser conscientes de lo que hay que decir y de lo que no hay que decir en ese momento”. Punto importante y muy, muy difícil. Se puede meter la pata sin querer con mucha facilidad.
En varios momentos el documento demuestra la sintonía de sus puntos con la legislación no solo canónica sino civil, lo que aporta esa conexión con la realidad y el sentir social.
El punto 4.6 aborda una cuestión importante, el de las obligaciones inherentes al conocimiento de un abuso. Obligaciones jurídicas, éticas y morales. No lo subraya pero lo dice claramente: “No notificar un caso de abuso sexual a menores nos hace cómplices de esta situación.”
El apartado 5 se dedica a la prevención, empezando por: “La selección de las personas implicadas en la pastoral o la docencia con menores marca el inicio de la actuación preventiva. Incluye la selección adecuada de los seminaristas, formadores, profesores, catequistas, monitores, entrenadores, personal auxiliar y de mantenimiento, voluntarios, etc., es decir, de todo el personal con posible contacto con niños y adolescentes.”
En el protocolo de esa selección se contempla como obligatorio aportar un certificado negativo del Registro Central de Delincuentes Sexuales y Trata de Seres Humanos. Además “todos los sacerdotes y laicos firmarán voluntariamente un documento de responsabilidad personal que se archivarán convenientemente en la Diócesis, en el que de forma expresa manifiesten:
- Su rechazo personal a todo tipo de maltrato o abuso sea físico, psicológico o sexual.
- Que conoce la doctrina de la Iglesia y las normas diocesanas sobre el trato con menores y que, por tanto, la persona que no cumple con las normas incurre en un delito que atenta gravemente contra la Ley de Dios, las normas eclesiales y la legislación civil.
- Que ha sido informado/a sobre todas estas leyes y el compromiso de los Organismos Diocesanos de informar a las autoridades eclesiásticas y civiles de su incumplimiento.”
El apartado que titulan “buenas prácticas preventivas” podríamos decir que es un llamado al sentido común por un lado y al cuidado de las formas que eviten las sospechas innecesarias. Algunas medidas pueden verse también como una manera de salvaguardar más al adulto que al menor, es decir que la transparencia de la presencia de un adulto en un entorno con menores sea tal que no de lugar para la difamación ni las acusaciones fáciles.
El 29 de mayo de 2020 se aprobó un Decreto episcopal por el que se constituía la Oficina de Protección al Menor (OPM). Esta OPM tiene como función la recepción de denuncias de abusos cometidos en el pasado y en la actualidad, y en ello viene trabajando desde su creación.
En el capítulo de la prevención tiene un apartado propio el dedicado a la trascendencia de la formación contínua. Periódicamente en la diócesis se ofrecen charlas y cursos de formación que son un aporte a este objetivo marcado.
Y la formación va ligada estrechamente a la tarea de concienciación, un objetivo que debe alcanzar a toda la sociedad en su conjunto.
El apartado 6 aborda las actuaciones de la Iglesia frente a los casos de abusos a menores. Este es uno de los puntos que todavía enfrenta a víctimas de abusos en el seno de la Iglesia con la institución y sus órganos de poder. Por eso es importante conocer los compromisos que adquiere la Diócesis de Vitoria de ahora en adelante.
Conociendo de antemano que en el equipo redactor de este documento está el ex juez Jaime Tapia era previsible que el concepto de “justicia restaurativa” estuviese presente en el documento, y lo hiciese con entidad y capítulo propio, en el punto 7.
Jaime Tapia es un defensor absoluto de la justicia restaurativa y su sello es evidente en el documento. Aunque estoy pretendiendo no desvelar muchos párrafos del texto para invitar a su lectura íntegra, en este caso sí voy a copiar literalmente el apartado que describe “Los objetivos de la justicia restaurativa”:
- a) Apoyar a las víctimas, darles una voz, motivarlas a expresar sus necesidades, permitirles participar en el proceso de resolución y ofrecerles ayuda.
- b) Reparar las relaciones dañadas por el delito y el pecado.
- c) Denunciar el comportamiento criminal como inaceptable y reafirmar los valores de la Iglesia.
- d) Motivar la responsabilidad de todas las partes relacionadas, especialmente del ofensor y de la institución en la que se ha producido el daño.
- e) Identificar resultados restaurativos y directos.
- f) Reducir la reincidencia motivando el cambio del ofensor, facilitando su reintegración a la Iglesia y su conversión.
- g) Identificar los factores que causan o que facilitan la ocurrencia de los delitos e informar a los responsables, ordinario y superior/a mayor para que implementen estrategias preventivas, de detección eficaz y de actuación en casos de sospecha o denuncia.”
Me parece una aportación importante del documento.
El apartado 8 es el “Código de buenas prácticas para ambientes sanos y seguros en la Iglesia”.
Este Código de buenas prácticas tiene dos pilares fundamentales:
- Cultivar estilos sanos de relaciones interpersonales
- Formar y capacitar para la prevención de situaciones abusivas. Todos los responsables pastorales deben estar suficientemente entrenados tanto para la prevención de abusos como para desarrollar y mantener actitudes y habilidades necesarias para proteger a todos quienes participan en la Iglesia, en especial a aquellos más vulnerables.
El texto ofrece 12 pautas, a las que quizá alguno se le pueda ocurrir añadir alguna más, pero esa docena es un abanico suficiente, podría ser un “decálogo” para imprimir y colocar en todos los espacios de la Iglesia. Lo sugiero como idea, darle un formato más reducido y concentrado y convertirlo en un panel de referencia visible. Además de las medidas de difusión que el mismo documento contempla como la divulgación por redes sociales.
Otro decálogo es el que desarrolla la lista de actuaciones prohibidas y comportamientos inadecuados.
El documento adjunta siete anexos que desarrollan algunos apartados y que ofrecen modelos de impresos a usar para el desarrollo de estas buenas prácticas.
Non solum sed etiam
Bienvenida sea toda iniciativa que venga a erradicar lo que ha sido, y por desgracia sigue siendo, una lacra para la Iglesia. Un motivo para acusar a la Iglesia de predicar una cosa y hacer otra. Da igual el porcentaje estadístico y comparativo con otros ámbitos de la vida social, para la Iglesia un solo caso ya es mucho. Pero la diferencia la marcan las “obras” y las decisiones que se han empezado a tomar. Que se sepa que ningún hábito ni mitra protege a nadie ya.
No obstante debemos ser cuidadosos para, aplicando los criterios que un documento como el presente nos indica, no perdamos el abrazo del perdón, la caricia del consuelo, la calidez de una palabra y la acogida de una escucha.
Debemos saber navegar y mantener el equilibrio entre las expresiones del amor al prójimo y las desviaciones de lo que deja de ser amor.
No podemos pasar ahora al otro extremo, siguiendo la costumbre pendular de esta sociedad, no podemos convertirnos de la noche a la mañana en una Iglesia fría, calculadora, distante, seria, poco humana, …porque eso también nos acabaría alejando del Evangelio que es nuestro mejor Código de conducta para evitar cualquier acto de falta de humanidad.
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