La conciencia moral de los políticos

La imagen que se tiene del político es la de un hombre versátil que se pliega a las circunstancias, flexible y con buena cintura, dotado para poder adaptarse a la situación que pueda presentarse o dicho de otro modo un gestor con buenas tragaderas. Esto dicho de otra persona , por ejemplo de un juez resultaría ser un insulto, una acusación que le descalificaría como tal, referido a los políticos en cambio esto no es así y es que el ejercicio de la política se mide en términos de eficacia, lo que hace que se les coloque por encima del bien y del mal. A la política se la ha definido como el arte de hacer posible lo imposible, de hacer creíble lo increíble. El quehacer político ha conseguido cambiar las normas morales por pautas de comportamiento, las justificaciones éticas por legitimaciones políticas, los imperativos de la ley natural por consensos mayoritarios. Muchas cosas no son ya lo que deberían de ser, sino lo que los políticos quieren que sean, siempre y cuando dispongan de la capacidad suficiente de persuasión que normalmente es mucha , tanta que a veces son capaces de convencer a las gentes de que algo puede ser bueno y malo verdadero y falso, a la vez.

El lenguaje es una herramienta poderosa y terrible en el campo de la política, lo fue en tiempo de los sofistas y lo sigue siendo hoy día. Lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto , lo verdadero y lo falso, lo conveniente e inconveniente son términos que están dejando de ser definidos en referencia al orden natural establecido, para entrar a formar parte de los diversos juegos lingüísticos utilizados por los políticos. Cuando uno de estos juegos prevalece, pasa a ser expresión del sentir mayoritario de la voluntad subjetiva de los ciudadanos, para convertirse de este modo en ley y así poder hablar posteriormente de legitimación. Uno tiene la impresión de que el enfrentamiento político se resuelve en el campo de batalla del lenguaje. Normalmente quien mejor maneje el lenguaje es el que gana.

La política se ha convertido en un arte, un juego en el que unos ganan y otros pierden. El ganar o el perder es fundamental para los políticos; pero aún así detrás de todo político hay un hombre con unas convicciones personales, con unos principios y una conciencia moral inalienable e intransferible y aquí está el gran drama del político condenado a soportar fuertes tensiones internas en completa soledad. ¿Que hacer cuando las decisiones del partido a que se pertenece no se ajusta a los dictámenes de la conciencia moral personal? Desde mi punto de vista tratar de ser fiel al partido a costa de la propia conciencia es hacerse traición así mismo, yo nunca estaría dispuesto a ello, sería un precio demasiado caro mí. Por ello desde hace tiempo he abandonado toda esperanza de dedicarme a la política.

A veces en los parlamentos políticos suceden cosas que a los ciudadanos de a pie nos resulta difícil de digerir. Me voy a referir a dos casos muy concretos, aunque podían ser muchos más . Uno de ellos tiene como protagonista al PP y el otro al PSOE.

Sabido es que la guerra contra Irak tuvo en España una repulsa generalizada por parte de la mayoría de los ciudadanos, que en conciencia pensaban que tal tipo de intervención era moralmente reprobable, sin embargo los parlamentarios del PP se manifestaron unánimemente a favor. Unanimidad sospechosa en asunto tan grave y uno se pregunta ¿que es lo que prevaleció a la hora de tomar una decisión de tanta responsabilidad, los dictámenes de la conciencia moral o los dictámenes del partido?
Ha sido prodigiosa también la unanimidad de los parlamentarios del PSOE a la hora de decidir la cuestión del ESTATUT o la cuestión del ABORTO . ¿Es que las convicciones políticas o morales de cada uno de ellos apuntaba en la misma dirección? A juzgar por las declaraciones que algunos socialistas, a nivel privado, hicieron esto no fue así. Entonces… lo que cabe pensar es que la posible objeción de conciencia no es tenida en cuenta y se ha optado a favor de la disciplina de partido. Afortunadamente no siempre es así y de vez en cuando aparecen en escena personas honestas que anteponen las exigencias de la conciencia moral a los intereses políticos como fue el caso del rey Balduino de Bélgica negándose a respaldar una legislación abortiva.

No faltará quien trate de explicar y justificar este tipo de comportamiento, habitual en la política, recurriendo a la disciplina de partido, pero eso no aclara la cuestión, porque una disciplina tal que anula la conciencia y opinión de sus miembros no parece lo más recomendable. Si por someterme a la disciplina renuncio a mi libertad interior de pensar y decidir por mí mismo me habré convertido un mero instrumento. Frente a los que defienden por encima de todo la lealtad a las instituciones y partidos políticos están los grandes maestros de la humanidad que han enseñado al unísono que la dignidad de la persona hay que buscarla por los caminos de autenticidad y fidelidad a uno mismo
Tristemente hay que recocer que en el mundo de la política están sucediendo cosas inquietantes. Habría que preguntarse. ¿ lo políticamente correcto coincide con lo moralmente recto? Porque si no fuera así, a mi al menos, no me interesa para nada ni los políticos ni la política, a no ser para cambiarlo a mejor. Nada de que la mayoría de votos lo legitima todo. He oído decir que los gobiernos que han ganado las elecciones pueden hacer lo que quieran, se viene diciendo también de que en política lo que interesa son los resultados ¿ Donde queda el compromiso con la rectitud moral?. Mientras exista el divorcio entre lo políticamente correcto y lo moralmente recomendable, va a ser imposible superar un cierto grado de esquizofrenia que nos mantiene sin rumbo. Los ciudadanos pedimos a nuestros políticos que sean moralmente honestos, no nos conformamos con que cada cuatro cada cuatro años podamos quitar a unos para poner a otros, hasta que estos últimos vuelvan a convencernos que no eran más fiables que los primeros
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