Tras el nombramiento del arzobispo de Pamplona ... ¿Volverá a hablarse de la Provincia Eclesiástica Vasca (Navarra)?

¿Volverá a hablarse de la Provincia Eclesiástica Vasca (Navarra)?
¿Volverá a hablarse de la Provincia Eclesiástica Vasca (Navarra)?

El tema de la Provincia Eclesiástica tiene su “miga” y su historia. A lo largo de los siglos la cuestión eclesiástica y la cuestión política han estado muy entrelazadas

El ministro de Asuntos Exteriores, Martín Artajo, comunicó a Franco lo que interpretaba como  una victoria: «Hemos ganado el pleito sobre Vitoria. La Santa Sede accede al desdoblamiento, sin erección de ninguna archidiócesis. Las tres nuevas diócesis seguirán perteneciendo a Burgos»

las Cartas Pastorales conjuntas de los obispos vascos y navarros, una colección de textos de gran calidad y altura literaria y pastoral que no sé si se volverán a repetir

la realidad pastoral era “tozuda” y la colaboración del clero vasco y navarro se llevaba a cabo de facto en muchas áreas, un ejemplo Misiones Diocesanas Vascas; otro ejemplo la celebración del Día del Seminario el 8 de Diciembre

Que se den condiciones para que en las altas esferas se pueda volver a plantear el tema de la Provincia Eclesiástica Vasca, Es posible, pero lo que no sé es si ya existe el humus necesario para que ese sueño vuelva a echar raíces

Ya tenemos configurado de nuevo el episcopado vasco-navarro para una temporada. En Vitoria, Juan Carlos Elizalde, ordenado de obispo en el 2016 se hizo cargo de la Diócesis sustituyendo a monseñor Asurmendi;  En Bilbao, a la espera de posibles nombramientos de auxiliares, Joseba Segura, ordenado obispo en 2019 sirvió como auxiliar de monseñor Iceta hasta 2021 cuando se hizo cargo como titular de la Diócesis; En San Sebastián y tras un tiempo esperando sucesor de monseñor Munilla en diciembre de 2022 es ordenado y toma posesión de la sede el claretiano Fernando Prado; El Arzobispado de Pamplona-Tudela esperaba a alguien “ascendido” a arzobispo, pero el Papa Francisco lo buscó “en la cárcel” al mercedario Florencio Roselló, quien desde enero del 2024 se ocupa de las Diócesis de Pamplona y Tudela.

Llegados a este momento podemos preguntarnos si las diócesis vasco-navarras retomarán temas como el de la Provincia Eclesiástica que las reúna teniendo como cabecera a Pamplona y abandonando Vitoria y Bilbao su dependencia de demarcación eclesiástica de Burgos. O incluso, como alguna vez se ha apuntado si esta provincia eclesiástica acogería a las diócesis de Calahorra y Logroño, recordando el mapa un poco más al viejo reino de Navarra.

El tema de la Provincia Eclesiástica tiene su “miga” y su historia. A lo largo de los siglos la cuestión eclesiástica y la cuestión política han estado muy entrelazadas. Hagamos un poco de historia. 

Nos remontamos de la mano de mi buen amigo Rubén Alaitza y de su libro “No sin Navarra”,  al siglo XVI, a principios del siglo más exactamente, durante el Papado de Julio II: “El Sumo Pontífice protagonizó una guerra ideológica - paralela a la puramente militar - que le llevó a mover los hilos en la corte de Francia, primero, y después en la propia corte de Navarra. La conquista de Navarra se encuadra en las tensiones propias de la geopolítica europea del siglo XVI; y, dado que la Iglesia Católica Romana constituía un poder fáctico más dentro del tablero de juego europeo, el efecto de las decisiones del Papa decantó la guerra a favor de Castilla.”

Esas actuaciones a las que se refiere son las dos bulas que sentenciaron a Navarra.

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Sigue Alaitza: “Julio II vio en Navarra una ocasión propicia para agradecer a Fernando el Católico la ayuda que el aragonés le prestó en Italia para expulsar a los franceses. La bula “Pastor Ille Celestis” de 1512 fue publicada a petición de Fernando en julio de 1512, días después de que la intervención militar en Navarra hubiese comenzado, cuando Pamplona-Iruñea y medio reino estaban ya bajo el control castellano. El texto de la bula ni siquiera nombra a Navarra: se limita a advertir “a los vascos y cántabros y gentes circunvecinas, que siempre fueron devotísimos de dicha Santa Sede, que se aparten de la alianza con cismáticos, bajo pena de excomunión latae sentencia, en la que incurrirán todos los que obraren en contra pasados tres días a contar del día en que debe hacerse la publicación de las presentes en las iglesias de Zaragoza, Calahorra, Burgos y Elna o en alguna de ellas. La bula nunca fue publicada en Navarra por expreso deseo del Sumo Pontífice, a pesar de la petición expresa de Fernando, hasta septiembre de aquel año, y solo en Tudela, única plaza que aún resistía la conquista de Castilla.”

Si ya la primera bula dejaba tocada a Navarra, la segunda era la puntilla. La segunda, titulada “Exigit Contumacium” se publicó en febrero de 1513 y con ella se excomulgaba a los entonces reyes de Navarra, Juan de Albert y Catalina de Foix, y como consecuencia su destronamiento acusados de cisma y herejía. Y no contento con eso además decretaba que los bienes de quienes habían actuado en contra de la Santa Sede pasaran a dominio público, con ello Fernando el Católico tenía el camino expedito para hacerse con el Reino de Navarra. 

A Julio II le sucedió León X y a este Adriano VI quien protagonizó un hecho que nos interesa y que ha sido recordado recientemente al cumplirse los 500 años de su nombramiento como Papa y la comunicación de este que la recibió en la ciudad de Vitoria.

Para referirme a ello voy a citar a otro buen amigo, Félix Placer quien en un artículo publicado en febrero de 2022 en Religión Digital contaba lo siguiente: 

“El caso vasco-navarro

Durante  la edad media, teniendo en cuenta la peculiaridad del entonces Reino de Navarra, se impidió una demarcación que implicara autonomía eclesiástica. A pesar de varios intentos, no se logró que   Pamplona  fuera arzobispado que  agrupara los territorios vascos. En la edad  moderna y contemporánea se acentuó este control, se mantuvo la división y se intensificó la dependencia centralista.  

Aunque solicitada y prometida por  Adriano VI, elegido papa durante su paso por Vitoria  ahora hace 500 años (1522),  la diócesis de Vitoria no se erigió hasta 1861. Incluyendo Bilbao y San Sebastián,   fue declarada sufragánea de Burgos y la de Pamplona, de Zaragoza.”

La categoría de Archidiócesis de Pamplona es relativamente reciente, según se cuenta en la web diocesana: “El 11 de agosto de 1956, el papa Pío XII promulgó la bula Decessorum nostrorum, por la cual Pamplona fue elevada al rango de archidiócesis metropolitana y se le asignaron como sufragáneas las diócesis de San Sebastián, Calahorra, Jaca y Tudela. Hasta entonces la diócesis de Pamplona había pertenecido sucesivamente a las metropolitanas de Tarragona (desde sus orígenes hasta 1318), Zaragoza (de 1318 a 1574), Burgos (de 1574 a 1851), y de nuevo Zaragoza (desde 1851).

La unificación eclesiástica del territorio navarro concluyó el 11 de agosto de 1984, cuando el papa Juan Pablo II, por la bula Supremam exercentes, unió de forma definitiva las diócesis de Pamplona y de Tudela bajo el cayado de un mismo pastor que sería conjuntamente arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela.

Mons. Fernando Sebastián Aguilar fue nombrado arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela el 26 de marzo de 1993, por Juan Pablo II y tomó posesión el 15 de mayo del mismo año.”

En todo momento las decisiones llegadas desde Roma estaban condicionadas a la situación sociopolítica. 

Pero no nos adelantemos en el tiempo, sigamos con la cronología llegando a la época del tardofranquismo y la transición. El profesor de la Universidad de Navarra Juan Manuel Gonzalez en su artículo para la revista Historia Contemporánea nº46 escribía: 

“La religión católica ha sido un elemento básico en la construcción de la identidad vasca nacionalista. Sin embargo, la organización eclesiástica no ha favorecido históricamente este proceso ya que no ha existido una estructura eclesial compartida por Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra. La reestructuración de las diócesis vascas fue una demanda presente en el primer nacionalismo y posteriormente, con mayor fuerza, en las reivindicaciones públicas de los sacerdotes opuestos al régimen franquista desde comienzos de los años sesenta del siglo pasado. Con el fin del franquismo los obispos de los territorios vasco-navarros asumieron, argumentando razones pastorales, la petición de una provincia eclesiástica común para sus diócesis. No obstante, esta solicitud también generó resistencias clericales y políticas, especialmente en la sociedad navarra.”

En el artículo de Félix Placer que he citado anteriormente, Placer recordaba: 

“Cuando la diócesis de Vitoria se dividió (1950) en las tres actuales  diócesis,   Vitoria, Bilbao y San Sebastián,  fueron adscritas a Burgos a pesar de las peticiones de una Provincia Eclesiástica con Pamplona.

El ministro de Asuntos Exteriores, Martín Artajo, comunicó a Franco lo que interpretaba como  una victoria: «Hemos ganado el pleito sobre Vitoria. La Santa Sede accede al desdoblamiento, sin erección de ninguna archidiócesis. Las tres nuevas diócesis seguirán perteneciendo a Burgos». Cuando Pamplona fue elevada la rango de archidiócesis metropolitana en 1956, San Sebastián paso a formar parte de esta Provincia, juntamente con Calahorra, Jaca y Tudela. (intentando desmembrar más los vínculos entre las diócesis vascas hermanas)

Esta determinación donde “aparecía clara la finalidad política”, según Enrique Tarancón,  fue calificada como  ”despropósito”,  “anómala” y “disfuncional” por F. Sebastián y J.M. Cirarda.  Los obispos vascos, en visitas ad limina solicitaron su remodelación, ya aprobada por la  Conferencia Episcopal Española en 1978.  Después de su último intento los obispos de Pamplona Bilbao, San Sebastián y Vitoria comunicaron en “Nota Conjunta” (1997) que “…la Congregación de Obispos cree, sin embargo, que teniendo en cuenta las actuales circunstancias, parece  ser oportuna  una actitud de prudente espera que contribuya a hacer madura en todos, laicos, religiosos  y sacerdotes la clara conciencia de que  los motivos conducentes a la decisión que en  su momento se ha de adoptar, sea cual fuere su exacto contenido, son de carácter estrictamente pastoral”. 

Desde algunos sectores nacionalistas se apoyaba la creación de una Conferencia Episcopal Vasca, que en cierto modo sí la hubo, no con ese reconocimiento, pero sobre los hechos. Este deseo de unidad se expresaba en el día a día con las colaboraciones en diversas áreas pastorales, y sobre todo con las Cartas Pastorales conjuntas de los obispos vascos y navarros, una colección de textos de gran calidad y altura literaria y pastoral que no sé si se volverán a repetir. Ahí había un pronunciamiento conjunto de los obispos vascos y navarros.

La demanda de la Provincia eclesiástica vasca no solo ha sido una cuestión tratada en las altas esferas clericales (y políticas), también el clero de a pìe y los laicos se han sumado a esta demanda desde plataformas como Eliza Gara, o Herria 2000 Eliza, o la plataforma de curas de vizcaya, o la carta que fue enviada en 1997 a Roma firmada por 507 sacerdotes. En la década de los sesenta hubo también varias iniciativas de este tipo donde los sacerdotes firmantes expresaban su deseo de unidad de las diócesis vascas (noviembre de 1968 un grupo de curas se encierran en el obispado de Bilbao; ese mismo año cuarenta sacerdotes envían una carta al obispo de San Sebastián Jacinto Argaya; 1969 un escrito firmado por 288 sacerdotes guipuzcoanos se dirigen a la Conferencia Episcopal Española). 

Pero la respuesta de Roma, que siempre se ha conducido con “pies de plomo” ha tratado de evitar riesgos políticos de una decisión que generase inestabilidad social, una inestabilidad que pueda afectar a las buenas relaciones y al Concordato entre la Santa Sede y el Gobierno español. Y en algunas épocas, como durante el franquismo, a los privilegios que gozaba la Iglesia durante este régimen. 

Hasta tal punto la cuestión política y las decisiones para las demarcaciones eclesiásticas han estado ligadas que el Concordato de 1953 contemplaba que la revisión de las circunscripciones se harían de forma conjunta entre la Santa Sede y el Gobierno de España, curiosamente para tratar que territorios de otras provincias acabaran en diócesis diferentes. 

No sé quién hizo el trabajo pero se coronaron de gloria a la luz de casos como Treviño, Orduña, El Valle de Mena, y muchos más casos donde el territorio depende políticamente a una provincia y eclesiásticamente a una diócesis diferente. 

Así mismo en ese mismo Concordato se señalaba que toda modificación del mapa eclesiástico tendría que contar con el visto bueno del Gobierno. 

El profesor Juan Manuel González en su artículo en la revista Historia Contemporánea nº46 señala: “En la fundación de la Diócesis de Vitoria existió también un factor político  favorecedor que fue la voluntad de las diputaciones vascas por reafirmar su identidad compartida y su singularidad foral a través de un obispado común para el territorio de las tres provincias. En este sentido, la Iglesia fue un instrumento utilizado en el proceso de construcción del discurso político sobre la unidad y singularidad de la comunidad vascongada”

A mediados del siglo XX, en 1949 Pío XII plantea con una bula la reorganización de la Diócesis de Vitoria y crea las diócesis de Bilbao y San Sebastián. Decisión tomada por motivos pastorales. Lo que no parece tan claro que la justificación fuese pastoral y no política fue la decisión de poner a Bilbao y Vitoria como sufragáneas de Burgos y a San Sebastián con la recién creada Archidiócesis de Pamplona. El profesor González lo explica así:  “...las autoridades franquistas también presionaron para impedir una estructuración eclesial que pudiese reforzar la identidad nacionalista (...) a lo largo de las negociaciones se produjeron <<cruces de influencias>> ya que en julio de 1949 monseñor Doménico Tardini planteó que los obispos de Vitoria, Bilbao y San Sebastián fuesen sufragáneos del arzobispado de Pamplona. Esta propuesta de reordenación de los territorios eclesiales recibió la oposición de la diplomacia española” Al frente de la cual estaba como embajador Joaquín Ruiz Jiménez. 

La prensa internacional definió aquel movimiento como “un ataque al separatismo vasco”.

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Pero, como ya he comentado, la realidad pastoral era “tozuda” y la colaboración del clero vasco y navarro se llevaba a cabo de facto en muchas áreas, un ejemplo Misiones Diocesanas Vascas; otro ejemplo la celebración del Día del Seminario el 8 de Diciembre (mientras en el resto de Diócesis se celebra el 19 de marzo. 

La década de los 70 fue rica en colaboraciones pero también tuvo sus frenos, como el que relata el profesor Gonzalez en su artículo: “La acción conjunta de sacerdotes de la diócesis del País Vasco y Navarra se fue incrementando a lo largo de los años setenta. Este proceso de cooperación fue facilitado progresivamente por sus obispos. No obstante, no siempre resultó sencillo, especialmente en la diócesis de Álava donde monseñor Francisco Peralta resistió las presiones eclesiales de los sectores nacionalistas. Prueba de estos problemas y tensiones fue la carta abierta sobre la situación pastoral de la diócesis de Vitoria que más de un centenar de sacerdotes alaveses escribieron en 1973. En el escrito se denunciaba  que el prelado evitaba compartir el estudio de los problemas  y la adopción de decisiones en cuestiones que afectaban pastoralmente al conjunto de las diócesis vascongadas.”

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En Bilbao también tuvieron su resistencia con el posicionamiento en contra de la provincia eclesiástica vasca de un colectivo de sacerdotes, miembros de la Hermandad Sacerdotal del Beato Valentín de Berriochoa, ligados a la Hermandad Sacerdotal Española identificada con el catolicismo tradicional y el régimen franquista. 

Las cartas pastorales, que ya he citado, fueron un elemento importante de visibilización de esa colaboración y unidad entre las diócesis vascas. Aunque estas cartas fueron siendo conjuntas de manera progresiva. La primera se remonta a 1969 y la firman los obispos de San Sebastián y Bilbao; En 1974 se incorpora el Arzobispado de Pamplona en la carta de Cuaresma; y a partir de 1977 monseñor Peralta se sumaría en el final de su episcopado, muy probablemente su postura se vio condicionada por los hechos del 3 de marzo de 1976 y su silencio (cómplice para algunos) ante los hechos sucedidos en la iglesia de San Francisco. 

A partir de 1978 eran varias las pastorales conjuntas que se publicaban, muchas de ellas haciendo un llamamiento a la paz y en contra del terrorismo de ETA. 

Muerto el dictador se vio la oportunidad durante la Transición de retomar y reavivar el tema. En 1976 nace la Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria que reunía a sacerdotes favorables a la creación de la Conferencia Episcopal Vasca y la Provincia Eclesiástica Vasca que incluyese a la diócesis francesa de Bayona. Su discurso siempre ha tenido un marcado tinte político más que eclesial. Las comunidades cristianas populares de Euskadi se sumaron también a esta corriente. 

En frente tenían a los sacerdotes vinculados a la Hermandad Sacerdotal Española donde algunos curas eran muy próximos a la extrema derecha, a grupos como Fuerza Nueva. 

Pero al final, a pesar de las oposiciones, la actuación de una parte de la feligresía y de sus obispos al frente logró acuñar el término “Iglesia Vasca”, que aunque incorrecto (lo correcto es Iglesia Católica EN el País Vasco) sin embargo ha quedado grabado a fuego, asumido mediáticamente como el término que se ajusta, y no solo por caracteres a los titulares sino a la realidad socioeclesial que se vivía.  Así el término empezaron a usarlo los obispos, los sacerdotes en sus homilías, los obispados en sus comunicaciones y los medios de comunicación a todas horas. 

Así fueron pasando los años, los obispos vascos llevaban en su cartera a las visitas ad limina el tema de la provincia eclesiástica vasca, pero ni Pablo VI, ni Juan Pablo II, ni Benedicto XVI han atendido de facto esta demanda. 

En el 2010, con Benedicto XVI en la Sede de Pedro se corrió el rumor de que la Provincia Eclesiástica Vasca podría ser un hecho. Jesús Bastante se hizo eco de esta manera: 

“Según han apuntado a Público fuentes vaticanas, la 'erección' (sic) de la Provincia Eclesiástica Vasca cuya diócesis metropolitana sería Pamplona es ahora considerada por Roma una demanda 'justa desde el punto de vista pastoral', puesto que desde hace tres décadas las cuatro diócesis sobre todo en los territorios vascoparlantes llevan realizando acciones conjuntas. Sin embargo, todos los intentos llevados a cabo por los anteriores obispos vascos se toparon con la rotunda negativa de Juan Pablo II.

El mapa religioso vasco incluirá al arzobispado de Navarra

La razón aducida entonces desde la Santa Sede era la 'excesiva politización' de la Iglesia vasca, así como los temores de que una organización eclesiástica que uniera Navarra y el País Vasco podría ser utilizada por los sectores abertzales como punta de lanza de sus reivindicaciones soberanistas.

Tanto José María Setién como su sucesor y ya ex obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, intentaron hasta el hartazgo llevar adelante esta propuesta, encontrándose siempre con la negativa de la Santa Sede y de la Conferencia Episcopal. El propio cardenal de Madrid, Antonio María Rouco, llegó a defender en 1997 en Roma la inconveniencia de una provincia eclesiástica vasca 'en las actuales circunstancias'.”

Pero nuevamente aquello se diluyó como el azucarillo en el café. 

No, no me he olvidado de ETA. Sin duda el terrorismo, los años de plomo, la voz de la Iglesia que no contentaba a todos, la necesidad de decir una palabra pública que afectase a la política por culpa del terrorismo. No, no me he olvidado ni de ETA ni de sus víctimas. Sin duda el terrorismo y sus consecuencias también jugaron un papel en las conversaciones sobre la creación de una Provincia Eclesiástica que reuniese a Navarra y a los territorios que antaño estuvieron ligados a ella.  Pero afortunadamente ETA ya es el pasado, y aunque algunos sigan pidiendo cuentas a la Iglesia por su acciones y omisiones de entonces, hoy ya ni eso estaría presente en un proyecto de Provincia eclesiástica vasco navarra. 

Y ya hemos llegado al año 2024. Con un plantel de obispos renovado; con cardenales contrarios a este tema como Rouco Varela sin mucho predicamento ya ni en Roma ni en España. 

Ahora cuál es el problema, a mi modo de ver, que lo que no queda es clero suficiente para respaldar esta unión, por un lado. Cada vez hay más clero foráneo que ni sabe ni le importa esta parte de la historia . ¡Ojo, que lo entiendo!  El nuevo clero no es clero vasco sino clero de la Santa Iglesia Católica y Apostólica Romana, y punto. No tienen una identidad local, les da lo mismo ejercer su ministerio en el País Vasco que en Andalucía, Galicia, Portugal o Marruecos, sí tendrán dificultades con el idioma, las costumbres locales, tradiciones locales que aprender, pero nunca podrán sentirse uno más, es muy muy difícil. 

No descartaría que esta falta de identidad lógica en el clero foráneo esté dentro del rechazo que algunos muestran a su presencia entre nosotros.  Aunque si se impusiese una nueva realidad eclesiastico-territorial tampoco sería de extrañar que se adaptasen a la misma. Son clero de la Iglesia católica allá donde estén. 

Por lo tanto. Que se den condiciones para que en las altas esferas se pueda volver a plantear el tema de la Provincia Eclesiástica Vasca, es posible, no lo descarto, pero lo que no sé es si ya existe el humus necesario para que ese sueño vuelva a echar raíces.

Por otro lado, esa transición ¿se podría hacer ajena a las implicaciones y demandas políticas que van desde una recuperación del Reino de Navarra que alcance hasta la Rioja; o Una Euskal Herría a 4 o a 7?

Seguiremos atentos a los próximos capítulos de “El Sueño de una Provincia Eclesiástica Vasco Navarra/ o Navarra Vasca” conocida también como la otra  “Historia Interminable”.

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