El arzobispo emérito de Tánger, ante las reacciones a la retirada de la cruz de Aguilar Santiago Agrelo: "Si hemos de luchar, y hemos de luchar, no es por defender cruces de madera, sino porque no haya crucificados"

La cruz de Aguilar, durante su retirada
La cruz de Aguilar, durante su retirada

"Nadie tiene poder para humillar a un cristiano, ni para agraviarlo, aunque todos tengan poder para matarlo, para arrojarlo, a él, al cristo de turno, a los basureros de la vida"

"Para humillar se necesitan dos personas. Una que humilla y otra a la que se quiere humillar, o mejor dicho, que se deja humillar"

Acerca de una cruz y de unos crucificados: Según se dice, la autoridad local de Aguilar de la Frontera “ha arrancado con una radial la Santa Cruz de las monjitas Descalzas, la ha llevado a un vertedero, y la ha arrojado a la basura".

Parece que por ello, los cristianos debiéramos ir a la guerra para solaz de políticos, o a la expiación lucrativa para solaz de comerciantes.

Momento de la retirada de la cruz de Aguilar de la Frontera
Momento de la retirada de la cruz de Aguilar de la Frontera

Es decir, que si una autoridad política “perpetró la mayor humillación posible contra los cristianos”, la política exige que no se deje pasar la ocasión sin sacarle provecho al evento; y el comercio se habría quedado de pardillo si, en tales circunstancias, renunciase a obtener un beneficio: “Envíenme, por favor, la Cruz, y la oración de desagravio”.
Entre tanta humillación y tanto agravio, conviene recordar las palabras de una mujer, arrojada por el odio al basurero de la vida. Las escribió Etty Hillesum a las 00:30 horas del 20 de junio de 1942: “Para humillar se necesitan dos personas. Una que humilla y otra a la que se quiere humillar, o mejor dicho, que se deja humillar. Si falta la última, si la parte pasiva está inmunizada contra cualquier humillación entonces se evaporan las humillaciones en el aire”.

Etty Hullison

Nadie tiene poder para humillar a un cristiano, ni para agraviarlo, aunque todos tengan poder para matarlo, para arrojarlo, a él, al cristo de turno, a los basureros de la vida.
Me lo recuerdo a mí mismo, se lo recuerdo a los cristianos, se lo recuerdo a políticos y comerciantes por si alguno está dispuesto a tomarlo en consideración: si hemos de luchar, y hemos de luchar, no es por defender cruces de madera, sino porque no haya crucificados… Y si eso les parece una utopía indigna de ser tomada en consideración, entonces luchemos al menos para que nosotros no crucifiquemos a nadie.
La imagen de la cruz la llevamos grabada a fuego en nuestro corazón, en nuestra vida, en lo que somos; y a los crucificados también.
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