Creerse libre sin serlo


Hoy día damos por supuesto que en los sistemas democráticos todos los hombres somos libres. Podemos pensar, podemos decir, podemos hacer… Eso es lo que nos creemos; pero tal vez no sea así. Por si acaso convendría reparar en la situación personal en que cada cual se encuentra, para ir tomando conciencia del verdadero alcance de esa nuestra presunta libertad , pues como bien decía Gohete no hay peor esclavitud que la del que se cree libre sin serlo

Es verdad que aún sin existir violencias, ni coacciones físicas; también lo es, que nunca como ahora existe la posibilidad de manipulación de las conciencias, ejercida de forma sibilina y subliminal a través de los poderosos medios de comunicación. Manipulación tanto más peligrosa por cuanto no es percibida por el propio sujeto y que puede llegar a hasta robarle el alma y los sentimientos sin que se de cuenta de ello.

El panorama actual no podía ser más propicio a este tipo de atentado contra la libertad, si se tiene en cuenta las poderosas influencias existentes. Millones de ciudadanos tienen fácil acceso diariamente a los periódicos, en casi todos los hogares entran las imágenes de televisión y las hondas de la radio que van dejando su mensaje a unas mentes que se han ido quedando sin referentes y sin convicciones profundas para acabar sucumbiendo ante su fascinación. En este mundo nuestro donde se ha desterrado la Verdad objetiva y cada cual es muy dueño para construirse su propia verdad y lanzarla a los cuatro vientos, todo resulta opinable, todo es interpretable, es así como las mentiras se pregonan impune y rápidamente. Para una gran masa de ciudadanos verdad es lo que los medios de comunicación dicen y aquello que se callan es que no ha existido, carece de interés o es falso. Los medios de comunicación han llegado a tanto que se puede decir que ellos son los verdaderos creadores de la opinión publica, que es tanto como decir que son los verdaderos creadores de la verdad. El panorama actual no les podía ser más propicio.

En ellos abundan los defensores del relativismo, que al tiempo que piden respeto hacia las opiniones más peregrinas muestran un rechazo visceral e inquebrantable a los que no piensan como ellos. Tolerancia para unos, intransigencia para otros. Son respetuosos con el pluralismo social, después de haber excluidos previamente a todos los que no les gustan. Estoy pensando en un famosísimo periodista de nuestro País, que hablando del relativismo decía un buen día en su periódico : "El actual relativismo filosófico y político es el nombre que puede acoger, hoy por hoy, todas las tendencias del pensamiento occidental que se ha hecho fragmentario, ocasional, abierto y múltiple , desde Roland Barthes a El nombre de la rosa.... el relativismo tiene mucha fascinación para la mente europea , más en estos tiempos que ha superado los grandes absolutismos políticos, religiosos y filosóficos". El tal periodista difícilmente soportaría que se le llevara la contraria y por supuesto, lo que él dice defiende y sostiene va a misa y ha de darse como cierto, sin que nadie, que no sea un troglodita, puede ponerlo en duda. Como es famoso… Lo dice él y basta. Al final los lectores que son muchos, se van a quedar con lo que dice un famoso periodista, en un periódico de reconocido prestigio.

Por el contrario si no tienes nombre y no estás respaldada por los medios de comunicación ya te puede cansar de aducir razones y argumentaciones, que no serán tenidas en cuenta, pues al final lo que cuenta es lo que se diga, sino el nombre de quien lo diga y la fascinación del medio en que se dice. Así es, que quien tenga en sus manos los medios de comunicación, tendrá también el poder de convicción, Al final , como en tantas otras cosas, el argumento irrefutable es el dinero. Por arte de magia la realidad acaba pareciendo como los dueños de los medios quieran que aparezca. Todo esto viene a cuento de esa presunta libertad que nos autoatribuimos y que tiene más de apariencia que de otra cosa.


Tan manipulador como el hablar, puede ser el silencio. Callar y conseguir que no se hable de algo comprometedor de intereses bastardos, se ha convertido en estrategia obligada El silencio ha llegado a ser la peor de las censuras, tanto más cuanto que pasa desapercibida para la gran mayoría de los ciudadanos, que siguen creyéndose espíritus libres y bien informados. El silencio acaba por condenar al ostracismo a aquellas verdades que no interesa que se digan, a enterrar aquellos hechos históricos que no conviene que se sepan. Los sujetos hoy día pueden pensar libremente se dice; pero entre unas cosas y otras ¿Quién verdaderamente puede hacerlo, sin dejar de sustraerse a la influencia de los medios? No existen coacciones, ni violencias, ni censuras físicas, porque tal vez ni siquiera hagan falta. Es suficiente con la manipulación a veces encubierta, a veces descarada.

Naturalmente que a nivel personal a los sujetos se les permite pensar libremente, tener las creencias acordes con su fe, adherirse al sistema de valores que moral o religiosamente más les satisfaga; pero aún así nadie puede sustraerse a la influencia mediática, que al final es la que acaba haciéndose presente en todas las manifestaciones de la vida en la familia, en el matrimonio, en la enseñanza, en los diversos ámbitos de la cultura. Harían falta no más de tres meses para que una compaña bien orquestada de los medios de comunicación consiguieran hacer héroe al villano y villano del héroe. Algo sabemos los españoles de esta triste realidad.
El panorama actual no podía ser más propicio a este tipo de atentado contra la libertad, si se tiene en cuenta las poderosas influencias existentes. Millones de ciudadanos tienen fácil acceso diariamente a los periódicos, en casi todos los hogares entran las imágenes de televisión y las hondas de la radio que van dejando su mensaje a unas mentes que se han ido quedando sin referentes y sin convicciones profundas para acabar sucumbiendo ante su fascinación. En este mundo nuestro donde se ha desterrado la Verdad objetiva y cada cual es muy dueño para construirse su propia verdad y lanzarla a los cuatro vientos, todo resulta opinable, todo es interpretable, es así como las mentiras se pregonan impune y rápidamente. Para una gran masa de ciudadanos verdad es lo que los medios de comunicación dicen y aquello que se callan es que no ha existido, carece de interés o es falso. Los medios de comunicación han llegado a tanto que se puede decir que ellos son los verdaderos creadores de la opinión publica, que es tanto como decir que son los verdaderos creadores de la verdad. El panorama actual no les podía ser más propicio.

En ellos abundan los defensores del relativismo, que al tiempo que piden respeto hacia las opiniones más peregrinas muestran un rechazo visceral e inquebrantable a los que no piensan como ellos. Tolerancia para unos, intransigencia para otros. Son respetuosos con el pluralismo social, después de haber excluidos previamente a todos los que no les gustan. Estoy pensando en un famosísimo periodista de nuestro País, que hablando del relativismo decía un buen día en su periódico : "El actual relativismo filosófico y político es el nombre que puede acoger, hoy por hoy, todas las tendencias del pensamiento occidental que se ha hecho fragmentario, ocasional, abierto y múltiple , desde Roland Barthes a El nombre de la rosa.... el relativismo tiene mucha fascinación para la mente europea , más en estos tiempos que ha superado los grandes absolutismos políticos, religiosos y filosóficos". El tal periodista difícilmente soportaría que se le llevara la contraria y por supuesto, lo que él dice defiende y sostiene va a misa y ha de darse como cierto, sin que nadie, que no sea un troglodita, puede ponerlo en duda. Como es famoso… Lo dice él y basta. Al final los lectores que son muchos, se van a quedar con lo que dice un famoso periodista, en un periódico de reconocido prestigio.

Por el contrario si no tienes nombre y no estás respaldada por los medios de comunicación ya te puede cansar de aducir razones y argumentaciones, que no serán tenidas en cuenta, pues al final lo que cuenta es lo que se diga, sino el nombre de quien lo diga y la fascinación del medio en que se dice. Así es, que quien tenga en sus manos los medios de comunicación, tendrá también el poder de convicción, Al final , como en tantas otras cosas, el argumento irrefutable es el dinero. Por arte de magia la realidad acaba pareciendo como los dueños de los medios quieran que aparezca. Todo esto viene a cuento de esa presunta libertad que nos autoatribuimos y que tiene más de apariencia que de otra cosa.


Tan manipulador como el hablar, puede ser el silencio. Callar y conseguir que no se hable de algo comprometedor de intereses bastardos, se ha convertido en estrategia obligada El silencio ha llegado a ser la peor de las censuras, tanto más cuanto que pasa desapercibida para la gran mayoría de los ciudadanos, que siguen creyéndose espíritus libres y bien informados. El silencio acaba por condenar al ostracismo a aquellas verdades que no interesa que se digan, a enterrar aquellos hechos históricos que no conviene que se sepan. Los sujetos hoy día pueden pensar libremente se dice; pero entre unas cosas y otras ¿Quién verdaderamente puede hacerlo, sin dejar de sustraerse a la influencia de los medios? No existen coacciones, ni violencias, ni censuras físicas, porque tal vez ni siquiera hagan falta. Es suficiente con la manipulación a veces encubierta, a veces descarada.

Naturalmente que a nivel personal a los sujetos se les permite pensar libremente, tener las creencias acordes con su fe, adherirse al sistema de valores que moral o religiosamente más les satisfaga; pero aún así nadie puede sustraerse a la influencia mediática, que al final es la que acaba haciéndose presente en todas las manifestaciones de la vida en la familia, en el matrimonio, en la enseñanza, en los diversos ámbitos de la cultura. Harían falta no más de tres meses para que una compaña bien orquestada de los medios de comunicación consiguieran hacer héroe al villano y villano del héroe. Algo sabemos los españoles de esta triste realidad.
Volver arriba