El Adviento, espera con nombre de mujer (II): un anhelo de paz Adviento: esperanza de los pobres

La Navidad de los pobres
La Navidad de los pobres Tiscar Espigares

Se ha convertido en una pequeña isla dentro de un gran archipiélago: eso es lo que parece la residencia donde vive, decenas de personas aisladas, sin apenas comunicación entre sí, sentadas frente a una pantalla

Hay muchos ancianos que, como Ángeles, viven de la visita, del encuentro, y en esto son maestros de la espera

La Paz es el anhelo escondido de la madre gazatí que asiste desesperada a la muerte de sus hijos, y también es el de Tania, de 7 años, que vive desde hace un año en España y por las noches llora porque se acuerda de su padre que está combatiendo en Ucrania

¡Cuántas esperanzas siguen resistiendo todavía en medio de largas noches oscuras, de grandes pobrezas! Como la de Kenneth Smith, de 58 años, condenado a muerte en Alabama, que puede convertirse en el primer preso en ser ejecutado con gas nitrógeno, un método prohibido incluso para el sacrificio de animale

Ángeles tiene 78 años, es viuda, y decidió ir a una residencia de mayores para no ser un peso para su hija que trabaja en una tienda para mantener a su niña pequeña. Siempre fue una mujer risueña y dicharachera. Al poco de entrar en la residencia se cayó, y como apenas caminaba porque no había personal suficiente para acompañarla en los paseos, ahora está en una silla de ruedas. Por la mañana, después del desayuno, la colocan en una sala frente a un televisor, así transcurre todo el día salvo el rato de la comida y algunas visitas al baño. Se ha convertido en una pequeña isla dentro de un gran archipiélago: eso es lo que parece la residencia donde vive, decenas de personas aisladas, sin apenas comunicación entre sí, sentadas frente a una pantalla. Pero como bien dijo John Donne en su bello poema, ningún hombre es una isla, y ella siempre espera una visita, tiene muchas cosas que contar y una bella sonrisa con la que siempre te recibe.

Hay muchos ancianos que, como Ángeles, viven de la visita, del encuentro, y en esto son maestros de la espera. Adviento significa que hay alguien que viene. Es una buena noticia para los que esperan. Y los pobres son los grandes maestros del Adviento porque son los que más esperan. Muchas desilusiones han tocado sus vidas, a las que desde hace demasiado tiempo nadie llega con una buena noticia. Viven un gran Adviento, aunque quizá no lo llamen con ese nombre.

Hay muchos hombres, mujeres y pueblos enteros que esperan el Adviento de una nueva situación, que desde hace mucho tiempo no son visitados por una buena noticia. Es la buena noticia de la Paz que esperan países enteros como Siria, Afganistán, Yemen…  La Paz es el anhelo escondido de la madre gazatí que asiste desesperada a la muerte de sus hijos, y también es el de Tania, de 7 años, que vive desde hace un año en España y por las noches llora porque se acuerda de su padre que está combatiendo en Ucrania. Es también la buena noticia que espera Diana, que vino de Ecuador con su niña pequeña hace dos años: un trabajo para poder mantenerse sin tener que recorrer Madrid todos los días llamando a numerosas puertas en busca de ayuda. Otros, como Ousmane, que pide a la puerta del supermercado de mi barrio, a veces sólo espera dejar de ser invisible y que alguien le vea, me ha confesado que le alegra el mero hecho de que le den los buenos días… ¡Cuántos hay que pasan las noches entre cartones y los días deambulando por las calles, que esperan una vida digna de ese nombre, y que ahora se enfrentan a la dureza del frío del invierno y de la indiferencia!

¡Cuántas esperanzas siguen resistiendo todavía en medio de largas noches oscuras, de grandes pobrezas! Como la de Kenneth Smith, de 58 años, condenado a muerte en Alabama, que puede convertirse en el primer preso en ser ejecutado con gas nitrógeno, un método prohibido incluso para el sacrificio de animales.

Para todos ellos llega el Adviento, que no es sólo un tiempo litúrgico, sino un gran sueño para el futuro mundo. Y llega también para nosotros que quizá, envueltos en nuestra parcela de bienestar, ya no esperamos mucho.

El corazón del Adviento es que Dios se acerca a la historia de los hombres y las mujeres y de los pueblos. La buena noticia es que la historia no está abandonada a sí misma, a la fuerza del mal, a la violencia destructora de la guerra. Los primeros que lo comprenden son los pobres. Lo sabe bien Meskerem, que a los 15 años salió de Eritrea con su hermana, a quien habían llamado al servicio militar, que en Eritrea no se sabe cuándo acaba. Después de varios años de esclavitud en Libia y de un intento fallido de llegar a Europa en una barcaza, ha llegado a Italia con los corredores humanitarios abiertos por Sant’Egidio y algunas iglesias protestantes. Durante el viaje, mientras cruzaba el Mediterráneo -esta vez en avión- pensaba que estaba reviviendo el paso del mar Rojo: Dios abría un paso en el mar ofreciéndole una nueva vida.

Es Adviento, Dios vuelve de nuevo a esta tierra para abrir puertas a la vida.

Etiquetas

Volver arriba