El Papa Francisco y el COVID-19: "Nadie se salva solo" Alberto Ares: "El sufrimiento y la muerte forman parte del camino del amor y de la vida"

Abandonado en medio de la calle
Abandonado en medio de la calle

"La muerte en estas últimas décadas era casi un tabú, el fracaso y el sufrimiento algo de flojos que no debía ser mostrado, y los fuegos artificiales y el éxito un escaparate en nuestras redes sociales"

"Nos hemos dado cuenta de que muchas de estas personas y servicios que sostienen la humanidad están precarizadas"

"Los hijos nos hemos convertido en padres de nuestros padres, y entendemos un poco más lo que significa cuidar"

Nuestra vulnerabilidad nos recuerda nuestro destino común como humanidad. Francisco nos descubre “que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”, “nadie se salva solo”

“Descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios.”

A estas alturas de la película ya nadie puede negar que un pequeño virus ha puesto el mundo patas arriba. Como hemos escuchado desde diversos ámbitos, y el Papa Francisco nos recuerda, el desarrollo tecnológico y el mercado, si bien son una gran ayuda para progresar no son la única solución y parece que tampoco la panacea sobre la que podamos descansar todas nuestras esperanzas de futuro como humanidad. Somos vulnerables. Hay cosas que se nos escapan. Somos falibles.

En nuestro itinerario vital nos encontramos con la muerte. Eso ya lo sabíamos todos, pero parecía que hasta esos procesos vitales los teníamos controlados con nuestros fármacos y esperanza de vida. La muerte en estas últimas décadas era casi un tabú, el fracaso y el sufrimiento algo de flojos que no debía ser mostrado, y los fuegos artificiales y el éxito un escaparate en nuestras redes sociales.

En este contexto, El Papa Francisco se conmueve, nos ayuda a zambullirnos en la realidad y llama a las cosas por su nombre: “Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo.”

En un abrir y cerrar de ojos algunas profesiones que antes eran accesorias ahora se tornan esenciales. Las personas que cuidan de los demás, especialmente de los mayores, las que trabajan en el campo y que hacen crecer nuestras verduras, los transportistas y los reponedores del supermercado, los limpiadores, las farmacéuticas, el personal sanitario que se desviven en estas semanas, profesionales y voluntarios en centros sociales. Francisco pone nombre a todas estas personas: "son para mí, verdaderos poetas sociales, que desde las periferias olvidadas crean soluciones dignas para los problemas más acuciantes de los excluidos".

Cristo del coronavirus
Cristo del coronavirus

Personas altruistas que hacen la compra, llaman por teléfono, hablan por debajo de la puerta o aplauden cada tarde y muestran una sonrisa de ánimo y complicidad con sus vecinos. Redes de cuidado tejidas en parroquias, comunidades de barrios y servicios sociales. “Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad”, anota Francisco.

Nos hemos dado cuenta de que muchas de estas personas y servicios que sostienen la humanidad están precarizadas, sistemas de salud insuficientes, informalidad laboral y residencial de tantas personas en situaciones muy vulnerables, pérdidas de empleo y lo que nos espera dentro de pocas semanas o meses. Francisco se anticipa a esta situación: “Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos.”

También se nos hace más patente que hay mucha gente que sufre y que no puede cumplir el confinamiento. “Qué difícil es quedarse en casa para aquel que vive en una pequeña vivienda precaria o que directamente carece de un techo. Qué difícil es para los migrantes, las personas privadas de libertad o para aquellos que realizan un proceso de sanación por adicciones”, nos recuerda Francisco.

Ahora somos un poco más capaces de mostrar nuestros temores a la gente que tenemos cerca y compartir con los demás nuestras pesadillas y ansiedades. A veces necesitamos pedir ayuda para cosas muy básicas. Nos descubrimos haciendo cosas que nunca hasta ahora habíamos hecho. Los hijos nos hemos convertido en padres de nuestros padres, y entendemos un poco más lo que significa cuidar.

Entierro en soledad

Ver morir a abuelos, padres, madres o amigas no deja indiferente a nadie. El no poder hacer duelo ante el dolor de tantos. Algo que parecía estar escondido ahora se ha hecho más visible, o lo hemos tocado más de cerca, porque el sufrimiento y el dolor nos acompaña como seres humanos. Francisco conmovido ante el dolor de tantas personas: “no podemos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos”. Nuestra vulnerabilidad como puerta de entrada de la “luz”, como nos recordaba la letra de Leonard Cohen, “Hay una grieta en todo, así es como entra la luz”.

Tal vez este tiempo nos ha dejado más patente que aquellas personas que quieren de verdad, que se preocupan por los demás, pasan momentos de dolor y de muerte en sus vidas. El sufrimiento y la muerte forman parte del camino del amor y de la vida. Para las personas de fe, la cruz no es el final del camino. El Papa Francisco nos invita a abrazar el dolor, las contrariedades y la cruz, como lo hizo el mismo Jesús, “abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza”. 

Nuestra vulnerabilidad nos recuerda nuestro destino común como humanidad. Francisco nos descubre “que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”, “nadie se salva solo”. Quien más quien menos, el confinamiento está dejando mella en nosotros y además de cierta dosis de ansiedad e insomnio también nos ha ayudado a tomarnos un tiempo para nosotros mismos y para los demás, bucear en nuestro interior, cuidar de los demás, alimentar nuestras amistades y retomar aficiones que parecían imposibles con nuestros ritmos de vida vertiginosos.

Oración del Papa
Oración del Papa

Comienza también el tiempo de prepararnos. Muy pronto, cuando empecemos a darnos cuenta de que avanzamos, intentarán convencernos de que volvamos a la "normalidad". ¡Qué no nos pillen despistados! ¡Ojalá podamos aprender algo de este tiempo! El Papa nos propone un “plan para resucitar”, reivindica una civilización del amor y la esperanza. “Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir.” “Quisiera invitarlos a pensar en ‘el después’ porque esta tormenta va a terminar y sus graves consecuencias ya se sienten. [...] Quiero que pensemos en el proyecto de desarrollo humano integral que anhelamos, centrado en el protagonismo de los Pueblos en toda su diversidad”. “Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad.”

Textos citados del Papa Francisco

Carta a los hermanos y hermanas de movimientos y organizaciones populares. Ciudad del Vaticano. 12 de abril de 2020 https://bit.ly/2xGP98Z

Un plan para resucitar. Vida Nueva. 17 de abril de 2020. https://bit.ly/2KdTK5h

Homilía en el momento extraordinario de oración por la pandemia Oración y bendición Urbi et Orbi. Ciudad del Vaticano. 23 de marzo de 2020 https://bit.ly/2VERWYs

Pascua
Pascua

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