Diego Meza ¿Amoris Laetitia no dice nada nuevo?

(Diego Meza).- La reciente exhortación apostólica Amoris laetitia, ha hecho brotar todo tipo de respuestas, desde las que indican que este documento no pertenece al Magisterio de la Iglesia, hasta aquellas que expresan que no dice nada nuevo porque no colmó las expectativas. Aquí, pienso yo, reside su grandeza. Algunos elementos a señalar:

- Superación del fariseísmo: Los evangelios siempre nos recuerdan las escenas en las cuales Jesús es puesto a prueba por los fariseos, siempre supera estas trabas a través de respuestas ingeniosas que apelan a la autonomía de los protagonistas y sus responsabilidades; esto mismo ha hecho Francisco, no se ha dejado atrapar por el legalismo y por esa razón, sin tomar decisiones nuevas ha recordado un valor viejo perdido en el Evangelio: el respeto de la individualidad y la invitación a mirar siempre primero en la casa propia, antes que en la ajena para evitar juzgar. A la Iglesia no le faltan más leyes litúrgicas, disciplinares y morales para renovarse, nos falta vivir el evangelio.

- Superación de querer dominarlo todo: Las normas de la Iglesia no pueden multiplicarse sin fin, pretendiendo regular cada milímetro de la vida de sus fieles. La proliferación insidiosa de normas no es más que un signo de la desestructuración, la impotencia y la pérdida de la confianza en las instituciones. Este documento responde adecuadamente a la mentalidad de una sociedad en la que las creencias se han desregulado y en las que su validación ya no pasa por la instituciones.

- Valoración seria de los laicos: A pesar, de las reformas realizadas en la Iglesia, un grave error que seguimos cometiendo los clérigos es tratar a los laicos como infantes, los utilizamos para colaborar en una u otra actividad, pero nunca terminamos concediéndoles la razón. El gran acierto del Papa es reivindicar la función de los fieles y darle seriedad a sus capacidades y responsabilidades. Causa sospecha que en nuestra Iglesia el mundo célibe regule la vida de los esposos. Es hora de acompañar su formación pero respetando su autonomía y madurez, comprendiendo serenamente que en ciertas ocasiones debajo de los hábitos, en medio de las sacristías y traspasados por el olor a incienso no es posible comprender diáfanamente la complejidad de la realidad familiar.

- Es hora de una pastoral familiar seria y decidida: No podemos dejar solos a nuestros fieles en este reto, nos corresponde acompañarlos con seriedad y esto implica dejar atrás nuestros prejuicios y represiones y apelar a una mejor formación en este campo, educación que debe ser integral, realista y clara. Llegados a este punto no se pueden hacer recetarios, el gran error sería ver a Obispos imponiendo en sus diócesis los estudios y decisiones de sus hermanos en otros lugares. Adiós al miedo, a estudiar fielmente la realidad particular, a cargar con ella y dejarse cargar por ella, a concederle la palabra a nuestras familias, a explorar diversos caminos, a dejar de temerle a la diversidad, al discernimiento responsable, a la autonomía. Qué vergüenza que lo único que suceda en varias Diócesis con este documento sea leerlo en reuniones de presbiterio y hacer unos pocos congresos de él sin un trabajo fértil en otros campos, por miedo a escuchar nuevas cosas, por pereza a una pastoral seria o por temor a perder el dominio.

Gracias Papa Francisco por enseñarnos nuevamente a reencontrarnos con la novedad del Evangelio.

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