Una Jornada Pro Orantibus en Vitoria muy diferente La tradicional “excursión” y comida fraterna de las monjas de clausura se cambia por celebraciones intra muros

La tradicional “excursión” y comida fraterna de las monjas de clausura se cambia por celebraciones intra muros
La tradicional “excursión” y comida fraterna de las monjas de clausura se cambia por celebraciones intra muros VLG

Emiliano Ozaeta: “No soy de las personas que estén todo el día rezando, pero sí me reconozco como una persona mística.”

Sor María Patricia, Superiora de las salesas: “durante el confinamiento hemos vivido la clausura como nunca”

Las salesas llevan confeccionadas 4000 mascarillas

María Dolores, vicaria de las Clarisas de San Antonio: “Nuestra oración está siempre en las manos de Dios para el bien de todos.”

En la Diócesis de Vitoria la Jornada Pro Orantibus tenía un marcado aire festivo, para las religiosas en particular. Una representación de cada comunidad participaba en una excursión para ver la Catedral o el Seminario donde la cultura y el arte eran la excusa perfecta para un día de convivencia que tenía en su programa la misa con el obispo y una comida fraterna en uno de los conventos.  Este año no podrá ser y la celebración quedará en casa y rezando por el fin de esta pandemia y sus consecuencias. 

Valga como homenaje a todos los hombres y mujeres, que se les ha dado en llamar el pulmón de la Iglesia, estas  tres pequeñas  entrevistas.  

Emiliano Ozaeta: “No soy de las personas que estén todo el día rezando, pero sí me reconozco como una persona mística.”

Emiliano Ozaeta benedictino

Emiliano Ozaeta es uno de los monjes de la comunidad benedictina de Estíbaliz, el santuario de la patrona de Álava y de la Diócesis de Vitoria. 

LLegó con 11 años y son ya 67 los que lleva en la orden. “Llegué en un día de abril, muy bonito. me gustó el sitio, me gustó la iglesia, y me gustó el trato que nos dieron.”

Cursó sus estudios de filosofía en Montserrat, y antes de integrarse en la comunidad de Estíbaliz pasó lo que llaman “la prueba de convivencia” que en su caso la hizo en el monasterio de Lazkao, que es de la que depende.

Estibaliz

Ozaeta llegó a pisar los calabozos del franquismo cuando en 1974 se hizo eco de la carta de monseñor Añoveros.  En Cuaresma de 1974 el obispo de Bilbao protagonizó un duro enfrentamiento con el gobierno de Franco, a causa de su homilía sobre el derecho del pueblo vasco a su identidad, que fue leída el 24 de febrero de ese año en las iglesias de la diócesis. Pero también fue leída en la Diócesis de Vitoria y en la de san Sebastián. Ello provocó la detención de Emiliano y de otros sacerdotes: “Cada caso tuvo tratamiento muy diferente - recuerda Emiliano- En mi caso tenía una tía que era muy amiga del Gobernador, quien a intercesión de mi tía llamó para que se suspendiese mi interrogatorio y me dejasen en libertad. A un sacerdote de San Sebastián le ofrecieron un mes de cárcel o una multa de 100 mil pesetas de las de entonces. Optó por pagar la multa. Y a los sacerdotes de Bilbao les cubría la orden del obispo.”

Emiliano se reconoce feliz “como las personas normales”. “De chaval yo me convencí de dos cosas. Una, que la vida es lucha, de eso ya era consciente con 13 años. Y otra, que todo en la vida es limitado, finito. Al final esos dos principios me han ayudado a llevar una vida más optimista.”

Este monje se reconoce como parte del pulmón de la Iglesia. “No soy de las personas que estén todo el día rezando, pero sí me reconozco como una persona mística. El benedictino ha de ser benedictino tanto en el estudio como ordeñando vacas, que ahora ya no se hace.”

Desde hace 45 años atiende la cocina “para dar de comer a mis monjes”, pero Emiliano es “el  monje multiusos”, durante la pandemia ha seguido siendo el contacto con el mundo exterior y el recadista de la comunidad para acudir a las compras y a la farmacia. “Lo hemos vivido con paz, en oración y con preocupación también. Durante todo este tiempo hemos tenido muy cerca al cuerpo de miñones (policía foral) que han patrullado para vigilar al grupo de “menas” que se alojan en una de las casas del santuario. Que por cierto, hay que dejar constancia del buen comportamiento de estos chavales durante la cuarentena. Pero durante el confinamiento han podido también mantener su tradicional espíritu de acogida, ya que la orden de confinamiento les pilló a dos personas en la hospedería del monasterio, y allí siguen, hasta que pueda cada una retomar su camino, especialmente el peregrino que hacía escala en Estíbaliz.  Otras personas también han seguido acudiendo a los benedictinos para mitigar los efectos de la crisis económica en sus vidas. “Hemos seguido dando comida a cinco familias” indica Emiliano.

Sor María Patricia, Superiora de las salesas: “durante el confinamiento hemos vivido la clausura como nunca”

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La Hna. sor María Patricia nació en Kenia, y desde hace 23 años forma parte de la Orden de las Salesas. Ahora es la superiora de esta comunidad de 22 hermanas que viven en el convento de Vitoria que fue fundado en 1879. 

Cuando se le pide que escoja un momento especial de sus 23 años de vida consagrada el recuerdo se traslada al día de su profesión. “Aquel ha sido el día más grande de mi vida. Recuerdo que amanecí muy alegre, radiante. Aunque la entrega a Dios tiene que ser día a día, ese día es especial.” Y de la ceremonia sigue muy presente en su memoria el momento en el que postrada en el suelo, boca abajo, mientras se oyen de fondo la letanía de los santos “le vas pidiendo a Dios todo lo que tu necesitas. Es el momento de la donación absoluta, de la entrega total a Dios, porque solo Dios merece la pena.”

Cuando le pregunto si es feliz, esta es su respuesta: “Si volviera a nacer y me volviesen a dar a elegir en la vida, volvería a escoger ser monja. En la vida hay momentos duros y dificultades, pero Dios sigue a mi lado y sigue cada paso de mi vida. El texto del Evangelio que ha guiado mi vida es (Lc. 6, 27-28) “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian”. Ahí está la clave de toda nuestra vida porque se centra en Dios amor. 

Sor María Patricia se siente “pulmón de la Iglesia”. “¡Claro que sí! La Iglesia necesita a las almas contemplativas, porque estamos apoyando desde aquí a la Iglesia con nuestra vida, nuestro sacrificio, nuestra oración. La Iglesia se apoya en las almas contemplativas. Santa Teresita del Niño Jesús tiene una frase que me gusta mucho: En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor. Las contemplativas somos ese amor.”

Los meses de confinamiento por la pandemia han provocado en esta comunidad una experiencia muy especial: “En los 23 años que llevo de vida religiosa, y mis hermanas han dicho lo mismo, afirmamos de todo corazón que nunca habíamos vivido una Cuaresma y una Pascua como la que hemos vivido este año. Hemos duplicado nuestras horas de oración, más tiempo para la Exposición del Santísimo, más tiempo para la novena, … y hemos vivido la clausura como nunca.”

Esta comunidad fue también la primera en Vitoria que decidió ponerse manos a la obra para confeccionar mascarillas. De hecho aún siguen dedicando un tiempo de su jornada. LLevan hasta la fecha más de 4000 mascarillas confeccionadas a mano. Esta semana han hecho llegar una remesa al obispado, al Seminario y a una parroquia de Vitoria. 

María Dolores, vicaria de las Clarisas de San Antonio: “Nuestra oración está siempre en las manos de Dios para el bien de todos.”

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Maria Dolores es una palentina nacida en Calahorra de Boedo hace 74 años. Entró con 19 años al noviciado de las Clarisas en Soria y su mejor recuerdo de los 55 años de vida conventual es el haber tenido como maestra a la Hna Clara Sánchez que hoy ya ha sido declarada venerable por la Iglesia: “Viví con ella un año. Era una santa, todas teníamos el convencimiento de estar viviendo con una santa. Uno de los rasgos de esa santidad era su humildad. Humilde no podía ser más. También la recuerdo de una caridad sin  límite. Era una mujer especial.”

Al preguntarle si es feliz Mª Dolores dice: “Feliz, no, felicísima. ¡Cómo no!”

Sobre su condición de “pulmón de la Iglesia” con cierto rubor confiesa “Yo no soy santa y necesito mejorar. Rezamos por todo el mundo. Nuestra oración está siempre en las manos de Dios para el bien de todos. 

El convento de san Antonio está ubicado en pleno corazón de la ciudad de Vitoria y las pastas, turrones y demás delicias de estas monjas las convierten en un lugar “de paso” para muchos fieles de sus dulces. Además también en las dependencias del convento se aloja la capilla de adoración perpetua de la ciudad. Por eso el confinamiento en  clausura también ha sido “extraño” para esta comunidad: “no tener la iglesia abierta, no tener la eucaristía, la seguíamos por 13tv. Ha sido duro.” Por lo demás la vida dentro del convento ha seguido su ritmo. En las primeras semanas la prensa se hizo eco de un gesto muy aplaudido. “Donamos todos las existencias de dulces que teníamos a los sanitarios de Txagoritxu. Nosotras contentas de poder darles algo con todo lo que ellos han hecho por los demás. A mucha gente le gustó que hiciéramos este detalle.”

Non solum sed etiam 

La vida conventual no es para todo el mundo. Está claro. Ahora bien, puedo afirmar que la mayoría, la inmensa mayoría de personas que conozco que han optado por una vida consagrada y de clausura, son gente feliz. Y no ilusamente feliz, no. Plenamente FELIZ, sí, con mayúsculas. Sigue sin ser una opción en mi vida, eso lo tengo claro. Pero, os aseguro que hablar de vez en cuando con estas personas le oxigena a uno el alma y el cuerpo. Mis “pulmones” también lo agradecen. Acercarse a un monasterio de clausura de vez en cuando podría ser recetado por Sanidad, como respirar el aire de la Sierra o pasear descalzo por la playa. ¡A dos metros de distancia todavía, sí! pero sanísimo.

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